Lenin abrió la puerta del vehículo y bajó rápidamente para poder ver más de cerca lo que estaba sucediendo.
—¡Lenin! —gritaron sus padres.
La joven se posó frente al gran lote vacío, su boca no podía cerrarse al no soportar la impresión que estaba teniendo.
—Estoy segura, aquí estaba —dijo para sí.
Sus padres bajaron del vehículo y se acercaron a la joven.
—Lenin, ¿qué sucede? —inquirió su madre.
La chica desplegó una sonrisa al sentirse llena de una gran vergüenza. “¿Acaso me estoy volviendo loca?” pensó mientras inclinaba su cabeza y llevaba su mano izquierda a su rostro.
—Creo que me confundí —les dijo a sus padres—, seguramente el golpe que me di en la cabeza me hizo confundir algunos recuerdos.
—¿Te estás volviendo a sentir mal? —preguntó su padre.
—No, estoy bien. Es sólo que creí que aquí antes había algo, pero no es así.
—Bueno, hija, vamos al auto, ¿sí? —recomendó su madre.
La joven observó que sus padres la trataban con mucha amabilidad, se notaba que estaban bastante preocupados por su estado. Le hubiera agradado que actuaran como siempre lo hacían, pero, ¿qué persona lo haría si te ve actuando como un completo loco?
Lenin volvió al auto y no dijo ni una sola palabra en lo que duró la espera para llegar a casa de sus tíos.
En todo ese tiempo sus padres conversaron sobre temas generales para así intentar olvidar lo sucedido.
—¡Hola! —saludó la tía de Lenin al abrirles la puerta.
La madre de Eliot era una mujer pelirroja bastante gruesa y siempre llevaba su cabello recogido en una coleta alta, intentando hacerse unos gajos en las puntas.
—¡Tía! —Lenin la abrazó—, ¡ay, te extrañé muchísimo!
Después de los saludos y la plática de cómo estuvo el viaje, Lenin notó que Eliot no se encontraba en casa.
—¿Dónde está ese tonto de Eliot? —preguntó muy sonriente.
—Está con unos amigos, pero dentro de poco estará aquí —respondió la madre del joven.
—Ah… —la chica comenzó a mirar por toda la sala.
Todo seguía igual a como lo recordaba; los mismos muebles estilo antiguo, el gran ventanal que dejaba ver hacia la calle tenía las mismas cortinas marrones oscuras corridas hacia la derecha y el reloj colgado en la pared movía su péndulo de un lado a otro de manera aburrida.
Aquella casa era bastante grande, había sido heredada de sus abuelos y el hermano de su padre se quedó a vivir allí para mantenerla en buen estado, aparte que le quedaba a una cuadra del restaurante y podía irse caminando. Era perfecta para aquella familia.
Lo mejor era que Lenin podía tener su propia habitación y estar muy cómoda, aquel cuarto siempre fue de ella y lo mejor era que tenía un balcón que le daba una hermosa vista de la calle que comúnmente era bastante tranquila, y desde allí tenía hermosas vistas de atardeceres donde podía contemplar los jardines de las casas.
Lenin subió su maleta, y, como era una joven bastante organizada, comenzó a desempacar su ropa y organizarla en el closet.
Mientras la joven organizaba su habitación, su tía entró bastante sonriente para ver si la joven necesitaba alguna ayuda.
—¿Cómo está Eliot? —preguntó la chica.
—Muy bien, ha madurado bastante desde la última vez que se vieron.
—Ya era hora —dijo Lenin mientras doblaba su ropa sentada en la cama—, ese chico suele ser muy infantil.
—Sí, se ha vuelto un poco serio, pero imagino que es por estudiar en la academia y estar lejos de nosotros.
—¿Qué?
—¿No lo sabías?
—¿Saber qué?
—Eliot entró becado en la academia de escritores, sabes que ama todo lo que tiene que ver con libros y el poder estudiar allí le abrirá muchas puertas —la mujer mientras hablaba desplegaba una gran sonrisa de orgullo—. Eso le ha ayudado mucho con su personalidad, ahora es un joven bastante centrado en lo que quiere. Mi lindo Eliot ya es todo un hombre.
Lenin quedó pasmada con aquella noticia. Tenía conocimiento de la academia de escritores, era bastante popular y sólo los escritores más prestigiosos podían ingresar, de hecho, era la misma academia quien los seleccionaban.
—Mira eso… —balbuceó Lenin— entrar a la academia. Qué envidia, imagino que me lo restregará en la cara cuando me vea —dejó salir una carcajada burlona.
—¿No habías hablado con él del tema?
—No, no me había dicho nada.
Su tía tomó la ropa que la joven había doblado y la llevó hasta el closet para acomodarla en los cajones oscuros.
—Lenin, a ti también se te da bastante bien lo de escribir, recuerdo que muchas veces me leíste algunas cosas muy buenas —decía la mujer mientras terminaba de organizar la ropa—, ¿no te gustaría estudiar allí? Si sales becada tus padres no pagarán ni un peso.
—Ay, tía, claro que me encantaría estudiar allí, pero sabes que es muy difícil que eso suceda —respondió con tono resignado—. Estoy muy feliz que Eliot haya podido tener semejante oportunidad, pero yo sé que no contaré con esa misma suerte.
—Pero tienes una oportunidad si eres familiar de uno de los estudiantes de allí.
—¿Ah?
—Sí, por lo general en esa academia estudian familias enteras. Por lo que sé, es muy difícil ingresar cuando nadie de tu familia lo ha hecho, pero cuando eres una familiar de alguien graduado de la academia, es bastante fácil hacerlo.
—Pero estoy bien así, yo ingresé a la universidad para estudiar literatura, lo haré el próximo semestre, la universidad me dio una prórroga.
Lenin conversó un largo rato con su tía y después de terminar de organizar el cuarto, las dos bajaron a la sala donde los dos hombres de la casa conversaban sobre el restaurante. El padre de Lenin trabajaría en esos meses allí, algo bastante bueno para el lugar ya que el señor era un buen chef y el padre de Eliot estaba bastante emocionado con la idea.
Eliot no hizo presencia transcurrida la tarde y Lenin estaba bastante impaciente por verlo. Decidió esperarlo en la habitación del joven cuando se hizo de noche y todos se fueron a dormir.
El cuarto del muchacho seguía siendo el mismo, lleno de muchos libros e historietas. Siendo Lenin una joven bastante curiosa y apasionada por los libros, comenzó a revisar los que encontró sobre la cama.
“Inicios de los Escritores del Destino”, “Filosofía de los Escritores del Destino”, “Las diez formas de materializar pensamientos”, esos eran los títulos de los libros que encontró.
—¿Qué mierda es esto? —soltó la joven con un gesto de desagrado.
Tomó uno y abrió el índice para saber el contenido del mismo, aunque, lo que leyó no lo entendió para nada.
—Las distintas formas de poder materializar los pensamientos dependen del nivel en el que se encuentre el estudiante —leyó en voz alta—. ¿Qué es esto?
Por alguna razón Lenin comenzó a creer que esos libros raros tenían algo que ver con aquella logia de la cual vio salir a su primo.
“Esa gente que practica ocultismo puede hacer lo que deseen, ¿no? —pensó Lenin—, pudieron hacer que mis padres y yo creyéramos que ahí no había nada. ¡Claro, algo así como un hechizo, si es una logia, puede hacer ese tipo de cosas!, ¡Eliot se volvió brujo y estos libros me lo comprueban!
La joven se sintió orgullosa por su racionalismo y esperó a su primo sentada en la cama mientras leía uno de los libros “Las diez formas de materializar pensamientos”.
Según explicaba el libro, si una persona escribía algo en un papel y lo soplaba, podría hacer que el “hechizo” se hiciera realidad. O eso fue lo que entendió Lenin.
Cuando la chica sintió que abrieron la puerta de la habitación, bastante emocionada, dio un salto en la cama, quedando así de pie sobre la misma.
—¡Te atrapé, brujo! —gritó con una gran sonrisa en su rostro.
Eliot se sorprendió al darse cuenta que Lenin tenía en su mano derecha el libro de iniciación y corrió a quitárselo.
—¡¿Qué estás haciendo?!, ¡¿por qué tomaste mis cosas sin permiso?! —gritó bastante furioso.
La joven se sorprendió al darse cuenta que su primo se enojó por ella estar allí, él nunca actuaba de esa manera, ¿desde cuándo se volvió tan celoso con sus cosas? Además, se veía bastante raro.
—¡¿Te hiciste un tatuaje?! —soltó la joven al ver el antebrazo derecho del chico.
Eliot tenía una marca de la letra griega alpha y estaba brillando en aquel momento de un color violeta.
El joven reparó su brazo y después bajó un poco los párpados mientras volvía a ver a su prima.
—Oye… no te enojes, es que es muy raro el libro y quise leerlo, además, ¿desde cuándo te haces tatuajes —Lenin no podía dejar de ver el brazo de Eliot—. ¿Cómo hicieron para que brillara el tatuaje? Se ve cool… ¿por qué la letra alpha?
—Lenin, sal de mi cuarto.
—¿Eh? —la joven quedó muy confundida.
—¡Que salgas de mi cuarto!
—¡Ay, qué grosero! —gruñó la joven mientras fruncía el ceño.
Lenin tiró el libro a la cama para después bajarse:
—No te preocupes, no voy a molestarte más, quédate con tus estúpidos libros de ocultismo y sigue metido en esa logia, que un día de estos te tomarán para darte en sacrificio al patas de cabra.
Lenin salió del cuarto bastante furiosa azotando la puerta detrás de ella.
—Eliot está muy grosero —dijo la joven a su tía.
—¿Por qué dices eso?
—Me corrió de su habitación, no me dijo ni hola, simplemente puso su cara de piedra y me corrió.
—Algo debiste hacerle.
—Bueno, se enfadó porque leí uno de sus libros que estaban tirados en la cama —respondió la chica mientras se ruborizaba.
—Eliot es muy celoso con esos libros, ni yo que soy su madre me deja tocarlos, de hecho, me dice que no entre a su habitación —explicó la mujer.
—Eliot está muy raro.
Lenin dejó salir un bostezo y después tomó un poco de té mientras estaba sentada en la terraza del restaurante.
—Como Eliot nunca está en casa en las vacaciones… creo que voy a pasarla muy aburrida —confesó.
—Hija, pero, eso fue porque fuiste muy imprudente, —dijo su madre a su derecha— ya tu tía había advertido que Eliot está muy cambiado. Él necesita su privacidad y tú no la respetaste.
—Pero él y yo no nos guardábamos secretos y siempre me dejaba entrar en su habitación.
—Pero eso era antes, —explicó su tía a su izquierda— recuerda que ya ha pasado un año desde la última vez que se vieron y Eliot ya es todo un adulto, tiene veintidós años.
Lenin posó su mirada en la librería frente a ella, vio salir a una joven con un paquete en sus manos.
—Voy a conocer la librería, necesito comprar un libro —dijo la joven mientras se levantaba de su puesto.
Lenin cruzó la calle y subió dos pequeños escalones para poder abrir la puerta de cristal. El lugar por dentro se veía bastante grande, a la izquierda encontró un mostrador donde había algunos libros que un joven estaba acomodando, no pudo verle el rostro ya que se encontraba de espaldas. Al fondo había grandes estanterías repletas de libros y un poco a la izquierda pudo divisar un pasillo y lo que parecía ser unas escaleras por donde bajó un joven con un libro en mano. Imaginó que las escaleras daban al segundo piso donde estaba el mirador en el cual la gente le gustaba leer.
Lenin caminó por las estanterías intentando encontrar el libro que su primo tenía sobre los supuestos escritores del destino.
En vista de que no logró encontrarlo, decidió acercarse al joven que ahora leía un libro recostado al mostrador.
—Disculpa, ¿aquí venden el libro…? —Lenin trató de recordar el nombre.
El joven volteó a mirarla y Lenin sintió que su corazón se detuvo por un momento. ¡Qué chico tan guapo! Era alto, con mirada profunda, el iris de sus ojos parecía ser de un verde esmeralda, su cabello era n***o, de piel blanca, era bastante acuerpado y aquella camisa blanca de mangas largas le quedaba bastante bien.
—¿Sí? —inquirió el joven.
—Quiero comprar un libro que se llama... —explicó Lenin mientras comenzaba a ruborizarse — “Las diez formas de materializar pensamientos”, creo que se llama así, ¿sabes si aquí lo venden?
Ella pudo darse cuenta que el joven la reparó de pies a cabeza mientras tornaba su rostro bastante serio.
—No, —respondió el joven— nunca he escuchado sobre un libro que tenga ese título.
—Oh… vaya, debí imaginarlo, es un libro bastante raro, —dijo la joven casi a susurro— ¿y no tienen algunos que hablen sobre escritores de la vida? ¡No, es escritores del destino!
—No.
—¿En serio? —Lenin dejó salir un suspiro—, ¿y no sabes dónde puedo conseguir libros de ocultismo?
El joven bajó un poco los párpados e intentaba no mirar a Lenin de manera extraña.
—Te recomiendo que vayas a una librería de ocultismo —recomendó el joven.
El rostro de Lenin se tornó bastante rojo por la vergüenza al darse cuenta que el joven la veía como una chica sumamente rara.
—Sí, le diré a mi primo que mejor busque allí —dijo entre una risita nerviosa—. Es que no son para mí, es para mi primo loco que le gusta ese tipo de cosas —volvió a reír—. En fin, gracias.
Lenin salió rápidamente de la librería y se acercó al restaurante cubriéndose la boca con una mano, intentando no carcajear como loca en la calle.
—¿Qué sucedió? —preguntó su madre cuando la vio acercarse.
—¡Ay, qué horror! —soltó la joven mientras se sentaba en la misma silla donde antes platicó con las mujeres.
—¿Qué pasó? —inquirió su tía.
—¡¿Por qué no me dijeron que allí atendía un chico super guapo?! —preguntó avergonzada—, ¡le pregunté sobre libros raros y ahora cree que soy un tanto subnormal!
Su tía y su mamá soltaron grandes carcajadas burlonas mientras Lenin sólo se redujo a hacer un puchero mientras se aguantaba las ganas de reír de la vergüenza.
—No te preocupes, ese joven es un chico bastante raro también —dijo su tía después de calmar su risa.
—¿Sabes cómo se llama? —inquirió Lenin.
—No recuerdo, es que muy poco le gusta conversar —respondió la señora—. Me parece que no es que no recuerde su nombre, es que nunca le he preguntado. Muchas veces intenté conversar con él, pero sus respuestas, aunque son bastante amables, a la vez las he considerado cortantes.
—Cierto, es bastante serio —dijo Lenin.
—¿Te gusta ese chico? —preguntó la madre de la joven con un rostro lleno de malicia.
—Bueno, me pareció un joven bastante apuesto, pero sólo lo acabo de conocer —Lenin se ruborizó— y no creo que le haya dado una buena impresión.
—Intenta hablar con él otro día —sugirió su madre—, pero esta vez no le preguntes sobre libros raros.
—Mejor lleva tu propio libro y uno que sea bastante normal. —aconsejó su tía— Recuerda que los libros expresan cómo está la mente de la persona que lo lee.
—Sí, mañana iré y llevaré mi libro favorito. De hecho, no conocí bien el lugar porque salí corriendo de la librería —Lenin terminó con una pequeña carcajada de vergüenza.
La joven observó fijamente la librería mientras sus labios dibujaban una ligera sonrisa. Aquel muchacho comenzó a parecerle un poco misterioso, pero eso le gustaba, seguramente se divertiría un poco aquellas vacaciones intentando averiguar quién era el chico de la librería.