CAPITULO 19

1148 Words
Capítulo diecinueve Christian Grey es un hombre mercurial. He llegado a descubrirlo tanto en su vida laboral, como a la hora de poseer lo que sea que quiera. Y, si mal no recuerdo, ahora es un hombre con una misión, porque lo que quiere ahora soy yo. Durante toda la semana ha hecho cosas que me hacen volverme más loca de lo que aun estoy. Me ha dicho que quiere conquistarme, y que no parará hasta que lo consiga. ¡Já! Si supiera. Es viernes y estoy sentada al lado de Andrea y Olivia. Todas concentradas en nuestros respectivos deberes hasta que la potente y enojada voz de mi jefe llamándome se escucha por todo el piso. He empezado a acostumbrarme a esto, pero Olivia sigue temblando cada vez que lo escucha. Andrea ni siquiera se sorprende, permanece como la reina del hielo que todo el mundo piensa que es. Me encamino a su oficina, seguro que sólo se le cayó un lápiz y la asistente sombra de Grey tiene que ir a recogerlo porque el señor no puede mover el culo —uno muy bonito, por cierto— de su silla de rey del mundo. —¡¿Dónde carajos se metió Barney?! Bien, ¿y yo qué diablos voy a saber dónde se metió Barney? ¿Acaso me ve cara de FBI o qué? —No lo sé, señor Grey. Él respira profundo y se pone de pie, pasando las manos por su cabello. —Búscalo y traelo —gruñe cerca de mi rostro. Uh. Este es el habitual Christian Grey; el jefe gruñón. ¿Cómo es que alguien tan joven puede ser tan amargado y tener emociones tan cambiantes? Es tan voluble. Nunca sé que esperar con él. —Llamaré a contabilidad. Debe estar ayudando a María con su computadora. Me avisó que se había arruinado. —Además que Barney bota las babas por María, pero eso no se lo voy a decir al Señor Moja Bragas. —Dile que simplemente la cambie por una nueva y que lo necesito aquí. Ya. Cuando le doy la espalda, ruedo los ojos mientras camino a la puerta. Volteo hacia él cuando me habla nuevamente. —Ah, y Anastasia, a las tres iremos a comprar tu vestido. Oh, eso, otro tema cabúm de esta interminable semana. No sigo su cambio de ánimo para no perder la cabeza. —Sobre eso... Yo... no iré a esa gala benéfica, señor Grey. Y no puede obligarme a hacerlo. Tampoco quiero que me compre un vestido. Él alza una ceja y se cruza de brazos. —Eres mi asistente personal. Tienes que venir conmigo. —¿Y dónde dice que estoy obligada a ir? Si no quiero, no voy. Y no me va a comprar un vestido. —Lo dice en tu contrato, Anastasia, si quieres puedes leerlo nuevamente. La parte donde dice que como asistente me tienes que acompañar a cenas, viajes, galas y todo lo que tenga que ver con el negocio. —Oh, maldición, no—. Y no, no te compraré un vestido. Suspiro un poco aliviada, pero cuando lo veo sonreír pícaramente, achico mis ojos hacia él. —Te compraré muchos, para que así puedas asistir a los demás compromisos de la agenda sin tener que volver a comprar. Mi boca se abre y decido irme antes de entrarle a cachetadas o decirle algo de lo que me podría arrepentir. —Barney, el señor Grey te está esperando, te necesita ahora mismo. —Él asiente y besa a María en la mejilla antes de irse y dejarnos a solas. —Él es tan tierno —murmura ella de manera soñadora. —Y tú estás colada. ¿No será que dañaste el ordenador a propósito para pasar tiempo con él? —Me río y ella golpea mi hombro. Maria es hermosa y muy buena persona. Hemos estado hablando un poco esta semana ya que he venido mucho a este piso como siempre detrás de documentos o dando mandados del señor Grey. Me pregunto si él sabe que tiene un jodido teléfono en su oficina y que puede llamar a cada maldito piso haciendo que todos se postren a sus pies aunque sea en una llamada. Supongo que lo hace por molestarme. Le encanta verme enojada y no tengo idea de por qué. Desde que volvimos de Londres, él es diferente. Y yo también. No hay un día en que deje de pensar en lo que pasó allá por más insignificante que sea un beso para cualquiera en estos tiempos, para mí fue la gloria. Y es que esta inevitable atracción que nos llama como metal al imán me está poniendo ansiosa y muy nerviosa. Sé que Grey no jugaba cuando dijo que tomaría lo que quería cuando quisiera y lo que más temo es que lo estoy esperando. Estoy deseando que lo haga. —¿Salimos mañana, Ana? Invité a Andrea, a Olivia, a Paula de recursos humanos y algunas otras que espero que conozcas. —La voz de María me trae de vuelta a la realidad y asiento aceptando su invitación—. ¡Genial! Ponte más bella. Será algo informal en mi casa mañana a las 8:00 PM. ¡Sólo chicas! Ahora te dejaré ir, tengo mucho trabajo atrasado por la muerte de mi anterior computadora. Te hablo por mensajes para cuadrar. Y con eso se esclaviza en su silla frente a la computadora. *** —¿Por qué simplemente no podemos escoger uno y largarnos? —Eres la mujer más extraña que he conocido. Cualquiera en este momento me dejaría en banca rota incluso antes de que yo diga: "escoge todo lo que quieras, es tuyo" —Si me lleva a una librería y me dice eso mismo, entonces sí jure que lo dejaría en banca rota. Él ríe mientras yo resoplo, probándome el dé undécimo vestido en menos de una hora. Es mi infierno personal. La última vez que salí de compras fue cuando entré a Grey House y compré algunas faldas, pantalones y camisas de vestir para poder ir al trabajo de manera formal. Nada como esto. Ni siquiera me atrevo a mirar el precio de estos vestidos; me daría un ataque. —No seas aguafiestas, esto es divertido. Claro, él lo está gozando viéndome modelar cada vestido frente a él. Jodido pervertido. —Ya estoy cansada. Me iré a casa. —Entro al provador, al que casi estoy considerando un hogar de las veces que he entrado aquí. Me quito el vestido, malhumorada y me llevo el susto de mi vida al mirar al espejo y ver a Christian detrás de mí. Carajo, está en un prabador de una tienda pija conmigo media desnuda mirándonos a través de un espejo. No puedo respirar cuando sus manos se sitúan en mis caderas desnudas. —Esta será la noche, Anastasia, no puedo esperar más.
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