Capítulo uno
—No, no, no —Me muevo rápidamente y apago la estufa—. Joder, ¿en qué mierda estaba pensando al dejar la estufa encendida e irme a duchar? Oh, sí, ¡en que no tengo ni un jodido centavo y debo encontrar un trabajo! —Suspiro y me doy cabezazos mentalmente para dejar de hablar sola y apresurarme para las entrevistas de hoy.
Camino por la estrecha cocina un momento, sin saber muy bien que hacer. Son las 7:15 AM a las 8:00 AM debo estar en mi primera entrevista. No sé cómo lo haré, pero no iré sin comer como ayer. ¿Sabrá muy mal la comida quemada? Ni idea, pero no pienso averiguarlo.
Me dirijo a mi habitación y tomo la ropa que tenía preparada con anterioridad en la cama; falda negra de tubo, camisa blanca, medias y zapatos de tacón n***o. Todo lo tomé de mamá, tengo todas sus cosas conmigo. La camisa me queda un poco grande, pero la falda me amolda a la perfección. Los zapatos me molestan, pero esos tendrán que ser. Me miro en el espejo y comienzo a cepillar mi cabello. ¿Suelto o recogido? ¿Lo dejo lacio o lo rizo?
Suspiro y simplemente tomo una goma negra y lo recojo en una coleta. Listo, así estoy... bien. Mi mirada se desvía hasta la foto que tengo con mi madre en la mesita al lado de la cama. Mis ojos se llenan de lágrimas y sollozo al pensar en la última vez que la vi. Sólo hace cuatro meses que murió, hace sólo dos cumplí dieciocho y estaba en casa de una prima de mi madre; ella había dejado escrito que en caso de pasarle cualquier cosa, yo debía ser llevada hasta allí y cuando tuviera la mayoría de edad, decidir lo que crea que es mejor para mí. Mis lágrimas empiezan a salir. Ella sabía que algo podía pasarle, y aún así seguía con su agresor.
—Estabas loca, mamá.
Me río de mí misma entre lágrimas; soy patética.
Me seco el rostro y camino con la cabeza en alto hasta la puerta principal. Mi sala está prácticamente vacía, sólo un pequeño sofá, una mesita y una televisión. Sólo hace dos semanas que me mudé a Seattle. La prima de mi madre, Elizabeth, me ayudó un con un poco de ahorro para el viaje desde Portland, que es donde ella vivía, hasta aquí, Seattle. Yo debo conseguir un trabajo. Me quiero inscribir en la universidad para estudiar literatura. Terminé la preparatoria con excelentes notas, pero sé que conseguir trabajo se complica si no tienes un título universitario o sabes hacer algo.
Espero tener suerte hoy. Siempre terminan con que me llamarán; nunca lo hacen.
Me apresuro a salir y cierro la puerta detrás de mí. Bajo las escaleras y salgo por la puerta del edificio. Es un edificio pequeño, de ladrillos color rojo y tiene pequeñas divisiones como apartamentos. Están a un buen precio y me conformo con lo que tengo, así que no me quejo. Además, el apartamento de al lado está vacío, así que es totalmente tranquilo para mí.
Tomo el autobús y me preparo mentalmente para la primera entrevista del día en busca de mi nuevo trabajo.