—Esa noche cuando Mirla salió de clases ya Fabiola se había ido porque salía más temprano y recorrió el trayecto caminando, ya que su habitación estaba bastante cerca de la universidad; Fabiola y Lizbeth ya estaba en cama repasando algunos apuntes; Mirla se bañó y se acostó también, después de apagar la luz.
—¿Cómo te fue con tu príncipe azul Mirla? —pregunto Fabiola desde su cama.
—Ningún príncipe azul Fabiola —dijo Mirla— acudí a esa cita, solo para corresponder a su amabilidad; pero descubrí, que es una persona muy agradable, que lucha todos los días para lograr el sueño de vivir mejor, haciéndose un futuro por sus propios medios; realmente lo pasamos muy bien; es un muchacho encantador.
—No te dejes hipnotizar por ese vaquero soñador Mirla— dijo Fabiola despectivamente— nunca he visto a nadie vendiendo sueños; así que pon los pies en la tierra y sacúdete ese don nadie antes que sea tarde.
—Yo se cuidarme bien Fabiola —dice Mirla, moviéndose en su cama un poco molesta— para lograr una meta primero hay que soñar con ella; a mí me enseñaron a valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen; tu deberías aprender eso también y dejar de estar soñando con un billete premiado de lotería, tocando tu puerta—.
—“Estas perdiendo el tiempo…” —se escuchó a Lizbeth en medio de la oscuridad cantando una vieja canción.
—Está bien amiga —dijo Fabiola a modo de reproche– lo que pasa, es que yo no nací ese día, cuando nacieron los incautos como tú; solo quiero que abras los ojos, porque no quiero que un día me digas: tenías razón; o que yo tenga que decirte: ¡te lo dije!.
Mirla guardo silencio, no entendía como su amiga podía pensar de esa manera, teniendo como meta, que alguien venga a cumplirle sus sueños de grandeza. Hoy había tenido la oportunidad de conocer mejor a George, y le había sorprendido agradablemente, como aquel joven, luchaba para construir su propio sueño; parecía un joven despreocupado, pero en realidad era una persona muy sensible que se mostraba tal como era, sin apariencias; trabajaba, estudiaba, era independiente y tenía muchos deseos de vivir la vida. «es el tipo de hombre que tiene las cualidades que me gustaría que tuviera el hombre con quien llegue a compartir mi vida» pensó y sonrió por aquella ocurrencia de su pensamiento.
Una de las cosas que le habían encantado de él, era que le gustaba Ricardo Arjona, su cantante favorito –lo imagino cantando sus canciones y suspiro— así como Fabiola decía, que por la maleta se conoce al pasajero, ella también podía decir, que por la música que escucha, se puede conocer lo que hay en el corazón de una persona.
El corazón de George parecía un corazón limpio, sincero, y sin dobleces, Se sentía identificada con él, porque también esa era su manera de pensar y tenía esa misma actitud hacia la vida; quería conquistar muchas cosas, pero sin depender de otros, sino con su propio esfuerzo. Definitivamente, valía la pena tener un amigo como el, porque le contagiaba ese optimismo motivador para enfrentar cualquier obstáculo; «¿y porque no como un novio» pensó moviéndose inquieta en la cama.
Esa noche George llego a su anexo, un poco cansado, pero satisfecho, cada día se acercaba más, el final de sus estudios, y se sentía satisfecho; se aproximaba más al momento de comenzar a construir su sueño, de ser el dueño de su propia empresa de diseño; tenía tres años trabajando en un área donde había tenido oportunidad de aplicar todos esos conocimientos que iba adquiriendo y por eso se sentía capacitado para emprender una empresa propia, con muchas posibilidades de éxito.
Había sacrificado muchas cosas para poder llegar a donde había llegado. No tenía vida social para no distraerse de su objetivo, como lo era, terminar sus estudios y comenzar con una modesta empresa, con el mismo, como único empleado; con mucho esfuerzo había podido ahorrar algún dinero para este comienzo, solo gastando en lo absolutamente necesario, como aquel viejo mustang que le servía de transporte, su padre siempre le decía que todo comienzo era penoso, pero era el primer paso para llegar a grandes cosas.
Ahora que muy pronto dejaría la universidad, podría tener más tiempo para recuperar su vida social. Recordó los momentos que esa tarde había compartido, con aquella muchacha estudiante de medicina, que había conocido en extrañas circunstancias en el estacionamiento de la universidad.
Mirla era una chica muy sencilla pero muy decidida, con mucho carácter; se lo había demostrado, cuando estaciono aquella tortuguita delante de su mustang y se bajó a reclamar sus derechos dispuesta a lo que fuera —esto le hizo sonreír en la oscuridad habitación—; era una mujer que también luchaba igual que él, para alcanzar su sueño, e igual que él, había sacrificado su vida social para lograr una carrera con el mayor éxito posible.
Había disfrutado mucho aquellos momentos que habían compartido en el cafetín; allí pudo descubrir que Mirla tenía esa belleza interna que a él le gustaba; era una persona abierta que no guardaba ninguna apariencia, se presentaba a ella misma tal como era, parecía que era fuerte, pero en realidad era una persona con mucha delicadeza, su espontaneidad hacía sentirse confiado delante de ella; era firme sin ser brusca, se interesaba en conocer a las personas con quien hablaba y para completar le gustaba Ricardo Arjona; «me encantaría cantarle al oído muchas de esas canciones» pensó y se sonrió; su belleza, no era una belleza impresionante como la de su amiga, pero en su sencillez resaltaba una belleza natural muy atrayente, y unos ojos marrones, que le atraían como dos imanes —se movió inquieto en su cama.
Realmente le gustaría reanudar su vida social teniendo una amiga como ella. Al principio se había interesado más en Fabiola, atraído por su belleza monumental, pero viendo su comportamiento frio, cortante e indiferente, daba gracias a Dios por no haberse presentado en el cafetín, porque así pudo descubrir la gran persona que había en Mirla.
Esa misma noche Fabiola, después de las últimas palabras con Mirla, se sentía incomoda en su cama. No entendía ese empeño de andar compartiendo con personas que no tenían nada que ofrecerle; para ella eso era una pérdida de tiempo; por eso, ella no se andaba con tantas delicadezas, en desechar a todas esas personas que se le acercaban con muchas palabras en la boca, pero con poco dinero en el bolsillo; cada quien para cada quien —decía ella— había crecido con muchas privaciones, en un ambiente donde esos estúpidos valores que tenía Mirla, no le habían servido de nada; siempre había tenido que luchar con uñas y dientes para lograr sus objetivos.
Por eso había tenido que administrar bien su belleza, para salir de aquel ambiente que amenazaba con hundirla en ese club de madres solteras con tres o cuatro niños mocosos, sin ningún provecho. Odiaba que le regalaran flores; era un desperdicio que no soportaba. Siempre lograba encontrar un candidato que le ayudara a pagar sus estudios, pero cuando comenzaban a hablarle de hogar y matrimonio, levantaba el vuelo en busca de otro nido.
Mirla definitivamente se movía en otra dimensión, muy diferente a la de ella. George era un joven que parecía muy agradable y era muy bien parecido, pero hasta ahí legaba todo; después que entendiera que ella no era un territorio accesible para él, entonces bajaría la guardia en honor a su amistad con Mirla.
—“Hola Mirla; desde hace una semana, tengo un problema en el cafetín; al café siempre le falta algo y por fin hoy descubrí la causa: le faltan dos ojos marrones delante de mi”
Mirla sonrió cuando leyó ese mensaje se w******p, enviado por George.
“Eso es porque no te has puesto el collar de limones y ajo” que te recomendé — respondió Mirla.
—“Ja ja ja…Tengo algo muy urgente que preguntarte”—respondió George.
—“Dime lo que quieres saber“—respondió Mirla.
—“Tengo dos entradas para el cafetín, hoy a las cinco de la tarde; ¿puedes acompañarme? “respondió George.
Mirla sentada en su cama volvió a sonreír pensando:— «Este loco siempre tiene una ocurrencia para hacerme reír».
—“Está bien, me pondré mi mejor traje de gala” respondió Mirla sonreída.
—“¡Bieeeeeeeeeen!”— dijo George.
—Alguien te está haciendo cosquillitas por los ojos Mirla; te veo muy sonreída —comento Fabiola, con sarcasmo
—George me está invitando al cafetín —dice Mirla sintiendo un inquietante cosquilleo en todo el cuerpo.
—Me lo imaginaba —dijo Fabiola algo despectiva— ¿iras a la universidad aunque no tengas clases? ¡ay Mirla!; ya te escucho suspirando por Georgito
—No importa; iré un momento para allá —dijo Mirla disimulando su entusiasmo.
—Eso es amiga –dijo Lizbeth— ojala ese sea tu príncipe azul y te enamores hasta los tuétanos; ya es hora de que tengas un novio; y quien quita y sea el que te quite las pantaletas por primera vez.
—«Eso mismo pienso yo cuando hablo con George» pensó Mirla
—Qué éxito ha tenido George con ese café —dijo Fabiola con voz algo burlona— me parece que esas pantaletas caerán al piso muy pronto.
—«Me encantaría que fuera el quien baje mis pantaletas por primera vez» pensó mirla sintiendo una extraña emoción.
Esa tarde, Mirla se paró frente al espejo, contemplo su rostro y luego se maquillo suavemente, y le sonrió a la imagen que le devolvía el espejo. «¿Qué te pasa Mirla?» –se preguntó en silencio «¿porque quieres que te vean bonita?» —volvió a sonreír sintiendo aquella cosquillita.
Cuando llego al cafetín pasadas las cinco, ya George la esperaba en la misma mesa de la vez anterior; cuando la vio se levantó y vino a su encuentro; había un brillo especial en su mirada al saludarla.
—Hoy te veo más bella Mirla –dijo George, sonriéndole y besándola en la mejilla y aspirando la grata fragancia del perfume, que discretamente se había puesto Mirla— mi corazón dio un salto cuando te vi; tu presencia le hace muy feliz.
—Eres exagerado George –dice Mirla sintiéndose alagada— también me alegra verte.
—¿De verdad, verdad te alegra verme?—pregunto George, sonriendo entusiasmado —¿Qué quieres tomar?
—Jugo de naranja; ya tú sabes, es mi favorito —dijo Mirla sentándose.
—«y mi favorita eres tu muchachita, qué estas logrando ponerme a soñar» pensó George mientras se sonreía gozoso
—Ahora vengo a este lugar no solo para tomar café —le dijo George, mirándola a los ojos— sino también para recordarte a ti, y soñar con esos ojos marrones.
—Adulador —dijo Mirla con una dulce y coqueta sonrisa.
—Además de soñar conmigo —dice George —¿qué has hecho esta semana?
—Fui a valencia con mis padres a descansar de tanto estudio —dijo Mirla.
—¿Con cuántos hermanos tengo que enfrentarme —dijo George mirándola como hipnotizado—? cuando vaya a pedir tu mano a valencia?
—Te enfrentaras a mis padres que son muy celosos de su hija única —dice Mirla riéndose.
—¡Hija única! —Exclamo George arqueando las cejas —¿Cómo es que no anda tu madre contigo?; se me hace que primero tendré que enamorarla a ella; yo también soy hijo único; pero no tienes que pedir mi mano.
—Tu siempre inventando disparates George —dice Mirla sintiéndose muy a gusto— ¿cómo son tus padres?; los míos son bastante adultos, me enseñaron a ser muy conservadora.
—Tambien son un tanto mayores , cuando yo nací ellos tenían bastante edad, por eso también soy algo anticuado; mis padres son mi gran tesoro —dijo George muy orgulloso.
—Tenemos varias cosas en común —dijo Mirla sonriéndole— los dos nacimos en las mismas condiciones; mi madre es un poco fuerte, pero me quiere y me protege como si fuera una niña; en cambio mi padre, me consiente mucho; él es mi amigo y confidente.
—Ni modo —dice George fingiendo gran seriedad— tendré que ir a pedir tu mano al estilo de mi padre: ¡Como todo un caballero!.
—Sigues estando loco George— dijo Mirla riéndose, mientras pensaba: «me encanta escuchar todo lo que hablas; si supieras que estas poniendo a volar muchas maripositas en mí est… ¡que locura!» se sonrojo.
—Me gustaría que conocieras a mis padres —dice George muy animado— para que vean el buen gusto que tiene su hijo; te prometo Mirla que vas a ser mi novia.
—Mejor tomate una pausa —dice Mirla moviendo el cabello con coquetería— vas muy acelerado.
—Ya mande a apartar un anillo de compromiso —le dice George muy entusiasmado— por eso estoy trabajando fuertemente en esa fórmula.
—¿Cuál formula?—pregunta intrigada.
—La de hacer que te enamores de esta belleza que esta frente a ti —dijo George señalándose con los dos índices y echando la cabeza hacia atrás con una gran sonrisa— además te doy una primicia; mi corazón me ordeno que me enamorara de ti
—Es mejor que te despiertes —le dice Mirla, y mirándolo pensó: «yo tambien te ordeno que te enamores de mi»
—¿Sabes que nunca he tenido una novia, Mirla? —dijo George mirándola a los ojos —cuando la tenga me gustaría que fuera como tu; con ojos marrones y unos labios tan sensuales que provoca besarlos.
Mirla se movió inquieta en su asiento; se sentía muy alagada y se había sonrojado.
—Por favor George; me haces sonrojar —dijo Mirla sonriendo y bajando la mirada como apenada —me extraña que no tengas novia.
—Te diré un secreto Mirla —dijo George algo misterioso— creo que sin saberlo, te estaba esperando a ti.
Mirla se volvió a mover en su asiento; aquel hombre la inquietaba, como si fuera una quinceañera, le hacía sentir cosas extrañas; se sentía acalorada, se sonrojaba pero al mismo tiempo era una sensación tan placentera que se quedaría escuchándolo toda la tarde; la voz de George le parecía música; no se explicaba lo que estaba sintiendo. Aquel hombre tenía un encanto irresistible.
—Y tu dijiste; ya cayó en mis brazos —le dijo Mirla como defendiéndose de aquello que estaba sintiendo y pensando; «yo no sé, si yo te estaba buscando, pero que bueno que te encontré»
—Hablando muy en serio Mirla —dice George un tanto serio— estoy feliz de que seas mi amiga; me siento muy bien platicando contigo; eres una persona muy especial.
—Gracias George —dice Mirla sintiéndose muy complacida— realmente también me divierto contigo; me pareces una excelente persona.
—Se fue el tiempo muy rápido y mi clase me espera —dijo George, y levantándose de su asiento, beso a Mirla en la mejilla— gracias por regalarme estos momentos; te prometo que la próxima vez traeré puesto el collar de limones.