Las tradiciones de la familia que había formado Ginna por su cuenta, consistía en que cada cumpleaños, sus hijos debían tener un paseo que les diera a entender lo queridos que eran y lo bien recibidos que eran en la vida de todos.
Durante los primero años de vida de sus hijos, los viajes fueron aumentando de categoría gradualmente, sobre todo porque mientras más pequeños estuvieran, menos sabrían apreciar lo que eran buenas salidas y buena concentración de personas por un mismo fin.
Ginna, al ser una famosa modista, no podía darse el lujo de visitar todos los lugares que quisiera en compañía de sus hijos, pero lo que sí podía era buscar los que tuvieran buena reputación o simplemente salir a escondidas con disfraces de distinta índole. Terminaba por colocarse una peluca y lentes oscuros que no le dieran espacio suficiente a que los demás pudieran ubicarla, y eso era lo malo de la fama, que gran parte del mundo solo quería estar con ella para decir que la conocía, pero de resto, todo era más que mentira.
Las fotos que se tomaba con los fans no siempre eran las mejores y ellos no siempre eran amables, incluso eran tan extraños que a veces le regalaban cosas sin sentido, cosas que la dejaban con la boca abierta. Una vez conoció a un chico que era stripper, y como regalo le dejó su ropa interior en una bolsa que parecía contener artículos de vestir de una marca bastante reconocida a nivel mundial.
Aquello la dejó sin palabras, en especial al ver que sus hijos estaban emocionados por abrir sus regalos y encontraron ese por su cuenta. Ginna quería morirse de la vergüenza allí mismo. Les dijo que eso no era nada, que solo creyeron que tenía esposo cuando no y le regalaron aquello para este aunque no existiera.
A los chiquillos les pareció extraño, pero no opinaron más sobre el tema, solo hasta que crecieron no pudieron saber el verdadero significado de las cosas, en especial ese tipo de conductas inapropiadas.
Jayce era el que más tenía conocimiento de un montón de jergas y expresiones, maneras de comportarse inadecuadas, pero no las llevaba a cabo, decía que las mujeres merecían respeto siempre, y no solo ellas, sino cualquier persona existente.
Su madre vio en el sentimientos que parecían tan puros como los de un niño, cosa que no podían decir muchas de las madres en la actualidad. Su hijo aparte de tener talento, siempre demostró empatía y compañerismo, dos características clave para llegar a ser alguien en la vida, y él tenía todo el tiempo del mundo por delante para demostrarse no solo a él mismo sino a todas las personas que no confiaron en él como era preciso, que era capaz de llevar al plano terrenal sus sueños, teniendo de suelo un muy firme concreto establecido por su educación.
En cuanto a Bell se trataba, esta chica casi todo el tiempo vivía en las nubes, pero gracias a eso, tenía perspectivas únicas que daban sentido muchas veces a su manera de pensar, de expresarse y de encajar con los demás. La chica no era muy social, pero los pocos amigos que logró hacer (solo dos) eran leales como ellos solos, chicos tan buenos que todos sabían que jamás la abandonarían.
En el cumpleaños número siete de Bell, ella pidió ir a un parque acuático, y aunque su madre de verdad quiso llevarla, no pudo salir para que todo el mundo la viera en traje de baño jugando con su pequeña a las olas salvajes, pues eso no tendría nada de clase, y todo por lo que se hubo esforzado desde los inicios de su carrera, quedarían tapiados y en el fondo de un pozo muy oscuro y profundo, como si jamás hubiera existido, y ella no lo permitiría, de modo que pidió que en su casa se instalaran varias atracciones acuáticas durante una semana, es por esto que sus hijos se divirtieron tanto que la coronaron como la mejor madre de todas, un privilegio que pocas tenían, y ella podía ser una de las pocas.
Ella entonces pudo participar con los pequeños en varias actividades dentro de la intimidad de su casa y no en un lugar público y cliché sin estilo y aburrido para las personas millonarias que compraban sus diseños y le daban todo su apoyo en las r************* .
Las críticas de las revistas que vio después solo decían lo dedicada que era como madre, lo mucho que sus hijos la querían y lo genial que era su vida, haciendo que varias personas envidiaran este estilo de vida, como si solo unas pocas personas pudieran disfrutar de la vida de esa manera, lo cual le parecía de lo más injusto, tomando en cuenta que los que producían las cosas con los que ellos comerciaban eran nada más y nada menos que la clase obrera, una clase sin dudas marginada por todo el mundo, como si la dignidad no existiera en el mundo al que representaban.
A Ginna le daba mucho asco cuando algún hombre demostraba su poder frente a una mujer, a especie de lobo que creía tener el control sobre la vida de todos, cuando nada que ver, las mujeres tenían toda la libertad del mundo para decidir quien ser o no.
El mundo de la moda era tan machista que la desesperaba mucho, pero tuvo que calmarse y aceptar de una vez por todas que esa era la carrera que había elegido por voluntad propia para sí misma, así que no había lugar para quejas en ninguna parte.
En eso pensaba ella mientras caminaba directo al restaurante donde tendría una cita con la nueva marca con la que colaboraría.
No se sentía para nada bien, pero era su deber dar la cara por la empresa, sin tomar en cuenta sus sentimientos en cuanto a cualquier tema que se le ocurriera.
Una vez que se adentró por la puerta giratoria de cristal, observó unas cuantas mesas llenas, así que pasó hasta la pequeña recepción en donde preguntó cuál era la mesa de los Verona, quienes eran dos hermanos gemelos muy famosos por sus diseños innovadores que resaltaban la figura del hombre. Ella quería colaborar con esa marca para hacer ver que la vestimenta solo eso era, y no había que tener tabú alguno a la hora de escoger una prenda y vestirla adecuadamente.
Por mucho tiempo quiso hacer una línea entera de ropa para hombres, pero lo que tenía en mente para ello, no le agradaba a la mayor parte de los modelos que tenía a su disposición cuando decidía crear algo nuevo y presentarlo en alguna pasarela.
Ahora que tenía la oportunidad de dejar en veremos una línea entera de ropa para hombre la cual no tuviera ningún tipo de discriminación o incomodidad respecto a los modelos, no dejaría escapar el tren que hacía lo posible por cumplir metas ajenas.
Su vida consistía en crear y seguir creando ropa que transmitiera un sentimiento, y el que más le gustaba dar a conocer era la alegría, el romanticismo, la seducción y la bondad. A veces se arriesgó con estilos mucho más atrevidos, pero siempre manteniéndose fiel a sí misma, cosa que no todos los diseñadores podían hacer.
Si bien, ella había querido que su marca dejara el nombre de su nación en alto, tampoco estaba mal hacer que dos naciones brillaran juntas de la mano en una línea alternativa de ropa auténtica y llena de estilo.
Llegó a la mesa, y en esta ya estaban los dos chicos sonriéndole, esperando a que se acercara para saludarla de dos besos y un abrazo, algo que no significaba precisamente que fueran homosexuales, como pensaría cualquier hombre de masculinidad frágil, algo que le hacía hervir la sangre cada vez que los veía en acción, como si fueran los dueños del mundo.
Continuó con su saludo formal pero lleno de carisma, y cuando le avisaron que tendrían que moverse hacia otra locación, los ojos se le abrieron de par en par.
—¿Irnos a dónde? Pero si acabo de llegar...— comentó, sin comprender una sola cosa de esa reunión que mantuvieron todos juntos.
—Lo sabemos, querida, pero tenemos una reservación en un club que te encantará, estoy seguro, tienen presentaciones que vale la pena presenciar— contestó uno de ellos, tomando su manos para dejar un beso invisible en su mano, llenándola de cosquilleos raros todo el rato.
Ginna aceptó, sobre todo porque no tenía otra opción si quería colaborar con ellos, quienes eran tan solicitados y talentosos, chicos que surgieron de la nada y lograron tenerlo todo en menos de dos años arduos de trabajo exhaustivo.
Tomaron una sola copa de vino champanizado en ese local, y al terminar casi toda, ellos insistieron en que era hora de irse del lugar.
Una vez que caminaron fuera, uno de ellos le guió hasta la camioneta blindada que tenía a su disposición, siendo que dentro de esta les esperaba un chófer, el cual se veía muy serio para existir.
Los dos restantes subieron, y al hacerlo, se dieron cuenta de que allí dentro habían dos parejas de novios, quienes hablaban entre sí, riendo ante sus propios chistes, cosa que Ginna no pareció entender, pues era una mujer mayor, no una jovencita inexperta que se dejara hacer por las demás personas como si nada.
Sabía que cuando habían este tipo de reuniones en sitios como ese, todo terminaba en drogas, alcohol y sexo sin control, cosa a la que ella no estaba dispuesta en lo más mínimo, pues dejó de amar desde el momento en el que se divorció de Renedit.
Entonces vio que una de las chicas que estaba acompañada por su novio, no quería que la besara ni la tocara de la manera en la que estaba haciendo, pero este parecía no notarlo ni quererlo. Ella intentaba decirle que no, empujando su cabeza, hacia el otro lado, puesto que el chico tenía los ojos rojos, muy drogado estaba y decía a cada momento que tenía hambre, y cada vez que lo decía, era otra que le hacían llegar a la mano otro cupcake de hierba.
El chico los comía como si fuera lo más delicioso que haya probado en su miserable vida, y dejaba de lado los comentarios de la chica, de manera que ella se veía triste.
Ginna no podía permitir que esa situación siguiera adelante, ya que de salirse de las manos, podía ser muy peligroso.
Deseaba estar en casa con sus hijos, pero ni siquiera sabía su paradero.