Capítulo Dieciocho: Secuestro.

1773 Words
Cuando Jayce hacía fotos, las disfrutaba al cien por ciento, ese era su hábitat, y nadie podía mentirle en cuanto a ninguna técnica. Mientras él tuviera una cámara, sería feliz dando a conocer al mundo su perspectiva sobre un tema en específico. Muchas veces trató de hacerles entender tal cosa a las personas que convivían con él, pero simplemente, se le hacía difícil que estos lo hicieran en la mayoría de las ocasiones, ya que no todas las personas tienen las mismas percepciones sobre el mundo. Algunos tienen memoria auditiva, otros fotográfica, otros con sensaciones o sentimientos, otros por el tacto, otros con olores, otros con sabores, pero casi siempre es diferente el uno del otro. Eso era lo que intentaba hacer ver en su última exposición de arte en el museo, en donde tenía ya boleto de entrada cuando quisiera debido a su talento, algo que sin duda valoraba muchísimo. Cada vez que llevaba una nueva idea a los encargados del lugar, estos solo asentían y le dejaban hacer magia, sobre todo porque no podrían comprender la mente de una persona tan brillante como él, quien solo tenía pensamientos al azar y de la nada hacía arte, cosa que no todo el mundo podía. Tenía sus fans tanto dentro de la escuela como fuera de esta, pero eran muy pocos como para siquiera abrir un club, sin embargo, cada vez que llevaba una colección nueva a alguna sala de exposición, su trabajo se vendía muy bien y se agotaba tan solo en menos de veinticuatro horas, de modo que esto le motivaba a seguir creando y no detenerse por nada. Mucho tiempo de su vida se lo pasó creando algún concepto audiovisual que pudiera retratar solo con unas cuantas fotos, y a pesar de que esto no era fácil, siempre encontraba la manera de hacerlo funcionar.  La primera vez que dio a conocer a su maestro de artes plásticas en la escuela un álbum de sus fotografías como novato a los apenas dieciséis años, este le dijo que tenía bastante talento, y que si quería, podría darle tutorías para que se convirtiera en un fotógrafo de renombre, eso a Jayce le pareció el cielo entero, así que no pudo negarse, por el contrario, sentía que le debía la vida a ese amable profesor, quien siempre tuvo una frase de aliento para él en los días más amargos o infructíferos, como solía llamarlos. Decía que este tipo de días eran muy necesarios para ver el buen trabajo que se hacía, para valorar cuando se hacían bien las cosas, y en su caso, sabía que era brillante en lo que quisiera llevar a cabo, jamás quedándose sin ideas, un grave error que cometían muchos artistas, creer que vivirían de un solo trabajo cuando la dedicación tenía que ser a tiempo completo si se quería lograr algo de enjundia. El reconocimiento no es para flojos" esa era una frase muy típica de él cuando quería tanto sacarle una sonrisa como también instarlo a crear desde sí mismo, a tener ideas sobre lo que le gustaría plasmar y decir al resto de los seres humanos que vieran sus obras, y como lo hizo pensar mucho más allá, lo convirtió en un gran artista integral casi teniendo la misma educación que en una universidad, solo que gratis y por parte de uno de sus profesores más queridos de toda la vida, una verdadera bendición poder hacer equipo y alguna que otra colaboración, ya que al mismo no le gustaba estar en el ojo del huracán, a diferencia de Jayce, quien adoraba la atención de los medios y se le daba bien defender sus trabajos en frente de quien fuera. Una vez que salió de la secundaria, casi todos lamentaron este hecho, aún cuando se trataba de sus superación personal, sin embargo, lo apoyaron con el camino que deseara tomar con sus sueños y su vida en general. Sus mejores amigos seguían yendo a ver las exposiciones, los profesores seguían felicitándolo cuando lo veían por las calles mientras hacía su trabajo. Encontró entonces un trabajo que le otorgaba mil y un libertades, pero también la seriedad de un sueldo fijo, una familia millonaria lo contrató por dos años para que fuera su fotógrafo personal, asegurándole una buena entrada de dinero mientras también tendría tiempo de seguir haciendo sus propias fotos y mantenerse a sí mismo. Él quería mudarse con su novia, y esta se encontraba muy feliz, ahorrando todo lo que podía, al igual que él mismo, mientras soñaban con construir un futuro juntos, lleno de amor y por supuesto dedicación. Sabían que no sería un camino lleno de flores y miel sobre hojuelas, pero harían todo lo posible para que les saliera bien el ser independientes. Jayce lo había hablado con su madre, y esta siempre quiso extenderle la mano y darle apoyo, queriendo hacerle saber que de sus finanzas podría vivir tranquilamente toda la vida, pero eso no era lo que quería el joven, ya que la independencia para él era no tener que recurrir a nadie más para poder solventar sus gastos, de verdad quería una vida normal fuera de la farándula y de la vida de millonario, ya que todo eso no hacía juego con su personalidad y con las metas que quería lograr, no solo como fotógrafo, sino también como persona. La chica que lo acompañara tenía que ser fuerte, llena de vitalidad y muy hermosa eso fue lo que pensó apenas cumplió los doce años de edad, se hizo a la idea de que conseguiría a una novia a la cual pudiera tomarle fotos sin que fuera tímida, con la que pudiera hablar sobre todas las cosas en el mundo, pero entonces, cuando cumplió los diecisiete, conoció a una chica un tanto desaliñada, ruidosa, de risa escandalosa y cabellos revueltos, pero le encantó su personalidad, siempre entusiasta y cariñosa, algo que no eran todas las personas, por desgracia. Una vez que intentó hablarle, la chica solo se sintió un tanto tímida y decidió que lo mejor sería solo ignorarlo, no porque no quisiera entablar conversaciones con él, sino que al ser un chico popular, no creía que sus intenciones fueran buenas con ella, eso se lo advirtieron varios de sus amigos, y aunque le doliera, tenía que aceptar que no era la persona más hermosa del lugar. Cuando Jayce se enteró de aquello, se pudo furioso, sobre todo porque él jamás se expresaría así de ninguna chica, mucho menos de alguien tan genial como la que quería conocer, la cual casualmente estaba en su mismo grado, pero no se habían conocido en persona. Ella le ayudó a revelar unas cuantas fotografías en el cuarto rojo de la escuela, y desde allí se hicieron íntimos amigos, comenzando a hablar sobre lo que les preocupaba a futuro, que eran cosas similares. Y ella supo que el chico no la defraudaría cuando la saludaba por los pasillos y le llevaba presentes hasta su puesto en el salón de clases, cosa que le parecía increíble. Ella, Sara, desde que el chico desapareció, no dejaba de llorar todas las noches antes de dormirse, pensando en cuánta maldad debía de haber dentro de su progenitor como para hacerle la vida así de imposible. No podía concebir una vida sin él, así que todos los días ayudaba al equipo designado para su búsqueda, pero se frustraba mucho al no tener resultados ni respuestas dónde podría estar el chico de talento asombroso y sonrisa radiante. Extrañaba despertar a su lado en las noches que se quedaba con ella, cuando trabajaban tan arduo en los proyectos de este que entonces no quedaba energía para nada más que solo acurrucarse juntos y hablar tonterías hasta dormirse, y así casi todos los días. Sara se levantó de la cama en medio de la noche, harta de todo aquello, así que tomó su bolso, una linterna, su abrigo y unas buenas botas que soportaran cualquier tipo de suelo al que pudiera enfrentarse en su caminata nocturna tratando de hallar a su novio. Una vez que salió a escondidas de la casa de sus padres, se dirigió a la parte trasera de la propiedad, donde había un vecindario más y luego una gran cantidad de naturaleza, parte de un parque al que buscaban defender los eco amigos. Ese tipo de reuniones que hacían para que no talaran árboles le parecía una estupidez gigante, ya que eso no evitaba que lo hicieran en el resto del mundo, en cambio, lo único que ellos querían era atención por parte de los medios de comunicación para así poder mejorar su imagen pública y ganar seguidores que compraran su mercancía o que se asociaran a ellos. Muchos creaban sitios en los cuales los millonarios podían donar cuanto quisieran por una buena causa, y entonces, ahí aprovechaban todos los recursos para robarse todo el dinero e invertirlo en ellos mismos, como si su vida valiera más que los árboles de la naturaleza, los cuales no hacían nada malo. En eso se iba su mente cuando pasó un auto a su lado, ella estaba en medio de la carretera, con su linterna en mano y eran pasadas las dos de la mañana ¿Quién podía ser ese lunático que le tocaba bocina en esos momentos? Volteó hacia allí, y entonces vio a Derick, quien era amigo de Hanibell, lo conocía del instituto, este iba solo en el auto, con su ropa de cama, como si se hubiera levantado y solo tomó la decisión de salir a dar una vuelta, como ella misma. No dijo nada, solo ignoró su propuesta, haciendo que dejara de molestarla, pues quería hacer eso sola, sin ayuda de nadie, encontraría a Jayce así fuera lo último que hiciera en su vida. Siguió con su paso tranquilo hasta llegar al borde que dividía la ciudad con los territorios del parque, y entonces sintió otro sonido de bocina tras ella, los faros del auto le alumbraban el camino, lo que le daba a entender que el auto estaba detrás de ella, de modo que solo volteó una vez, pero eso fue suficiente para darse cuenta de que no se trataba del mismo chico al que vio minutos atrás, sino que eran varios hombres quienes la tomaron por los brazos, colocando una bolsa en su cabeza para que no pudiera ver nada más allá, así que gritó con todas sus fuerza, solo hasta que le golpearon tan duro en la boca del estómago que quedó inconsciente, sin saber quiénes la llevaban ni a dónde, pero dentro de sí tenía la esperanza de que aquello tuviera que ver con su pareja. 
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