Capítulo Trece: La isla.

1846 Words
Derick y Marynet decidieron aceptar la propuesta de aquel hombre de ir a desayunar, siendo que les informaron que el barco zarparía de regreso en dos horas. Los jóvenes no eran mucho de confiar en los demás, pero por alguna razón, se sintieron a gusto con el hombre allí. Este los llevó a uno de los restaurantes que daban cerca a la playa, de modo que fueron caminando a través de un puente de madera, una delicia a la vista, aquella isla era hermosa. Las aguas del mar en esa orilla se tenían de un azul verdoso muy claro, casi transparente, por lo que se podían observar las rocas blancas en el fondo, jugando con la arena pálida. En una ocasión diferente, estarían felices en extremo por pisar territorio distinto al que habían habitado por tanto tiempo. Jamás escucharon hablar sobre esa isla, pero la chica supuso que era debido a que solo iban los millonarios, y estos tenían sus propios filtros de información, algunos solo podían ir con invitación, ya que lo más seguro era que alguien fuera el dueño de aquel pequeño punto en el mar. La gente adinerada era así, buscaba tener de todo lo que pudieran imaginar, y lo que no existía lo creaban. Ella recordaba durante su infancia desear ser tan rica que no tuviera que depender de nadie nunca más, que todas las decisiones fueran las que ella tomara, de esa manera podría ser libre de ir a donde quisiera y ser como quisiera sin tener que rendirle cuentas a nadie, mucho menos a un esposo que lo único que quisiera hacer fuera controlar su vida, dejarla sin un centavo y de paso hacerla sentir débil por estar enamorada hasta los huesos, o eso creía que era el amor. La persona que entrara en su corazón debía estar protegida a toda costa de cualquier amenaza, y eso incluía que ella pudiera hacerle daño, o viceversa.  Dejó de pensar en ello cuando entraron al lujoso restaurante, el cual le dejaba saber lo mucho que le faltaba para llegar a ser millonaria, pero eso poco le importaba, pues ante la vista tan hermosa que tenían en ese momento, solo le quedaba admirar tal obra arquitectónica. El hombre vio su interés en la estética del lugar y la felicitó por notar este tipo de sutileza, ya que no todo el mundo lo hacía. Ella asintió apenada, y Derick solo pudo ver la escena con un rostro que denotaba descontento.  ─¿Qué pedirán para desayunar?─ preguntó el mayor, tratando de aligerar el ambiente que se formó tras el halago. ─Solo un café y un croissant para mí─ pidió Derick, sin especificar demasiado, pues no le gustaba aquello de dar a conocer cómo se sentía en realidad. ─Si está bien, para mí un té verde y un sándwich de huevo con tocino─ pidió ella, mirando entre las opciones más baratas que pudiera encontrar, puesto que ser una carga en cualquier sentido la dejaba muy mal, y no quería ser grosera con el hombre. ─Bien, pero que sepan que pueden pedir lo que gusten, sin importar el costo─ fue lo que dijo el hombre, haciendo el pedido momentos después. Mientras él hacía la pequeña fila para pagar, les pidió que buscaran la mesa que más les gustara. Ellos siguieron esta sugerencia y eligieron una mesa color blanco cercana a los grandes ventanales que daban a una vista exquisita de la playa y del barco en el que llegaron para no perderlo de vista por si acaso algo ocurría. ─¿Podría decirnos por qué es tan importante ese anillo? Si no es mucha molestia, claro─ quiso saber Marynet, cuando el hombre ya estaba en la mesa con ellos esperando el pedido. Momentos después, la comida llegó a su mesa, siendo un servicio de atención bastante bueno, y las personas que lo llevaban a cabo muy serviciales, algo que no era muy común de ver en sitios casuales, como a los que esos dos estaban acostumbrados. Si bien, eran clase media-alta, jamás llegaban al rango de ser millonarios, por eso la diferencia seguía siendo abismal entre las clases sociales. No se quería imaginar cómo sería no tener nada y ser humillado por un rico bien administrado. En cuanto recibieron la comida, de inmediato comenzaron a comerla con todo el gusto del mundo, ya que la sazón era exquisita, cada mínimo detalle era cuidado a la perfección. Si algo tenía que ser la alta cocina, debía ser eso o algo muy parecido, convino Derick con ella, degustando un simple croissant de jamón serrano acompañado de un latte con crema, mientras que el sándwich que pidiera la chica estaba en su punto, el tocino no estaba grasoso y el huevo no sabía mal, y ni hablar del té verde, que sabía demasiado bueno para ser una bebida común y corriente. ─Digamos que es una reliquia que más vale tener bien conservada─ en eso, observaron que el hombre solo pidió para él un habano ─Ahora, si me disculpan─ dijo, mientras se dirigía al balcón a fumar con toda la calma del mundo, viéndose confiado. Cuando llegó a la parte que admitía fumadores del lugar, lo vieron hablar por el móvil con un rostro tranquilo y sereno, típico del que está viendo el mar y su quietud. También notaron que este hombre tenía un muy marcado acento italiano, siendo su piel ligeramente morena y sus cabellos oscuros como la noche. Era bastante atractivo a pesar de su edad, aunque eso nunca lo admitiría la de cabellos despampanantes en voz alta, pues sería humillación segura por parte de su compañero de viaje. Derick siempre le resaltó su debilidad por los morenos, pero es que no podía hacer nada cuando sus gustos eran así de refinados, a diferencia de los del chico, quien decía que el físico le daba muy igual mientras tuviera a alguien que le quisiera de verdad. Puras mentiras, era el primero en fijarse en el cuerpo de las mujeres y en cómo se vestían, siendo alguien a quien le importaba mucho la apariencia y el cómo cuidar de ella apropiadamente. Sonrió al ver a Derick comer de su croissant y disfrutarlo tanto que parecía un crimen. Siempre que él estaba a su lado se sentía segura, pero esa era otra cosa para agregar a la lista de lo que no diría en voz alta, pues le daría mucha vergüenza que ese chico lo supiera, sobre todo por su forma de ser. En cuanto a su atuendo y forma de ser, era casi a la única chica que no criticaba, junto a Bell, sus dos mejores amigas, algo que había sido así por tanto tiempo que perdió la cuenta.  En cuanto el hombre volvió a entrar, ellos ya estaban finalizando con la comida, por lo que le dieron las gracias por aquella velada tan genial, ya que lo habían disfrutado como nunca. ─Tranquilos, es mucho menos de lo que ustedes han hecho por mí, que es traer seguro un paquete tan importante─ les comunicó con un gesto de amabilidad ─De aquí en más, podríamos dar un paseo por la bahía ¿Les parece? Es un punto turístico muy importante, y así pueden esperar hasta que el barco zarpe─. ─Nos encantaría, señor...─ comenzó el menor. ─Darko─ le informó con orgullo el ajeno. ─Bien, nos encantaría, señor Darko, pero creo que estamos abusando de su buena voluntad─ expresó Derick, quien de verdad no quería incomodar a nadie, solo irse de allí en buenos términos. ─No es molestia alguna, que lo sepan. Después de todo, no tengo mucho qué hacer a estas horas, son libres para mí y quisiera pasarlas en compañía de alguien─ les pidió el hombre, casi sonando triste de que lo dejaran allí luego de un desayuno brindado por su persona. ─Vale, no se preocupe, estamos dispuestos a acompañarle, y gracias una vez más por la atención brindada ¿Conoce usted a Hanibell?─ quiso saber Marynet. ─Me parece perfecto... Y sí que la conozco, es una chica muy centrada y sobre todo noble, no merece todo lo que ocurre a su alrededor─ comentó él, suspirando luego. Ambos chicos asintieron ante lo dicho, estaban de acuerdo, y quedaron todos en un silencio denso donde cada quien pensaba una cosa distinta sobre el mismo tema. Segundos después, todos salieron del gran y bonito local que los recibió de una manera tan llena de genialidad y buen servicio. Una vez que se encontraron fuera, volvieron a cruzar el puente de madera que les guiaría esta vez hacia la bahía más cercana y famosa de la pequeña isla, allí podían observarse todo tipo de arrecifes hermosos y peces exóticos, algo que llamaba la atención de los turistas con mayor poder adquisitivo. Una vez que lograron llegar a la bahía, tras caminar por alrededor de veinte minutos, el hombre los invitó a un paseo en su yate para que pudieran bucear un rato y ver la fantástica obra de arte que era el mar en esa época del año por esas aguas, sin embargo, los dos insistieron en que no tenían ropa de cambio.  El señor Darko solamente les dijo que no se preocuparan, y apenas pisaron su yate, todo cobró sentido en la vida de ambos jóvenes, lo que observaron desde allí no lo habían visto jamás. Les dieron ropa de cambio y refrigeración, siendo parte de esta vasos de whisky del más costoso. Los dos se sintieron muy a gusto, por ello no quisieron hacer que el hombre se sintiera mal al dejarlo allí solo, con tanto lujo, pero sin compañía.  Tras un momento, un equipo de buzos les fue presentado, y fue así como los dos terminaron haciendo exploraciones por los arrecifes que contenían las vistas más bonitas que sus ojos hubieran podido captar en tierra firme. Tanto Derick como Marynet se sintieron bienvenidos a ese estilo de vida, era algo a lo que podían acostumbrarse con facilidad, mucho más al tener a un anfitrión al que le interesaba que la pasaran bien, aunque fuera por solo un par de horas. Una vez que salieron del mar, el hombre de cabellos oscuros y lisos les hizo saber que ya era hora de partir para llegar a tiempo al barco de nuevo, por lo que ellos se arreglaron lo más rápido que pudieron para volver por el mismo camino de puente hasta el muelle donde llegaron hacía poco. Este los despidió en la puerta donde abordaron en compañía de los otros hombres que horas atrás les dieron los impermeables. Se hicieron pasar por trabajadores de allí, algo que solo ellos sabían, pero que el millonario que les hubo atendido pudo descifrar sin tener que decir nada en absoluto. Poco antes de que el barco zarpara, el encargado de aquel abordaje dijo claramente. "Pasaré revisando identificaciones ¡Por favor, tener a la mano sus papeles importantes en regla!". Derick y Marynet se vieron las caras, quedando de piedra ante eso, pidiendo ayuda a los hombres que les acompañaban con la mirada, pero estos estaban en el mismo dilema. Ese sí era un problema.
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