Al principio esto me pareció una locura. Cuando Ari me comentó aquella ocasión aquí en El Gran Cañón, sobre la tradición que tienen en su familia al gritar a los cuatro vientos un “te amo” sincero a aquella persona especial, me reí, fui tan hijo de puta como para reírme de aquel acto que al parecer tiene un gran valor para ella. Ella se había molestado conmigo, al punto de decidir irse de una vez, no la entendí, fui tan idiota como para no entender que ella quiso gritar en esa ocasión que me amaba. Me siento sobre el capó del auto que me prestó Ohio, dedicándome a observar todas las cordilleras que forman parte del Gran Cañón, riéndome ante lo idiota que había sido durante todo ese tiempo, j***r, ¿Cómo no fui capaz de notar todo ese amor que esa chica sentía hacia mí desde hace tanto