Aranza.
Época moderna, Nicaragua.
Me escondo en la esquina del pasillo, debo llegar como sea a mi objetivo, miro de un lado a otro, afortunadamente a estas horas ya casi nadie está en este lugar, tomo una profunda respiración en forma silenciosa, elevo un poco los anteojos que traigo puesto.
Sería genial si comenzamos a caminar ya, alguien se está acercando.
Pongo mis ojos en blanco al escuchar a Aila, pero, le hago caso, tomo con un poco de fuerza la carpeta de reportes médicos que me acabo de robar del mostrador de la entrada de este pabellón.
Aranza, hay que apurarse.
No digas tonterías, la idea es pasar desapercibida, Aila.
Pero, ya quiero verlo, podrías apresurar el paso.
¿Quieres que vaya corriendo por el pasillo para que nos descubran?
Pregunto con sarcasmo a mi lado vampírico, esta bufa y doy por terminada esa conversación, trago saliva al abrir la puerta que me deja entrar al lugar que desde el principio buscaba.
Acércate.
Me pide Aila, con el corazón latiendo a mil, me acerco a uno de los cuneros que está en esta sala, una vez me acerco lo suficiente a mi objetivo, me quedo quieta al borde de la misma, mis ojos escudriñan la pequeña carita de esta persona.
Tiene los ojos cerrados, sus mejillas regordetas, sonrojadas al ser un recién nacido, el entrecejo levemente arrugado y esos pequeños labios apretados, sonrío divertida, es como si quisiera regañar a quien sea que quiera interrumpir su sueño.
Me quedo viéndolo unos minutos hasta que abre sus ojos de a poco, trago saliva al ver el color azul en él, mueve sus piernitas y esas manitas sin importarle mucho mi presencia, dejo escapar una risita captando su atención.
Hay que tocarlo.
Dice nerviosamente Aila, elevo mi mano acercándolo a él, pero, me detengo a unos centímetros, no puedo tocarlo, no sin permiso, bufo poniendo los ojos en blanco.
Aranza…
No.
La interrumpo, quiero saber, desesperadamente quiero saber, pero, ¿cómo lo hago? Arrugo el entrecejo un poco molesta conmigo y con Atenea porque puso esa tonta regla de_mierda.
— A la_mierda.
Susurro sacudiendo levemente mi cabeza, intento tocarlo de nuevo cuando lo escucho.
— No lo toques.
Ordena la ronca voz, elevo un poco el rostro para mirarlo parado en el umbral de la puerta, se acerca de a poco hasta quedar a unos pasos de distancia, me mira con seriedad, ¿me habrá reconocido? No creo, bueno, estoy disfrazada de enfermera, incluso traigo peluca y unos lentes de contacto aparte de estos anteojos que supuestamente son para ver bien.
— Yo… no…
— ¿Qué haces aquí?
Pregunta entrecerrando sus ojos en mí, el hecho que me pregunte eso, sin decir más, me confunde, no sé si me reconoció o si solo me está probando.
Lo mejor es que intentes desviar la atención, se supone que somos enfermera.
— Vengo a revisar a los bebés.
Respondo tomando un poco más de confianza, ladea la cabeza sin dejar de verme ni un solo segundo.
— Te hice una pregunta seria, Aranza.
Dice con seriedad, abro demás mis ojos, me descubrió, trago en seco.
— Yo…
Digo temblorosa, ¿qué le voy a decir? Pienso rápidamente en algo, pero, de nuevo me quedo sin palabras cuando siento la pequeña manito de este bebé tomar mi dedo índice, abro los ojos tanto como puedo y lo miro directamente, este me ve fijamente, un calor indescriptible me recorre el cuerpo desde el dedo que tiene tomada con cierta fuerza entre sus deditos hasta cada uno de mis cabellos.
Es él, es él, es nuestro.
Dice Aila emocionada, me quedo estática en mi lugar viendo sus ojitos, de pronto es como si fotografías pasaran por mi cabeza, el bebé ya siendo un niño_sonriente, corriendo por un patio, luego siendo un adolescente con una sonrisa encantadora, luego ya lo veo siendo un hombre de cuerpo perfecto y esos ojos azules como si me mirara el alma, trago saliva alejándome un paso del cunero con la respiración acelerada.
— ¿Qué viste?
Pregunta en voz baja acercándose un poco más, lo miro directamente a los ojos.
— Yo… no… este… no sé qué dices.
— Aranza, deja de fingir.
Responde serio, suspiro cansada, bajo la mirada al suelo viendo los zapatos blanco que traigo conmigo.
— Es mi túa cantante.
Digo con nerviosismo, como no dice nada después de unos segundos, elevo lentamente el rostro para verlo.
— No debías tocarlo.
— No lo hice, fue él quien tomó mi dedo.
Respondo en un susurro, miro de reojo al pequeño bebé en el cunero, luego de nuevo a él.
— Tienes que irte, no pueden verte.
— Pero…
— Ellos no saben de ti, Ara, no es momento.
— Él es mío.
Digo señalando el cunero, él solo suspira.
— Entiendo, pero, ahora no es momento, como podrás ver, es solo un bebé de horas de nacido.
Responde y siento mis mejillas levemente calentadas, tiene razón, bufo frustrada, luego lo miro haciendo una mueca, él saca un teléfono de sus bolsillos y me lo extiende.
— Anótame tu número aquí y mantente alejada, iré a verte en donde te estas escondiendo sin mi permiso.
— Xander…
— Hazlo, ahora.
Me interrumpe, lo miro de mala forma, pero, hago lo que me pide, luego le devuelvo el teléfono, él lo guarda y sorpresivamente me abraza unos segundos antes de besar mi cabeza.
— Te dije que tuvieras paciencia, ¿por qué no me hiciste caso?
— Lo siento, estaba ansiosa.
Respondo correspondiendo el abrazo antes de alejarme completamente de él, niega con la cabeza, pero, sonríe levemente.
— Eres toda una Anderson.
Dice y sonrío, escucho unos pasos acercarse hacia dónde estamos, miro nerviosamente a Xander.
— Vete ahora, yo me haré cargo.
Susurra, asiento con la cabeza y le doy una última mirada al bebé, sonrío levemente antes de mirar de nuevo a mi hermano.
— ¿Cómo se llama?
Pregunto en voz baja.
— Aidan.
Responde, Aidan… es un bonito nombre, sin darme cuenta sonrío levemente, pero, luego miro a mi hermano.
— Aidan, ¿qué?
Insisto y hago un movimiento de cabeza esperando que me diga más que solo su nombre, este pone sus ojos en blanco.
— Aidan Mateo Castillo Alves.
Responde y sonrío sintiendo ese pequeño calorcito en mi pecho, asiento de nuevo con la cabeza antes de salir de la sala porque los pasos se acercaron más hacia nuestra dirección, en la puerta me cruzo con un hombre alto de cabello_oscuro y al que reconozco como el Alpha lobo, padre de mi túa cantante.
¿Por qué nos vamos?
Porque nuestro hermano lo ha dicho.
Respondo cerrando el vínculo con Aila, salgo rápidamente del hospital para subirme a un taxi, durante el camino no puedo creer que ya lo haya encontrado, sonrío sin darme cuenta y al recordar cómo tomó mi dedo con fuerza no puedo evitar pensar… ¿en serio lo encontré?
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Dos años después…
Me levanto de la cama con los ojos entrecerrados, comienzo mi rutina, de beber café mientras abro la computadora portátil para verlo a él, sonrío de lado al abrir el video.
— Mira quien es un travieso de primera.
Digo viendo al pequeño castaño correr de un lado a otro dentro de la casa principal de la manada, al parecer está corriendo de una travesura que ha hecho porque su madre, Arya lo sigue con una sonrisa en el rostro.
Dos años después, me encuentro en Italia en un modesto departamento alejada del que es mi túa cantante, pues no puedo reclamar a un_niño, pero, al menos, mi querido hermano se toma la molestia de enviarme unos videos de él cada tanto, casi como tres o cuatro veces por mes.
Suspiro sonoramente, esta parte es la difícil, estar lejos, pero, al menos tengo cosas de las cuales ocuparme, como mantener a salvo a los padres de Adara, ¿cómo? Sencillo, en estos momentos sus padres (Adrián y Mirian) y el pequeño hijo de nombre Adam, están de vacaciones en Italia, y pues, bueno, estoy cumpliendo con mi rol de protectora para no ir corriendo hacia el pequeño Alpha que es mi otra mitad.
El tiempo pasará volando, ¿has pensado en cómo acercarnos?
Lo tengo preparado, pero, quiero hablar con Xander.
¿Segura de lo que vas a hacer?
No tengo de otra, al encontrarlo no aguantaré tanto tiempo lejos y él lo sabe.
Aila no responde, no comparte mi punto de vista, pero, sé que no podré estar controlada, así que… no me queda de otra.