La abadía de las montañas. 2

3476 Words
La pesada puerta de la oficina en el tercer piso fue abierta por las arrugadas manos de la abadesa Dalila y no había terminado de entrar cuando las dos mujeres ya estaban adentro, cuando iba a reclamarles tal cual le reclamaba a sus seguidoras se dio cuenta de que Zoe llevaba un arma oculta detrás de su espalda por la chaqueta de cuero que utilizaba y entonces se tuvo que morder la lengua mientras caminaba hacia la silla detrás de su escritorio. – De que desean hablar conmigo. – dijo mientras las veía caminar por su oficina. – Hace un mes mando a las monjas al pueblo, entre ellas iba la jovencita que estaba en la entrada y nuestro jefe la vio, la quiere a cambio de darles un generoso diezmo para su organización. – explicó Zoe tomando un adorno de las libreras. – Es una oferta generosa, sé que usted ya se gastó toda su herencia y la abadía está en serios problemas económicos. – Valeria pasó a sentarse en una de las butacas frente al escritorio. – Déjenme comprender, ustedes quieren llevarse a Emely para su jefe y a cambio de eso me darán dinero. – dijo la abadesa. – ¡Exacto! – Zoe también se a sentarse. – ¿De cuánto estamos hablando? – preguntó la mujer meditándolo un poco. – Diez mil euros. – dijo Valeria. – ¿Diez mil euros? ¿Es una broma? ¡Es una cantidad demasiado baja, no nos duraría ni un solo mes! – se molestó mucho. – ¿Cuánto quiere? – Zoe ladeo la cabeza ya disgustada porque no se lo estaban poniendo fácil. – Si su jefe de verdad quiere ese espectro paliducho debe ser más generoso, dos millones y habrá trato. – avariciosa como solo ella. – Es demasiado dinero por una joven tan descuidada como ella, nuestro máximo es de quince mil euros y es llevárnosla por las buenas. – cruzó una pierna sobre la otra manteniendo la seriedad. – No es mi problema su límite, dos millones por una virgen o nada, ella ha sido criada para ser una sumisa y devota ama de casa, tendría una excelente compra. – se cruzó de brazos. – Señora, es una oferta demasiado buena para que usted la rechace tan a la ligera, no encontrara a nadie que quiera hacer algo como eso. – Valeria la vio ponerse roja. – ¡Soy la abadesa Dalila, una eminencia pura y santa ante rameras como ustedes! – alzó la voz y su rojez aumento. – Bájele a su enojo o le terminará dando un infarto y entonces se quedará sin vida, sin dinero y sin su descarga emocional de frustraciones. – Zoe la vio fijamente a los ojos. – ¡La respuesta es no, no voy a darles a Emely por tan poco dinero, no voy a darles a esa mocosa inútil y cuando ustedes se vayan le daré un castigo por haber provocado la lujuria de un hombre porque las mujeres santas no hacen ese tipo de cosas! – se puso en pie. – Emely no provocó nada, ella caminaba por el pueblo cuando el jefe la vio, jamás cruzaron palabras. – Valeria se preocupó por el bienestar de la niña. – ¡Largo de mi oficina, rameras del infierno! – les gritó yendo hacia la puerta a paso apresurado. – ¿Que? – Valeria se levantó comenzando a enojarse. – ¿No me escucharon? ¡Largo de mi abadía, zorras! – abrió las puertas. – Valeria... – Zoe la llamó – Creo que ya es hora de que nos vayamos, nosotras hemos cumplido con nuestra misión de haber venido a hablar con la señora y ya no podemos hacer nada más que esperar órdenes del jefe. – se puso en pie con la misma tranquilidad de como cuando llegó. – ¿Que ordenes? – la abadesa las vio pasar frente a ella – ¡Les estoy hablando! ¿Qué ordenes les van a dar? – grito, pero ellas ni voltearon. Zoe camino tranquilamente por aquel lúgubre pasillo del tercer piso captando la atención de las demás mujeres que estaban en sus propias labores y que con ojos asustadizos veían algo diferente, bajo la cabeza y vio a Emely barriendo el patio con una despeluzada escoba que barría muy bien las hojas secas, bajo las dos plantas restantes y sus ojos se conectaron con los de la joven que se sorprendió ligeramente al verla frente a ella. – Usa un vestido más corto esta noche, lo necesitarás para correr. – dijo Zoe sin mover sus labios y termino de bajar las gradas. – ¿Por qué? – fue rápido a abrir las rejas porque seguía conservando las llaves por orden de su madre. – Tu confía en mí y obedece. – susurro mientras salían completamente. – Tengan un buen viaje señoras. – cerró las rejas. – ¡¿Señoras?! – Valeria se dio la vuelta – ¡Tengo veintiún años, soy una mujer que comienza su adultez! – le reclamó. – Lo siento. – Emely no pudo evitar reírse con ligereza. – Te ves más linda sonriendo, deberías hacerlo más seguido sin importar el tiempo de tempestad. – Zoe sonrió antes de ponerse los lentes oscuros e ir a la camioneta. Emely se quedó de pie viendo como aquella camioneta retrocedía y daba la vuelta con bastante facilidad por lo ancho que era el camino, vio la vieja camioneta de una sola cabina con la pintura roja descascarándose a medida pasaba los baches del camino, era Aegir que apenas iba llegando con los suministros y entonces Emely se dio la vuelta para ir a perderse porque no quería verlo. – ¡Emely! – la abadesa gritó su nombre. – ¿Ahora que hice? – levantó la cabeza buscándola y la vio bajar las gradas. – Descubre tu espalda y arrodíllate en medio del patio, sobre la arena. – ordenó mientras le dejaba ver la fusta en su mano derecha. – ¡Mamá! – volteo a verla preocupada. – Lo siento hija, pero has despertado cosas impuras en un hombre y debes pagar por tus pecados. – Carolina de nuevo no iba a defenderla. – ¿Que pecados? ¿Que están diciendo? ¡Yo no hice nada y no pueden pegarme solo porque se le antoja! – comenzó a retroceder pensando en ir a esconderse. – ¡Eres una mujer corrupta, tus ojos, tus labios, tu piel, todo en ti es corrupción al alma y lujuria al hombre, desde que llegaste solo nos has traído calamidades! – movió su cabeza para que sus chaperonas la agarrarán. – ¡No, suéltenme! – comenzó a patalear, luchando por liberarse. – ¡No te retuerzas o te daré doble penitencia! – la vio ser empujada hacia la parte arenosa del patio – Descubran su espalda porque debe recibir los azotes de purificación. – la abadesa se acercó. Era una vieja mayor que necesitaba ayuda para absolutamente todo, pero cuando se trataba de castigarla se le olvidaban todas sus supuestas dolencia y tenía la fuerza de una mujer joven, las chaperonas bajaron el cierre de su vestido sin importarles que el joven estuviera presente descargando las provisiones y el primer azote que recibió en la espalda fue doloroso, escuchar a las chaperonas rezar mientras la abadesa seguía pegándole hicieron que aquello fuera más terrible de soportar para Emely, levantó la mirada hacia su madre buscando que interviniera por ella, pero solo la vio desviar su mirada mientras continuaba repitiendo el padre nuestro con sus manos juntas y el rosario entre ellas, desvió su mirada hacia Aegir esperando una mirada de lástima por su situación o de preocupación tan siquiera, pero en cambio encontró una risita burlona en sus labios y sus ojos parecían disfrutar el castigo medieval que estaban dándole por algo que ella no había cometido. Para el décimo quinto azote Emely ya no estaba sintiendo nada, porque la piel lastimada de su espalda se había adormecido y el calor de la sangre de las heridas abiertas era un bálsamo que aliviaba mucho más el dolor; fueron veinticinco azotes con una fusta de cuero y una fuerza ridícula para una abadesa de casi ocho décadas encima, al terminar con aquella tortura las chaperonas la llevaron a su cuarto y ni siquiera se tomaron la molestia de llevarla a su cama, desde la entrada al cuarto la lanzaron y Emely no podía caminar porque sus piernas estaban entumecidas gracias a la hora que estuvo arrodillada sobre arena. – Te quedarás encerrada meditando sobre tus pecados, provocaste a un hombre que mandó a sus sirvientes a por ti, eso es un grave pecado porque una mujer que provoca a un hombre es impura. – dijo sor Agda. – Yo jamás he buscado a nadie y menos a un hombre. – Emely se arrastró con dificultad hacia su cama. – Eso es lo que dices, pero la última palabra la tiene la abadesa y si ella lo dice es verdad, ella es la esposa virgen de nuestro señor Jesucristo y nosotros tenemos que obedecerla porque su palabra es ley... – sor Eirin tomo el pomo de la puerta – Ya deberías haber aprendido a ver tu lugar en esta abadía, aunque quieras progresar tu no sirves como monja, servirías como ramera, pero no como monja. – tras sus palabras cerró la puerta. – La esposa virgen no es más que una vieja envidiosa y poco agraciada. – se dejó caer en la cama abrazándose a sí misma. Perdió el conocimiento en alguna parte entre sus llantos y el ardor de su espalda que se iba enfriando provocando que se sintiera el doble, muy seguramente no despertaría en muchas horas, pero su madre fue quien la despertó colocando gasas con pomada cicatrizante en su espalda y cuando la vio por encima de su hombro solo pudo sentir un terrible rencor en contra de ella por no haberla ayudado en el momento que se lo pidió, pero no le dijo ni una sola palabra, solo guardo silencio y dejó que siguiera atendiendo sus cortes. Cuando las mujeres salieron de la abadía en aquella camioneta lujosa se encontraron de cerca con el joven que les entregaba los suministros y Zoe se le quedo viendo fijamente mientras pasaba a su lado, pero volvió a poner la vista al frente mientras iba esquivando los baches de la carretera de terracería molesta y es que nunca pensó volver a ese lugar, menos a buscar a una niña por la que le estaban pagando cien millones de euros solo por regresarla a la tierra que la vio nacer hace muchos inviernos. – ¿Crees que recapacite? – preguntó el hombre que iba en el asiento de atrás. – No creo Adrien, tampoco le voy a dar tiempo para que recapacite, le di la oportunidad de entregarla por las buenas y yo no doy segundas oportunidades a nadie, menos a una loca que se cree la esposa de Dios, maldita perra, me enferma. – gruño mientras apretaba el volante. – Me preocupa que cumpliera su palabra sobre castigarla a ella. – Valeria volteo a verla. – Será solo un día más, esta noche vendremos por ella... – freno de golpe al ver a sus dos hombres salir al camino de la nada – ¡Maldita sea Alejandro! ¿Por qué se atraviesan de esa forma? ¡Simon, creí haberte mandado a ver los muros de la abadía! – se molestó mientras los veía subir atrás. – Hay una forma de salir y de entrar de la abadía, mientras estaba explorando la niña chocó conmigo. – dijo el hombre de nombre Simon. – Es uno de los desagües de lluvia, al parecer las rejas están podridas y se sueltan con facilidad, la vi entrar por ahí cuando las campanas comenzaron a sonar... – dijo Alejandro – La güerita es bastante inteligente, pero su curiosidad la traiciona porque comenzó a seguir a Simon como un cachorrito perdido. – le dio unas palmadas en el hombro. – Lo hizo hasta las cuevas de la cima, mentirle sobre que me perdí fue bastante fácil y convencerla solo me costó una reluciente bala calibre cincuenta. – Simon se cruzó de brazos evidentemente incomodó por ir en medio de los hombres. – La vieja rechazó la oferta, quería dos millones de euros y no se los dimos, esta noche volveremos por ella y no habrá sobrevivientes. – cuando llegó a un tramo de la carretera más plano acelero para llegar rápido a casa. – Son más de cuarenta monjas ¿Las mataremos a todas? – preguntó Adrien. – La prioridad es Emely Natasha Redford, quien se atraviese pierde la vida, quien se esconda la conserva. – sonrió al verlos rebotar atrás. – Me parece una buena idea, estoy segura de que cuando lleguemos asustáremos a Emely e intentara escapar a un lugar seguro, si puede escapar de la abadía es posible que la perdamos en la intensidad de esta zona boscosa. – dijo Valeria observando por la ventanilla. – Espero que me haga caso, pero no creo que podamos entrar por las buenas, son rejas forjadas y afianzadas a roca sólida, mínimo tendremos que usar dinamita. – Zoe giro el volante entrando a la otra carretera que iba hacia su casa. – Me preocupa que se asuste, pasando el sendero hay un acantilado y no sabemos cuándo ha explorado la güerita, en la oscuridad de la noche se puede caer y entonces nos quedamos sin lana. – Alejandro se frotó la barbilla. – Hay que planear bien cómo entraremos, mandaré a Efraín a cuidar el lado donde pueda escapar, es un hombre más suave que cualquiera de nosotros. – Zoe freno cuando finalmente llegaron a la enorme casona. – Veo que la abadesa no aceptó el dinero. – comentó un hombre que los esperaba en la terraza de la casa. – No Liam, la señora Dalila no aceptó el dinero, Simon y tu irán por Emely a su cuarto, Valeria y yo iremos por la vieja esa... – Zoe subió las gradas a paso apurado – El resto se encargará de eliminar a las monjas que quieran impedir nuestra entrada. – entro a la casa. – ¿No crees que Simon la asuste? – Liam la siguió – Su pasamontaña de calavera en medio de la noche le baja la presión a cualquiera. – vio a los demás miembros ponerse en pie. – Ya tuvieron el primer contacto, si Emely en su inocencia pensó que era un hombre en quien se podía confiar al punto de seguirlo usaremos eso a nuestro favor... – fue al comedor donde tenía los mapas – Oleg quiero que me des vista aérea de la abadía y con visor térmico, Nur te quedaras en la camioneta manejando la comunicación, Alejandro al frente de la abadía porque nadie sale y quiero que me abras las puertas, Efraín y Adrien vigilarán los desagües de este lado del muro. –señaló un área en el mapa. – Yo pienso que deberíamos ir por la abadesa y ustedes dos por Emely. – comentó Simon sin haberse quitado el pasamontaña. – No mi querido Beta, Cuervo me está dando la oportunidad de vengarme de esa vieja desquiciada, nos llamó rameras y eso ya es persona. – Valeria se cruzó de brazos. – Quiero que preparen sus pasamontañas favoritos, Liam y Simon van por Emely, sin reproches, con sedantes, bombas aturdidoras, pistolas eléctricas, cualquier cosa que pueda ponerla a dormir mientras la traemos aquí. – Zoe muy difícilmente iba a cambiar de opinión. – ¡SI SEÑOR CUERVO! – dijeron todos al unisonó. Zoe Sussina, alias señor Cuervo, era una mujer entrenada en un proyecto militar de alto secreto para la desmantelación de células terroristas y hacer el trabajo sucio para el gobierno que más dinero pagará, después de cobrar una media venganza por haberla abandonado en zona de guerra pasó a juntar un grupo muy variado de ex militares de todas las partes del mundo a los que les había salvado la vida durante sus travesías; Simon Walker fue el primero en unirse oficialmente al grupo que Zoe quería conformar y al cual denomino "Los jinetes de la muerte", un hombre de dos metros de alto, con un cuerpo musculoso que intimidaba y entrenado con las fuerzas especiales británicas. Los segundos en entrar al grupo fueron los hermanos iraníes Valeria y Nur Moradi que fueron los nietos del hombre que la salvó al escapar de la zona de guerra, ellos eran los únicos con un entrenamiento de mercenarios, Alejandro Vargas fue el cuarto en ingresar a su equipo y a él lo conoció mientras realizaba una misión en México en colaboración al gobierno estadounidense de donde provenía Liam Riley, un hombre de los Seal y un militar mexicano con experiencia en carteles, Oleg Barat provenía de Polonia y era un experto en armas áreas controladas de forma remota, Efraín Gracia de España con habilidades para interrogar desertores de la guerra y Adrien Buisson un francés mucho más normal que el resto. Todos tenían diferentes personalidades y provenían de culturas muy separadas, pero los unía la traición de sus propios compañeros, jefes y altos mandos que solo los veían como piezas reemplazables en un tablero de ajedrez, sin nadie que se preocupara por ellos decidieron conformar su propio núcleo familiar siendo Zoe el centro de ese núcleo y ellos obedeciendo a sus órdenes porque a pesar de ser joven había corrido más por la vida que todos juntos. Cuatro años de camaradería los habían vuelto más unidos entre ellos, excepto Simon, cuando estuvo trabajando en la milicia británica fue traicionado por un viejo coronel aliado de un grupo bioterrorista que intentaban darle de baja a la realeza y cuando Simon descubrió todo aquel complot no quiso formar parte de ellos, su rostro fue un boletín público a nivel mundial para los integrantes de aquel grupo y desde entonces es extremadamente cuidadoso con respecto a mostrar su rostro en lugares públicos porque nunca podía sentirse cien por ciento seguro de que su cabeza ya no tenía un precio, no quería exponer a sus amigos, pero Zoe sabia más cosas de él y englobaban más motivos por los que no le gustaba quitarse el pasamontañas, sin embargo, eran absolutamente confidenciales. – Sigo pensando que es mala idea que me mandes a mí, Liam es perfecto para ganar confianzas con su cara de niño bonitos, sus ojos azules y su cabello rubios son perfectos, pero yo no. – dijo Simon encontrando a Zoe sola. – Siempre he odiado la forma en que te ves de menos... – no apartó la mirada de su laptop – Liam mide un metro noventa y ocho, solo dos centímetros menos que tú, es verdad que pareces un oso musculoso, pero nada que la oscuridad no pueda esconder. – sonrió de lado mientras leía. – Mis manos son toscas y solo saben matar, no están entrenadas para cuidar de una niña. – se sentó a su lado en el sofá. – No es una niña, es una adolescente de dieciséis años cuyo padre nos está pagando cien millones de euros por llevarla en una pieza a su casa. – lo vio de reojo. – Con mucha más razón. – entrecerró los ojos sin saber cómo interpretar la mirada de Zoe. – ¿Confías en mí? – cerró la laptop y volteo a verlo. – Siempre lo he hecho. – aseguró sin vacilar un segundo. – Bien, confía en mí y entiende que lo hago por una buena razón, esa razón es que tú ya estuviste en contacto con ella y te dejaste ver, lo sé por lo que dijo Alejandro, ella te siguió y solo ocurre cuando has visto el rostro de esa persona, y te inspira confianza. – giró su cuerpo para verlo de frente. – Tendré que confiar en ti a pesar de que crea firmemente en que estas cometiendo un gran error. – Simon se levantó inconforme con el resultado de aquella plática. – Simon ¿Hay algo que quieras contarme? – preguntó mientras lo veía fijamente. – No, nada. – dijo de forma tranquila antes de irse. Zoe terminó su trabajo y fue a darle el último repaso al plan que habían tramado sus compañeros, si algo no estaba aprobado por ella entonces no se hacía pues a veces habían fallas que podrían costarles la vida y ella tenía la capacidad de pensar como una verdadera criminal al tiempo que se frenaba a sí misma, pintaba a ser una noche bastante fría porque la brisa se iba poniendo cada vez más intensa y Oleg tenía que aprender a manejar los drones con esos fuertes vientos porque él sería sus ojos en el cielo cuidando de que no fuera a escapar su presa.
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