PAOLA Me siento en la cama con el corazón galopándome a mil por un ruido que pronto se me hace conocido. Es mi reja. Alguien llama. ¿Acaso volvió Rolando y sus hombres? ¿Bernardo? Pensar en eso sí aceleró y paró mi corazón en un pequeño segundo. Sigo sola. Ojalá estuviera Camilo. Él sabría qué hacer. Bajo las escaleras con miedo. Debo abrir, no puedo evitarlo, si no lo hago, entrarán por la fuerza, ya sé que Meneses se consiguió una orden de cateo y no podré negarme a que entre, sin mi permiso si quiere. Tomo aire y abro la puerta. Respiro aliviada. ―¡Doña Berta! ¿Qué hace aquí? ―pregunto algo molesta por haberme asustado de este modo. ―¿Cómo le fue con los oficiales? ―me consulta mientras voy caminando hasta la salida. ―Bien, bien, al menos no destrozaron nada. ―Y no encontraro