VANESSA No tenía a dónde ir. Fue lo primero que pensé al cruzar la reja para salir finalmente a la calle. No podía regresar a la casa de mis padres por obvias razones. No podía regresar a la casa de Alex porque ya no era más su esposa. Mi teléfono estaba descargado. Tal vez si lo vendía podía rentar una pequeña habitación en lo que averiguaba qué hacer. No me daría por vencida ahora que estaba afuera. — Mi niña —me saludó Adulfa abrazándome.— No tienes idea de cuánto me alegro que se te haya hecho justicia. — Adulfa —Nos abrazamos— ya estoy afuera. No la pasé tan mal adentro —le guiñé un ojo. — Vanessa, finalmente lo logramos —me abrazó Marion— escuché que montaste un negocio allá adentro. — Fue divertido —le sonreí. — Me lo quiero imaginar. Me alegra saber que al fin estás a