VANESSA La tarde en el trabajo había ido de maravilla. Había estado aprendiendo muy rápido gracias a que podía estar haciendo mis prácticas en casa, por la computadora que Alex me había regalado. — Parece que has avanzado de maravilla en tus prácticas ¿crees que puedas quedarte hoy sola en lo que voy a mis juntas? —me preguntó Ricardo mientras yo me instalaba en la recepción al frente de su oficina. — Sin ningún problema —le respondí de inmediato.— Ya le entendí a los programas de agenda y finanzas, así que no creo que sea ningún problema. Estaba orgullosa de mí misma. Me sentía capaz de hacer esas tareas y mucho más. — Entonces te dejo un momento. Por cierto, me gustaría que me ayudaras a terminar un informe del mes. ¿Crees que puedas hacerlo? — Por supuesto, pero aún no llega m