Capítulo 4 (Parte I): Mala fama

1905 Words
CHANTAL — Vete de la empresa —. Franco me tomó del brazo y me llevó a una parte desierta del estacionamiento. — Claudia y y hablamos ayer sobre ti. Si tú no puedes lidiar con la parte profesional, entonces te sugiero que te busques unas clases de meditación porque esto es entre tu prometida y yo. No voy a aceptar hablar nada más que con ella. Me sacudí la mano para soltarme de su agarre y me di la media vuelta para tomar el elevador. No me siguió, lo cual fue un alivio para mí. Aunque debía reconocer, que en el fondo, la situación sí era bastante incómoda. Agravaba cuando él aparecía. Durante el día mi jornada laboral pasó tranquila si le quitábamos los rumores de que era la expareja del prometido de la nueva dueña de la empresa. Parecía más un programa de chismes que una oficina. Los murmullos se agravaron cuando Franco llegó con un enorme ramo de flores para Claudia, quien me había evitado ver durante el día. Algo que había agradecido. El idio**ta de mi ex se aseguró de que viera el gesto. Ver a Franco cariñoso con otra mujer creí que resultaría doloroso, pero no fue así. Me dio igual. Claudia trató de guardar la compostura, de que las cosas no escalaran más allá. En pocas palabras fue prudente por el bienestar de ambas. Me empecé a compadecer de ella. No era una borde y merecía a alguien más lindo que Franco. Bueno, no era mi problema. Me retiré la de la oficina a mi hora. Pretendía encerrarme en mi departamento. No quería que la gente me reconociera en las calles y ser acosada como hace un año. El daño moral estaba ahí y la única que lo veía era Doris. Me había mantenido alejada de todo mundo por miedo a salir lastimada. Al día siguiente me levanté muy temprano para ir a trabajar. Salí de mi departamento con la misma rutina de siempre, solo que esta vez dos policías me estaban esperando afuera. Me abordaron en cuanto di mi primer paso al pasillo para tomar el elevador cuando uno de ellos dio un paso adelante. — ¿Señorita Chantal Docherty? —Me preguntó el policía. — Sí, ¿en qué le puedo ayudar? — Necesitamos que nos acompañe a la comisaría. — ¿Y por qué debo acompañarlos? — Porque el dueño del bar en el que usted estuvo la noche anterior, levantó una denuncia en su contra por conducta desordenada en una propiedad privada. Mucha gente salió herida por su culpa. El alma se me cayó a los pies. Esto solo podía significar que era obra de Franco. — Pero, señor fui yo lo agredida. — Los videos no muestran los mismo. Así que por favor acompáñenos o de lo contrario lo va a tener que hacer por la fuerza. No me quedó opción más que seguir a los oficiales y salir de mi propia casa como si fuera una criminal ante los ojos de los demás. No me juzguen. Muchas veces odiaba a mi madre porque de no ser por ella, la gente no me señalaría de manera injusta. Había pasado por muchas doscriminación solo por ser la hija de una prostituta. Yo no tenía la culpa de que mi madre fuera así, de haber nacido en su vientre, de que mi papá le fuera infiel a su esposa y ella sufriera cada vez que me veía. Yo era la víctima, pero nadie lo veía así. Al llegar a la comisaría, los policías se rieron de mí en cuanto di la declaración de los hechos. Nadie me creía que un imbécil me había atacado solo porque era la hija de una prostituta. Nadie tomaba en cuenta que también era la hija de Nelson Docherty ¿Cómo un hombre respetable iba a tener una hija fuera del matrimonio? Tuve derecho a una llamada, que le dediqué a mi abogada, que llegó tres horas más tarde conmigo. — Chantal, lamento decirte esto, pero tienes que pagar una multa de diez mil dólares porque hubo heridos en la pelea. Y no conforme con eso, el juez está ordenando el p**o de la indemnización a Franco. Ya que el video mostró que eres una personas carente de valores y moral. Se me revolvió el estómago. Me dejé caer en el suelo porque no podía creer que estaba arrastrando de nuevo el pasado cuando solo quería ir hacia adelante. — Solo fui a tomar una copa con una amiga y. . . ¿Es que acaso no tengo derecho a salir? —Se me quebró la voz—. Un tipo me atacó, nadie hizo nada excepto por aquel hombre que me defendió. — ¿Tienes manera de contactarlo? Negué con la cabeza. — Preferí mantener la distancia. Ya suficiente había tenido con un imbécil que me veía como una prostituta. — Ese imbécil fue el que vino a declarar y terminó por hundirte. Mi abogada me prometió que haría lo posible por sacarme del problema. Iba a buscar al tipo del video por todos los medios posibles. El problema fue que en todo el video, mi salvador salía de espadas. Nunca se le vio el rostro. Fue hasta la noche de ese mismo día que todo cambió. — Chantal Docherty —. Escuché mi nombre. El guardia de seguridad se paró frente a la celda para abrirla—. Te puedes ir. Alguien había pagado la fianza. De eso estaba segura porque no había pagado con la esperanza de que Guenda diera con mi salvador. Por un momento sentí un retorcijón feliz en el vientre al pensar que tal vez el extraño había venido por mí. Nunca me sentí tan desilusionada al ver a Regina que esperaba en la sala de espera. — ¿Tú pagaste la fianza? —Le pregunté al momento que se levantó de su lugar. — Sí. Supuse que estabas en problemas en cuanto vi el video. — Prefiero seguir encerrada —. Me di la media vuelta dispuesta a rogarle al guardia que me dejara entrar de nuevo a la celda—. Déjeme entrar y devuélvanle el dinero. Exigí. El guardia se quedó helado con algo tan descabellado. Puse mis manos en jarras. — Pero, la acaban de liberar ¿Qué no quiere estar libre? — No si es la que está pagando la fianza. — Es que no sé que se hace en estos casos si la acusada quiere seguir en la cárcel. En mis veinte años de servicio nunca había visto tal cosa. Regina me tomó del brazo y tiró de mí. — Está conmocionada. Ya sabe como son estás cosas —. Se disculpó mi media hermana por mí. Me llevó a la fuerza fuera de la comisaría. — Te llevo a tu casa, vas tomar tus cosas y nos vamos para la ciudad. No te voy a dejar sola. Me seguí derecho y paré un taxi. — Tú me dejas en paz, regresas a la ciudad, y yo continúo con mi vida. — Se da un gracias. — No pedí que me sacaras. — Mi oferta sigue en pie. Piénsalo. Voy a estar aquí los próximos tres días hasta que decidas. No le hice caso. Me apresuré a tomar un taxi y subir para desaparecer de su vista. No entendía por qué a mis hermanos les había dado por preocuparse por mí de buenas a primeras. * Las cosas regresaron en aparente normalidad al día siguiente, cuando regresé a la oficina al día siguiente como si nada hubiera pasado. Sí, la gente me seguía comiendo con la mirada y no había manera de parar los cuchicheos cada vez que me veían. Me dediqué a seguir trabajando en el último proyecto que estaba por terminar. Era sin duda un plan de acción que le beneficiaría mucho a la empresa. Era mediodía cuando Sabrina entró a la oficina. — Me enteré lo que te pasó ayer ¿Estás bien? — Sí, estoy bien —. Fue lo único que pude decir. No se me antojaba hablar con nadie más. Era algo muy personal. — ¿Ya terminaste el proyecto? —Intentó cambiar de tema, algo que agradecí. — Estoy por terminarlo. Creo que el resultado va a ser muy bueno. He estado trabajando todo el mes en la propuesta. — Bien, me parece genial. Si necesitas algo no dudes en llamarme —. Me dedicó una sonrisa antes de salir de mi oficina. Me había encerrado en el trabajo durante un año con la finalidad de no pensar en mis problemas, de mantener la mente ocupada y sobre todo de no recurrir a mi intento de boda. Eran las siente de la noche cuando al fin terminé mi proyecto. Estiré las piernas cuando el teléfono de mi oficina sonó. Había sido convocada por Claudia. Llegué a la oficina de Claudia cinco minutos más tarde. La mujer se encontraba tecleando en su laptop cuando me vio llegar. — Chantal, que bueno que llegas —. Se levantó de su lugar para saludarme de mano. Nos estrechamos las manos. Ninguna de las dos nos sentamos. — Me dijo tu asistente que querías verme ¿En qué te puedo ayudar? —Verás tengo que ser breve con esto, y me da mucha pena decirlo, pero me enteré que ayer te llevaron presa a la cárcel. No tengo tema con eso, como habíamos dicho esto era estrictamente profesional. El problema es que las cosas se están saliendo de control y. . . Bueno, varios clientes me han pedido no tratar contigo por la mala reputación que tienes. Solté aire al escuchar sus palabras. — No es mi intención darte malas noticias —, continuó—, pero no puedo tener a alguien que le da mala imagen a la empresa y perder clientes por ello. Espero que me entiendas. — Sí, sí entiendo —. Estaba ahí porque no solo era la hija de una prostituta, sino además era una personas agresiva, una pontencial criminal. Así había visto los comentarios de odio la última vez que revisé el video. — Lamento decirlo, pero hoy fue tu último día. El proyecto se lo puedes dar a Sabrina, tengo entendido que acabas de terminarlo. Guardé silencio por un momento. Caminé hacia ella en silencio para verla a los ojos. — Si de verdad te importara la imagen, no habrías esperado a que terminara el proyecto. No lo vas a tener. Debiste mandarme a la mierda desde el momento en que cruce la puerta esta mañana. — Deja el proyecto. Es una advertencia. — ¿Me vas a boletinar? Hazlo. No es la primera vez que me enfrento a algo así —. Me di la media vuelta. — No me conoces, Chantal. — Tú tampoco a mí. Ah, y creo que deberías primero conocer a tu prometido. Si está frecuentando a su mejor amiga, espero que no se la esté tirando como lo hizo durante medio año, el tiempo que estuvo conmigo. — ¿Su mejor amiga? Le sonreí con sarcasmo antes de salir de ahí. — Chantal, espera, por favor espera —. Escuché la voz suplicante de Claudia. Hice caso omiso. Tomé el elevador y me perdí detrás de las puertas de metal. No era mi problema. Me llevé mi proyecto y me fui con la frente en alto. Buscaría otro trabajo.
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