Capítulo 3 (Parte III): Broma de mal gusto

1608 Words
CHANTAL Leonardo se bajó del auto y caminó hacia mí con toda la intención de hablar conmigo. Yo estaba furiosa porque, por más que intentaba huir de mis orígenes, las cosas siempre se agravaban. — ¿Sabías lo de Franco? —Fue lo primero que le pregunté. Asintió. — ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Estaba tan estresada que tenía ganas de un cigarro. Nunca había fumado, así que pueden imaginarse mi desesperación. Tuve que aparentar ser dura. —Pero no me habrías creído —. Leonardo sacó un cigarro del saco de su traje. Se lo llevó a los labios y lo encendió—. Siempre te muestras desconfiada con todo lo que te digo. Conozco a Claudia, y sé que empezó a salir con Franco hace seis meses. Solté un bufido. — No me interesan los detalles —. Me di la media vuelta para entrar de nuevo al edificio. — Vamos de regreso a la ciudad, Chantal. Me planté frente a él con los brazos cruzados. — ¿Qué fue lo que mi papá te ofreció y por qué me quiere en la empresa? Mi medio hermano le dio una calada a su cigarro. Expulsó el humo por la boca y la nariz antes de responder. A esa hora del día todos los empleados ya habían llegado a la oficina y la entrada está casi desierta. Algo que agradecí. — Mi papá no ofreció nada. Escucha, Chan, sé que debo parecer un imbécil, pero en realidad me preocupo por ti. No estaría aquí si no fuera, porque me enteré de lo de Franco. Nos quedamos en silencio durante un momento. Un tiempo en el cual no supe qué pensar para ser honesta. Leonardo nunca había sido el hermano ejemplar. — Siento tener que declinar la oferta. No es la primera vez que sobrevivo sola. Me di la media vuelta para entrar al edificio. — Puedes ahorrarte muchos disgustos, Chantal. Sonreí con cierta burla antes de perderme dentro del edificio. * Intenté no ver las r************* , aunque para la hora de la comida ya era el plato principal de los chismes de oficina. Parecía que mi pasado como La Novia Prostituta estaba cobrando fuerza de nuevo. — Es una fichita. — ¿Cómo es posible que hayan contratado a alguien así? — No creo que la hayan contratado así. Yo creo que ella lo supo ocultar muy bien. — De seguro se está acostando con alguien para que le hagan el favor de tenerla aquí. Eran algunos de los muchos comentarios sobre mí que circulaban. Con la frente en alto, hice caso omiso. Me dediqué a hacer mi trabajo como siempre, sin que la situación me afectara. Franco: Lárgate de la empresa. Chantal. Vete a la mierda. Franco: Estás complicando las cosas. Tu mera presencia fastidia. Vete de la empresa y déjame en paz. Chantal: Corrección, querido, eres tú el que tiene miedo de que lo relacione con la hija de una prostituta. No me vuelvas a escribir porque esto no tiene nada que ver contigo. Franco: Lárgate o vas a atenerte a las consecuencias. Chantal: Si haces algo, Claudia se va a enterar de que me estuviste engañando con tu mejor amiga. A ver sí, sabiendo la infidelidad que tuviste, le abre los ojos para que se dé cuenta del tipo de hombre que eres. Enterré mi teléfono hasta el fondo de mi bolsa de mano, y seguí trabajando. Todo habría sido perfecto, de no ser, porque al final del día Claudia se apareció por las instalaciones. — Chantal, Claudia está aquí y quiere verte. Te está esperando en su oficina —. Me dijo Sabrina. — Por lo que veo en tu cara, no creo que esté de buen humor. — Te deseo mucha suerte, Chantal —. Me sonrió con cierta angustia. Me levanté de mi lugar y fui hacia la oficina de Claudia. Solo esperaba que Franco no estuviera ahí. No quería tener un enfrentamiento con el idi**ota de mi ex prometido frente a su nueva novia, que ahora era mi nueva jefa. Sentí el tipo de retorcijones que provoca un vértigo helado de esos que te dejan sin aire. No quise profundizar mucho en las cosas. Solo me planté frente a la oficina de Claudia. Iba a enfrentar el problema de frente. — Claudia, me dijo Sabrina que querías verme —. Le dije a la mujer que estaba sentada detrás de su escritorio. — Sí, pasa. Cerré la puerta tras de mí y me planté frente a su escritorio. Dio un carpetazo a un informe que tenía delante de ella. — ¿Me puedes explicar qué es el escándalo que hay de ti? —Me preguntó. Cruzó los brazos al mismo tiempo que se levantó de su lugar. — Es solo un escándalo. Nada que tenga que ver con mi trabajo. Respondí con cierta frialdad. — Y en eso tienes razón. No voy a negar que has hecho un excelente trabajo, pero la gente está hablando cosas raras sobre ti. Y no juzgo que se haga un escándalo cuando está claro que un tipo se intentó propasar contigo, pero lo que en realidad me sorprendió fue que fuiste la mujer que se estuvo a punto de casar con Franco. Tragué saliva. Me obligué a proyectar una paz que no sentía. — No creí conveniente decirlo cuando estábamos en una reunión para conocer a la nueva dueña de la compañía —. Lo cual era verdad—. No creo que hubiera sido lo ideal. — ¿Me lo habrías dicho más adelante? — ¿Qué cosa? — Que mi prometido —, así que el idi**ota no perdió el tiempo—, estuvo a punto de casarse con La Novia Prostituta. Inhalé aire antes de pararme y arrancarle los pelos. Estaba harta de que la gente me señalara de esa manera, y había sido una maldita suerte que fuera ella la que comprara la empresa. — Creo que el asunto de que un video mío se haya vuelto viral y me hayan nombrado así por la profesión que mi mamá tuvo, no tiene nada que ver con la capacidad y el desempeño que he tenido en el ámbito profesional. Sonreí con la cabeza en alto. A Claudia le tomó por sorpresa mi contestación. — Me disculpo. En ese sentido, tienes razón. Tu desempeño es muy bueno, es solo que es un poco incómodo descubrir que una de las mejores empleadas de la empresa tuvo un pasado con mi prometido. — Has dicho pasado. Ya no tengo nada que ver con Franco, y no me interesa su futuro —. Me obligué a sonreír. El muy idi**ota tenía una demanda en mi contra, pero eso era algo que le correspondía a él contarle. — Lo sé. No es como que yo haya predicho el futuro y me encuentre en esta situación por mera voluntad. — Lo sé yo. . . — Pero si tienes problema, puedo presentar mi renuncia —. Cosa que me vendría mal si quería sostener mi calidad de vida. — No, no será necesario. Es solo que me gustaría que no hubiera más secretos entre nosotras. Vamos a mantener esto lo más profesional posible —. Me sonrió. Era una lástima que estuviera liada con Franco, porque de no ser así, seríamos muy buenas amigas. Asentí. — ¿Hay algo más que deba saber? —Me preguntó. — Creo que esa parte le corresponde a Franco decirla. No quiero que se hagan malos entendidos entre nosotras —. Lo dije con toda la intención de que dejara el tema aparte. — Lo haré. De mi parte es todo, Chantal. Me sorprendí porque esperaba una pelea a muerte por decirle que no me interesaba ese imbécil. — ¿Es todo? — Sí. Dejemos esto en el sentido más profesional posible. Tus resultados son muy buenos, Chantal. Lo de nuestra vida privada no tiene por qué afectarnos. Dicho esto me extendió la mano. — Me parece perfecto. Gracias —. Sonreí. — No hay nada que agradecer. Enfoquémonos en el trabajo. Era la primera persona, sin contar a los más cercanos, que no me juzgaba por un mero chisme. Debió ser difícil para Claudia, dada la situación en la que nos encontrábamos. * Todo cambió a la mañana siguiente, cuando mi abogada me marcó al teléfono mientras conducía rumbo al trabajo. — Chantal, ¿estás disponible? — Estoy manejando rumbo al trabajo ¿Pasa algo? —Fui al grano. — Sí, si pasa. El abogado de Franco presentó ante el juez un video tuyo donde estás envuelta en una pelea de bar —. Paré el auto con el semáforo en rojo frente a mí—. No sé qué pasó, pero tu perfil bajo estaba ayudando mucho a que el juez se inclinara un poco a tu favor. — No fue mi culpa, Guenda —. Suspiré frustrada—. Un imbécil me reconoció y me empezó a atacar. Solo un chico fue el que se atrevió a defenderme. — Y te creo. El problema es que el juez está cerrado en darte otra oportunidad. Veré si puedo convencer al abogado de Franco, de negociar. — Lo has intentado seis veces y se han negado. — Pues lo volveré a hacer. La esperanza muere al último. Corté la llamada. Al llegar a la oficina, Franco me estaba esperando en el estacionamiento, en uno de los rincones más alejados para que nadie más nos viera. — Tenemos que hablar —. Me abordó poniendo una mano en mi brazo para tirar de mí.
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