Capítulo 4 (Parte II): Mala fama

1643 Words
CHANTAL Busqué trabajo durante los dos siguientes meses, pero fue en vano. Claudia había cumplido su palabra. Mis ahorros estaban casi en número rojos porque tuve que pagar el hospital de mi mamá. En el asilo de ancianos el doctor me había dicho que la llevara al hospital a una evaluación debido a un episodio de delirio. Le diagnosticaron cirrosis y tuve yo que cubrir los gastos para que la atendieran. La desesperación me caló en el momento en que Guenda, mi abogada, me llamó para decirme que el juez había favorecido a Franco con la demanda y tenía que pagar los diez millones de dólares. Sabía que podía recurrir a mi papá y el problema terminaría rápido, pero era consciente que él utilizaría este episodio como algo digno de ser un chantaje de por vida. No podía pedirle el dinero a él. Tenía que buscar una manera de resolver las cosas. — ¿Por qué no aceptas la oferta? Estaba tomando el desayuno en un pequeño café cerca de mi casa. Me había abrumado tanto encierro. Las cosas del video del bar habían cesado de un momento a otro, algo que agradecí bastante. Regina se plantó frente a mí tomando asiento sin esperar a que la invitara. Me había pasado la última semana recibiendo cartas laborales donde agradecían mi interés en laborar en su empresa, pero la vacante había sido ocupada. Mis esperanzas para ese momento eran nulas. Me sentía acorralada. — No quiero regresar a la ciudad —. Cerré mi laptop para verla mejor. — Creo que el incidente que pasó con Franco no debe afectarte. La vi a los ojos con cierta desconfianza. — No tienes idea de lo que es pasar por una situación así —Me crucé de brazos. — Tienes razón, pero eso no quita que pierdas el derecho a regresar y estar donde se te pegue la gana. Sí aún sigues buscando trabajo, hay un puesto para ti en la empresa como directora de gestiones. Me quedé con la taza de café en el aire al escuchar el puesto que estaban dispuestos a darme. — Piénsalo, Chantal, porque papá se está empezando a desesperar —. Me dijo Regina. Esa misma noche acepté. * Acepté. Me tomó una semana moverme de ciudad y empacar todas mis cosas. No me quedaba más alternativa que aceptar la ayuda de mi papá. No era como que él se hubiera ofrecido a ayudarme de manera directa, pero era algo. — ¿Has visto a tu papá? —Doris me había estado ayudando durante toda la semana a ordenar cosas y ponerme cómoda en mi nuevo departamento. No quise regresar a casa al lado de Magareta. — No, y no pienso verlo. No he sabido nada de él desde que fue por mí a la cárcel el día de la boda fallida. — Tal vez podrías hablarle. —Ya lo veré el día que entre a trabajar. Recuerda que tengo prohibido acercarme a él en público desde que se supo que era una bastarda. Como olvidar ese día en el que toda la escuela se burló de mí cuando salió a la luz que era la hija de una prostituta y no de Margareta. Desde ese momento entendieron el por qué mi supuesta mamá prefería a Regina y Leonardo muy por encima de mí. Las únicas personas que permanecieron a mi lado fueron Doris y Anika, a quien no había visto desde hace mucho tiempo. No culpaba a Margareta. En cierto punto porque si hubiera estado yo en su lugar me habría muerto de la vergüenza ante el escándalo que fue que la gente se enterara que estaba criando a una hija bastarda. Para mi mala suerte a mí me tocó ser esa hija bastarda. — Entiendo, créeme Chan que esa parte la entiendo, pero tal vez no deberías ser tan dura con ellos. Es tu familia después de todo. Mira que tu papá se preocupó con dejarte con un departamento de lujo en Madrid, te alejó del linchamiento social, y encima tus hermanos te estuvieron buscando para darte un lugar en la empresa. Tal vez, podrías bajar un poco la guardia con ellos. Me quedé pensando en sus palabras. — Tal vez tengas razón. No lo sé —. Me llevé mi café a los labios y seguimos desayunando en mi nuevo comedor. * Eran las siente y media de la mañana del lunes cuando salí de mi departamento para ir rumbo a la oficina. Al llegar allá, me sorprendió que la gente no se fijara en mí. Nunca había pisado las instalaciones de la empresa y no pude evitar sentir admiración al ver el imperio que mi papá tenía a sus pies. Ahora entendía por qué mi mamá se había aferrado a tenerme. No era lo mismo aspirar a un asilo del gobierno que a uno de lujo en donde estaba internada. Había tecnología por todos lados, desde la entrada del lugar en donde la recepcionista era un robot humanoide, hasta el manejo de ciertas tareas que eran automatizadas. Todo lucía futurista. Siempre había soñado con entrar aquí. Recuerdo que en la escuela habían hecho un concurso para visitar las instalaciones de Docherty, que era la automotriz que lideraba el mercado con su tecnología de punta. Había ganado el concurso porque quería conocer el trabajo de mi papá, sin embargo, me dijeron que por ser una Docherty no podía reclamar el premio. De eso se encargó Margareta. Me sacudí los pensamientos y entré con la cabeza en alto, porque al fin conocería el lugar de trabajo de mi papá. Algo con lo que había soñado y me había sido negado. Llegué al piso del área de estrategia corporativa, pues era el lugar que tendría como directora. Al llegar a la oficina, mi media hermana se encontraba orquestando llamadas, dando órdenes a diestra y siniestra, así como viendo algunos documentos que tenía en las manos. Me llamó con un gesto de su mano libre mientras discutía algo sobre uno de los modelos de algún auto en el que trabajaban. Me acerqué a ella y sin previo aviso me dio una pila de documentos y su café para que la siguiera. No supe como responder, pues supuse que necesitaba ayuda. Me indicó con la cabeza que la siguiera. Su llamada no había terminado. Ingresamos en el elevador que nos llevó a una planta subterránea, en donde el área de ingeniería se encargaba de hacer las pruebas de seguridad pertinentes para los autos. Mi papá y Leonardo estaban discutiendo algo con otros directivos a quienes no identificaba. Había, por otro lado, un grupo de empelados a la espera de instrucciones o algún aviso. — Aquí está Regina —. Dijo mi papá con entusiasmo al ver a la rubia de mi media hermana. Me acerqué junto con ella, pero parecía que era un adorno navideño en pleno abril. No miró en ningún momento. — Justo estábamos esperándote solo a ti para iniciar con la reunión —. Dijo uno de ellos. Mi medio hermano me vio de reojo y solo se limitó a mover la cabeza con una negación casi imperceptible. No lo entendía, pues meses antes él había ido a buscarme en persona. — Bueno, como bien sabemos hemos estado hablando de una joint venture para unir fuerzas con Blackford company en el desarrollo de un auto que puede revolucionar y cambiar por completo el mercado automotriz —. Comenzó a decir mi papá frente a todos. No había sido informada de nada. No sabía qué significaba esa reunión, ni mucho menos se me había dicho en qué circunstancias estaba mi departamento. Tenía que ver qué proyectos tenían y de qué manera se estaban desarrollando. Sin embargo, estaba en esa reunión con el café de Regina en la mano y muchas dudas en la cabeza. Sabía que los Blackford siempre habían sido el mayor rival de mi papá dentro del mercado automotriz. Hacer una joint venture, o sea una colaboración en conjunto para poder hacer un mejor auto con tecnología de punta y reduciendo costos. Fue algo que no esperaba, pero entendía la importancia de la colaboración. Saber que los Docherty y los Blackford tendrían una colaboración en conjunto sería una noticia muy sonada en el mundo empresarial. — Los detalles ya se han discutido así que a partir de hoy van a estar trabajando con el equipo de desarrollo y tecnología del grupo Blackford —. Dijo mi papá—. Así que sugiero que cada jefe de las áreas involucradas vayan organizando la bienvenida y empiecen de inmediato el periodo de adaptación e incorporación. El departamento de gestiones será el encargado de ver que todo vayan evolucionando como es debido. Ese era mi departamento. Me acerqué a mi hermana que seguía atenta a lo que mi papá decía. — Así que mi hija Regina es la nueva directora de gestiones, es quien se encargará de dirigir el proyecto y que los intereses de ambas compañías se cumplan —. Continuó diciendo mi papá. A mi la alerta me saltó al escuchar que el puesto que me habían ofrecido se lo habían dado a Regina, a quien en un principio pensé que aclararía el error, pero tal parecía que aceptaba la responsabilidad del cargo con mucho gusto. Me quise dar la media vuelta e irme de ahí, pero me quedé paralizada al ver que el grupo de empleados y directivos de grupo Blackford había llegado. — Les quiero presentar a los directivos y empleados de grupo Blackford, con quienes vamos a estar trabajando —. Continuó mi papá. No le estaba haciendo una mierda de caso, porque lo único que podía ver frente a mí, fue al mismo hombre de aquella noche del bar—. Les presento al presidente de grupo Blackford, el señor Zane Blackford.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD