CHANTAL
Había regresado una semana después de la venta del departamento de Madrid. No pensaba irme de la ciudad porque aquí estaba mi vida, pero entonces la cruda verdad me pegó, y no supe para ese entonces si mi papá me había protegido de alguna manera, a pesar de siempre ser un pedazo de patán frío conmigo.
Me había vuelto viral.
La gente me señalaba en las calles como La Novia Prostituta porque eso era en lo que me había convertido luego del desplante de Franco en el altar. Mi cabellera roja era inconfundible.
Mi dolor se había convertido en la burla de muchos luego de que la bruja de Inés hubiera exhibido fotos de mi madre con una tanga de hilo dental con unos dólares colocados a sus caderas, como un incentivo por exhibir su cuerpo y mover más el cu**lo.
Había perdido mi trabajo por el escándalo. Según el despido era porque no estaba en pleno uso de mis facultades mentales. Por otro lado, Margareta nunca había querido que yo trabajara de manera directa dentro de la empresa, pues qué iba a pensar la gente si alguien descubre que soy la hija bastarda.
Algunas veces pensaba que tal vez me habría ido mejor si mi mamá me hubiera educado, pero luego recuerdo mis visitas con ella, y al final de cuentas con mi papá y Margareta había asistido a los mejores colegios, no me faltaba comida, y tenía una bonita relación con Mariela, la niñera que habían contratado para mí.
Y los fines de semana visitar a Panchita era de mis momentos favoritos.
Había pasado un año desde mi trágico momento de mi boda frustrada. Sí, me había tenido que ir de la ciudad e instalarme en otra. Me había costado el mundo entero encontrar un nuevo trabajo de alto perfil, a los que yo estaba acostumbrada. Sin embargo, la destreza que tuve en las siete entrevistas, me dieron acceso a la compañía actual en donde trabajaba.
Por primera vez en mucho tiempo me vieron por mi potencial y no por si era o no la hija de alguien indecente.
— ¿Y cómo va la demanda contra Franco y su mamá? —Me preguntó Doris, la única amiga que había permanecido a mi lado luego de aquel trágico escándalo de la temporada.
— Pues, mis abogados me dijeron que era mejor aceptar el trato que ellos me estaban ofreciendo —. Me encogí de hombros e hice a un lado mi comida.
— ¿Cuál es el trato?
— Me hicieron una suma de dinero que tenía que pagar por todos los daños morales, psicológicos, y físicos que le ocasioné a Franco —. Me crucé de brazos—. Se hizo la víctima, el muy hijo de pu**ta. A él le sobra el dinero, por las barbas de Merlín, es dueño de una multinacional.
— Entonces, ¿ya sabe que eres hija de Nelson Docherty?
— Dicen mis abogados que se rieron cuando encontraron esa posibilidad. Piensan que mi apellido es solo una coincidencia —. Me desparramé en la silla—. No le quiero pedir ayuda a mi papá.
— ¿Y cuánto tendría que pagar si ellos ganan la demanda?
— Diez millones de dólares.
— Madre santísima. Es injusto tomando en cuenta que ese animal te estuvo engañando durante un año completo con su mejor amiga. —. Doris clavó el tenedor en la mesa indignada con mi situación.
Esa misma noche terminamos en un bar. Quería perderme en el alcohol y olvidarme del estrés de esa noche. Doris y yo nos había alistado para ir de fiesta. Me había vestido con una minifalda de vinipiel que había combinado con una blusa negra con brillos y unos botines, lo que me dio un aspecto salvaje.
No me fui a la cama por estar coqueteando con un extraño en el bar, pero esa noche algo pasó. Doris se había ido con un chico con el que había ligado durante la noche. Le dije que no había problema. En cuanto me vi sola porque había rechazado al sexto pretendiente de la noche, me dispuse a pagar mi cuenta para irme.
— ¿Ya te vas? Pensaba invitarte una copa —. Se acercó un moreno precioso. Alto como un árbol, fornido y con sus ojos negros.
— Ya me voy. Estoy cansada —. Lo rechacé de inmediato. No quería pasar la noche con nadie. En realidad había quedado traumada porque durante un año la gente se había dedicado a llamarme pu**ta. Sé que no debía importarme lo que los demás dijeran, pero de verdad que volverse viral de una mala manera, pasaba la factura en muchos aspectos.
— Vamos, cariño, no seas así conmigo, solo será una copa —. Sonrió el moreno de fuego.
— No, gracias. Me tengo que ir.
Me di la media vuelta en cuanto el encargado me dio mi ticket de compra. El hombre me tomó del brazo y me jaló hacia él con brusquedad.
— No te hagas la santa conmigo, pin**che pu**ta, sé quién eres. Invitarte una copa fue solo por buena educación. Cuánto cobras, yo te puedo pagar el doble por la noche contigo. Si haces bien tu trabaj. . . —Le volteé la cara con una bofetada.
— Eres un imbécil. No sabes nada de mí como para pretender que soy una pu**ta —. Le dije furiosa.
El hombre se quedó pasmado por mi reacción. Habíamos llamado la atención de los presentes porque el hombre casi cae de cu**lo en una de las mesas cercanas, donde un par de chicas gritaron. Me di la media vuelta con el mal sabor de boca que tenía, pero entonces el extraño me tomó del brazo y me jaló de nuevo con brusquedad.
— Yo sé que eres la del video, así que más vale que te comportes —. Algunas personas comenzaron a murmurar y de inmediato me di cuenta de que me estaban reconociendo.
Malditos cincuenta millones de reproducciones.
— ¡Suéltame!
— ¡Ya dime, cuanto cobras! —Gritó el hombre.
— ¡Tan poco hombre! ¡Eres tan fracasado que tienes que recurrir al dinero para poder conseguir una mujer! —Grité enfurecida— ¡Aaah!
El hombre enfureció y me tomó de los pelos. En ese momento recordé a mi amiga Anika. Debí hacerle caso cuando me ofreció enseñarme krav magá. El corazón me golpeaba el pecho en un grito de auxilio porque alguien hiciera algo. Nadie se metía a defenderme de un animal como él. O eso creí porque de pronto sentí mi cabello liberado y vi al idiota moreno en el suelo.
— ¡Métete con un hombre, cabr**ón. ¡A ver si tantos huevos tienes!
Un hombre, al que a duras penas le llegaba a la altura de su hombro, se interpuso entre mi agresor y yo. Me estaba dando la espalda, pero podía decir que su estatura, su cuerpo fuerte con cada músculo marcado, me indicaban que se ejercitaba a menudo y comía saludable. No entendía de qué otra manera podía estar tan bueno.
— ¿Y tú quién eres? ¿Es que acaso le quieres pagar tú? —Lo provocó.
Mi héroe le asestó otro golpe al individuo. Mi agresor se fue en contra de mi defensor, y lo siguiente que pasó me dio un poco de pena, pero se hizo una pelea general porque los amigos del moreno grosero se metieron. Extraños defendieron a mi defensor y bueno, terminamos expulsados por el personal de seguridad del lugar.
— No te muevas, por favor —. Le supliqué a mi defensor. Había insistido en curarle las heridas—. De verdad, qué pena que hayas tenido que pasar por esto para que me defendieras —. Le apliqué un poco de hielo en el pómulo—. Ay, no qué vergüenza de verdad.
— No eres tú la culpable. Ese tipo se quiso propasar contigo. Al menos le quedó tu mano marcada.
Sonreí.
— Gracias por todo —. Era lo único que podía decir.
Me dediqué a aplicarle pomada en la cara y una que otra bandita en la cara. Estaba golpeado, y a decir verdad pude notar que mis manos temblaban un poquito, porque ese hombre estaba guapo y lo que le seguía. Estaba tan bueno que debía ser un insulto para Henry Cavill. Al menos así lo veía yo.
Ojos claros, grandes y con unas pestañas enormes, que en conjunto hacían una mirada que le robaba el aliento a cualquiera. Su nariz recta, mentón marcado y labios en forma de corazón, eran unas facciones que lo hacían condenadamente irresistible.
— ¿Es normal que siempre te metas en problemas? —Salté involuntariamente por su voz. Me había quedado embobada por mientras terminaba de curarlo.
— Por qué lo dices.
— Porque no cualquier persona hace que haya una pelea de bar solo por su mera presencia.
— Me llaman la hija de Baldor para serte honesta —. Lo dije con total seriedad.
— ¿Y por qué la hija de Baldor?
— Porque estoy llena de problemas. Como el libro de álgebra que todos odiamos en algún momento.
Empezamos a reír con fuerza.
— Listo —. Le extendí las cremas y los analgésicos que le había aplicado—. Los tienes que aplicar por la mañana. En realidad con que lo hagas tres veces al día está bien.
— ¿Y si me los aplicas tú por la mañana? —. Su voz cargada en deseo me hizo temblar las piernas. Era una petición muy sugestiva—. Si pensara que eres fácil, no me habría ido a los golpes por ti. Yo creo que eres una mujer muy guapa tratando de vivir una vida normal.
Sonreí un tanto excitada, debo reconocer.
— Pues creo que tengo que cuidar a mi paciente, señor. . .
— Zane, llámame Zane.
— Chantal, mucho gusto.
Nos dimos la mano y nos dirigimos al estacionamiento. A lo lejos, me pareció ver a mi hermana.