Capítulo 2 (Parte II): Amor con intereses

1672 Words
CHANTAL Al salir al estacionamiento, vi que varios de los expulsados del bar me estaban juzgando con la mirada. En una situación donde un grupo de extraños, que me llamaron pu**ta, me vieron saliendo con el mismo hombre que me defendió del imbécil que se quiso propasar conmigo, podía casi asegurar lo que estaba pasando por sus cabezas. Me extraña, sucia, incómoda. — Creo que lo mejor es que me vaya a casa —. Le dije a mi salvador muy a mi pesar. No nos detuvimos en ningún momento caminando a través de los carros del estacionamiento. Lo que había pasado era un bajón de líbido para mí. — ¿Por qué lo dices? — Sabemos lo que vamos a hacer si voy a tu departamento, pero la realidad es que se me quitaron las ganas —. Eché aire por la boca. Busqué con la mirada detrás de él, buscando a mi hermana por todos lados. Tal vez solo fue producto de mi imaginación. Desde antes de mi boda no la veía. — ¿Es por el imbécil que te atacó? Asentí con la cabeza. — En parte. La gente va llamándome como La Novia Prostituta cuando fue mi ex el que le puso con su mejor amiga durante un año a mis espaldas —. Forcé las comisuras de mis labios y lo único que pude mostrar fue una sonrisa amarga—. Y es algo que me está persiguiendo a pesar de que ha pasado un año. — Debió ser muy difícil —. Alzó la mirada viendo que éramos observados a lo lejos. — Lo fue. La gente me señala como si fuera yo la prostituta y no mi madre —. Me encogí de hombros—. En fin, uno no elige a sus padres, pero es un dolor de cu**lo que cada que un extraño me reconoce por la calle piense que me conoce del todo. — Pues que les den por el cu**lo. Solté una carcajada por lo bajo. No me había dado cuenta de que me había acompañado hasta mi auto hasta el momento en que paré para abrir la puerta. — Eso es lo que he intentado hacer durante todo este tiempo —. Le dije un tanto resignada. El tipo no estaba bueno, estaba lo que le seguía de bueno. Sin embargo, la situación de aquel idiota había aniquilado mi líbido por completo. — ¿Estarás bien? —Me preguntó. No había nadie en el estacionamiento, solo éramos nosotros en medio de la noche. — Sí. Gracias por todo, y por prestarme tus puños —. Alcé los puños en señal de pelea. Le di una abrazo y me subí a mi auto. — ¿Al menos puedo tener tu número? —Me vio a los ojos con una ligera súplica en la voz. — No, creo que es mejor así —. Sonreí. — ¿Por qué? — Porque no deseo tener contacto con alguien que me defendió porque me llamaron prostituta. Créeme, es mejor así. — Pero solo voy a estar aquí el fin de semana. No vivo aquí. — Mejor para los dos. Le dediqué una última sonrisa. Cerré la puerta del auto y arranqué dejando solo a aquel extraño en el estacionamiento de aquel lugar. A la salida vi el auto de mi hermana que se había incorporado al tráfico. Era muy probable que viniera a comprobar que estaba de vuelta después de un año de mi desplante en el altar. Esa fue la última vez que lo vi, perdiéndose en el reflejo, mientras yo me alejaba, a través del espejo retrovisor. Alguien había sido amable conmigo por primera vez en mucho tiempo. * Veinte minutos más tarde estaba bajando de mi auto para ir a tomar el elevador e ir a mi departamento, cuando una persona se puso frente a mi camino. — Mucho tiempo sin verte, Chantal —. Me saludó mi hermana. Me sorprendió verla en el lugar menos pensado, pero había aprendido a disimular muy bien con el tiempo. Al final ella me había estado siguiendo ¿Desde cuándo sabía donde estaba viviendo? De lo que estaba segura era de que mi papá estaba detrás de todo esto, porque mi hermana era de ese noventa y nueve porciento de las personas que nunca me buscaría por voluntad propia. — ¿Qué es lo que quiere mi papá, Regina? —Pasé de largo sin detenerme siquiera a saludarla de beso. — ¿Es así como me saludas después de tanto tiempo de no vernos, hermana? —Me paré en seco y me di la media vuelta. — No es como que me hayas extrañado mucho. Así que deja las formalidades y ve directo al punto. Puse mis brazos en jarras esperando por su respuesta. — Bien, siempre has sido dura conmigo cuando yo lo único que quiero es ayudarte —. Se acercó a mí para verme a los ojos más de cerca. Era una fortuna que el lugar estuviera casi vacío. — ¿Cómo entraste aquí? —Le pregunté. — Un amigo mío es dueño del edificio. No fue difícil saber de ti luego del escándalo por el que pasaste. Supe que estás trabajando en un buen lugar, pero le dije a mi papá que sería bueno darte una oportunidad. La paga es mejor. La paga. Eso significaba que sería una empleada más y no parte de la familia, que sostienen acciones del conglomerado. No era el hecho del dinero, era cuestión de que me seguía sintiendo excluida en muchos aspectos. — Estoy bien aquí Regina. Así que no gracias. — Vamos, Chantal. No me fue fácil conocer a mi papá. Tú sabes como es. — Precisamente porque sé como es, es que declino tu oferta. Dile que no deseo trabajar con él. Pulsé el botón para llamar al elevador, que se abrió al instante para mi buena fortuna. — Chantal, es una oportunidad que tal vez no tengas. No me hagas esto, por favor. No le des la oportunidad de que mi papá diga “te lo dije”—. Me subí al ascensor, pulsé el botón del décimo piso. — No pedí tu ayuda, Regina. Lo siento —. Las puertas se cerraron y no supe más de ella. * Era un lunes por la tarde cuando salí de trabajar. Había tenido una reunión con mis empleados, ya que yo era la directora de marketing, dentro de la empresa. Habíamos trabajado en la campaña para la promoción de los colchones ortopédicos antiácaros, una línea especial para las personas alérgicas. Mi trabajo en Finesia iba grandioso. Doris se había regresado a Grand Amarilo luego de haber pasado el fin de semana conmigo. Mi amiga me contó que las cosas seguían igual que cuando me fui. La única novedad era que el pobre de Franco había estado devastado durante todo ese tiempo, después de que la arpía de su exprometida, esa soy yo, se hubiera burlado de él. Sí, una historia muy convincente luego de que el hijo de pu**ta me demandara por daño moral, psicológico, y difamación. — Chantal, ¿vienes con nosotros? —Mirella estaba recogiendo sus cosas para salir a tomar un par de copas antes de llegar a casa—. Es cumpleaños de Román y queremos ir a cenar ramen e ir por unas copas antes de ir a nuestras casas. Pensé por un momento que era buena idea. — Paso. Me duele la cabeza y prefiero ir a descansar, pero dile a Román que le traeré un regalo mañana —. Era mejor estar unos días desaparecida de la vida social luego de lo que había vivido durante el fin de semana en el bar. No me podía arriesgar a estar envuelta en otro escándalo si quería librarme de ser juzgada de manera injusta frente a un juez. Mi demanda aún no terminaba. — Puf, creímos que tendríamos concurso de shots de tequila. — ¿Y en pleno lunes? Mirella se puso roja al ver la barbaridad que estaba diciendo. — Tienes razón, jefa. Nos vemos mañana. Cuando salí de la oficina los pasillos estaban desiertos. No había tardado más de quince minutos alistando mi bolsa y dejando ordenado mi escritorio cuando todos había corrido a la calle huyendo de la vida godín. Para los que no sepan, godín hace referencia a un oficinista. Tendría que privarme de la vida social por un tiempo más hasta que mi demanda se resolviera. Salir al lobby para ir al estacionamiento de la explanada, significó otro encuentro desagradable. — Chantal, tú y yo tenemos que hablar —. Un hombre fornido, con su cabello rubio lleno de gel, con cada hebra acomodada con cuidado, con su traje impecable de Hugo Boss, se plantó frente a mí. — ¿Papá te mandó porque Regina fracaso? —Puse mis manos en jarras. — ¿Regina estuvo aquí? Bufé con sarcasmo. Lo empujé para pasar de largo a su lado. — Chantal, espera. Si ya te habló de la oferta de trabajo, creo que podemos llegar a un muy buen acuerdo —. Atravesamos la puerta giratoria que nos sacaba a la calle. — Escucha, Leonardo, sé que tus intenciones son buenas, pero no voy a trabajar con papá. Pierden su tiempo viniendo aquí a buscarme. Dio dos enormes zancadas para alcanzarme, me tomó del hombro y me dio la media vuelta para encararme. — Chantal, tú sabes lo orgulloso que soy, y si no tuviera una buena razón para venir hasta acá para venir a verte, créeme que no lo haría. Tienes que irte de aquí antes de que sea demasiado tarde. Lo vi a los ojos. — ¿De qué estás hablando Leo? — Conseguí información privilegiada y no creo que te guste la razón por la que te tienes que ir de aquí. Mi hermano era experto en llamar mi atención. Siempre tenía razón. — Chantal. No seas obstinada y acepta el maldito trabajo, por favor.
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