Capítulo 3 (Parte II): Broma de mal gusto

1616 Words
CHANTAL No sabía si el universo me odiaba o me amaba tanto, que me dejaba las batallas más espantosas para volverme más fuerte. Era como si se le había dado la regalada gana de entretenerse un rato con mi miseria. Me costaba trabajo ver que el desgraciado de Franco hubiera seguido adelante como si nada hubiera pasado con su vida. Hace apenas un año que estaba a punto de casarse conmigo, tirándose a su mejor amiga, por otro lado, y ahora estaba feliz, acompañado de la nueva dueña para la empresa para la que trabajo. Hace un año las cosas eran diferentes, y yo también, pero tenía que adaptarme al cambio, aunque por dentro la sensación de ahogo presionara mi pecho porque me estaba topando de lleno con el pasado. Le di un trago a mi copa de vino mientras veía cómo Sabrina estaba saludando a Claudia, que sonreía con entusiasmo. Me acomodé el vestido, alcé la cara, y di un respiro profundo. Fui yo la que me acerqué a ellos. No era yo la que tenía que huir de ahí porque no había sido la culpable. Si me iba, sería como darle la razón a él y eso no iba a pasar. Quería saber qué haría el hijo de pu**ta en mi presencia. Me acerqué a ellos con mi copa de vino en mano. — ¡Chantal! ¡Qué gusto verte de nuevo! —Claudia reaccionó de inmediato con un saludo emotivo. Ver la cara de Franco que palidecía frente a mí hizo que sonriera con cierto sentimiento malévolo. Nuestras miradas se cruzaron por un momento, parecía que se le había olvidado respirar. No esperaba verme por aquí. — Claudia, un gusto verte de nuevo —. Abracé a la nueva dueña de la compañía con un efusivo saludo. Franco abrió los ojos como una suricata asustada por ver la interacción con su nueva pareja. — Qué emoción que estés aquí. Franco, cariño, esta es la directora de la que te hablaba. Tiene un excelente manejo en su área —. Volteé a verlo sin perder la sonrisa. Lo reté con la mirada, alzando las cejas como una pequeña invitación de provocación—. Chantal, te presento a mi prometido, Franco. — Así que prometido, ¿eh? —Le di la mano—. Mucho gusto, Chantal Mijares. — Un gusto, Chantal. Por un segundo me dedicó una mirada furiosa. — ¿Se conocen? —preguntó Claudia. — No —. Dijo él de inmediato. Amplié la sonrisa en una muestra de ironía—. No nos hemos visto nunca, de lo contrario te lo habría dicho. Era un c*****o con una maestría en ser un mentiroso profesional. — Tienes razón. Perdona es que estuve viviendo mucho tiempo en el extranjero, que tengo la esperanza de encontrarme con conocidos. Franco es muy poco sociable —. Alcé una ceja mirándolo. — Tal vez es de relaciones íntimas —. Lo dije en doble sentido, con toda la intención de que captara el mensaje. El susodicho se limitó a sonreír con cierto nerviosismo, tratando de cambiar el tema. — Creo que deberíamos saludar a los demás directivos, cariño, antes de que se revele que has comprado la compañía —. Franco tomó a Claudia a la altura de la cintura, antes de besarla frente a mí. — Creo que es una excelente idea. Es mejor conocerlos. No vaya a ser que se lleve una enorme sorpresa —. Alcé una ceja a mi ex antes de darle un trago a mi vino. — Tienes razón, Chantal. Disfruta la fiesta y guarda el secreto —. Me dijo Claudia—. Vamos, cariño, quiero conocer a todos en la fiesta. Por fuera podría parecer que nada me importaba, pero por dentro sentía que el mismo infierno me estaba consumiendo. Lo único que me sostenía en pie, era mostrarle que yo no había hecho nada malo. Era él el que debió ser juzgado. — El novio de Claudia es muy guapo —. Sabrina no le quitaba los ojos de encima a Franco—. Hacen una muy bonita pareja, ¿no lo crees? — Sí, ya lo creo —. Lo dije con un tono sarcástico para mí. Algo que solo yo entendí. La cena dio inicio y me senté al lado de Sabrina, que conversaba con el director de promoción y marketing. A lo lejos vi que Claudia estaba conversando con el director de finanzas, algo muy inteligente si es la persona encargada de vigilar el dinero. Al lado de ella vi a Franco, que me fulminaba con la mirada de vez en cuando y tomaba de su copa de vino con mucha frecuencia. La cena transcurrió tranquila, con música bosanova de fondo en vivo, un menú de cinco tiempos, y una plática increíble. Me la pasé conversando con mis compañeros de trabajo haciendo caso omiso de su presencia. Antes de que sirvieran el postre, me levanté de mi lugar para ir al baño. Tomé mi bolsa de mano. Me retoqué los labios de rojo y salí de nuevo al lugar del evento. Uno de los meseros llevaba una charola con copas de vino, tomé una y estaba dando el primer paso para ir a la mesa, cuando una mano me tomó del brazo para arrastrarme hacia el lado del pasillo, para ir a la puerta de la calle, que estaba vacía. — Lárgate de la fiesta y renuncia a la empresa —. Franco se había parado frente a mí con la mandíbula tensa, tal cual perro enseñando los dientes—. No tienes nada que ver aquí. Me sacudí el brazo alzando una ceja por la exigencia fuera de lugar. — Creo que estás mal, querido. Corrección, yo no tengo nada que ver contigo. Me di la media vuelta. — Dile a Claudia que vas a renunciar. — ¿Y por qué lo haría? O ¿Es que tienes miedo de que se entere de que estuviste con la hija de una prostituta? —Sonreí. Tenía que dejarle claro que no me importaba en lo más mínimo lo que había pasado hace un año. Me di la media vuelta. — Chantal, no se te ocurra irte —. Me advirtió con voz de mando—. Tenemos que hablar. Me di la media vuelta sonriendo. — Sí, vamos a hablar —, le aventé el vino de mi copa directo al pecho—, pero después de que limpies la camisa. Abrió los ojos como si en realidad se hubiera reencontrado conmigo de verdad en ese mismo instante. Me había encontrado como una mujer cambiada. — Maldita perra. — Y a mucha honra. Caminé de vuelta a la mesa y continué mi velada como si no hubiera pasado nada. La realidad de las cosas es que tendría que ir haciendo un plan, pues no me apetecía a ver a Franco cuando me había destrozado la vida. * Pasaron días en los que no supe de mi exprometido y fue algo que agradecí. La noticia de que la empresa había sido vendida se extendió por toda la oficina. Era lógico que la incertidumbre reinaba, al igual que las visitas a las páginas de ofertas de trabajo. Estaba trabajando en el último informe de un nuevo plan de expansión en un área nueva del mercado, cuando de pronto recibí un mensaje Doris. Por lo general mi amiga y yo nos hablábamos los fines de semana. Doris: ¿Ya viste las noticias? Chantal: ¿De qué noticias me hablas? Sigo sin usar mis r************* . Doris: Lo siento Chan. Me mandó un link de un portal de noticias famoso. Le di clic al link y en mi corazón se saltó un latido al ver con lo que me había topado. Era un video donde se estaba exponiendo la pelea del bar. “La Novia Prostituta lo vuelve a hacer”, decía el encabezado de la noticia. Me quería morir. Había llevado una vida tranquila con el perfil bajo para que un imbécil se quisiera propasar conmigo y encima el escándalo se reactivara. Chantal: Dime que esto no está en todo el internet. Doris: Lo siento, Chan, Vania y yo estamos tratando de ver de qué manera te podemos ayudar. Quise aventar el teléfono hacia la pared, pero fue la entrada de Sabrina la que me detuvo de estrellar mi teléfono por el coraje que estaba sintiendo. — Dime que lo que está circulando en todo i********: y t****k no es verdad —. Mi jefa sacudió su teléfono frente a mí con el video corriendo en la parte donde mi salvador me defiende. — No fue mi intención. El hombre se acercó, me quiso atacar y una persona fue la que me defendió —. Le expliqué de manera general. — Ay, Chantal ¿En qué problemas te has metido? Te creo, y tu trabajo es impecable, pero no sé si esto le va a gustar a Claudia. Mierda, Claudia no se había dado cuenta de que Franco y yo teníamos un pasado porque ella había estado viviendo en el extranjero, pero esto podía traerme serios problemas. — Trabaja normal. Yo solo espero que esto no llegue a sus oídos, porque si ella lo considera, te puedes quedar sin trabajo y yo no podría hacer nada por ti. Tragué saliva. Sabrina salió de la oficina y yo tenía la urgencia de tomar un poco de aire, por lo que salí de la oficina a tomar algo. Cuando salí al lobby dispuesta a tomar un poco de aire vi a mi hermano que estaba estacionado afuera del edificio. No sabía si había sido él o Franco.
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