Capítulo 3 (Parte I): Broma de mal gusto

1701 Words
CHANTAL Era extraño que mis dos medios hermanos me buscaran para decirme que trabajara en la empresa de mi papá. Desde antes de planear la boda no supe de ellos. No sabía si era imaginación mía, pero nunca había creído que les interesa mi bienestar ¿Por qué después de un año del escándalo me vienen a ver los dos? — ¿Qué es lo que sabes? —Debo admitir que captó mi atención; sin embargo, no me detuve. — Lo que sé es que si no te vas de aquí vas a estar en problemas. Mi papá cree que es una buena oportunidad para que puedas trabajar en la empresa. Sería lindo trabajar todos como familia. Estamos preocupados por ti, Chantal. — No estoy interesada en trabajar en la empresa —. Abrí la puerta de mi coche para entrar. — No seas obstinada. De verdad que no tienes idea de todo lo que tuve que hacer en mi agenda para mover un poco de tiempo y pudiera venir aquí contigo. Nos estamos preocupando por ti. Me di la media vuelta para encarar a mi hermano antes de subir a mi auto. — Si en realidad se preocuparan por mí, me habrían apoyado cuando me hice viral y la gente me señalaba en las calles. Si de verdad les importara como dicen, me habrían buscado para darme el trabajo dentro de la empresa cuando más lo necesité. Fue esta empresa la que no me dio la espalda viendo más por mis talentos que por lo que la gente decía de mí. Así que puedes irte a cumplir tu agenda porque no te pedí venir. Me metí a mi auto y cerré de un portazo. — ¡No digas que no te lo advertí, Chantal! ¡Nunca es tarde para remediar las cosas! —Gritó antes de que acelerara. Lo dejé ahí, solo en medio del lugar, con las palabras en su boca. * Las cosas continuaron con normalidad durante los dos días siguientes. Mis medios hermanos habían dejado de molestar y era algo que agradecía. No quería seguir lidiando con ellos. — Chantal, ¿tienes un momento? —. Estaba trabajando en mi escritorio sobre un plan de desarrollo, cuando alcé la vista para ver a mi jefa, que era la directora general de la compañía donde trabajaba. — Claro, Sabrina, ¿en qué te puedo ayudar? Mi jefa pasó cerrando la puerta detrás de ella para estar a solas. Que ella hiciera eso significaba que tenía que discutir algo muy importante conmigo. — Pues creo que va a haber cambios muy grandes en la empresa. Como ya sabrás, tú eres una de nuestras mejores empleadas. Desde que llegaste a gestionar tu departamento, tu trabajo ha sido excelente. Todos estamos muy contentos con lo que has hecho y queremos hacer una reunión especial para celebrar el buen manejo de la empresa. — ¿Celebración especial? —¿Por qué las fiestas me estaban siguiendo en los últimos días? — Sí, una celebración especial en honor al trabajo de todos. Estamos cotizando en la bolsa. — ¿De verdad? —Sentí emoción al saber que la compañía para la que estaba trabajando iba por el camino correcto. — Sí. Así que el fin de semana estás invitada. Vamos a hacer un anuncio especial. — Pues me tienes dentro. Sabrina se levantó de su asiento, complacida. — Bien, te daré los detalles de la reunión en los próximos días —. Se dirigió a la salida, y recuerda Chantal, es solo reunión de directivos de alto rango. Ni una palabra a tu equipo. — Soy un mensaje encriptado, así que descuida. En definitivo, las cosas pintaban para bien. El lugar donde yo trabajaba no era un conglomerado enorme como el que los Docherty poseían, pero en definitivo era un lugar en el que me sentía cómoda, por primera vez en mucho tiempo. * Terminé esa noche mis pendientes y me fui a recluir a la soledad de mi departamento. No había conversado con casi nadie, salvo Doris, y mi mamá cuando tenía problemas de dinero. — Deberías empezar a darte una oportunidad, Chan. Eres muy joven como para dejar que tu vida pase porque un imbécil decidió dejarte en el altar —. Me dijo Doris en una de sus llamadas nocturnas. — No me siento confidente, ¿sabes? Me fue mal cuando te fuiste el fin de semana con un chico. Se inició una pelea en el bar y para no hacerte el cuento largo, todo terminó en pelea. Eso mató mi líbido. — Yo creo que lo que te hace falta, Chan, es un poco de desenfreno. No te digo que ames a alguien, solo diviértete. — No sé si pueda hacerlo. — Piensa de esta manera: qué triste es tu vida si la última vez que estuviste con alguien fue con el perro engendro de tu ex. — Jo, gracias por el ánimo. Pero había cumplido su cometido. Sentí como regresaba la líbido a mi cuerpo, nada más de pensarlo. Ambas estallamos en carcajadas antes de terminar la llamada y dormir. * Era viernes durante las horas de trabajo, cuando Sabrina entró de nuevo a mi oficina. Esta vez la directora se veía un poco nerviosa. Llevaba puesto uno de sus mejores trajes sastres, el cabello impecable y se rumoraba que no había parado de correr de una oficina a otra desde que había llegado muy tempranos por la mañana. — Chantal, deja de hacer todo lo que estás haciendo y vienes conmigo a mi oficina, ahora —. Caminó hacia mí para cerrar mi laptop. Estaba como una cabra. — ¿Pasa algo? —Le pregunté con cierto nerviosismo. — Está llegando una persona muy importante a la empresa, y tú eres una de las mejores directoras para poder atenderla —. Me guiñó un ojo. — Oh, me halagas —. Me levanté de mi lugar salí con ella rumbo la oficina de la directora general de la empresa. Sabrina me explicó en pocas palabras que la mujer que venía era una persona superimportante y quería saber como funcionaba la empresa. Yo estaba encargada sobre el diseño y gestión de proyectos, por lo que era la persona ideal para hablar con ella. — Su nombre es Claudia Montoya. Recuérdalo, cariño. No pasó más de medio minuto cuando la asistente de Sabrina abrió la puerta para dejar entrar a la mujer. Era bastante guapa a primera vista y deslumbraba con su vestido blanco. Era una mujer joven, un par de años más grande que yo. — ¿Sabrina Montier? —Preguntó la mujer. — Mucho gusto, señorita Montoya —. Ambas mujeres se dieron la mano—. Ella es Chantal Mijares —, le había pedido a mi jefa que me presentara con el apellido de mi mamá—, es nuestra directora en gestiones, así que ella le puede poner al tanto de los proyectos que se están gestionando. Claudia y yo cruzamos miradas por un momento. Al principio parecía seria, pero me dedicó una sonrisa de inmediato, lo cual me relajó un poco. — Mucho gusto, Chantal. Bueno, me gustaría saber en qué proyectos está metida la empresa. Ahora que la he comprado creo que me gustaría saber acerca de los proyectos más importantes —. Claudia se sentó en una de las sillas del escritorio de Sabrina. — ¿Comprar la empresa? —Mi vista pasó de Claudia a Sabrina y viceversa porque no entendía nada. — Ay, cierto, se me escapó decirlo. Bueno, pretendo que todos me conozcan en la reunión de hoy. Pienso hacer el anuncio formal —. Para ser la dueña de la empresa era una mujer muy joven. No era que desconfiara de sus capacidades, es solo que era raro ver a una empresaria joven. — Pues soy muy buena guardando secretos —. Sonreí. — Creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien —. Claudia me devolvió el gesto. Sabrina respiró por primera vez en el día. Me pasé gran parte de la tarde explicando todos los proyectos importantes en los que estaba metida la empresa. Había quedado satisfecha con mi trabajo. Nos alabó y se despidió de nosotras. Al final todo había salido bien. * Esa misma noche iba a volver a ver a la Claudia Montoya, la nueva dueña de la compañía. Como era de esperar, guardé el secreto y no le conté a nadie que la empresa se había vendido. Por lo general, en este tipo de cambios los trabajadores se estresaban porque empezaban a despedir gente, a raíz de todos los cambios que implica un cambio de dueño. Suponía que lo hacían por el bien de los empleados en general y que los nervios no crisparan. Llegué al restaurante que se había alquilado para el evento. Llevaba un vestido rojo de Givenchy que había comprado en Madrid, antes de regresar a la ciudad. Lo había combinado con unos tacones de tira, en color dorado, y joyas en brazos, cuello y orejas, que simulaban a serpientes. Estaba mejor que nunca. Saludé a todos mis compañeros, que no dejaban de alabar mi outfit esa noche. Era algo un poco atrevido, pero así había sido yo siempre. La mayoría de nosotros había llegado al lugar. — Me contó Claudia que piensa dejar las cosas como están —. Me dijo Sabrina dándome una copa de vino—. Se quedó muy contenta con los resultados de los proyectos que está gestionando tu departamento. — Eso es una excelente señal —. Choqué mi copa con ella en señal de salud. — Y hablando de señales, ya llegó. Ven vamos a saludarla —. Sabrina echó a andar hacia la entrada para recibir a Claudia, que se dio un beso con su acompañante Yo también eché a andar, pero me tuve casi de inmediato porque perdí la voluntad de caminar hacia la entrada. Me quedé sin aire porque todo me parecía una broma de mal gusto, pues el acompañante de la nueva dueña de la compañía donde trabajo era nada más y nada menos que Franco, el imbécil que me dejó en el altar.
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