—Una mañana apareció de nuevo en el departamento, así que no tuve más remedio que adaptarme a su presencia, no hubo disculpa inmediata a nuestra discusión, simplemente seguimos sin mirar atrás—
—No te visto en días— dijo sin quitarme los ojos de encima, de mi parte accedí para seguir degustando del desayuno junto a él, el cual consistía en distintos platillos con café caliente. Las mañanas no eran las mejores para mí y menos cuando los cólicos tocaban a la puerta, esa mañana había despertado con demasiados dolores en la parte baja de mi pelvis, así que mi humor no era el más estable.
—¿Qué has hecho últimamente?— Cuestioné esta vez dejando aún lado el desayuno y regalándole toda mi atención, ya que su mirada me indicaba que esté la pedía con gran insistencia.
Los rayos de sol se colaban por los ventanales dándole un aspecto más hogareño a la cocina, y con aquel aroma de café en el aire, era imposible actuar como alguien indiferente.
El rostro de Desmond se mostraba relajado, siendo honesta me alegraba verlo de ese modo.
—¿Qué quieres saber?— totalmente serio preguntó sin dejar de observarme. —He tenido tantas reuniones. Hace un par de horas firmé un acuerdo internacional con Asia...— Me gustaba oírlo hablar sin importar el tema que fuera, ya que su tono de voz era exquisito. —Eres hermosa— sonreí para lamer mis labios y seguir prestándole atención, amaba esos momentos. —¿Te ha gustado el desayuno?— Dijo después de segundos a lo que accedí de nuevo sin pensarlo demasiado.
—Gracias por traerlo— susurré con un tono lento.
Era imposible no sentirse intimidada con aquella mirada, sin permiso mis mejillas encendieron.
—Al despertar no pude evitar pensar en ti— murmuró para después mostrarme una sonrisa sensual, de mi parte negué al alejarme de aquella isla donde compartíamos aquellos platillos traídos por él. —Espero que no actúes así con otros hombres— insistió al dejar aquel asiento y seguir mis pasos a la cocina. —¿Lo haces?— sentí sus manos tomar mis costados de una manera suave y delicada.
—¿A qué te refieres?— apenas y pude susurrar en un hilo de voz.
—A esas miradas— sin importar todo lo vivido tres noches antes este tomó mis mejillas para unir nuestros labios, no podíamos llegar a más, pero con sus besos era suficiente. —Actúas provocativa sin darte cuenta de ello— Espetó al dejar las caricias y regresar a la isla donde no dudó en tomar de nuevo su taza de café; café y vino eran lo único que bebía.
Después de dos años me había acostumbrado a tener el solvente y vino en el almacén, ya que se trataba de algo esencial.
—Haces que quiera quitarte la ropa y darte el mejor orgasmo— Abrí los ojos al escuchar su confesión, él tenía la culpa de aquel ego que cargaban mis hombros.
—No lo hago— Insistí queriendo más halagos, algo natural del ser humano... —Solo tú lo causas en mí— aseguré sin quitarle los ojos de en cima, causando que la pasión renaciera entre ambos.
—Ven aquí— sin remedio y sedienta de caricias, caminé a él, donde este me tomó de la cintura para colocarme en sus piernas.
—Te he extrañado— le confesé tal vez siendo débil o demasiado sincera, ya que en aquellos días su nombre no había dejado mis pensamientos en paz.
—Y yo a ti— era imposible no derretirse ante simples palabras, con rapidez abracé su torso esperando recibir aquella calidez. —Fue complicado venir a ti con todos esos pendientes— dijo al sujetar mi cuerpo en sus brazos. —j***r— escuché su voz después de segundos, al alejarme de él pude observar un gesto alterado. —Me tengo que ir— accedí al fingir no tener idea de su itinerario, sabía que pronto estaría con ella en una de sus propiedades lujosas.
—Llevas tan solo treinta minutos junto a mí, ¿Te es suficiente?— cuestioné al bajar de sus piernas e intentar levantar los platillos de la isla.
—No lo es— dijo al tomar uno de mis brazos y jalarme a su dirección. Con un empujón brusco tomó mi cuerpo para sentarlo en aquel mármol de la isla. —Sabes que no es suficiente— insistió para dejar pequeños besos cerca de mi clavícula, embriagándome una vez más de él. —Abre las piernas para mí— ordenó con aquel aire d*******e, el semi rubio lo era, era todo un estratega.
—¿Me quieres?— la pregunta salió de mis labios por si sola, aquella ansiedad de ser alguien importante para él me golpeó sin piedad. De su parte únicamente alzó la mirada para sonreírme con esa aura pesada.
—Eres muy crucial para mí, y de no quererte no estaría aquí... en tus piernas— mordí mis labios para acceder repetidas veces, aquella respuesta fue halagadora, tanto como para rendirme ante él. —Eres importante— acerqué mi cuerpo al suyo. —Te veré en un par de días— terminó anunciando sin antes dejar un beso apasionado en mis labios.
—¿Partirás hoy?— cuestioné una vez más al verlo soltar mi cuerpo e ir tras aquel saco, para por fin dejar su departamento. —¿Adónde irás en esta ocasión?— insistí con una voz cansada, pero este solamente se dedicó a negar, informándome que no me contaría nada. —Vamos... dímelo—
—Quiere ir a Rusia con su familia— murmuró refiriéndose a su esposa, a la bella y elegante Rebecca de Ratcliffe, nunca intenté buscar más información de la que él me regaló alguna vez.
Aunque a veces me preguntaba a mi misma, que había visto él en mí, ya que no podía competir con una mujer de uno setenta de altura, ella era rubia, ojos azules, tez blanca, ella era de buena familia con un cuerpo Perfecto y delgado, mientras que yo era todo lo opuesto.
Esa mañana intenté por primera vez detenerlo.
—Nosotros podríamos ir a Hilton— dije con un gesto malicioso, pero en segundos mis alas fueron cortadas.
—Tengo pendientes en Rusia— sentenció sin mostrarme ninguna expresión.
>—¿Qué sintió en aquel momento?——Claro—<
—No crea que eso me afectaba tanto, a lo largo de nuestra relación tuve que soportar verlo abrazado de ella en aquellas revistas que estos encabezaban como; Forbes, People o Vogue, donde anunciaban que eran la pareja perfecta con demasiados ingresos y absurda influencia. Así que aquello solo era un mal rato— Después de su confesión, intente adelantar su partida.
—Se te hace tarde— indiqué al bajar de aquella isla.
—Sabes como funciona esto— advirtió pensando en los celos que habían nacido en mí.
—Claro, no acepté con los ojos cerrados. No reconsideraremos si nos reconciliamos, no nos reconoceremos y nos daremos la mano— cite parte de nuestro acuerdo para colocar mis manos en mi cintura y seguir limpiando aquella isla.
—Me has dejado sin palabras— fueron sus últimas palabras, después de eso este volvió a dejar un beso en mis labios para partir.
[...]
Ese mismo día tuve que partir a dos clases, dejar el departamento fue difícil con aquellos dolores que parecían debilitarme completamente. La última clase fue la más calmada, pude relajarme y no prestar tanta atención al profesor que en aquel momento intentaba encontrar escritos en su portátil.
—Vamos responde— ordenó Marc junto a mí, este mantenía una conversación con Elián y aquel tipo que debía ignorar. Nunca fue un fraude oírlos platicar de cualquier tema, aunque se tratará de una tontería, ellos lo convertían todo una experiencia.
—No sé, un Lamborghini— balbuceó Elián con un gesto confuso, por lo que había escuchado, tenía entendido que ellos hablaban de autos, los autos de sus sueños y lo dispuestos que estaban por tenerlos algún día.
—¿Cuál sería el auto de tus sueños Nicole?— ellos me observaron con una chispa de entusiasmo, sus ojos esperaban mi respuesta, siendo honesta fue gracioso verlos tan concentrados.
—Mercedez-Benz Clase G 63 AMG— confesé sin pensarlo, aquel auto era el de mis sueños y todo gracias al vecino que una vez tuve, aquel hombre se paseaba por todo el vecindario con un lindo Mercedez. —Podría matar por uno— estos accedieron para tal vez buscar el modelo en sus archivos, aunque un gesto de Elián me hizo sonreír, este era el propietario de uno, el cual tenía en su cochera.
—Es muy buen diseño— pude oír la voz tan singular de Clayrer, sus ojos me tomaron prisionera al grado de robarme una sonrisa nerviosa. En aquel instante me repetí una vez más que debía alejarme de él.
—Elián tú tienes uno— acusé intentando olvidar al tipo y seguir con aquella conversación, en la cual Elián intentaba no llamar la atención. Aquello fue una sorpresa para Marc y Deyla, la cual parecía más concentrada en su móvil. Pero no Clayrer, este miró fugazmente a su amigo para alzar los hombros.
—Bueno, es de mis padres, por lo tanto, no es mío cariño— explicó con cierta pena.
—Cuesta cientos de dólares— preocupado Marc miró al rubio.
Elián siempre fue extraño, parecía incómodo por sus privilegios, era diferente a cualquier sujeto adinerado, no egocéntrico, sino al contrario el tipo tenía un aura humilde y carismática. Tal vez por esa razón tuvo mi lealtad desde el primer día, en una universidad costosa, era normal ver a sujetos alagar de su fortuna.
—Cuando quieras podrás manejarlo— me informó con una sonrisa.
—¿Me lo prometes?—
—Claro, siempre y cuando estés consiente—
—Regresando a la página treinta, ¿Alguien podría explicarme lo que quiere decir el primer apartado?— tuve que alejarme de aquella diversión para prestar atención al hombre que no parecía agradarle ni un poco.
—Oye— y entonces... él susurró intentando tener mi atención, ¿cómo iba a poder alejarme?, era imposible. —¿Estamos bien?— insistió haciéndome sentir incómoda. Ya que aún no sabía quién era.
—¿Señorita Rosales me podría realizar un favor?.—
—¿Si?— pregunté al alzar la cabeza y mirarlo, aquel profesor parecía concentrado en mí informándome lo poco discreta que era.
—¿Podría ir por unas copias a la sala de docentes?— cuestionó alzando la ceja. —Puede llevarla el señor Ratcliffe si desea, parece tener algo importante que decirle— desde aquel momento el destino se rio una y otra vez.
Todo llegó a indicarme que no iba a poder alejarme de él. —Claro— sin decir algo más tomé aquel bolso que me acompañaba a todos lados y me dirigí a la puerta del aula, con él detrás de mí.
—Vaya, no creo que la vida nos esté dando buenos momentos— una risa salió de sus labios haciéndome sentir tanta incertidumbre, ya que ciertamente no conocía nada de él, pero me había dejado ver su personalidad días antes.
Clayrer desde el inicio fue alguien coqueto y risueño, sabía que era atractivo.
—Puedo ir sola, no debes acompañarme— intenté alejarme de él sin detener mis pasos.
—Parece que en verdad te ofendí, no respondiste mis mensajes— Espetó haciéndome recordar aquellos mensajes que había eliminado.
—Lo siento— dije al detener mis pasos, con el poco valor en mi cuerpo intenté dejar las cosas en claro con él.
—¿No te agrado?— cuestionó con esa sonrisa blanca, haciéndome sentir débil ante él. —Ciertamente, no he cruzado tantas palabras como me gustaría, porque tú tienes algo que me hace sentir un bicho raro— después confesó. —No lo soy—
—Mira— Era el perfecto momento para aclarar frente a él cualquier tontería, pero su mirada me detuvo.
—¿Me cortas las alas tan rápido?— bufó con una risilla contagiosa, pude sentir como mi cuerpo se congelaba en aquel pasillo. —¿Por qué no quieres mirarme o hablar conmigo?, no soy de esa clase de pervertidos, tal vez sea uno, pero no de ese estilo— No fue necesario responder a su tontería, inquieta me obligué a dejar de verlo; no podía ni siquiera llamar mi atención. —Nicole— insistió al acercarse a mí.
—Yo iré por las copias— como una cobarde ante un hombre atractivo intente huir de él y de todos los problemas que podían nacer.
—No, vámonos de aquí, ese hombre técnicamente nos echó de su clase, sé que podemos pasarla mejor en otro lugar— y entonces mi cuerpo fue arrojado a una pared del lugar, sentí sus manos acorralarme y su respiración cerca de la mía, sin previo aviso, Clayrer me hizo temblar.
—Conmigo no funciona esta técnica vieja— intenté tomar una postura indiferente.
—¿A no?— Su aspecto no me ayudó en mucho, su aroma me dejó en las ruinas. —Tu respiración te está fallando, puedo escuchar a tu corazón— susurró para ambos, convirtiendo aquel momento en uno más íntimo. No podía pensar en otro hombre, mi corazón y mente debían pertenecer a aquel hombre maduro. Imágenes del mismo golpetearon mi mente conmoviéndome por completo. Él solo podía ser mi d***o y mi pecado, nadie más que él. —Eres mejor de lo que tenía en mente— Tensa lo empujé liberándome por completo.
—Bien— se rindió al alzar las manos en son de paz, de mi parte simplemente accedí intentando regular mi respiración.
—Vamos por esas copias— sentencio al sujetar mi mano e iniciar de nuevo nuestro recorrido.
—Clayrer— lo llamé.
—Quiero decir lo siento, pero ciertamente no lo siento— y desde ese momento supe que Clayrer sería un gran problema y que él ignorarlo únicamente aumentaría más su interés.
[...]
Como última actividad del día, tuve que asistir a esas prácticas en su corporación, era bueno no tener que hacerlo sola, con Marc era diferente.
—Nos vemos más tarde— dejé un beso en la mejilla del nombrado para verlo partir a su puesto.
—Nos vemos— informó este sin dejar de avanzar.
—¿Es tu pareja?— cuestionó la recepcionista que minutos antes nos había recibido.
—Es uno de mis allegados, a Stephanie también se le hizo atractivo— Tente a la mujer quien giró los ojos con cierta molestia.
—Stephanie tiene pareja, llevan tres años—
—Te gusta él… se que puedes vencer a Stephanie—
—No… Bueno, tal vez—
—Lo harás— le dije intentando no seguir con el tema. —¿Esta Dref?—
—Oh se me olvido mencionar, el señor Baker tuvo un asunto familiar urgente cariño— bufó Mía tras el escritorio. —Me dijo que te veía el jueves— accedí al buscar mi móvil con intenciones de dejarle un mensaje a Marc; avisándole no esperar por mí.
—¿Entonces me voy?— le interrogué:
—si, él te dio el día libre— contestó la chica con una inmensa sonrisa.
Pensé que aquel día iba a terminar de la mejor manera, pero no lo hizo, ya que un mensaje de su parte cambió todos mis planes.
Estoy en camino al departamento— me envío.