Ciudad Rho

1632 Words
Dawson y el detective, llegaron casi al anochecer a Ciudad Rho. Se fueron directo al hotel, sólo dejaron las maletas en sus respectivas habitaciones y salieron para cenar. -Necesitamos seguir al hombre un par de días, y a partir de ahí trazamos un plan para abordarlo – el detective, reveló cómo se procedería. -Entiendo. ¿A qué hora necesitamos salir? –Dawson se puso a disposición. -Mis fuentes dicen, que a las 11 de la mañana llega a un supermercado, que es su lugar de trabajo. Así que debemos llegar por lo menos dos horas antes para estudiar el lugar – nunca había trabajado con alguien, para el detective, era algo complicado dar órdenes directas. -Entonces, mañana a las 8 –Dawson sugirió, de acuerdo a lo que le informó. -Me parece más que bien – le pareció un alivio que el abogado fuera proactivo. -Me voy Noel, necesito descansar – se puso de pie, dejando al detective en la mesa. -Hasta mañana Jerome – sólo levantó la mano como despedida. El abogado llegó a la habitación, tras cerrar la puerta se despojó de toda la ropa y se metió directo a la regadera. Meditando, fue consiente que toda la situación que sucedió al mediodía, lo único que hizo fue despertar en él un sentimiento de protección, porque todo el lenguaje corporal de ella, se lo pidió a gritos. El cuerpo de Ángela cabía en sus brazos, parecía hecha a su medida. Inclusive, no podía olvidar su expresión, casi juraría que por un momento, había deseo surcando el azul profundo de sus ojos. ¿Cómo no lo había notado con anterioridad? Ella le interesaba más allá del ámbito profesional. Se acostó a dormir tranquilo, sabía que el día siguiente requeriría toda su intuición y atención, para poder alcanzar su objetivo. Se levantó temprano, fue a desayunar con el detective, y aprovechando el tiempo, le mostró una fotografía del actual Méndez. Jerome se quedó perplejo, no se asemejaba casi en nada al hombre de la foto antigua que él mismo le había dado a Noel. Ambos hombres estaban en el centro comercial, donde se encontraba el supermercado. Lo recorrieron para determinar los puntos estratégicos. Incluso, entraron a la gran tienda para también planear posibles escenarios. Habían decidido separarse, uno se quedaría cerca de la entrada norte y el otro en el lado opuesto, acordando que, el primero en verlo lo seguiría y llamaría al otro para dar aviso. Así fue como Jerome lo vislumbró. Por un momento dudó, en persona el tipo lucía escuálido, la calvicie era más notoria; pero, cuando observó el lunar característico bajo el ojo derecho, lo comenzó a seguir convencido que era él. -Voy caminando al supermercado –Jerome, dio aviso a Noel por el celular. -¡Bien! Voy caminando para allá. Recuerda, mantente a una distancia prudente y si se detiene, pásalo de largo – le advirtió de nueva cuenta. -¡Ya lo sé! Me lo repetiste tantas veces - respondió hastiado. -Sabes, aún no entiendo por qué decidiste venir tú, pudiendo dejármelo a mí o enviar a otra persona – al fin se atrevió a preguntarle. -Nunca desaprovecho una oportunidad para adquirir una nueva habilidad – aunque por otra parte, no quería errores; él, como abogado, sabía lo escurridizos que podían llegar a ser con el juego de palabras. -Ya los vi. Me voy a quedar en la posición número 3, tú sigue el plan A – le dijo en código y colgó la llamada. No le sorprendió ver a Jerome actuar conforme a sus órdenes, lo consideraba una persona enfocada y dedicada en el trabajo que le pusieran. Méndez entró por la parte de empleados, obviamente Jerome no lo pudo seguir, pero tomó un carrito y fingió estar realizando compras. Pasaron 15 minutos cuando lo volvió a ver, incluso pasó por su lado, ya con uniforme. Lo siguió de nuevo, percatándose que se quedó en el área de la farmacia. Jerome se preguntó, cómo de ser un licenciado con un buen empleo, llegó a terminar de esa manera tan patética. -Creo, que desde la posición número 5 se podría ver mejor – le dio avisó a Noel, mientras él abandonaba el carrito con sus compras falsas. Noel se movió de lugar, sería él quien se encargaría de observarlo, ya que era quien tenía la experiencia; y Jerome, sólo sería un apoyo. En un segundo, Méndez se le desapareció de la vista, estaba marcándole a Jerome para que entrara a verificar, pero de nuevo lo vislumbró, con una mano oculta cerca de su pecho, y girando su cabeza en todas direcciones sospechosamente. ¿Estaría robando medicamento? Para la hora de la comida cambiaron puestos, manteniéndolo vigilado durante toda su jornada laboral. Dieron las 6.30 de la tarde, cuando Méndez se perdió en el interior de la tienda. Fue el turno de Noel de seguirlo, cuando salió por la puerta de empleados. Caminó tres cuadras, para adentrarse a una farmacia más pequeña. El vidrio del lugar, le permitió observarlo desde la acera de enfrente, sacando algunas cosas de sus bolsillos, y a la persona en la caja entregarle dinero. Era seguro, estaba revendiendo la mercancía robada. Después de haber terminado sus negocios sucios, se quedó 30 minutos conversando con el tipo de la caja, para volver a salir con total normalidad y despreocupación. Lo siguió por otras dos cuadras, donde lo vio perderse en un bar. Antes de entrar le habló a Jerome, para avisarle dónde estaba y se adentró en el lugar. Méndez, bebió casi hasta perder el conocimiento. Debía frecuentar el lugar, ya que el encargado, dejó de venderle alcohol y a correrlo en reiteradas ocasiones a su casa. Para las 4 de la madrugada, lo observó cruzando la calle, para entrar a un callejón; en ese momento intentó seguirlo de prisa, pero ya lo había perdido. Decidió recorrer el callejón, para encontrarse con que no tenía salida; así que, esperar por el único acceso era lo más viable. De cualquier manera, estaba molesto por su imprudencia. Golpeó ligeramente la ventana del auto, donde estaba Jerome plácidamente durmiendo. El abogado abrió los seguros, permitiéndole entrar, mientras todavía se tallaba los ojos somnolientos. -Entró por ese callejón – le apuntó. –Mantente despierto hasta que salga por ahí – y se acomodó en el asiento del copiloto, siendo su turno de dormir. Jerome, intentó espabilarse lo más rápido posible, tomándose su café ya frío. Eran las 10 de la mañana, el estómago de Jerome comenzó a quejarse sonoramente. Noel seguía dormido, como si no hubiera ruido en el exterior. Pensó en despertarlo, para poder ir a la tienda que estaba justo frente a él, comprar cualquier cosa que calmara su hambre. Pasó por su mente que tal vez, si iba lo suficientemente rápido, Méndez no aparecería, después de casi 6 horas sin novedades, 5 minutos eran nada para la calma que le brindaría. Estaba en su debate interno, cuando la figura enclenque de Méndez apareció frente a él. Encendió el motor, y jalando la palanca del asiento de Noel, éste salió disparado hacia el frente, golpeándose con el panel. -¡Qué mierda! – El detective le reclamó con molestia a Jerome, que estaba carcajeándose sin poder responderle, sólo apuntó a Méndez, con la esperanza que él entendiera. Méndez, dio la vuelta por una calle que el auto no podía tomar, por lo que Noel se bajó para seguirlo. -¡Esto no se va a quedar así Jerome! –Lo amenazó antes de azotar la puerta del auto. El antiguo empleado de Grupo Vietz, se dirigía a su empleo de tiempo completo en el supermercado, por lo que el detective y el abogado se reencontraron en el centro comercial. El detective, pasó todo el turno reclamándole la insolencia que se había atrevido a hacerle. La verdad era, que solo quería despertarlo con prontitud; el resultado terminó siendo graciosamente excedido de sus intenciones. Con el tiempo, Noel conservaría la anécdota muy dentro de él; ya que fue de las únicas ocasiones, en la que vio a Jerome sonreír despreocupadamente. El día pasó con las mismas actividades, sólo que por la madrugada lo estaban esperando en el callejón, descubriendo la puerta por la que entró, terminaron por averiguar que eran cuartos en renta. Ese era el lugar donde vivía. Tercer día que parecía desarrollarse de la misma manera, sólo que el detective le tomó varias fotografías comprometedoras. Querían tener evidencias para poder negociar con él, para “incentivarlo” a que cooperara. Estaban en el bar, Méndez ya se notaba ebrio y Noel se sentó con él. Jerome estaba en la barra, observando al par de hombres hablando animadamente; entonces, el detective le hizo señas al abogado, que se acercó sin perder más tiempo. -Él es mi amigo – señaló a Jerome, haciéndole una expresión para que le siguiera el cuento. Jerome se sentó, observando el aspecto desalineado y alcoholizado de Méndez. –Sólo te voy a decir que te cuides, mi amigo – -¿Por qué? –A pesar de que no sabía de qué estaban hablando, preguntó. -Yo también trabajé para Grupo Vietz, y ese lugar es un nido de buitres – habló abiertamente, y le dio un trago a su botella de cerveza. -¿De verdad? No lo sabía –Jerome se hizo el occiso para indagar. Para sorpresa de ambos, Méndez cantó todo como un pájaro. Quizá por el estado etílico en el que estaba, o porque creyó que estaba hablando con dos desconocidos, pero reveló cosas, que ni siquiera estaban relacionadas con el fraude. Ambos hombres, estaban estupefactos ante todo lo que les habían revelado. Entonces, Jerome tomó decisiones que tal vez no le correspondían, pero que sabía eran las correctas para Grupo Vietz y por supuesto, para Ángela.
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