Los pensamientos de Ángela, desfilaron uno tras otro en su cerebro, ¿a quién llamar? ¿Qué debía hacer? ¿Quién tendría las respuestas a sus preguntas? Las lágrimas de nuevo salieron de sus ojos; pero, eran de desconcierto, de coraje, de impotencia, de miedo.
-Señora, siéntese –Magda la atrajo de nuevo a la realidad.
-¡No! –Salió corriendo de la cocina para tomar el teléfono y llamó a Gabriel, que no le respondió. Dio un grito de frustración y llamó a las oficinas. –Comunícame con el licenciado Méndez – tan pronto respondieron, solicitó de manera autoritaria.
La señorita del otro lado de la línea, respondió molesta, no sabía quién le hablaba tan prepotente. –El licenciado Méndez ya no trabaja aquí. –
-¿Cómo dices? –Habló con sorpresa e incredulidad
-El licenciado Méndez ya no trabaja aquí – le repitió con lentitud, haciéndola parecer una estúpida. –Quiere... – no la dejó terminar, colgó y lanzó su teléfono con fuerza, molesta.
Magda, que estaba a unos metros de distancia, la veía debatirse: tomar el celular, marcar y colgar en varias ocasiones.
–Dile a Gary que prepare el auto, vamos a salir – finalmente le ordenó, subió las escaleras para arreglarse. Le tomó 20 minutos estar presentable, porque durante todo ese tiempo había permanecido en casa, atendiendo las necesidades de sus hijos. Y sin embargo, como lucía, no era ni un cuarto de lo que solía arreglarse.
Llegó al edificio del grupo, donde había muchas personas reunidas, trabajadores, con la misma incertidumbre que ella tenía con respecto al destino de la empresa. Caminó por en medio de la gente, de gritos y empujones; la recepcionista no sabía qué hacer, ya que la turba estaba exigiendo hablar con alguien.
-¡Soy Ángela Vietz! –Se paró frente a la recepción, y cuando la escucharon todos guardaron silencio -¡Y lo único que les pido, es que me den hasta el día de mañana al mediodía para darles una respuesta! –Estaba molesta y todos lo notaron.
Escuchó, cómo las personas comenzaron a gritar cosas inentendibles, pero sólo una voz sobresalió. -¡Tenemos familias que alimentar! –
-¡Sé perfectamente de lo que hablas! ¡Tengo cuatro bocas en casa, que necesitan atención y alimento! –Quería hacerles sentir su empatía.
-¡Sólo queremos saber si tenemos que buscar otro empleo! ¡Si nos van a pagar, estamos a mitad de mes! –La incertidumbre estaba en todos los empleados.
- ¡Les puedo jurar que no permitiré que la empresa cierre! ¡Pero el que no se sienta seguro con mi palabra, pasé en este momento a recursos humanos a firmar una carta de despido, se les liquidará todo de acuerdo a la ley! –Se hizo un ligero bullicio, haciendo a todos titubear. -¡Un día no hará la diferencia! Regresen a trabajar por favor – dulcificó un poco la voz, entonces las personas comenzaron a dispersarse, regresando a sus áreas de trabajo. Eso le dio un respiro.
Comenzó a caminar hacia el elevador, la recepcionista ni siquiera le dijo nada. Llegó al tercer piso, donde estaba la oficina de Gabriel, e ignorando por completo a la secretaria, que la había seguido diciéndole cosas que no le importaban en lo absoluto, entró.
-¡Gabriel ¿Qué mierda significa la declaración de la mañana?! –Lo encontró detrás del escritorio, en medio de papeles.
-¡No lo sé Ángela! – Su hermano respondió con fastidio, lo que menos esperaba era verla ahí. Y con eso, la secretaría regresó a su puesto de trabajo.
-¿Cómo que no lo sabes? ¡Eres el presidente, debes estar en comunicación con todos! –Necesitaba respuestas, y el que no las estuviera recibiendo, la frustraba.
-¡Desde lo de Rodolfo, han estado creando divisionismos! –Gabriel reveló.
-¿Estamos en bancarrota? –Era lo primero que necesitaba confirmar.
-Tenemos problemas económicos – le dijo un poco más calmado.
-¿Haz revisado los libros contables? –Seguía cuestionándolo.
-He estado luchando con las cuestiones políticas… - ni siquiera lo dejó explicarle.
-¡Eres un imbécil, Gabriel! –Salió de la oficina histérica, la secretaria la vio y escuchó el grito de frustración que dio en medio del recibidor, pero no derramó ni una lágrima de nuevo.
-¡No me hables así! –Gabriel salió detrás de ella, iniciando una escena afuera de su oficina, en presencia de la empleada.
-¿Y cómo quieres que te hable? –Preguntó con ironía.
-¡También es mi futuro! ¡Mi patrimonio! ¡¿Crees que todo esto lo planeé?! –Ángela suspiró a profundidad.
-No, pero en definitiva te falta experiencia. Es totalmente mi culpa – hizo un silencio, cerró los ojos, con pleno conocimiento que debía hacerse cargo de la empresa. –Convoca a una junta mañana a primera hora, voy a arreglar todo este desastre hoy – el tono autoritario hizo a Gabriel molestarse, pero no podía refutarle, después de todo el problema surgió bajo su gestión.
-¿Cuál es tú nombre? –Le preguntó a la chica que la había perseguido, la secretaria de Gabriel. Ella se giró a ver a su jefe, con temor, sin saber qué hacer.
Fue hasta que Gabriel asintió, que ella respondió. –Bella, señora. –
-¿Conoces a las demás secretarias? –No apartó su mirada severa de la chica.
-Sí, señora – se sentía un poco intimidada, ya que no sabía quién era.
-Llama a la que consideres más apta para trabajar junto a ti, voy a necesitar dos secretarias. No te molesta, ¿cierto Gabriel? –Hasta ese momento, posó su vista de nuevo en su hermano.
-No, adelante. Había olvidado que eras una perra – recordó, que su padre le dio a ella el control total de la empresa cuando se retiró.
-¿No me digas que creíste que Rodolfo sólo se casó conmigo, para que Wright Transportation formara parte del grupo? –El comentario de su hermano, por alguna razón le molestó.
Él no quería ir por ese camino, mejor cambiaría de tema. -¿Qué es lo que vas a hacer? –
-Ya señora, ya viene para acá –Bella los interrumpió.
-¿Quién está ocupando el puesto de Méndez? -Ángela le preguntó a Bella, que se giró a ver a su jefe, con duda.
-Wood – respondió Gabriel, porque la chica desconocía la información.
-Llámalo, Bella –Ángela, entró a la oficina de Gabriel, con él detrás. -¿Por qué lo despidieron? –
-No lo despedimos. Después de lo de Rodolfo, presentó su renuncia, argumentando que ya era momento de su retiro –Gabriel le explicó, pero ya no le importó.
Llamó por el intercomunicador. –Bella, cuando el licenciado llegué, hágalo pasar de inmediato. Además, pida un estado financiero, y el historial de los últimos cuatro meses de todas las empresas que formen parte del grupo, ¿ya llegó su compañera? –Dio indicaciones.
-Sí señora, ya está aquí –
-Necesito, que ella preparé una lista con los nombres, edades y estudios de todos los que forman parte de la junta directiva y gerencias – colgó y tomó su celular para llamar. –Gary, necesito que pasé a recoger a los niños a la escuela, y que los lleve a sus actividades correspondientes del día; si es necesario, que Magda lo acompañe – escuchó la respuesta afirmativa de Gary y colgó, para marcarle a Magda. Mientras estaba dándole las indicaciones, Wood llegó.
El rubio, se desconcertó al verla a ella detrás del escritorio de la presidencia, y a Gabriel sentado en la sala de la oficina, llamando también por teléfono a los socios, para la reunión del día siguiente.
-Soy Ángela Vietz, siéntese licenciado –Wood se sintió nervioso. Tras escuchar el apellido, sabía lo que eso representaba; además del tono con el que le habló. -¿Hace cuánto está ocupando el puesto? –
-Hace poco más de dos meses – intentó responder sin titubear.
-¿Quién lo nombró? –Ángela fue directa, comenzando el interrogatorio.
-Fui yo –Gabriel intervino. Ángela, guardó la compostura y evitó reaccionar.
-¿Méndez le dejó todo en orden? –Cuestionó.
-Cuando yo tomé el puesto, él ya no estaba en la empresa –Wood volvió a responder.
-Estuvimos dos semana sin nadie - Gabriel intervino de nuevo.
-Quiero que busqué una carta poder en su departamento, donde cedo la presidencia a Gabriel; la necesito para mañana mismo – estaba sumamente interesada en los detalles del documento.
-Me ocuparé de eso personalmente –Wood, se sintió intrigado por la petición, pero sabía que algunas respuestas, las obtendría cuando encontrara el documento.
-Gracias, puede retirarse – terminó Ángela con las preguntas.
Cuando Wood salió de la oficina, fue el turno de interrogar a su hermano. -Gabriel, ¿postulaste una vacante o alguien te lo recomendó? –
-Postulamos una vacante, y era él más capacitado, yo mismo lo entrevisté – le dijo con seguridad.
No quería pensar mal de su hermano, pero la incógnita se instaló en su mente: ¿lo estaría subestimando, o en verdad era incapaz de maquinar un fraude?