Prólogo

1432 Words
La lluvia era pesada y copiosa, los truenos y relámpagos que caían, hacían sentir que el cielo se rasgaba para caerse a pedazos. Parecía que sintonizaba con su corazón, que agonizaba por la pérdida. Parada bajo la lluvia, bajo su paraguas n***o, Ángela sentía las gotas de agua salpicarle las piernas. Deseó que la vida fuera así, al revés, como esas gotas de lluvia que por un momento iban de abajo hacia arriba, al menos tal vez en lugar de muerte, habría nacimiento. Había mucha gente a su alrededor, pero ella estaba absorta en sus pensamientos, en su cuerpo; después de todo un pedazo de su propia vida se estaba muriendo, junto con la persona que yacía en el ataúd frente a ella. Su esposo, Rodolfo de 47 años, había sido víctima en una balacera, que según decían, él estaba en el momento y el lugar equivocados. Pero ella no había prestado atención a los detalles, cuando recibió la noticia, lo único que su mente escuchó, fueron las palabras crueles: “Rodolfo está muerto,” dio unos pasos hacia atrás, antes de desvanecerse en la sala de su casa. Su feliz matrimonio, que sólo había durado 15 años, tal vez no haya sido perfecto, después de todo las parejas pelean; pero se amaban, y habían prometido estar juntos hasta la muerte. Que desafortunadamente para Ángela, ella tendría que sufrir la pérdida primero de su amor. Quería irse con él, deseaba poder acompañarlo, como había hecho en las cosas dulces de la vida, y ahora en el momento más crucial, no podía. Sus hijos la mantenían atada a ésta realidad. No sabía si sentirlo como una maldición, ya que ellos le recordaría día a día a Rodolfo, y ella no podría ir a buscarlo. El abrazo sorpresivo de dos pequeños, uno en cada pierna, la sacó de su letargo. Soltó el paraguas y se agachó para abrazar a sus dos pequeños: Mateo y Mario, un par de gemelos con 6 años de edad; que si por ella hubiera sido, no los habría llevado a tan cruel despedida, pero su madre le había argumentado, y ella por no discutir, cedió. Por un momento la lluvia mojó a los tres, suficiente para que se mezclara con las lágrimas que caían de sus rostros. Su hijo mayor, Maximiliano de 14 años, los cubrió de inmediato con su paraguas, mientras abrazaba con su otro brazo a su segundo hermano, Miguel de 10. Los guardaespaldas de inmediato se acercaron a la familia, para ser ellos quienes los protegieran de la lluvia. Las personas que los acompañaron en tan penoso evento, se fueron yendo de poco a poco, dejándolos solos, porque así sería a partir de aquel momento, solo ellos 5. Vieron cómo el ataúd fue introducido en aquel pozo frío y húmedo, cómo lanzaban la tierra hasta cubrirlo, y con eso cayeron en cuenta, que definitivamente se había ido para siempre. Regresaron a su casa, agotados, pesados, y no porque estuvieran mojados, sino por lo que la pérdida representaba. Magda abrió la puerta, era la persona que ayudaba a Ángela en todo lo relacionada a la casa. -Señora, el licenciado Méndez está en la sala – le informó con pesar. Ángela suspiró hondo, con todo lo sucedido, no había reparado en el hecho de que tendría que arreglar los asuntos del negocio que su marido tenía. -Por favor, sube a Mateo y a Mario a su habitación -Magda tomó de las manos a los dos niños y subió con ellos. -Maximiliano, por favor sube con Miguel - y le gesticuló a Max: “No lo dejes solo”. Vio a sus cuatro hijos subir por la escalera, y hasta que desaparecieron, se dirigió a la sala. -Licenciado Méndez, ¿a qué debo la visita? –Preguntó, no porque no sospechara, sino porque tenía la esperanza de poder postergarlo; especialmente en ese momento, que no tenía cabeza para nada. -Lamento mucho su pérdida señora Vietz – cerró los ojos, porque aquellas palabras pesaban, y sin esperarlo, las lágrimas salieron. –Discúlpeme por parecer un perro sin corazón o alma, sé el momento por el que está pasando –Ángela, se cuestionó si realmente lo sabía. Abrió los ojos, viéndolo en medio de las lágrimas, reconoció que él no tenía la culpa de su infortunio. –Es lógico que en éste momento Grupo Vietz no esté en sus prioridades, pero llevamos 2 días lidiando con los inversionistas, y los socios están algo tensos por la falta de liderazgo – podía suponerlo, seguramente se habían lanzado como carroñeros por la presidencia, eso incluía a su hermano Gabriel. Se dejó caer sobre el sillón, cansada, ¿tendría tiempo de pasar por el duelo? Ya había pasado mucho tiempo desde que había trabajado en el grupo, había dejado su puesto a causa del matrimonio y la llegada de sus hijos. Ella misma lo había decidido de aquella manera. No tenía la menor idea de los nuevos proyecto, aun cuando Rodolfo le comentaba a grandes rasgos de los negocios, le llevaría tiempo enterarse de los detalles. Se escuchó la puerta, y en pocos segundos, el grito de su madre llamándola. –¡¿Ángela?! – -Estoy en la sala mamá – suspiró, su madre se sumaba a todo el desorden de su vida. La amaba, era su madre, pero solía ser demasiado controladora. -Licenciado Méndez, no sabía que estaba aquí – dijo con sorpresa la señora de mediana edad. -Señora Wright – la saludó con respeto el licenciado, y prosiguió hablando con Ángela. -Señora Vietz, sé que la empresa es algo que le tomará tiempo retomar – colocó la carpeta sobre la mesa, dejando ver los documentos. –Es un poder, donde cede la presidencia y la representación legal al vice-presidente del grupo –Ángela no comprendió nada. -Habría que esperar a la lectura del testamento – respondió con su instinto activado. -La empresa no entra en los bienes a heredar – el licenciado le reveló. -¿Cómo dices? –Había sorpresa en su voz. -Rodolfo estipuló que si le pasaba algo a él, todo lo referente a la empresa pasaría directamente al segundo socio mayoritario, en este caso, es usted – con esas palabras, entendió lo que su esposo había querido hacer. -¿Quién es el Vice-presidente? –Cuestionó, intentando recobrar un poco de su habilidad pasada como profesionista. -Gabriel – al menos era su hermano, aun así sabía que sus habilidades no sobrepasaban a las de Rodolfo. -¿Cuándo puedo revocar el documento? –Quería tener toda la información posible. -Tan pronto usted haga oficial su regreso – el licenciado abrió el documento, mostrándole la cláusula. Mateo y Mario, bajaron corriendo por las escaleras, interrumpiendo todo, estaban peleando por un juguete y Magda no pudo retenerlos. -Ángela, es tu hermano, deja que él se haga cargo de todo; mientras tú, sigues cuidando de tus hijos, ya que se estabilicen podrás tomar una decisión respecto a la presidencia – su madre le recomendó. Ángela estaba aturdida, en medio de los gritos de sus hijos, la voz de su madre, la presión del abogado y su dolor, no podía concentrarse, determinar qué era lo mejor. -Sólo firma hija – la voz de su madre se escuchó como una consejera, y en contra de todo lo que la experiencia la había hecho aprender, sin leer los papeles, firmó. {{Tres meses después}} -Grupo Vietz se declara en bancarrota… -Ángela, escuchó en la lejanía a la presentadora de las noticias. Corrió hacia la televisión, donde estaba el control, para poder subir el volumen y prestar toda su atención. -Vayamos con nuestro corresponsal, que está en la conferencia de prensa. David, estás al aire. – -¡Buenos días! En estos momentos escucharemos las palabras de Steve Green, uno de los socios de la rama de transporte público del grupo – el reportero se hizo a un lado, dejando ver al castaño imponente y con la evidente expresión de molestia, ser captado completamente. -Buenos días a todos, los hemos llamado para informarles, que Grupo Vietz ha estado atravesando problemas económicos, que ya no es viable seguir haciendo frente, en algunos días se convocará a otra rueda de prensa para informar acerca de los detalles, por el momento no hay más que informar. –Green se alejó de los micrófonos, con el bullicio de las preguntas forzosas que los reporteros tenían, pero haciendo caso omiso a todo, salió de la sala. -Bueno, ya lo escucharon, no tendremos más detalles… -Ángela dejó de escuchar al reportero, quedando congelada en su lugar. ¿Qué demonios estaba pasando?
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