—El volvió— me dice Sandra y solo asiento con la cabeza. —Lo se.— digo con resignación. Ella parece preocupada por mi pero no dice nada evitando presionarme. Lo agradezco. Dejó el café habitual en su mesa sin que él tenga que pedirlo. —¿A que hora sales?— pregunta. ¿Qué no lo sabe ya? —A las tres— respondo honestamente. —Bien. De nuevo no me mira, su atención sigue en esa libreta. Siento un impulso extraño por inclinarme y mirar lo que esta dibujando pero me contengo. Él se retira antes de lo acostumbrado y deja esta vez dinero en efectivo en lugar de pagar con tarjeta. Reviso el dinero y me incomodo por la cuantiosa propina. Pero lo que realmente me horroriza es el dibujo guardado dentro del sobre de piel. Soy yo. Pero no solo soy yo, el detalle del dibujo y la habilidad es