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El capricho del jefe de la mafia

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Blurb

Después de que sus padres en extremo conservadores la echaran de casa por un embarazo no deseado, Annie ha tenido que luchar para salir adelante con su pequeña, sin embargo, abandonar la universidad y trabajar doble turno se volverá el menor de sus problemas cuando en un intentó desesperado por conseguir dinero termine debiéndole a una de las mafias más peligrosas del mundo, especialmente cuando se encuentre frente a frente con el líder de esta, un hombre despiadado y sanguinario que ha logrado llegar al poder manchándose las manos de sangre una y otra vez. Él le hará una propuesta que puede salvar su vida y la de su pequeña:

Si Annie no puede pagar la deuda con dinero siempre puede pagarle con su cuerpo.

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Capítulo 1: Mi estúpida decisión
Capítulo 1: Mi estúpida decisión —Lo siento mucho— me apresuro a disculparme con el comensal que me mira como si quisiera arrancarme la cabeza. Intentó limpiar rápidamente el café de la mesa antes de que manche su ropa mientras levanto la tasa ahora vacía. Si sigo así voy a perder este trabajo y eso es lo último que necesito en este momento pero este hombre no ha dejado de intentar tocar mis piernas desde que llegó. Ademas de las miradas descaradas a mi trasero. El anillo de matrimonio en su dedo solo me hace sentir más asco por él. —Esta bien, yo lo hago— escucho la voz de Ramiro, mi compañero de turno que me dedica una sonrisa tranquilizadora mientras termina de limpiar mi desastre por mi mientras yo voy por una tasa de café nueva. A las doce de la noche finalmente mi turno en el restaurante termina. Miro los mensajes en mi celular solo para asegurarme de que Lu me ha avisado que se irá a dormir. Es realmente frustrante no poder cuidar a mi hija de mejor manera pero no puedo permitirme pagar una niñera. Lu nació con diabetes tipo 1 y los gastos médicos ya son bastante costosos por sí mismos ademas de los medicamentos y su alimentación muy específica. —El jefe te busca— me dice Clara, es otra de las pocas chicas que trabajan en el turno de la noche. Asiento con la cabeza antes de dirigirme a su oficina. Tocó la puerta de la oficina de mi jefe y no puedo evitar que las manos comiencen a temblarme mientras espero su respuesta al otro lado. Un hombre mayor de bigote pronunciado que cubre su labio superior, me mira irritado cuando entró a su oficina. —Carla dijo que me buscaba. En cuanto me nota frunce el ceño haciendo mover su bigote.  Si, definidamente no le agrado. —Es la tercera vez que llegas tarde. Mi jefe me mira mal. Ya perdí la cuenta de cuantas personas me miraron como si quisieran ahorcarme el día de hoy. Abro la boca para disculparme pero él me interrumpe. —Ademas siempre haces que los clientes se molesten contigo. Si, pero tus clientes siempre están intentando tocarme. Respondo en mi mente. Elegir el turno de la media noche tal vez no fue mi mejor idea. Aprieto las manos para tratar de contener mi desesperación y no echarme a llorar o comenzar a gritarle. Después de todo él tiene razón. Toda la maldita razón. —Entiendo tu situación y no quiero despedirte, pero si esta situación continua me obligarías a hacerlo. —Lo siento mucho, no se repetirá— me apresura a decir. —Retírate, Annie—me responde sin mirarme. Me es muy difícil recoger a Lu de la escuela y regresar al restaurante en media hora, trabajar doble turno tampoco fue mi mejor idea, pero tengo muchas cuentas y deudas que pagar, no tengo otra opción. Esa hubiese sido una buena respuesta para mi jefe pero él no parece interesado en mis problemas personales así que solo asiento y salgo de la oficina. Debo volver a casa con Lu e intentar dormir un par de horas antes de que inicie mi trabajo de la mañana. Me sobo el hombro donde estuve cargando la bandeja con comida. Estoy agotada, física y emocionalmente, pero tengo que hacer lo mejor, lo mejor por mi hija. Camino hacía la salida de personal. Mi autobús debe pasar justo a esta hora.  —¿Te llevo a casa?— pregunta Ramiro abriendo la puerta para mi. El es un chico lindo, tiene veinticinco por lo que solo me lleva un par de años y siempre ha sido muy amable conmigo desde que llegue a trabajar al restaurante incluso ha llegado a ayudarme con los mano larga del turno de la noche. —No te preocupes, mi autobús llega en unos minutos. Parece desilusionado con mi respuesta así que solo le sonrió con algo de culpa antes de salir y tomar mi camino. No quiero ilusionarlo de ninguna manera, en mi vida no hay espacio para una relación o un tercero en mi pequeña familia de dos. Él no sabe que tengo una hija y no lo culparía si sale huyendo lejos de mi si se llegara a enterar. Veo el autobús detenerse y corro con todas mis fuerzas para alcanzarlo, estoy por llegar cuando siento la frialdad de un metal duro enterrarse en mi espalda. —No digas nada.— me dice una voz amortiguada como si tuviera una tela en el rostro. —Por favor— no se exactamente por que suplico mientras veo el último autobús irse mientras un extraño presiona una pistola en mi espalda. Estoy lejos del restaurante y de la parada de autobús. Estoy justo en el punto muerto donde nadie puede verme o ayudarme. Una camioneta negra se estaciona en el lugar donde estaba el autobús, siento un golpe en la nuca un instante antes de perder la conciencia. Despierto sintiéndome mareada, el dolor de cabeza se entierra horriblemente en el craneo. Una luz frente a mi apuntándome directamente a la cara no ayuda. Tengo las manos atadas y no puedo cubrirme los ojos. —Bienvenida de vuelta, linda. ¿Tuviste un buen sueño? Un hombre de estatura media, cabeza rapada y tatuada dan un paso al frente cubriendo la luz para que pueda verlo. Los hombres tras él tienen una apariencia similar. De inmediato los reconozco. Con esa apariencia es difícil olvidarlo. El dueño del edificio donde vivíamos estaba a nada de ponernos en la calle, estaba tan desesperada que terminé solicitando un préstamo en el único lugar que me lo concedieron. Un centro de prestamistas independiente que claramente tenía dinero ilícito. Pero preferí hacerme de la vista gorda cuando recibí el dinero. Ahora mismo me siento la persona más estúpida del mundo. —Dije que les pagaría— exclamó tratando de soltarme inútilmente, la piel alrededor de mis muñecas empieza a escocer por el rose de la cuerda.— solo necesito un poco más de tiempo. Los hombres se miran entre si como si yo les hubiese contado un chiste muy gracioso. —Paga tu deuda y podrás irte. Esta vez ya no parecen tan divertidos si no cada vez más molestos. El pánico comienza a invadirme. Uno de los hombres se me acerca y tira de mi cabello levantándome la cabeza. Lucho por no quejarme de dolor. —Danos el maldito dinero y podrás ver a tu hija. Entonces realmente entró en pánico. Me encargue de mantener la existencia de mi hija oculta de estos prestamistas en todo momento. Parece que no lo hice muy bien. —¡No toquen a mi hija! ¡No se atrevan a ponerle una mano encima!— gritó con rabia y el hombre que me sostiene me empuja con fuerza haciendo que caiga junto a la silla a la que estoy atada. Me golpeo la cabeza y el golpe hace que mis oídos zumben. —¿Qué sucede aquí?— pregunta una voz oscura sin rastro de emoción. Se escuchan unos pasos huecos en el oscuro lugar mientras se hace un extraño silencio. —Señor…— dice uno de los hombres y parece haber miedo en su voz.— es una de nuestras deudoras, solo estábamos explicándole las reglas. Entonces veo un par de zapatos de vestir perfectamente lustrados detenerse frente a mi. Siento una mano cálida en mi barbilla y entonces alguien tira de mi rostro hacía atrás haciéndome mirar hacía arriba desde mi posición en el suelo. Un rostro anguloso y bien definido me observa desde arriba y sus ojos azules me miran con despreció.

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