Narra Artur
Volví a mi casa de mala gana. Noah me había arruinado la diversión y, además, me había amenazado con contarle a nuestro padre lo de Meik y yo. Me dirigí a mi cuarto, cerré la puerta de un portazo y me acosté en mi cama con una sensación que no podía identificar. No se sentía tan bien como me lo había dicho mi padre. No pasó mucho hasta que escuché la voz de mi hermano llamar a una de las sirvientas, unos minutos después escuché sus pasos que, imaginaba, se dirigían a su habitación. De repente unos toques me hicieron salir de mis pensamientos, solté un suspiro levantándome con pereza, abrí la puerta encontrándome con Meik.
—Creí que te sentías mal —entró cerrando la puerta tras su espalda.
—Me siento algo mejor —me dirigió la mirada—. Además, te extrañaba.
Me tomó de la cintura acercándome a él. No pude evitar sonreír.
—Ven.
Tomé su mano, lo llevé hasta mi cama, hice que se sentara y me senté en sus piernas. Sentí como me rodeaba por la cintura acercándome a él. Comencé a contarle lo que le había hecho a ese asqueroso judío. Al principio, no parecía importarle mucho, pero a medida que comenzaba a describirle como había golpeado a la escoria que estaba bajo nuestro techo y como eran sus caras de dolor, él comenzó a ponerse cada vez más pálido, aunque empeoró cuando le comenté la amenaza de mi hermano.
—No vuelvas a tocar a ese niño —su tono de voz se volvió frío de repente—. Ya no quiero que lo maltrates.
Lo miré sin entender que le sucedía tan de repente. ¿Desde cuándo un soldado nazi no quiere hacer sufrir a esas porquerías?
—No nos podemos arriesgar a que tu hermano nos delate porque ustedes se pelean de repente. Quiero estar contigo, ¿sabes? No me haría mucha gracia que nos separen solo porque se te ocurrió molestar a esa mierda.
Solté un pequeño suspiro, besé su mejilla y recosté mi cabeza en su hombro.
—Está bien, intentaré por todos los medios no molestarlo.
Nos mantuvimos en silencio un par de minutos. Me separé para mirarlo, él parecía algo preocupado. Me levanté para colocar mis piernas a los lados de su cuerpo, sentándome nuevamente en su regazo. Meik me miró cruzando sus brazos alrededor de mi cintura, acaricié su mejilla. Todavía estaba algo pálido, tal vez seguía un poco enfermo. Le dediqué una pequeña sonrisa, rodeé su cuello con mis brazos acercándome a su rostro.
—Intenta contenerte con ese niño, comprendo el odio que le tienes, pero intenta no darle razones a tu hermano para que nos delate.
Asentí, me mostró una pequeña sonrisa y me besó. Correspondí al instante, pero el beso no duró mucho dado que pronto vinieron a avisarnos que la cena estaba lista.
Luego de cenar, mi padre, Meik y yo nos dirigimos al despacho. Comenzaron a hablar sobre cosas administrativas, mientras yo me entretenía viendo algunas fotos que le habían enviado a mi padre de otros campos de trabajo. Las primeras no eran la gran cosa, solo se trataban de fotos de los prisioneros con sus uniformes. Otras los mostraban sentados en los bloques. No eran interesantes realmente. Luego las fotos comenzaban a cambiar, fue entonces que Meik detuvo la conversación que estaba manteniendo con mi padre para quitarme las fotografías, las colocó en el escritorio. Mi padre lo miró, pero Meik no se inmutó, simplemente siguió con la conversación que estaban manteniendo.
Cuando su pequeña reunión terminó, Meik y yo nos dirigimos a su cuarto, mientras mi padre se quedaba en su despacho a hacer papeleo. Una vez encerrados, me acosté en la cama mientras él se sacaba su uniforme, me quedé mirando el techo hasta que terminó de cambiarse. Luego se acercó colocándose sobre mí, le sonreí.
—¿Te sientes mejor? Ya no estás pálido como en la mañana —coloqué mi mano en su mejilla, él asintió acercándose a mi rostro—. Oye, ¿por qué me sacaste las fotografías?
—Ahí hay cosas que un niño no debe ver... —hizo una pausa—... que ninguna persona debería ver —fruncí levemente el ceño—. No pongas esa cara, Artur, si quieres ver algo de eso, puedes seguir los pasos de tu padre y hacer la carrera militar.
Nos quedamos unos minutos en silencio.
—¿No te apetece hacer otra cosa que no sea discutir sobre la carrera militar? Mi mente no se puede centrar en nada que no seas tu cuando estamos juntos.
Sonreí al instante al escuchar aquello. Me sentía como un idiota cuando Meik lograba hacerme sonreír solo con unas cuantas palabras cursis.
—¿Me dejas dormir contigo? —pregunté rodeando su cuello con mis brazos—. Le puedo mentir a mi padre diciendo que he tenido una pesadilla y he venido contigo.
Pasamos el rato acostados sin hacer mucho más que hablar y besarnos cada tanto. Cuando comencé a sentir cansancio, decidí ir a mi cuarto para ponerme mi pijama. Luego volví con Meik y me metí bajo las sábanas, él me rodeó la cintura con su brazo acercándome a él.
Como de costumbre, nos despertamos temprano en la mañana. Luego de alistarnos, ambos bajamos a desayunar, o eso pretendíamos dado que mi madre no serviría el desayuno hasta que mi hermano no bajara. Me quejé con mi madre un par de veces hasta que me envió a despertarlos. Subí rápidamente las escaleras, me acerqué a la puerta y toqué.
—¿No planean bajar? —dije cuando Noah abrió la puerta—. ¿La escoria esa sigue durmiendo? Es realmente inútil, papá debería fusila...
No pude terminar de hablar, Noah me propinó un golpe que fue directamente a mi mejilla. Llevé mi mano a ella rápidamente mirándolo sin entender del todo el por qué.
—Su nombre es Isaac y refiérete a él así.
El rostro de mi hermano había cambiado completamente, nunca lo había visto de aquella manera, no parecía él. A pesar de no llevarnos del todo bien, Noah nunca me había golpeado.
—Lamento lo que pasó, joven Artur, ha sido mi culpa, no me he despertado a la hora que debía. Pronto bajaremos.
Noah metió al judío en su cuarto y cerró de un portazo. Me quedé unos instantes parado frente a la puerta sin comprender aún muy bien lo que había pasado. Me dirigí al baño y me paré frente al espejo apartando mi mano de mi rostro, mi mejilla estaba roja y aún me dolía. Solté un pequeño suspiro pensando en lo que me había dicho Meik el día de ayer. Ya no debería molestar así a mi hermano, en cualquier momento puede delatarme frente a mi padre y Meik podría ser enviado al frente de batalla. Salí del baño, bajé rápidamente y volví con mis padres. Le avisé a mi madre que mi hermano y su sirviente bajarían en poco mientras me ubicaba en mi lugar nuevamente. Durante el desayuno, Meik estuvo mirándome; seguramente mi mejilla estaría aún roja por el golpe de Noah. Seguramente imaginaba lo que había pasado cuando subí a llamarlos. De repente, mi padre se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto de las sirvientas, pronto volvió tomando del brazo al judío y llevándoselo hacia la puerta de entrada, tanto mi madre como Noah se levantaron rápidamente de sus lugares y lo siguieron. Miré a Meik, él se veía pálido de repente. Parecía saber algo sobre mi padre que no le gustaba del todo. Me asomé para ver, mi padre salió por la puerta mientras mi madre abrazaba al niño.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó—. Mi niño... Lamento que tengas que pasar por esto —mi madre sonaba preocupada—. Noah, llévate a Isaac a tu cuarto —mi hermano acató la orden y se llevó al judío a su cuarto. Luego volvió con nosotros—. Señor Fellner, ¿puede hacerse cargo de Artur por hoy? —escuché el sonido de la silla de Meik moverse, luego sentí su mano posarse en mi hombro.
—Vamos Artur.
Asentí, él me llevó hasta su cuarto y cerró la puerta. Desvié la mirada hacia su rostro, aún estaba pálido como un muerto.
—¿Qué es lo que sucede? Mi padre no ha hecho nada como para que mi madre fuera tras él —Meik ni siquiera me dirigió la mirada, simplemente pasó junto a mí y se desplomó en su escritorio—. No entiendo nada de lo que está pasando —me paré junto a él—. ¿Acaso no me explicarás por qué de repente mi madre actúa así? Mi padre no ha hecho nada con el judío —me miró con los ojos vidriosos—. Meik... —dije con un hilo de voz.
Posé mi mano en su mejilla olvidándome completamente de los reclamos que le estaba haciendo. ¿Por qué estaba tan afectado?
—No tienes idea de las atrocidades que están haciendo —desvió la mirada—. No puedo con esto, no soy tan frío como tu padre, yo aún los veo como personas —dijo con voz temblorosa agachando la cabeza—. Tu padre ha estado violando a ese pobre niño. Lo llama "juguete".
Sentí sus lágrimas humedecer mi mano que aún se encontraba en su mejilla. Me quedé mirándolo llorar sin saber que hacer o qué decirle.
—Lo siento...
Me sentí sumamente culpable. No le habrá sido muy cómodo estar conmigo cuando hablé tan mal del sirviente de Noah o cuando le conté lo que le había hecho. Realmente ni siquiera yo me había sentido del todo bien luego de herirlo de esa manera. Levanté su rostro haciendo que me mirara. Estaba completamente mojado por las lágrimas, pasé mi mano por sus mejillas intentando en vano secarlas.
—En otra situación te vería débil, te vería como un inútil, pero siendo quién eres y por todo lo que estamos atravesando, sobre todo tú por ser un soldado, por ver ese tipo de cosas y ser parte de ello, sé que no debe ser fácil —coloqué mis manos en sus hombros haciendo que recostara su espalda en el respaldo de la silla, luego me senté en su regazo rodeando su cuello con mis brazos—. Siéndote sincero, no me sentía satisfecho golpeando a ese niño. Creo que tampoco soy como mi padre —volví a intentar secar sus lágrimas—. Si quieres ayudarlo, yo también lo haré —me miró sorprendido, solo le dediqué una pequeña sonrisa—. Lo haré, Meik, me será un poco difícil, aún siento algo de odio hacia los judíos, pero sé que podré cambiar —Meik me abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en mi hombro.
—Gracias, pequeño —susurró contra mi hombro—. Gracias por reconsiderar toda esta locura y por no querer ser como tu padre —me miró—. Por ahora solo intentemos alejar a tu padre de él y tu hermano, no quiero que le siga haciendo ese daño.
Asentí. Me dedicó una pequeña sonrisa y me besó, aunque no duró mucho, ya que él tenía la respiración algo agitada por el llanto. Nos quedamos un rato bastante largo sentados allí sin decir nada, solamente nos quedamos mirando mientras me dedicaba a acariciarle el cabello lo más suave que podía.
—Tu hermano parece querer a ese niño —dijo de repente posando su mano donde Noah me había golpeado—. No parece una persona agresiva al punto de golpear a alguien por cualquier cosa —asentí desviando la mirada—. ¿Por qué no vas a disculparte con él?
Titubeé unos instantes. No estaba del todo seguro de cómo se iba a tomar que me disculpe ahora. Me mordí el labio inferior.
—Hazlo, tu hermano puede estar molesto, pero es un buen niño. Te perdonará.
Solté un suspiro asintiendo. Me levanté y salí del cuarto pensando en unas pocas palabras para decirle, pero noté que la puerta de su habitación estaba abierta. Eché un vistazo rápido hacia el interior del cuarto; estaba vacío. Volví con Meik y lo miré.
—No están, tal vez salieron —Meik se asomó por la ventana, dado que ésta daba hacia el patio trasero, luego volvió a mirarme.
—En el patio no están, tal vez se fueron al bosque.
Asentí. De repente escuché los pasos de mi padre en el pasillo.
—¡¿En dónde mierda está?!
Me giré rápidamente hacia la puerta, pude ver como mi padre salía de la habitación de mi hermano y me dirigía una mirada gélida.
—¿Dónde está la porquería esa? —dijo de manera seria. Me quedé en silencio.
—Se lo llevó su hijo menor. Seguramente deben estar jugando por ahí —dijo Meik levantándose de su escritorio, mi padre lo miró de la misma manera fría—. ¿Por qué no lo espera? Los niños seguramente vuelvan al atardecer.
Me volví hacia Meik, su mirada se había vuelto igual de fría que la de mi padre, parecía estarlo desafiando. Mi padre simplemente asintió con una mueca malhumorada, luego salió del cuarto, suspiré aliviado; de verdad creía que mi padre terminaría lastimando a Meik por hablarle de esa manera o, simplemente, por mirarlo de manera desafiante.
—Será mejor que pensemos algo para cuando ellos vuelvan.
Asentí. Espero que mi hermano y el judío tarden en volver, necesitamos pensar en algo que aleje a mi padre de ellos, al menos por hoy.