Narra Artur
Me alegré al escuchar que mis padres se irían esta noche. Podré pasar tiempo con Meik sin tener miedo a que entren en su habitación sin pedir permiso. Salí de la bañera, me vestí rápidamente y salí del baño. Me giré hacia la habitación de mis padres, la puerta estaba abierta dejándome ver a mi madre maquillándose. Me metí en mi cuarto sintiéndome ansioso por que se fueran pronto. Pasado un rato bastante largo, escuché unos golpes en mi puerta, rápidamente abrí encontrándome con mi madre del otro lado, ella me sonrió y me tomó de las mejillas.
—Tu padre y yo ya nos vamos. Hazle caso a todo lo que diga el señor Fellner. Ya sabes que tienes que acostarte temprano y haz que tu hermano también lo haga, ¿sí? —asentí, volvió a sonreírme—. ¿Vienes a despedirnos? Noah ya está abajo.
La seguí escaleras abajo. Luego de despedirse de mi hermano y de mí, mis padres se fueron.
—Oye, niñito, ¿a dónde te vas todos los días? —dije sin perder ni un minuto para empezar a molestar a mi hermano—. ¿Sabes que papá cree que te vas a llorar por ahí? Eres su niñita —no recibí respuesta de su parte—. Eres la niñita de la familia, inútil —tampoco respondió, solté un suspiro pesado.
—Artur, ¿podrías venir?
Desvié la mirada hacia el despacho de mi padre, sonreí al instante al recordar la razón por la que quería que nos dejaran solos. Me dirigí rápidamente al despacho, cerré la puerta tras mi espalda y miré a Meik, él se encontraba sentado en el escritorio, el lugar que ocupaba mi padre normalmente. Me hizo una seña para que me acercara. Sin pensar demasiado, le obedecí. Me tomó de la cintura y me sentó en el escritorio frente a él. Le dediqué una pequeña sonrisa algo vergonzosa.
—Escúchame, podemos aprovechar que tus padres no están... —se acercó un poco a mí—. Te puedo enseñar algo, pero solo si tú quieres —esto último lo dijo en un tono completamente diferente al que había usado antes.
—¿Qué me enseñarás?
Sonrió acercándose a mi rostro, provocando que mi rostro ardiera.
—Ya lo verás, solo si me das permiso —sentí que colocaba sus manos en mi cintura, pero poco a poco las iba bajando—. ¿Me lo darás? Aunque luego puedes arrepentirte.
Miré sus ojos unos instantes para luego asentir casi hipnotizado, él volvió a sonreír.
—Esperemos a que sea un poco más tarde, así tu hermano se dormirá y no se enterará de nada de lo que haremos —asentí nuevamente—. Ven, siéntate en mis piernas —me bajé del escritorio y me senté en su regazo—. Así no, Artur.
Me tomó de la cintura, me levantó e hizo que colocara mis piernas a los lados de su cuerpo. Luego me acercó más a él. Mi rostro comenzó a arder al instante. Meik me sonrió posando una de sus manos en mi cadera y la otra en mi cintura, acto seguido me besó. Correspondí al instante. No tardó mucho en meter su lengua en mi boca. Intenté seguirle el ritmo como pude, pero me era algo difícil. Sentí como me acercaba más a su cuerpo, logrando que nuestras entrepiernas se rozaran. Un calor me recorrió todo el cuerpo.
—E-estamos demasiado cerca.
Él solo me sonrió acercándome nuevamente consiguiendo otro roce, solté un pequeño gemido que me llevó a tapar mi boca rápidamente avergonzado.
—Es la idea estar así de cerca —volvió a provocar un roce—. Luego estaremos más cerca aún.
Aflojó su agarré dándome un corto beso. Me quedé mirándolo unos instantes. ¿Qué es lo que pasará luego? De repente me sentía nervioso por lo que me enseñará Meik cuando mi hermano ya no esté dando vueltas por la casa.
—¿Sucede algo?
Sentí su mano acariciar mi mejilla haciéndome volver a la realidad.
—N-no —aclaré mi garganta—. No sucede nada.
Él soltó una pequeña risa.
—Está bien si estás nervioso, Artur —tomó mis manos—. Escúchame, luego, cuando comencemos, puedes hacer que pare en cualquier momento. No te obligaré a nada.
Apreté un poco sus manos, besé su mejilla y me acomodé en su pecho.
—No sé qué es lo que planeas, pero sé que no me harás ningún daño.
Meik soltó mis manos y me abrazó acariciando mi cabello de manera suave. Pasamos varias horas en la misma posición, hablando de cualquier cosa y riéndonos cada tanto. Cuando el reloj marcó la una y media de la mañana, Meik me cargó en brazos, salió del despacho de mi padre y subió las escaleras. Una vez en mi cuarto, me acostó en la cama y se puso sobre mí. Me dedicó una pequeña sonrisa mientras pasaba una de sus manos por debajo de mi camisa, provocándome cosquillas. Comencé a reír a medida que él seguía moviendo su mano por debajo de mi ropa.
—Me haces cosquillas —él sonrió comenzando a hacerme cosquillas. Empecé a reírme al instante—. Ya Meik.
Se detuvo mirándome unos cuantos segundos, luego se acercó a mi oído.
—¿Quieres empezar?
Sentí escalofríos al escucharlo susurrar tan cerca de mi oído. Asentí. Se separó de mi oído para besarme mientras desabrochaba mi camisa lentamente. Una vez que lo hizo, se separó de mi boca para centrarse en mi cuello y, posteriormente, en mi pecho. Unos instantes después se separó de mí y me miró.
—Tengo que ir por algo a mi cuarto —se levantó—, no me tardaré, pequeño.
Pasó su mano por mi mentón sonriendo y salió. Solté un pequeño suspiro sintiéndome sofocado. Meik hacía que me sintiera raro, nuevamente sentía aquel calor recorrerme el cuerpo. Me giré hacia él al escucharlo entrar, cerró la puerta y dejó algo en mi escritorio, luego apagó la luz.
—¿Es necesario que apagues la luz?
Aún lo veía por la luz tenue que entraba por la ventana desde el patio trasero, él solo asintió. Se posicionó sobre mí y me besó. Ésta vez metió su lengua en mi boca directamente, al tiempo que me sacaba la camisa. Por mi parte, solo me dejé hacer por él. Comencé a sentir mi pantalón realmente incómodo; me apretaba. Dado que la incomodidad ya me era insoportable, llevé mi mano hacia mi pantalón y lo desabroche, Meik ahora estaba centrado en besar y lamer mi cuello mientras jugueteaba con uno de mis pezones. Empecé a moverme intentando bajar mi pantalón, evidentemente, él se percató de lo que intentaba. Me dirigió la mirada junto con una pequeña sonrisa, para luego bajar mi prenda él mismo dejándome solo con mi calzoncillo.
—Si lo necesitabas, solo tenías que pedirlo —sonrió nuevamente—. De hecho, creo que también necesitas que me ocupe de esto —pasó su mano por mi m*****o, arrancándome un suspiro—. ¿Habías tenido una erección alguna vez?
Asentí. No era la primera vez que me encontraba así, pero si era la primera vez que alguien me tocaba. Meik sonrió bajando mi última prenda, mi rostro comenzó a arder completamente, aún más cuando sentí que comenzaba a tocarme, moviendo su mano lentamente. Comencé a soltar gemidos que intentaba por todos los medios contener, pero me era inútil; sobre todo cuando Meik empezaba a mover su mano cada vez más rápido. Cada tanto, apretaba un poco mi m*****o provocándome una sensación de electricidad y calor que recorría todo mi cuerpo. Mientras, sentía sus labios y su lengua pasar por mi cuello y torso.
Se mantuvo haciendo eso hasta que llegué a mi límite. Él se detuvo desviando la mirada hacia su mano. No me dio tiempo a preguntar que sucedía, ya que Meik pasó su mano por mi entrada haciéndome estremecer.
—M-Meik... —lo nombré en un gemido.
—¿Nunca habías hecho eso? —se volvió a mí y sonrió—. Tu madre te ha criado bien y veo que tu padre en eso no se ha metido —negué con la cabeza sintiéndome como un niño pequeño sin comprender nada de lo que estaba haciendo—. No pongas esa cara, te lo explicaré todo cuando terminemos, por ahora solo disfruta.
Se separó de mí y comenzó a desvestirse. Me quedé mirándolo fijamente hasta que se quedó con la última prenda, tomó el pequeño paquete que había dejado sobre mi escritorio y volvió a acomodarse en la cama.
—¿Qué es eso? —me apoyé en mis codos.
—Es un condón —sacó el contenido, lo colocó en su mano y lo acercó a mí—. Normalmente se utiliza con las mujeres para no tener hijos. Contigo no es necesario, pero ya que no me acostaré con ninguna mujer, los usaré contigo —se sacó el calzoncillo, se puso el condón, se posicionó entre mis piernas e hizo que me acostase de nuevo—. No voy a mentirte Artur, esto dolerá.
Se mordió el labio inferior mirándome fijamente. Parecía bastante nervioso.
—¿Sucede algo? —soltó un pequeño suspiro—. ¿Meik? —posé mi mano sobre su mejilla acariciándola con mi pulgar.
—¿Estás seguro de esto?
Tomó mi mano. Asentí sin titubear ni un segundo. Aparté su mano de la mía para poder cruzar mis brazos alrededor de su cuello.
—No estoy entendiendo del todo lo que estamos haciendo, me avergüenza estar completamente desnudo frente a ti y que me escuches soltar esos gemidos raros —desvié la mirada con una pequeña sonrisa vergonzosa en el rostro—, pero me gusta todo esto, sobre todo porque lo haces tú, así que no te preocupes porque me duela, lo aguantaré.
—Está bien, pero sabes que pararé si me lo pides.
Asentí, él me dio un corto beso y se separó de mí. Se llevó dos dedos a la boca que, luego de lamerlos, pasó por mi entrada haciéndome estremecer.
—M-Meik...
Gemí cuando metió uno de sus dedos. Comenzó a moverlo lentamente y pronto metió el segundo, por el cual también solté un gemido. Se sentía realmente extraño, pero no me disgustaba en lo absoluto, todo lo contrario, sentía que con solo eso podía perder la cabeza. Después de un rato moviendo sus dedos en mi interior, los sacó, tomó mis caderas y, sin vacilar mucho más, empujó lentamente su m*****o dentro de mí provocando que sintiera una punzada en las caderas, solté un quejido que intenté callar al instante colocando mi mano en mi boca. Meik me miró preocupado, pero de alguna manera le di a entender que podía seguir. Comenzó a moverse lentamente. Parecía estar preocupado por causarme daño, pero después de unos instantes, dejé de sentir dolor. Sentí que mi cabeza se nublaba lentamente. En el mundo solo estábamos él y yo. Me abandoné a sus caricias, sus besos y los jadeos que soltaba cada tanto al lado de mi oído. Sentí que aumentaba tanto la fuerza como la velocidad. Por mi parte, no podía dejar de soltar gemidos y jadeos. Mi único pensamiento era él, lo que me hacía y lo mucho que me gustaba. No quería que ese momento terminara, no quería que se separase de mí, no quería perder el calor de su cuerpo. Sentí que sus embestidas se volvían cada vez más fuertes y profundas.
—Artur... —susurró mi nombre junto a mi oído, lo rodeé por el cuello abrazándome a él— realmente te amo.
Se separó de mi deteniéndose, me miró unos instantes y me besó. Ahora, mi cabeza no solo estaba centrada en las sensaciones que me provocaba, sino también en sus palabras que se repetían como en un eco infinito. Comenzó a moverse nuevamente, haciendo que nos separáramos por culpa de mis jadeos. Me tomó de los muslos levantando un poco mis piernas. Sentí que las aparaba a medida que sus embestidas se hacían más fuertes. A los pocos minutos, dio unas cuantas embestidas profundas, para luego quedarse completamente quieto. Sentí en mi interior una sensación cálida que, intuía, era por el mismo líquido que me había salido antes cuando él me estaba tocando. Salió de mi interior, se sacó el condón, lo ató y se levantó.
—Iré a darme un baño, no me tardaré —dijo vistiéndose—. Si quieres puedes dormirte, no tienes que esperarme.
Me dio un pequeño beso en los labios y salió de la habitación cerrando la puerta. Me quedé unos instantes mirando el techo, procesando todo lo que acababa de suceder. Definitivamente le preguntaría todo lo que pudiera sobre el tema, quería hacer algo también la próxima vez; quería escuchar más que solo jadeos de él. Solté un pequeño suspiro totalmente agotado, tomé mis calzoncillos y me los puse, luego me acomodé en la cama. Pasaron unos cuantos minutos hasta que Meik volvió conmigo, se quitó el pantalón y la camisa y colocó las prendas sobre la silla de mi escritorio. Se acostó junto a mí rodeando mi cintura con su brazo. Me abracé a él y apoyé la cabeza en su pecho.
—Es hora de dormir, pequeño.
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Desperté bastante temprano dado que Meik había hecho algo de ruido al levantarse. Cuando sentí el cuerpo un poco pegajoso por la transpiración, decidí levantarme también. Tomé algo de ropa y fui a bañarme. Una vez listo, volví a mi cuarto, me acosté nuevamente sintiendo en mi cuerpo el cansancio de lo que había hecho la noche anterior. De hecho, aún me dolían un poco las caderas. Sentí que Meik se sentaba al borde de mi cama junto a mí.
—Lamento haberte levantado tan temprano —acarició mi cabello, desvié la mirada hacia su rostro, él me sonrió—. ¿Por qué no duermes un poco más?
Negué con la cabeza y le hice una seña con la mano para que se acercase a mí. Cuando lo hizo, le di un corto beso haciendo que me sonriera de nuevo.
—Meik, anoche dijiste que me explicarías sobre lo que hicimos.
Asintió, soltó un suspiro y comenzó a explicarme todo lo que, según él, debía saber. Estuvo bastante tiempo explicándome cosas y respondiendo mis preguntas. Una vez que terminó, se quedó unos instantes callado, desvió la mirada y suspiró.
—¿Sabes? Realmente no deberíamos haber hecho eso.
Lo miré extrañado, después de todo, había sido su idea acostarnos.
—¿Por qué? —suspiré—. ¿Es por mi padre verdad? Meik mientras él no lo sepa no te sucederá nada —desvié la mirada— y si te preocupa que nos descubran por ser hombres, solo tendremos que mantenerlo en secreto el tiempo que estemos juntos.
Sentí de repente que tomaba mi mano y la apretaba levemente.
—No creo que pueda guardarlo por mucho tiempo, pero lo intentaré.
Ni bien me volví hacia él, Meik me besó. El beso no duró mucho dado que escuchamos a mi hermano salir de su cuarto. Esperamos un rato. Salimos de mi cuarto hablando de banalidades y, cuando llegamos a la mitad de la escalera, vi a mi hermano acercarse a la puerta principal.
—¿A dónde vas Noah? —noté que llevaba algo en su mano.
—Iré al bosque.
Salió de la casa como un rayo, me quedé unos instantes mirando la puerta cerrada, luego suspiré y me volví hacia Meik, él solo se encogió de hombros haciéndome señas para que vayamos a desayunar. Decidí no pensar demasiado en lo que mi hermano debe de estar haciendo o a donde se va todo el día, simplemente lo ignoraré y me centraré en aprovechar este tiempo que tendré a solas con Meik.