Capítulo 7

2348 Words
Narra Meik Miré unos instantes a Artur, él se encontraba sentado a los pies de mi cama jugueteando con mi radio intentando arreglarla. Yo me encontraba acostado mirándolo cada tanto, recordando lo que su padre había dicho junto con Kaiser. ¿Cómo podía consentir algo así? Es decir, yo no estaba libre de pecado, me interesaba románticamente un niño de diecisiete años. Al menos Artur consciente todo lo que estamos haciendo. Solté un suspiro pesado volviendo mi vista al techo. —¿Sucede algo? —preguntó Artur—. Has estado muy callado hoy. Sentí como se acercaba a mí. Abrí los ojos encontrándome con su rostro a pocos centímetros del mio. Lo miré unos instantes. —¿Te encuentras bien, Meik? —acarició mi mejilla. —No sucede nada. Le sonreí, tomé su mano y besé su palma, él me devolvió la sonrisa, me dio un corto beso y volvió a sentarse en el rincón en el que se encontraba, intentando arreglar mi radio. Por mi parte, me levanté de la cama, tomé un cigarrillo, lo puse en mi boca y lo prendí. Me senté en la cama junto a Artur, solté el humo y presté algo de atención a lo que hacía con mi radio. —Ya deja eso, no lo arreglarás si solo mueves las perillas —tomé la radio para dejarla en el suelo—. Ven aquí. Lo tomé de la cintura y lo senté en mi regazo, en su rostro apareció un pequeño sonrojo que me hizo sonreír. Colocó su cabeza en mi hombro acurrucándose contra mí como un niño pequeño. De repente unos toques en la puerta hicieron que ambos soltáramos un respingo en nuestros lugares. Bajé a Artur de mi regazo, él tomó rápidamente mi radio, se sentó en mi escritorio y comenzó a juguetear con ella. Me levanté de la cama y abrí la puerta encontrándome con una de las criadas. —¿Qué quieres? —me llevé el cigarrillo a la boca. La muchacha bajó la mirada encogiéndose. —El señor Henlein lo precisa en su despacho. Hice un ademán con la mano haciendo que ella se fuera. Cerré la puerta y me puse mi uniforme rápidamente, me acerqué a Artur, le di un beso rápido y salí del cuarto para dirigirme al despacho de Henlein. Como era de esperarse, me habló de lo que haría con el niño que Kaiser le había ofrecido. No perdió oportunidad para decirme si yo también quería usar a ese "juguete", evidentemente me negué diciendo que prefería quedarme a descansar por hoy. Cuando me liberó, salí del despacho y me dirigí rápidamente a mi cuarto con Artur. De repente, escuchamos unos gritos provenientes de la cocina. Salí nuevamente del cuarto y me asomé por las escaleras, eran Henlein y su esposa discutiendo. Los niños también se asomaron para saber qué pasaba, pero decidí llevarlos cada uno a su habitación y pedirles que no salieran hasta que las cosas se hubieran calmado un poco. Por fortuna para los niños, Henlein no tardó en hartarse de la discusión y salir de la casa hacia, imagino, el campo de trabajo. Amelie subió las escaleras con la cabeza a gachas evitándome completamente y se metió a su cuarto. La escuché sollozar aún con la puerta cerrada. Aunque ella no lo quisiera, sus hijos la escucharían igual. Fui hasta la cocina y le pedí a las criadas que le prepararan algo de cenar a los niños y que se lo llevaran a sus habitaciones. Por mi parte, me quedé en la sala sentado en el sofá. —¿Cómo puede ser así con su esposa? Solté un suspiro pesado pasando mi mano por mi rostro sin mucha idea de qué hacer. Esperé un poco antes de volver a subir, en el piso de arriba aún escuchaba a Amelie sollozar en su cuarto. Pensé en hablar con Noah, así que toqué su puerta, pero él no abrió, ni un ruido hizo del otro lado. De hecho, ni siquiera había dejado entrar a la criada, quien le dejó su cena fuera de la puerta. Decidí dejarlo tranquilo e ir con Artur. Él si me abrió la puerta. Miré unos instantes su rostro, no parecía muy afectado con lo que había pasado. Me dejó entrar y se sentó en la cama. Lo miré unos instantes sin decir absolutamente nada. Al parecer, Artur ha heredado la frialdad de su padre, no parece que le esté afectando en lo absoluto ni la discusión entre sus padres ni escuchar a su madre llorar en su cuarto. —¿Cómo te sientes? —me senté a su lado. Él simplemente se encogió de hombros. —Mi madre no entiende la importancia del trabajo de mi padre —se volvió hacia mí—. Estoy seguro que es sumamente importante la presencia de mi padre en el campo. Noté que su frialdad era fingida, sus ojos tristes lo delataban. —Artur... —me acerqué a él y lo rodeé con mi brazo—. Escúchame, sé que eres consciente de todo lo que está sucediendo y sé que te afecta lo que tu padre le ha hecho a tu madre. Eres un niño, es normal que no te guste que maltraten a tu madre aunque sea tu propio padre quien lo hace. No dijo absolutamente nada, solo me abrazó ocultando su rostro en mi pecho. Correspondí a su abrazo acariciando su cabello cariñosamente. —¿Te encuentras mejor? —pregunté luego de estar un rato en silencio, él se separó de mi asintiendo—. Está bien —acaricié su mejilla con el dorso de mi mano—. Estaré abajo si necesitas algo. Me levanté, me acerqué a la puerta y le dirigí una mirada rápida antes de salir. Estuve unas cuantas horas sentado en el sofá fumando. A Henlein empiezan a salírsele las cosas de las manos, dudaba que se hubiera planteado algo así si no fuera por el enfermo de Kaiser. Solté un suspiro pesado desviando la mirada hacia mi reloj, este marcaba las tres de la mañana, Henlein aún no volvía del campo, supuse que no volvería hasta la mañana. —Meik... Me sobresalté al escuchar la voz de Artur a mi lado. Rápidamente lo miré, él se sentó a mi lado colocando su cabeza en mi hombro. Parecía algo adormilado, seguramente se despertó recién. —¿Necesitas algo? —asintió aún pegado a mi hombro. —¿Podemos dormir juntos? No he podido dormir bien, he estado despertando desde que me acosté. Volví a mirar la hora y solté un suspiro; era hora de que me acueste a dormir también. —Está bien, vamos. Esperé a que se levantara, pero no lo hizo. Me volví a él notando que se había quedado dormido, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. Lo tomé en brazos y, como me había pedido, lo llevé hasta mi cuarto para acostarlo. Lo arropé para luego quedarme mirándolo unos instantes. De repente, él abrió los ojos y me miró. Me senté al borde de la cama a su lado, acariciando su mejilla. —Lo siento, ¿te he despertado? Artur negó rápidamente con la cabeza, soltó un bostezo y se acomodó. —¿Vas a acostarte? Asentí y me levanté. Me saqué el uniforme y me puse mi pijama. —¿Ha vuelto mi padre? —negué con la cabeza—. Ya veo... —soltó un pequeño suspiro. —¿Necesitabas algo? —me acosté a su lado—. Seguramente vuelva por la mañana —rodeé su cintura con mi brazo—. Intenta dormir, es tarde. Asintió acurrucándose contra mi pecho. Pronto pareció haberse quedado dormido. Me quedé mirándolo, intentando que pronto me diera sueño para poder dormir al menos unas horas, pero no lograba conciliar el sueño. Por alguna razón, me sentía culpable por algo que no hice, ni haré. Me acosté boca arriba fijando la mirada en el blanco techo. Me despertó mi reloj. Aún estaba algo cansado, pero no podía quedarme en la cama todo el día. Apagué el reloj despertador y miré a Artur, él permanecía dormido aún. Parecía que no le había molestado el despertador en lo absoluto. Besé su mejilla y me levanté de la cama. Salí dirigiéndome directamente al baño para ducharme y alistarme. Luego, volví a mi habitación. Saqué mi uniforme del clóset colocándolo en la silla de mi escritorio con sumo cuidado para no arrugar mi camisa. —Buenos días, Meik. Me giré rápidamente encontrándome con Artur sentado en mi cama restregándose los ojos. —Buenos días, pequeño —dije desvistiéndome—. ¿Has dormido bien? Dejé mi pijama a los pies de la cama. Volví a mirarlo. De repente, parecía haberse despabilado, tenía su rostro completamente rojo y la mirada fija en mí. Sonreí al instante percatándome a qué era lo que estaba reaccionando. Decidí no molestarlo en el momento y limitarme a vestirme de una vez. Cuando terminé de alistarme, me acerqué a él aún con la sonrisa en el rostro. —No tienes que avergonzarte ahora, es completamente normal que reacciones así con alguien que te gusta —acaricié su mejilla, él simplemente desvió la mirada—. No me has respondido... ¿has dormido bien? —asintió sin dirigirme la mirada—. Está bien. Me acerqué a su rostro y besé su mejilla—. Es temprano aún, puedes seguir durmiendo un poco más si quieres. Iré a ver si tu padre ha regresado y tiene trabajo para mí. Me levanté y salí nuevamente de la habitación. Bajé las escaleras logrando escuchar las voces de Henlein y Amelie hablar desde el comedor. Parecían estar discutiendo en voz baja. Cuando llegué, la mujer se levantó rápidamente de la mesa y se dirigió a la cocina. Me senté en silencio, sintiendo la mirada de mi superior clavada en mí, pero decidí no prestarle atención. Amelie volvió con nosotros, colocó el desayuno frente a mí, llenó una taza con café y la colocó junto a la comida, luego se fue. —¿Artur molesta? —me giré a mirarlo—. Cuando regresé, fui a ver si mis hijos estaban despiertos ya, pero Artur no estaba en su cuarto —comencé a sudar en frío. Tragué saliva nervioso—. Primero creí que se encontraba dormido con su madre, pero antes de ir a mi habitación, pensé en preguntarle a usted. Cuando entré a su habitación, Artur se encontraba abrazado a usted —volví mi vista a mi desayuno completamente intacto—. Supongo que ha molestado lo suficiente como para que lo dejara entrar en su cama. Negué con la cabeza lentamente. —No se sentía del todo bien y no quería molestar a su madre, por eso decidí que durmiera conmigo, por si se sentía peor, poder controlarlo —mantuve mi vista fija en la mesa sin saber que más decir. —¿Es por eso que sigue durmiendo? —asentí; espero que no le pregunte a Artur, si él dice la verdad Henlein me matará—. Creo que pasas demasiado tiempo aquí solo, comienzas a comportarte como una mujer —soltó una carcajada—. ¿Por qué no vienes conmigo esta noche? Te prestaré mi juguete. Se me revolvió el estómago al instante. Negué con la cabeza rápidamente, tomé el café de un trago y desvié la mirada hacia él. —¿Tiene trabajo para mí? Henlein me miró unos segundos para luego asentir. Nos levantamos de la mesa, él me llevó a su despacho, me dio una carpeta llena de hojas y me indicó que tenía que hacer con esas hojas. Me dijo que pronto tenía que enviar los legajos de los prisioneros que estaban en el campo. Henlein me envió a mi cuarto a empezar a trabajar y, de paso, despertar a Artur para que baje a desayunar. ----------------------------------------------------------------------------------------- Los próximos tres días Henlein hizo de las suyas nuevamente con aquel pobre niño que llaman "juguete". Me centré en los papeles que me había pedido que revisara, todos eran prisioneros nuevos, transferidos para ocupar los lugares de los prisioneros que han fusilado. Aquel pobre niño estará con gente que no conocía, había perdido a sus padres y, tanto Henlein como Kaiser, lo torturaban constantemente, más de lo que debía ser torturado un prisionero. Solté un suspiro pesado, levanté la vista hacia la ventana y miré hacia afuera, distrayéndome completamente de lo que tenía que hacer. De repente, unos toques en la puerta me hizo que volviera a reaccionar, me levanté rápidamente y abrí, del otro lado se encontraba Artur. —Mi padre quiere que bajes, necesita hablarte de algo. Asentí, salí de mi cuarto y seguí a Artur hasta donde se encontraba su padre. Una vez allí, me senté en el sofá junto al general, mientras que Artur se sentaba en el suelo frente a nosotros. Henlein comenzó a parlotear sobre su trabajo, contándole a su hijo como habían fusilado a los judíos de manera jocosa, recibiendo como respuesta la mirada de admiración del niño. Me quedé mirando a Artur durante el relato repulsivo de mi superior intentando distanciarme por completo de la conversación. —¡Amelie, ven aquí! La mujer se apersonó rápidamente en la sala como si fuera una de las criada. —Tenemos la cena esta noche, Fellner se quedará con los niños como quedamos —ella simplemente asintió, Henlein se volvió hacia mí—. Es una orden, suboficial —también asentí de manera sumisa—. Amelie, ve a decirle a Noah. Sin esperar un segundo, Amelie subió las escaleras. —¿Necesita algo más, General? —negó con la cabeza—. Si me lo permite, seguiré con mi trabajo. Hizo un ademán con la mano dándome permiso de irme. Volví a mi cuarto encerrándome en él, me senté frente a mi escritorio y solté un suspiro pesado. Tendría que empezar a acostumbrarme a la frialdad de Henlein y a la admiración que le tenía Artur por cada cosa que hacía, aunque fuera algo tan deshumanizante como eso.
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