Capítulo 6

2351 Words
Narra Artur Me desperté por culpa del despertador, me giré un par de veces incómodo. No quería levantarme, no había dormido en casi toda la noche y estaba cansado. Respiré profundo sintiendo un perfume familiar, de repente recordé que a las cuatro de la mañana decidí meterme en el cuarto de Meik. Me giré rápidamente y abrí los ojos, pero los cerré al instante ya que el sol que entraba por la ventana me obligó a hacerlo. —Levántate, Artur, ya es hora —escuché los pasos de Meik acercarse a mí, abrí los ojos levemente, aún me molestaba la luz, pero intenté no cerrar los ojos nuevamente—. Es hora, si no sales a alistarte pronto, tu madre vendrá a buscarte y habrá problemas —asentí sentándome en la cama, me restregué los ojos y me levanté—. Espera —miré a Meik con cierta dificultad, me tomó de las mejillas y me dio un corto beso—. Ahora sí, ve a alistarte. Asentí sintiendo mis mejillas arder. Salí de su cuarto y rápidamente me metí en el mío, tomé mi ropa y me dirigí al baño. Luego de alistarme, bajé al comedor, donde se encontraba mis padres. Mi madre le servía café a mi padre, mientras él leía los papeles que había hecho Meik anoche. —Buenos días, cariño —me saludó mi madre con una sonrisa—. Ven, siéntate —me senté en el lugar de siempre y comencé a desayunar. Mi madre dio un par de vueltas por el comedor, llevando y trayendo cosas por un rato. —Noah no se ha levantado —dijo mi padre de repente—. Ve a despertar al niño —le ordenó a mi madre, ella solo lo miró unos instantes, asintió y luego subió. Luego de desayunar, mi hermano salió como una flecha, mientras que mi padre y Meik se iban al despacho de mi padre. Por mi parte, me quedé en la sala, sentado en el sillón a esperar a que ambos terminasen de trabajar, pero cuando salieron del despacho, los dos se fueron de casa. Me levanté del sillón sin mucha idea de qué hacer. Subí las escaleras y me dirigí a mi cuarto. Una vez dentro, me encerré y me senté en mi escritorio. Realmente estaba aburrido, no podía hacer mucho sin mi hermano y sin Meik. Solté un suspiro pesado sosteniendo mi cabeza con mis manos. No recordaba en qué momento me había quedado dormido, solo sabía que me desperté con unos toques en mi puerta. Abrí los ojos con pesadez y miré con dificultad por la ventana; ya estaba oscureciendo. Los toques en mi puerta volvieron a sonar, me levanté del escritorio aún algo somnoliento y abrí. Del otro lado se encontraba Meik, él me dedicó una sonrisa acercándose a mi rostro. —Hola, pequeño —me dio un corto beso—. Lamento que haya tenido que pasar todo el día fuera. -No importa, sé que es por trabajo —noté de repente que se encontraba algo pálido y un poco más serio que de costumbre—. ¿Tienes trabajo que hacer ahora? —negó con la cabeza, sonreí rápidamente—. Entonces, ¿podemos pasar...? —guardé silencio al instante cuando escuché unos pasos subir por las escaleras, Meik se apartó rápidamente de mi puerta y se dirigió hacia su cuarto. Me asomé un poco por la puerta recibiendo la mirada fría de mi padre. —¿Estás molestando al señor Fellner? —dijo acercándose, me puse firme rápidamente cuando estuvo frente a mí. Normalmente me hacía ponerme así cuando se me acercaba—. Vete a bañar, Artur, pronto tu madre hará la cena —lo miré en silencio unos segundos—. Te he dado una orden. Entré a mi cuarto, tomé algo de ropa limpia y volví a salir. Mi padre y Meik se encontraban hablando bajo el marco de la puerta, cuando me vio, mi padre me dedicó una mirada severa que acompañó con un gesto con la cabeza, indicándome que hiciera lo que me había ordenado. Me metí en el baño sin perder un segundo y, mientras ponía a llenar la bañera, me despojé de mis ropas. No esperé a que se llenara por completo para meterme. Solté un suspiro pesado abrazándome a mis piernas. Cuando la bañera se llenó completamente, cerré las canillas y me sumergí por unos cuantos segundos, solté el aire que tenía en mis pulmones lentamente hasta casi quedarme sin aire. Me senté nuevamente con los ojos cerrados sintiendo como resbalaban las gotas por mi cara. —¿Es relajante? —pegué un ligero salto al escuchar aquella voz, aparté el agua que tenía en mis ojos y los abrí encontrándome con Meik en cuclillas junto a la bañera—. Tu madre me pidió que te trajera una toalla —me sonrió para luego dejar la toalla que traía sobre mi ropa limpia—. Bien, ya me voy, si quieres puedes ir a mi cuarto antes de la cena —me besó en la frente y se levantó. —Espera —tomé su mano, él volvió a ponerse en cuclillas—. ¿De qué tanto hablabas con mi padre? —pregunté sintiendo curiosidad por lo que me podría responder. —No puedo decirte —apartó su mano de las mías para posarla en mi mejilla, la cual acarició con su pulgar—. Lo siento, pero no es de tu incumbencia. Sin contar que apenas eres un niño para saber todo lo que está sucediendo —solté un suspiro pesado. Como si mi padre no me dijera nada sobre la guerra. —Meik, no soy un niño —coloqué mis brazos en el borde de la bañera y luego mi cabeza sobre estos—. Mi padre me ha contado sobre los campos y los asquerosos judíos, sé todo lo que sucede —recibí por parte de Meik una mirada que no supe identificar, soltó un suspiro, pasó su mano por su cara y volvió a suspirar. —Eres un niño; mi niño —sentí mi rostro arder un poco al escuchar esto último, ésta vez su mirada era distinta—. No te contaré nada. Si quieres habla de eso con tu padre, pero yo no te diré nada —acarició mi mejilla—. Para mi eres un niño que apenas está por llegar a la adultez; apenas estás por hacerte un hombre —su voz era casi tan cariñosa como la de mi madre—. Ven a mi cuarto si quieres cuando salgas —me dio un corto beso, se levantó y salió del baño. Volví a sumergirme unos segundos en el agua, sintiéndome algo tonto por no dejar de sonreír luego de tener a Meik aquí. No tardé mucho en terminar de bañarme y alistarme para ir con Meik. Una vez en su cuarto, me senté en su cama mientras él terminaba de hacer algunos papeleos. Me dediqué a mirarlo con una sonrisa idiota en el rostro. —Pronto terminaré. Asentí sabiendo que no me veía, dado que estaba ocupado con sus papeles. Me recosté en la cama aun mirándolo. No podía dejar de sentirme así de tonto con él, no podía dejar de mirarlo cada vez que puedo y extrañarlo cuando mi padre se lo lleva por el trabajo. De repente, él se levantó de su escritorio y se acercó a mí. Bueno, mejor dicho, a la cama, ya que se desplomó a mi lado. Acaricié su cabello suavemente, Meik me miró esbozando una pequeña sonrisa, tomó mi mano besando mis nudillos, logrando que mis mejillas ardieran, volvió a sonreír, acercándose a mi rostro. —Eres tan lindo cuando te sonrojas así —dicho esto me besó. Rápidamente correspondí. Me rodeó la cintura con uno de sus brazos acercándome más a él. Mi cara comenzó a arder completamente cuando sentí que metía su lengua en mi boca, jugueteando con la mía. De repente unos toques en la puerta nos hicieron separarnos rápidamente, ambos nos levantamos de la cama, yo me senté frente al escritorio mientras que Meik abría. —Disculpe, señor Fellner, ¿Artur se encuentra con usted? —escuché la voz de mi madre del otro lado de la puerta, me giré rápidamente para mirarla, Meik se apartó un poco de la puerta, mi madre me miró con una pequeña sonrisa aliviada—. Creí que habías salido luego de bañarte —negué con la cabeza, ella desvió la mirada al rostro de Meik y le sonrió también—. Gracias por cuidarlo, señor Fellner —él solo hizo un gesto con la cabeza como respuesta—. Pronto estará lista la cena. Se fue dejándonos solos nuevamente. Él cerró la puerta, se acercó a mí, me alzó y me sentó en la mesa, luego él se sentó en la silla frente a mí. Nos miramos por unos instantes completamente en silencio, cada tanto sentía que no podía reprimir una sonrisa que se asomaba en mis labios. Pasé mi mano por su cabello suavemente, recibiendo una sonrisa de su parte, me acerqué un poco a su rostro, bajando mi mano hasta su mejilla. Comenzaba a actuar más libremente con él, comenzaba a acostumbrarme a ser cariñoso con él. Meik me tomó de la cintura para luego sentarme en sus piernas, lo miré sintiendo mis mejillas arder un poco, él simplemente me sonrió y comenzó a besar mi rostro. —Oye, no hagas eso —intenté apartarlo vanamente, él siguió con lo que hacía—. Meik —solté una pequeña risa cuando comenzó a besar mi cuello—. Meik, para, me haces cosquillas —me rodeó por la cintura acercándome a su cuerpo, volvió a centrarse en mi rostro esta vez para besarme en los labios. ------------------------------------------------------------------- Luego de la cena, me metí en mi cuarto, dado que Meik se había quedado abajo hablando con mi padre. Me puse mi pijama y me acosté. Era algo temprano para dormir, pero no tenía más nada que hacer. Desperté a las dos de la mañana según mi reloj despertador. Me levanté sintiendo la boca seca, decidí ir a buscar un vaso con agua. Salí de mi cuarto, logrando escuchar las voces de mi padre, Meik y otro hombre, solté un bostezo sin prestarle mucha atención, bajé las escaleras hasta el primer piso y me dirigí directamente a la cocina. Estaba seguro de que mi padre me ignoró completamente, dado que sigue hablando como si no me hubiera escuchado bajar. Me serví el vaso con agua, me coloqué contra la mesada y bebí con pequeños sorbos con la vista fija en Meik, quien solo prestaba atención a mi padre y al otro soldado. Cuando termine de tomar el agua, dejé el vaso en el fregadero, salí de la cocina y me dirigí a las escaleras donde me detuve. —¿Así que tienes un juguete, Kaiser? —escuché a mi padre preguntarle a uno de sus soldados—. Es bueno, ¿verdad? Tal vez vaya y lo pruebe —me volví hacia ellos sin entender del todo de lo que hablaban. —Claro, si usted lo precisa, cuando terminen de trabajar se lo llevaré —contestó el soldado de mi padre—. No es muy llamativo físicamente, pero lo hemos amansado para que sirva en esto —se asomó en sus labios una pequeña sonrisa. Decidí no darle mucha importancia y subir de nuevo a mi cuarto. Me acosté nuevamente, cerré los ojos y, al instante, la puerta de mi cuarto se abrió, desvié la mirada hacia la puerta notando a Meik en el marco de esta. —¿Qué sucede? —entró a mi habitación cerrando la puerta tras su espalda, se sentó en mi cama y soltó un suspiro—. ¿Meik? Es tarde, quiero dormir —me quejé mirándolo desde mi lugar un poco molesto. —Tu padre no quiere que digas una sola palabra de lo que has escuchado, te dará una paliza si le dices algo a alguien —me senté rápidamente. Creí que no me habría prestado atención. Tampoco creía que fuera tan importante lo que estaban hablando—. Mantén eso en secreto, ¿sí? No quiero que terminen golpeándote por decir algo —acarició mi mejilla—. Puedes volver a dormir si quieres —me dio un corto beso, se levantó y salió del cuarto dejándome solo, solté un suspiro pesado y volví a acostarme. Será mejor que no abra la boca en absoluto, no por miedo a mi padre, sino por mi madre y mi hermano. Por la mañana me levanté temprano y, después de alistarme, me dirigí al cuarto de Meik y toqué la puerta. Unos instantes después, ésta se abrió dejándome ver al soldado de mi padre, él me dejó entrar al cuarto y cerró la puerta. Se sentó en la cama. Me acerqué a él, me tomó de la cintura acercándome más. Miré su rostro detenidamente, noté que se encontraba algo pálido. Suponía que algo de lo que hablaba mi padre anoche no le gustó del todo, sé que Meik no era tan frío como mi padre o la mayoría de los soldados. —Dime, ¿se han quedado hasta muy tarde? —él asintió—. ¿Puedo preguntar de que hablaban concretamente? —negó con la cabeza endureciendo sus facciones. Por alguna razón no ha pronunciado ni una palabra desde que entré al cuarto—. ¿Vas a hablarme? No me has dicho ni media palabra aún —acaricié su mejilla con mi pulgar. No era un reclamo en lo absoluto, me preocupaba verlo así de pálido. —Lo siento —esbozó una pequeña sonrisa que, imagino, era para calmarme un poco—. Solo estoy un poco cansado —tomó mi mano—. Podré descansar hoy, tu padre me ha dado el día libre, por así decirlo, podré pasar algo más de tiempo contigo —sonreí. Al menos así podré distraerme un poco del pequeño secreto de mi padre.
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