Narra Meik
Miré por la ventana que se encontraba frente a mi escritorio, no podía concentrarme del todo en mi trabajo, Artur no dejaba de estar presente en mi cabeza a cada segundo. No podía dejar de pensar en él, en lo lindo que se veía cuando sonreía o se sonrojaba. Solté un suspiro pesado y bajé la mirada hacia mis papeles nuevamente intentando concentrarme en lo que debía hacer, pero me era inútil. Me levanté de mi escritorio y miré mi reloj, cinco de la tarde y aún no podía terminar. Si no lo terminaba pronto, seguramente Henlein se enfadará bastante conmigo. Junté los papeles en la carpeta en la que se encontraban y salí de la habitación, noté que la puerta de la habitación de Artur estaba ligeramente abierta. Pensé en asomarme por curiosidad, pero rápidamente aparté la idea y seguí caminando hacia las escaleras. Si alguien me veía espiando al hijo de mi superior seguramente terminarían fusilándome. Bajé a la sala y salí al jardín trasero, dónde escuché a la señora Amelie tararear una canción con voz dulce. La miré recordando a mi madre, que tarareaba mientras me abrazaba cuando apenas era un niño pequeño. Sonreí inconscientemente, desvié la mirada sintiéndome idiota, me paré contra el cerco de madera, coloqué un cigarrillo en mi boca y lo prendí. Pronto me quedé solo dado que Amelie entró con una criada, eché la cabeza hacia atrás y solté el humo del cigarro en un suspiro. Contemplé el cielo azul unos instantes, para luego bajar lentamente la vista hasta posarla en una de las ventanas de la casa, ésta se encontraba abierta y por ella se asomaba Artur, con ojos perdidos en las afueras del terreno de su hogar provisorio, su semblante vacilaba entre la seriedad y el aburrimiento. Volví a llevarme el cigarrillo a la boca sin despegar la mirada de él, consiguiendo que pronto se volviera hacia mí. Me dedicó una pequeña sonrisa, luego se apartó de la ventana y, en menos de lo que me esperaba, salió al patio.
—¿Te aburres? —pregunté cuando se paró junto a mí, asintió soltando un suspiro—. ¿No juegas con tu hermano? —me miró por unos instantes, para, acto seguido, soltar una pequeña risa.
—Ya no soy un niño pequeño, en un año seré un adulto —esto último lo dijo cambiando el tono de su voz—. Ya no jugaré con mi hermanito solo para entretenerlo.
Sonreí revolviendo su cabello un poco. Me recordaba a cuando tenía su edad, me comportaba igual. Tiré el cigarrillo al suelo y lo apagué.
—¿Quieres ayudarme con mi trabajo? Digo, si estas aburrido, podemos pasar algo de tiempo juntos —él asintió con una amplia sonrisa.
No di ni dos pasos cuando, de repente, sentí su mano tomando la mía. Me detuve en seco haciendo que él también se detuviera. Artur soltó mi mano lentamente sin dirigirme la mirada. Evité que la soltara y me acerqué a su oído sintiéndome un loco por hacer algo como esto.
—Eres realmente lindo, Artur —susurré con una pequeña sonrisa.
Me aparté e intenté mirar hacia adentro de la casa, intentando que no nos viera la señora Amelie, entré primero con sumo cuidado. No parecía haber nadie que vaya a hacer que me corten la cabeza. Metí rápidamente a Artur y me dirigí a mi cuarto.
—U-usted también es muy apuesto —dijo repentinamente, me giré para mirarlo, él me dedicó una sonrisa con un pequeño sonrojo en las mejillas—. Entonces... —se acercó a mi escritorio—¿en qué lo ayudo?
Me acerqué con la mirada fija en él, nuevamente me devolvió la mirada con una pequeña sonrisa. Sentí el impulso de olvidar quien es y simplemente besarlo, pero unos toques en la puerta me detuvieron. Abrí la puerta de mala gana encontrándome con la sirvienta.
—¿Qué quieres? —noté como si se hiciera más pequeña al escucharme.
—Lamento molestarlo —su voz tembló ligeramente—. El señor Henlein quiere que baje en treinta minutos —asentí, ella agachó más la cabeza y se retiró, volví a cerrar la puerta.
Estaba algo enfadado con aquella muchacha, pero realmente me había ayudado a no cometer un error, o, al menos, no hacerlo cuando pueden atraparnos tan fácilmente. Volví a acercarme a Artur, le indiqué como tenía que ayudarme, luego me senté en el escritorio e intenté hacer mi trabajo lo más rápido que pude.
Al cabo de un rato, ya habíamos terminado de clasificar y ordenar los papeles que me habían encargado, nos sobraban unos minutos antes de que tuviera que bajar, así que decidí sentarme en la cama con Artur. Por alguna razón me sentía como si tuviera su edad nuevamente. Me sentía como cuando intentaba a hablarle a una niña que me gustaba. Estaba igual de nervioso como en ese entonces.
—Dime Artur, ¿tienes novia? —su rostro se enrojeció en un instante, provocando que soltara una pequeña risa—. No tienes por qué avergonzarte, tienes la edad para fijarte en las niñas —se mantuvo callado unos instantes.
—No —bajó la mirada—, hasta ahora no me había fijado en nadie —"¿hasta ahora?" tal vez hable de mí o simplemente había encontrado bonita a alguna de las sirvientas jóvenes.
—¿Se puede saber en quien te has fijado? —dije cautelosamente, pero intentando sonar amigable para conseguir que me confiara aquel secreto.
—Lo siento, no por ahora —se levantó—. Tal vez tenga que pensar un poco si me gusta realmente o no —dicho esto besó mi mejilla y salió del cuarto, llevé mi mano hacia mi mejilla. Tal vez yo no sea el único loco de los dos que se sentía así, tal vez pueda tener una oportunidad con él.
Miré mi reloj de pulsera, me levanté de la cama y salí del cuarto. Dirigí mi vista rápidamente a la puerta cerrada del cuarto de Artur. Me pregunté que estaría pensando en este preciso instante luego de haber besado mi mejilla. No me detuve demasiado en el pasillo pensando, ya que tenía que llegar con Henlein para saber que era lo que precisaba.
Me mantuvo en la sala hablándome de cosas que realmente no me interesaban en este momento, soltaba chistes que no me causaban ninguna gracia, pero no tenía más que aguantar aquello. De repente, escuché unos pasos en la escalera, pero cuando esos pasos llegaron hasta nosotros, me di cuenta de que no era Artur, era su hermanito Noah.
—Vete con tu madre, Noah, ve a ayudarle como la niña que eres —el niño solo asintió y se dirigió hacia la cocina obedientemente—. Ojalá ese niño hubiera salido como su hermano, pero siempre ha pasado mucho tiempo con su madre, lo ha convertido en una niña.
Pasó poco tiempo hasta que la cena estuvo servida y nos sentamos a comer. No podía apartar mi mirada de Artur mientras cenaba y hablaba con Henlein. Esperaba que no fuera tan evidente, no quería que me terminen enviando al frente de batalla. Estaba seguro que no saldría con vida de allí. Una vez que terminamos de cenar, Henlein decidió que sería buena idea que Artur esté con nosotros mientras hablábamos de la administración del campo de trabajo. Los tres nos dirigimos al despacho de mi superior y nos sentamos en el escritorio.
Cuando Henlein decidió que era demasiado tarde, me pidió que ordenara las planillas de prisioneros en una de las carpetas, mientras que le ordenaba a su hijo que me ayudase. Una vez que dejó las órdenes dadas, salió del despacho.
—Puedes ir a tu cuarto si quieres, Artur —dije comenzando a ordenar las planillas.
—No hay problema, me quedaré a ayudarle —tomó la carpeta en la que debíamos dejar guardadas las hojas.
Una vez que terminamos de guardar todo, decidimos subir. Ambos subimos hablando de cosas banales y, cuando por fin estuvimos frente a nuestras habitaciones, nos detuvimos. No podía dejar de ver su hermosa sonrisa cada vez que se me ocurría alguna broma. Realmente me sentía como si tuviera diecisiete años de nuevo.
—Es muy interesante, señor Fellner.
—Puedes llamarme Meik cuando no estemos junto a tu padre —dije posando mi mano en su mejilla y llevándola suavemente hasta su mentón—. Ya no tienes que tratarme con tanto respeto cuando estemos solos, solo tienes que hacerlo frente a los demás —le sonreí acercándome un poco a él.
—Eso me gusta —sonrió—. Creo que ya debería meterme en mi cuarto, pronto mi madre subirá y me regañará si me ve fuera de la cama —asentí, pero no me moví, me le quedé mirando unos instantes—. ¿Sucede algo, Meik? —era ahora o nunca, no tendré otra oportunidad de hacerlo. Terminé de acortar la distancia entre nosotros y, luego de sonreír por el sonrojo en sus mejillas, lo besé. Lógicamente el beso no duró mucho dado que la madre de Artur subiría en cualquier momento, pero duró lo suficiente.
—Que descanses, Artur —dije cuando nos separamos, él, con las mejillas completamente sonrojadas, asintió, rápidamente se metió a su cuarto, sonreí y me metí al mío. Al cerrar la puerta, me recosté contra ésta y posé mis dedos en mis labios. Aún sentía los labios de Artur contra los míos—. No podré dejar de pensar en él —me cambié rápidamente y me metí en la cama.
----------------------------------------------------------------------
Me levanté por culpa de unos toques en la puerta. Miré mi reloj, este marcaba las cuatro y media de la mañana. Los golpes insistieron, por lo que no tuve más remedio que levantarme, o al menos eso pretendía hacer, cuando la puerta se abrió dejándome ver el rostro de Artur.
—L-lamento entrar sin permiso.
—Está bien, no importa —dije restregándome los ojos—. ¿No puedes dormir? —lo miré con un poco de dificultad, él asintió jugueteando con sus manos—. Ven, acuéstate —le dejé algo de lugar, Artur rápidamente se acostó a mi lado y se acurrucó contra mi pecho.
—No he podido dormir en casi toda la noche —apenas podía entender lo que decía, dado que tenía su rostro contra mi pecho y no hablaba muy fuerte—. No he dejado de pensar en ti —se aferró un poco más—. N-no dejé de pensar en el beso —sonreí al instante olvidando completamente el sueño que tenía.
—Yo tampoco he dejado de pensar en el beso —se separó de mí y me miró con las mejillas sonrojadas, sonreí nuevamente, lo tomé del mentón y me acerqué a su rostro—. ¿Sabes? No tiene que quedar solo en un recuerdo, podemos hacerlo las veces que queramos. ¿Podrás guardar el secreto? —se quedó mirándome sin siquiera parpadear. Sentí como si hubiera cometido un error al decir algo como eso.
—S-sí, guardaré el secreto. I-intentaré ser discreto frente a todos.
Posó su mano en mi muñeca, haciendo que apartara mi mano de su rostro, luego se acercó cerrando los ojos con cierta fuerza, pero se detuvo antes de hacer lo que, imagino, quería hacer. Lo tomé de las mejillas y, acortando el poco espacio que nos separaba, lo besé.
Nos separamos unos pocos minutos después, él me miró con las mejillas aún sonrojadas, luego esbozó una pequeña sonrisa y se acurrucó nuevamente contra mi pecho. Lo abracé acercándolo más a mí. Pronto se quedó dormido, por mi parte solo me quedé mirándolo hasta que mi reloj despertador sonó avisándome que eran las siete de la mañana, apagué el reloj y me levanté. Volví a programar el despertador, pero ésta vez para que sonara a las ocho de la mañana, sé que estos niños se levantan a esa hora. Me alisté rápidamente y me senté en mi escritorio para comenzar a trabajar, aunque realmente me pasé una hora mirando a Artur dormir.
—Este niño me tiene realmente idiota y disperso —pensé sonriendo.