Mi nombre es Jorge Contreras Arango, tengo 28 años. Toda la vida tuve ciertos privilegios al ser el hermano del medio, el primer varoncito por lo que era el bebé anhelado de mi madre ya que, tras la llegada de mi hermana mayor, deseaba un niño para completar la parejita… a los 6 años de mi hermana llegué yo y la idea era que fuéramos nosotros dos solamente, pero en un descuido se les coló mi hermano, 6 años después de mi nacimiento. No lo esperaban, pero fue algo que les causó mucha alegría y emoción.
Antes del nacimiento de mi hermano, me crie como un niño caprichoso y consentido, que obtenía todo lo que quería y no lo tenía que compartir con nadie, mis juguetes y ropa eran solo míos y mi hermana tenía sus propias cosas y gustos muy diferentes, pero al llegar mi hermano caí de la nube en la que llevaba 6 años. Al inicio como es de esperarse, no quería a mi hermano y odiaba que quisiera coger mis juguetes y babearlos, pero el odio se desvaneció el día que dijo su primera palabra… “Joge”, obvio la pronunciación no fue perfecta, pero fue mi nombre lo primero que dijo y acompañó esta palabra con una risa alegre mientras me miraba y estiraba sus brazos hacia mí… no me pude contener y corrí a abrazarlo. Desde ese día si es necesario, estoy dispuesto a dar la vida por él.
Al graduarme del colegio, me fui a New York a estudiar en la universidad por lo que ahora soy publicista y diseñador gráfico. Y creo que fue lo que toda la vida quise estudiar, ya que fue lo que siempre conocí gracias a mis padres. Ellos desde muy jóvenes en la universidad se conocieron cuando estudiaban, Publicidad mi padre y Diseño gráfico mi madre.
Llevo aproximadamente diez años viviendo lejos de mi casa, mi vida cambió completamente estando lejos de ellos y mis hermanos. Siempre fui muy buen estudiante, pero no era el prototipo de estudiante entregado únicamente a las clases y los libros, realmente era un coqueto empedernido y mi aspecto físico me ayudaba a lograr mi cometido con cualquier chica que me llamara la atención. Mis amigos me habían nombrado “El conquistador” y cada vez que lo decían me causaba mucha gracia. Nos la pasábamos de fiesta en fiesta y llegué a tener varias “novias” al tiempo, obvio con ninguna me interesaba nada serio y se los hacía saber desde el inicio, si aceptaban mis condiciones disfrutábamos el tiempo que yo quisiera, si no las aceptaban me alejaba de inmediato y perdía completamente el interés.
Cuando tenía 20 años recibí una noticia dolorosa, mi madre, la mujer que siempre me había dado todo, tenía cáncer y al parecer no era agresivo. Quise volver a casa para estar con ella, pero mi padre me lo prohibió ya que no estaba bien que yo abandonara mis estudios y mi vida, siendo que mi hermano y él estaban con ella y la cuidarían en su recuperación. Me decía que no me preocupara y que todo iba mejorando. Finalmente, dos años después mi madre falleció y ahí fue cuando me enteré de que realmente desde el inicio había sido un cáncer muy agresivo que en ningún momento hubo mejoría, sino que día a día le robaba un pedazo de su vida.
Volví con la muerte de mi madre y ya el dejar mis estudios no era un problema porque me acababa de graduar, pero el volver a mi casa me dio más duro de lo esperado… cada rincón me recordaba a mamá y todos los momentos vividos en esa casa cuando éramos una familia unida. No pude soportar el dolor que me causaba no volver a verla en su casa y sentía que ese ya no era mi hogar. Mi hermana se había casado hace varios años y estaba esperando a mi segundo sobrino; su esposo era un cirujano plástico muy reconocido y sus vidas eran muy diferentes a las nuestras. Mi hermano aún cursaba su último año de colegio y mi padre se refugió aún más en el trabajo. Mi padre tiene una empresa de publicidad muy reconocida, pero nunca he estado al tanto de esta, solo sé que es el logro por el que mi padre ha trabajado siempre y también la culpable de que se perdiera de tantos sucesos en nuestra infancia y adolescencia.
Cuando volví a New York y desempaqué mi maleta, encontré una carta con la letra de mi madre y le leí al menos diez veces; pedía que la perdonara por haberme ocultado y hacer que me ocultaran el avance de su enfermedad. Que continuara con mis estudios y lograra todas las metas que me propusiera, que me abriera a la oportunidad de apoyar a mi papá en la empresa y así también fortalecer nuestra relación padre/hijo. Y finalmente que dejara de llevar una vida s****l tan alocada y le abriera las puertas de mi corazón a alguien que de verdad valiera la pena. Lloré como nunca lo había hecho y decidí empezar a trabajar en las peticiones de mi madre.
Dejar de lado la vida de conquistador y rompe corazones, no fue nada fácil, pero definitivamente lo debía hacer como forma de honrar a mi mamá. Mis amigos al inicio me miraban raro y no creían que fuera capaz de hacerlo, pero a medida que pasaba el tiempo les demostraba que sí era posible encaminar mi vida.
Han pasado seis años desde la muerte de mi madre y hasta ahora decidí regresar al lado de mi padre y tomar el lugar que siempre me ha sido reservado en la empresa. Volver no es fácil porque, aunque sé que mi padre nunca tuvo la intención de hacernos daño cuando éramos más jóvenes, pero el no compartir tiempo con él y que en fechas importantes no nos viéramos y simplemente nos enviara caros regalos en cambio de su presencia, hizo mella en mi corazón. Mi hermana tenía a mi mamá y como mujeres ambas se daban la compañía que necesitaban, pero yo de hombre sentía que mi figura paterna era ausente.
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Volví y antes de verme con mi padre, me puse en contacto con mis amigos de toda la vida. ¿Por qué no llegué a donde mi padre? Porque sigo buscando el coraje para verlo y arreglar nuestra relación, además que quiero llegarle de sorpresa a la empresa. Imagino que se alegrará al verme y saber que volví para quedarme.
Mis dos mejores amigos me organizaron una reunión de bienvenida en una discoteca muy conocida en la ciudad. Estuvimos los tres durante un rato, tomando whisky y contando anécdotas, hasta que tres bellezas deslumbrantes se robaron nuestra atención, nos quedamos mirándolas, pero iban acompañadas de un hombre que se veía muy cercanos a ellas y pensamos que era el novio de alguna, peor no identificábamos de cuál. Sin embargo, después de un rato nos dimos cuenta de que el hombre que las acompañaba se había quedado hablando con otra mujer y actuaba de forma coqueta con ella, a lo que ninguna de sus acompañantes reaccionó de mala manera… ahí nos dimos cuenta de que seguramente era un amigo o familiar y no el novio de alguna. Eso le dio valor a Santiago para acercarse a la mesa de ellas e invitar a bailar a una linda pelinegra, Tomás y yo arrancamos a caminar hacia la mesa de ellas y alcancé a pensar que tal vez los dos nos habíamos fijado en la misma chica… de ser así, habría sido algo muy incómodo. Creo que Tomás alcanzó a pensar lo mismo por lo que corrió hacia la bella morena y se apresuró a invitarla a bailar… respiré profundo y me acerqué a la castaña que había capturado mi mirada desde el momento que llegó al lugar, ella dudó un poco en aceptar mi invitación, pero finalmente lo hizo.
Bailamos, hablamos, conocí a sus amigas, conoció a mis amigos, bebimos, reímos, bailamos y bailamos… su perfume alteraba mis sentidos y el contacto con su piel lanzaba pequeños corrientazos por todo mi cuerpo. Nunca había conocido una mujer que me produjera tantas sensaciones y me causara tanta curiosidad. Quería conocerla más porque notaba que algunos secretos o recuerdos debía guardar y yo quería ser a quien se los confesara.
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—¡Ana Sofía, apúrate! — me digo a mí misma cuando me doy cuenta de que el fin de semana me dejó tan exhausta que no escuché el despertador y se me ha hecho tarde para llegar al trabajo. Me bañé lo más rápido posible, me vestí con una falda tubo negra hasta arriba de la rodilla, camisa rosada dentro de la falda, zapatos negros de tacón y un blazer n***o de largo a la cadera, peiné mi cabello y lo recogí en una cola alta, me apliqué pestañina, polvos y un brillo suave en los labios. No alcancé a desayunar y salí corriendo de mi casa, rumbo a mi auto.
Llegué 15 minutos tarde a la empresa, pero afortunadamente nadie lo notó, o eso pensé… mientras ingresaba a mi oficina la secretaria del señor Contreras me llamó para decirme que su jefe me esperaba en su oficina. Sentí como si me cayera un baldado de agua encima y me preparé para el llamado de atención por llegar tarde. Puede que Daniel y yo nos hayamos vuelto más cercanos últimamente, (hemos creado un lazo de amistad y ahora entiendo el por qué con mi padre se llevaban tan bien), pero no deja su profesionalismo al momento de tratar a sus empleados.
—Daniel, buenos días. ¿me mandó a llamar? — pregunté un poco nerviosa.
—Buenos días, Ana — me saludó con una gran sonrisa. Mis padres, mi abuela y él son las únicas personas que han llamado “Ana”, de resto me dicen “Sofy” o “Sof” y creo que me gusta que así sea. Siento que “Ana” es una forma especial de llamarme, reservada para personas especiales. — Vi que llegaste un poco afanada… — lo dice de forma pícara y yo no puedo evitar sonrojarme.
—Qué pena, señor.
—Tranquila, me imagino que tu celebración de cumpleaños te dejó un poco cansada — dijo en un tono tranquilo.
—Sí señor, pero ya estoy con toda la actitud de continuar trabajando esta semana — dije con una pequeña sonrisa.
—Excelente… pues te mandé a llamar porque necesito programar contigo todo lo del evento del señor de La Rosa y la campaña de su nuevo perfume — dijo mientras abría una carpeta con varios documentos — Ana, que pena contigo, pero ¿te incomoda que pida algo de comer? Es que hoy no desayuné y creo que tú tampoco — dice con una sonrisa al escuchar mi estómago sonar. Solo pude asentir tímidamente y tapar mi estómago con mi mano.
Estuvimos hablando y ultimando detalles para el evento del viernes. Ya me disponía despedirme y salir, cuando la secretaria de Daniel llamó a la oficina diciendo muy emocionada — señor, llegó una visita que le va a alegrar el día. Ya va para su oficina — y colgó.
Daniel me miró extrañado. Se abrió la puerta y yo no podía creer lo que veía…
—¡Hijo! No puedo creer que estés acá. No te alcanzas a imaginar lo feliz que me hace tenerte de nuevo a mi lado — dijo Daniel muy emocionado. Yo solamente miraba la escena y me separé de la mesa un poco para darles espacio de abrazarse. Y aprovechaba que no me había visto.
—Papá, quería sorprenderte y te aviso que no me volveré a ir de acá. Mi idea es ahora sí ayudarte con la empresa y ayudar a que siga creciendo — dijo con emoción y los ojos brillosos de las lágrimas que se le acumulaban negándose a salir.
—Ana, que pena contigo… te presento a mi hijo Jorge — dijo apenado Daniel y me señaló con el brazo para que su hijo me viera y saludara.
—¡Wow!... ¿tú?... ¿acá?... ¿Ana?... — me miraba desconcertado y feliz.
—Hola,… sí, yo… acá trabajo hace cinco años… Ana Sofía — dije lentamente, respondiendo a cada una de sus cortas preguntas. Sonreí tímidamente.
—¿Se conocen? — preguntó Daniel un poco perdido.
—Nos conocimos por casualidad en mi celebración de cumpleaños —.
—Bailamos toda la noche… y debo admitir que no esperaba la hora de volverte a ver — dijo Jorge y no pude evitar sonreír ampliamente.
—O.K. me alegra que se lleven bien, porque según parece de ahora en adelante tendrás que compartir mucho tiempo juntos — dijo Daniel con un tono que no supe definir si era picardía o seriedad… tal vez fue un poco de ambas.
—Me alegró verte… los dejo para que hablen y se pongan al día con sus cosas de padre e hijo. Yo me retiro a mi oficina… cualquier cosa si me necesitan ya saben en dónde encontrarme. Adiós — agaché un poco la cabeza en señal de despedida y salí rápidamente.
Corrí a mi oficina y una vez adentro, cerré la puerta y ahogué un grito de emoción con mi brazo. — ¡Es él!, definitivamente es él… no puedo creer que vuelva a ver a Jorge en estas circunstancias y que él sea el heredero del que varias veces hablé con mi jefe — dije en voz baja para mí misma.
“Cada vez que lo veo está más guapo e interesante”, pensé y tuve que ventilarme un poco con la mano por el calor del enrojecimiento en mi cara.