Capítulo 9: Nada nos Impide (Parte 2)

3386 Words
Sostengo mi bolso, siento que ambos me observan y entré al negocio. Mi hermano me da una mirada fría y veo a Olga pendiente. —¡Buenos días! —saludé ignorando la tensión en el negocio. Silencio, silencio y mis manos las muevo sin parar. Nadie contesta, así que pasé de largo y soy apretada fuerte del brazo. Me volteé asustada con el corazón desbocado y en el rostro de Rodrigo solo hay desprecio hacia mí. Un celaje a través del cristal me hace observar y visualicé a Kendrick y viene muy enojado. —¡Suéltame, Rodrigo, tu agarre es muy fuerte! —le pedí con la voz agitada—. Me lastimas —le informé, intentando que esto no se salga de control. —¿Te lastimo? —cuestionó sarcástico y a toda voz—. ¡Te largas de mi negocio, mujerzuela! —gritó mi hermano e insultó. Mi hermano hizo más presión en el brazo, me quejé y en eso Kendrick entró a la tienda. Lo empujó, mi hermano me soltó y lanzó un puño hacia Ken. Sin embargo, Ken se agachó, lo esquivó y golpeó en el estómago de mi hermano. Rodrigo se dobló y Ken se volteó buscándome. Veo a mi hermano lanzarse como un toro hacia Ken, mis ojos grandes asustadizos y mis lágrimas bajan. Ellos caen rodando al piso, empiezan a golpearse en la cara y uno tras de otro. —¡Ya basta, deténganse ambos! ¡Ayuda! —bramé desesperada. Me trató de meter, pero Olga me detiene. Trato de zafarme, pero ella no me suelta. Veo borroso por las lágrimas, en eso entra Raúl y otro hombre. Los separan, están con sangre los dos y Olga me soltó al no ver peligro. —¡Vete perra, vete con tu inútil novio! —sigue insultándome y apuntó envuelto en rabia la salida—. ¡No te quiero ver, no vuelvas! —su rostro amoratado y sus ojos hirviendo puestos en mí—. ¡No trabajas en la lavandería, estás despedida! Sus palabras hicieron que reaccione y asentí sosteniendo fuerte el bolso. La mirada de todos pendiente a mis pasos y me aproximé hacia mi hermano. Raúl niega con la cabeza, sus ojos ruegan que me marche y lo ignoré. —¡Suéltame, no haré nada! —Ken se retuerce en los brazos del hombre—. ¡Solo quiero ir con mi novia! —el tipo lo soltó y corrió hacia mi lado. Ken buscó mi mano y la entrelazamos. Me quedé a unos pasos de Rodrigo, mi corazón se encuentra herido y sus ojos me miran con odio. —¡Eres tan pobre de corazón, humíllame! —alcé la voz y con la mano libre golpeé mi pecho—. ¡Soy tu hermana puta!, ¿cierto? —Ken me dio un apretón de mano y solté una risa irónica—. ¡Tú eres el hijo pródigo! —expresé subiendo el tono cada vez más y lo señalé—. ¡Estoy harta de soportar, de callar y tener que hacer lo que ustedes deseen! —mi voz haciendo eco en el negocio—. ¡Quédate con tu miseria, no necesito tu limosna! El espectáculo de los hermanos ha empezado y con público presente. No me importa haber expulsado la rabia y lo que llevo dentro. Cuando alcé mi voz me acerqué a mi libertad. No callé y menos agaché la mirada. Por primera vez estoy sintiendo el borde de la libertad, a veces las cosas cambian y es por una buena causa. Me acaricia la mano Ken, me dejo llevar y cuando estamos por salir su voz nos detiene. —Vamos a ver, ¿cuánto duras siendo una puta? Todo fue tan rápido, Kendrick estaba apenas sosteniéndome y de pronto está golpeando el ojo de Rodrigo. Mi hermano cae al suelo, Ken de pie con sus puños cerrados a su costado y su cuerpo tenso. —¡Respeta a las mujeres y más a mi novia! —estoy anonadada y pasé la mano por mi cabello—. ¡Imbécil de mierda, te tragarás cada palabra! —dijo amortiguado y le dio la espalda. Ken conectó sus ojos atravesados con los míos y no la mantuvo. Esquivó la mirada, no quiere que vea su lado agresivo y dando grandes zancadas llegó a mi mano. Todo su cuerpo es pura radiación y me guío fuera del negocio. No hablamos y esperó que subiera al asiento y una vez dentro restalló la puerta. Ken no sube al auto, sacó su celular y llamó a alguien. Mis manos tiemblan, Ken camina molesto al frente del jeep y tras diez minutos subió. Me limpio las malditas lágrimas y él no busca mis ojos. Eso me asusta, quiero saber que sigue a mi lado y no recluido en su mundo. En un absoluto silencio arrancó el jeep y vamos tensos. Veo que le baja sangre por su labio, busco servilleta en mi bolso y la coloqué en la herida. Él me mira tan dulce, no veo odio y enojo, solo amor. Vuelvo a derramar más lágrimas, él no me ha abandonado. Puedo respirar al saberlo a mi lado. Ken detiene el carro en la acera, me abraza fuerte y besa mi cabeza. Soy un problema para él, no entiendo por qué no me deja varada. —Tranquila nena, vamos a casa. Mi padre está arreglando todo —susurró y acaricia mi espalda. No entiendo la parte del todo, ¿qué es todo? Al apartarnos ve la duda en mis ojos, vuelvo limpio su herida y odio ver su ojo magullado. —Había fotógrafos, sacaron muchas fotos y hasta el que me sostuvo tiene información —susurró lento y mis ojos pueden salir rodando por el auto si pudieran—. No me extraña que fuera planeado —Ken maldijo por lo bajo y no puedo creerlo—. Seremos la portada una vez más y todo será caos. «¿Fotógrafos?», soy un manojo de dudas en mi cerebro. Trato de recordar y no me percaté. Nunca los ví, estaba tan cegada por la rabia y no vi a mi alrededor. No soy buena para él, todo el caos causado por mí. No merece tenerme a su lado, soy un problema. —Nunca me di cuenta —hablé en un hilo de voz—. Es mi culpa —puse distancia y cubrí mis ojos. ¿Quién rayos imaginaría que estarían en la lavandería? Esto huele a mi madre, definitivamente. —No te atrevas a pensar en alejarte de mí, promesas son promesas, Tiara —Ken lee mi mente porque lo único que cruza por mi cabeza es soltar su mano, aunque me duela—. Juntos siempre, grábatelo —su dedo índice dio leves golpes en mi sien—. Tu hermano te lastimó, físicamente y verbalmente —nunca imaginé que Rodrigo me hiriera tan feo—. No podía permitir de ninguna manera su trato, eres mi nena —su mano giró mi rostro—. Lo volvería hacer, te defenderé siempre —afirmó. Por el espejo retrovisor me percato que se estaciona un carro detrás y Ken golpea el volante. Baja el cristal, saca su mano y les muestra su dedo malo. —No se cansan —subió la ventanilla y sus nudillos blancos en el volante cuentan su tensión—. Vamos a casa y ahí hablamos —encendió el auto y antes de partir me regaló una media sonrisa—. No te eches la culpa, siempre te protegeré. Empiezo a jugar con mi pulsera y veo el cielo. Aún tan colorido, me parece irreal y hasta creo que estoy soñando. Nada dura para siempre, mi vida es sube y baja. Al llegar a su casa pasamos varios carros, entramos por la primera entrada y al estacionarnos veo a Fabi. Está de brazos cruzados en frente de su carro. Mi primo corrió hacia el jeep, abrió la puerta y soy rodeada por sus brazos. Su apoyo es mi sostén, me alejó y examinó mi cuerpo. Al ver mi brazo izquierdo maldijo. —Ese infeliz, lo moleré a golpes —bajé la mirada a mi brazo y me recibió unos moretones. Al fijar la mirada en Fabi vislumbré sus venas brotadas. Estoy tan pasmada, no me había dado cuenta en medio de los insultos. Sin embargo, esas marcas se irán, pero las palabras te taladran y van haciendo un enorme hueco en tu corazón. —Hermano, espero que le hayas partido la cara —Fabi habló con parsimonia, pero está lejos de estar relajado y el que lo conoce sabe la lucha que está haciendo conteniendo su ira—. Si no fue así, iré a terminar el trabajo. Me ayuda a bajar del jeep, veo a Ken que se pasa las manos por su desordenado cabello y nos siguió. —Si no fuera que tenía que sacar a Tiara de ese lío —gruñó Ken con sus ojos llenos de cólera—, estaría golpeando su maldita cara y le recordaría que se lave la boca antes de hablar de mi chica. —Escupió el piso y mis ojos se van a su corte en el labio. Están endemoniados ambos, me cruzo de brazos y me llama la atención que se acerca su padre. Es alto, cabello n***o, ojos oscuros y sus rasgos toscos. El señor viene serio, muevo el peso de un pie al otro y soy toda nervios. Avergonzada de conocer a su padre en esta situación. —Adentro, chicos —ordenó mientras nos dio un escrutinio y terminó enfocándose en Ken—. Tu madre viene de camino. Fabian coloca su brazo en mi hombro, Ken me observa y evité su mirada. Nos fuimos detrás de su padre y me dejé guiar por mi primo. Al entrar al recibidor me quedé boquiabierta, es precioso con lujos por toda la casa y cierro la boca. En eso baja las escaleras Oscar, me he fijado que ellos son muy unidos y se acerca a Ken. —Mira como te dejaron tu rostro, Kendrick —comenta Oscar y se ve molesto. —No te preocupes Oscar, así o peor está el imbécil —lo calmó Ken. El padre continúa caminando, veo que los chicos se miran y mantienen silencio. Seguimos detrás, pasamos una hermosa sala, luego caminamos por un pasillo, las paredes relucientes nos saludan y entramos a un inmenso cuarto. El padre está de pie en el medio, mirando la enorme pantalla plana y puedo captar el motivo. Empiezan a salir imágenes de Ken golpeando a mi hermano, me muestran llorando y mi vergüenza va en aumento. Me tensé, ahora todo el mundo conoce mi vida de mierda y lo débil que soy. Seré la nueva amiga de Ken insufrible, mi primo me suelta y va hacia el mueble de cuero. Su ausencia me hace sentir frío. Fabi agarra el control y apaga la TV. Me busca, me lleva como toda una niña hacia el inmenso mueble y me dejo llevar. Mis ojos recorren la habitación, hay una mesa de billar y estante de películas. Esta habitación es un mundo de diversión. —Explícame esto Kendrick —rompió el silencio su padre y su voz es cargada de reproche—. Siempre he sabido lo que viene contigo y he estado alerta. Preparado para actuar, pero desde que conociste a la chica, todo es un misterio —me señala aturdido y soy pequeña en este instante—. No sé, ¿qué sucederá? ¿Esto vale la pena? Necesito saber —los ojos del señor posó en mí y me hicieron sentir apenada. Su padre está serio, pero Kendrick lo encaró haciendo que lo atienda. Son padre e hijo cara a cara. No puedo permitir que su relación se quiebre. Además, estoy cansada de ser transparente. Nunca volveré a esconderme de mis problemas. Me levanté de un cantazo, mis nervios están presentes y tomé valor. —Lamento todos los problemas que he causado —conseguí la atención de los presentes—. No sabes cuánto lo siento, señor —mi voz haciendo eco en mis oídos. La mirada invasiva de todos me hace sentir tan incómoda y más pequeña de lo que soy. Camino hacia la salida, pero Ken me intercepta y sus ojos se conectan con los míos. «¡Dios, como amo esos ojos!», exclamé en mis pensamientos. Amo todo de él y debo apartarme por su bien. Él niega con su cabeza, entrelaza su mano con la mía y mi corazón grita. Me sostiene una vez más, me resguarda del dolor y miedo. Su padre mira nuestra unión, está esperando por Ken. —Papá, entiendo tu enojo —su mano libre sacó su cabello del rostro tirando para atrás—. Estos días he estado perdido, pero quiero que sepas que Tiara tiene mi corazón —mis ojos se llenan de humedad y no puedo expresar lo que causan sus palabras—. Por ella volvería a golpear a ese cerdo. Él la lastimó frente de mis ojos, eso nunca pasará en mi presencia —su voz subió de tono por recordar y le di un apretón en su mano—. Siempre la cuidaré, siempre. Escuchar esas palabras hacen explotar cada uno de mis petardos. Me acaricia la mano, siento que todos miran mi reacción y bajé la mirada. Debo ser un duende rojo ahora mismo. —Eso significa que mi hijo al fin tiene novia —alcé de golpe la cabeza y al mirar a su padre está sonriente—. ¡Bienvenida a la familia, hija! —aplaudió y me quedé aturdida. Ese hombre de serio pasó a una sonrisa de oreja a oreja. Me ha dado la bienvenida, nunca pensé revivir el apoyo de su familia tan pronto y menos este caótico día. Seré franca, no imaginé una bienvenida en ningún momento de mi vida. Su papá mira sin odio, reclamos y me parece un sueño. Soy la causante de todo el lío de la prensa y me aceptó. —¿No me echará a patadas de su casa? —La pregunta es necesaria para mi corazón. En la habitación todos empiezan a reírse, incluso, Fabian y suelto la mano de Ken avergonzada. Nos acompaña su madre entrando de sopetón, es idéntica a Ken y se puso a mirar a cada uno. La foto de la casa de playa me ayudó a conocer a sus padres. Los chicos aún sonríen y ella va directo hacia su hijo. Puedo ver su amor por él y agarra su rostro. Estoy a su lado, nerviosa por su reacción. ¿Me odiará su madre? Mi mente divaga, apenas cinco minutos atrás su padre me recibió en la familia. —Mira tu labio… —dijo con voz angustiada y su dedo rozó la herida— y ese ojo no me gusta nada, Ken. —Mamá, estoy bien —verlo con ella y lo mucho que se preocupan por su hijo me llena el corazón—. Eso sanará. —Ken la observa bonito. Se dan un beso de piquito, su inmenso amor desprende por todo el espacio y me derrito. La hermosa dama se aproximó hacia mí y respiré profundamente. No mentiré, estoy sumamente tensa. Sus ojos que amo admirar son heredados por ella y me tomó por sorpresa levantando la mano, hundí los hombros. Lo primero que pasó por mi mente fue un golpe, pero su mano acarició mi mejilla y si se dio cuenta de mi miedo lo ignoró. Su mirada dulce hace que sonría y vaya calmando mi lastimado corazón. Estoy segura de que nada me lastimará en su hogar. La mirada de su mamá es la misma de Ken, pero maternal. Me permití sonreír entre medio de lágrimas de felicidad. —Eres hermosa, las fotos se quedan cortas con tu belleza —su voz es melodiosa. —Te presento a mi novia Tiara, mamá —mi Ken alargó su mano y la uní con la suya. —Mucho gusto, soy Aimeth —su madre me abrazó sin hacerlo con su aprobación—. Seremos amigas, ya lo puedo percibir —decretó y por mi encantada. —El placer es mío, usted es hermosa —dije emocionada. Me da un abrazo que me llega al alma y hace que pueda volar detrás de la libertad. —Amor, llegaste en el momento más chistoso —habló el papá y me soltó buscando a su esposo—. Ella preguntaba si la echaría a patadas. —Nunca haríamos eso, Tiara —Aimeth negó vehemente—. Esta es tu casa, eres bienvenida siempre. Por segunda vez, escuchar de ellos su recibimiento y saber que no todos son malos es una bendición. —Papá, ¿qué haremos con la prensa? —Ken volvió al punto del meollo. —Me haré cargo, iré a ver al hermano de Tiara —sus planes me aterran, pero debo permitir que lo solucionen como mejor puedan—. Ya hablé con el Sr. Andino, todo está bien —Ken soltó un suspiro y me duele saber que su sueño tan siquiera se frustre por mi familia—. El lanzamiento será en una semana. —¡¿Mi hermano, aceptó?! —No puedo quedarme callada. Otra vez recibo de golpe los pares de ojos, puede ser porque fue a gritos mi duda. —Tati, resolverán todo por medio de un abogado —mi primo que tanto me conoce vino hacia mí—. Tú estarás bien. Estamos al frente, nuestros ojos fijos y veo su rabia contenida. Pero sé que hará algo, lo conozco bien. —Si me disculpan, me llevaré a Tiara para que descanse en mi habitación y luego bajo a terminar de resolver todo —comentó Ken y lo miré con los ojos grandes. «¿Su habitación?», no soy sorda y escuché bien. Está loco, sus padres están presentes. Debo hablar, abrí la boca para refutar, pero no consigo una palabra para arreglar su metida de pata. —Tiara, no te asustes —bromeó Ken. —Jamás —mi voz apareció—, Ken, tus padres… —Soy interrumpida por su madre. —Ve Tiara, aquí somos padres modernos y nada está prohibido. —Nos dio permiso con una sonrisa en sus labios. Niego con la cabeza, estoy pasmada y Ken me agarra como saco de papas. —¡No te atrevas, Kendrick! —entre gritos y puños en su espalda intenté que me soltara—. ¡Esto está mal! ¡Me avergüenzas! Él ni se inmuta y salimos dejando a todos muertos de la risa. Me cansé de golpearlo en vano y mi corazón va a millón. Estamos en el segundo piso y con pasos grandes llegamos a la puerta. Al entrar en su habitación me lanzó en la cama. Las sábanas son azul y con tela de seda. Observo a mi alrededor, sentada en la cama gigante. Es cálida, pero estoy molesta con Ken. Estoy rodeada de muchas almohadas y lancé una en su cara. Ken la atrapó y me golpeó con ella. No puedo quedarme golpeada y agarré otra. Estamos en guerra de almohada, nuestras risas mezcladas y en eso se tira encima de mí. Me agarra el rostro, me besa suave y su sabor es metálico por su labio herido. Kendrick hace que olvide los enojos y problemas. El beso subió de tono, nos encendemos como chispas. Las lenguas danzando y de un juego se han intensificado las ganas por el otro. La necesidad la siento en mi área sur y no soy la única afectada porque su erección es notable. Mi palpitar suplicando ser suya, no hay nada que temer. Quiero, deseo ser suya por completo y acaricio su pelo. Nuestros gemidos son cada vez más fuertes, manos por todos lados y se detiene Ken. Me mira con sus ojos excitados, su pelo desordenado y sexy. —No puedo detenerme, pero si tú… —habló entre jadeos y lo corté. —Nada nos impide, solo quiero vivir —dije sin miedo y segura de entregarme a Ken. Me tira una guiñada, lo agarro de su camisa y nos perdemos el uno con el otro. Somos pura explosión y mis petardos a toda mecha.
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