Capítulo 9: Nada nos Impide (Parte 1)

4584 Words
Tiara Suena el despertador, lo escucho a lo lejos y con los ojos aún cerrados busco debajo de mi almohada. Al conseguirlo abro los ojos, los siento tan pesados y apagué la alarma. Apenas hemos dormido, nos quedamos hasta las 3:00 de la madrugada, supuestamente viendo películas y fue lo menos que hicimos. La película nos vio a nosotros, me desahogué, le conté cada detalle a mi padre y me escuchó. Fue liberador tener de mi lado a mi padre, se molestó cuando se enteró del trato que me da mi madre. Ahora quiere hablar con ella, trate de hacerle entender que sería peor y me cansé de intentar. Dejo todo en las manos de Dios, si la bomba va a explotar lo hará tarde o temprano. Me pongo a mirar la pequeña habitación, es tan reducida. Este es el estudio de mi papá, tiene una cama de una plaza, la computadora en una esquina y libros en el estante. La casa es dúplex, arriba están los dos cuartos y me levanto de la cama. Estoy sin ánimos, pero la pastilla es obligatoria y me estiré. Agarré del escritorio el frasco y me dirigí hacia las escaleras. Bajo suave, me tropiezo y logré aguantarme del pasamanos. Al pisar el último escalón siento el aroma de café y voy arrastrando mis pies. Veo a mi padre en la barra con su taza en mano y le doy su beso. Me tapé la boca para bostezar, no quiero marear a mi padre con mi desagradable tufo y él me revuelve el pelo. Me quedo quieta, él se mofa de mi pelo y me imagino verme como zombie. Caminé hacia el gabinete, agarro un vaso y me sirvo agua. Mi padre me observa con una sonrisa burlona. Al tomarme la pastilla fue la odisea de siempre, mucha agua y al final logré beberme la miniatura pastilla. —Tanta agua —dijo papá sonriendo—, aún no superas el tragar pastillas —frunció el ceño y negó soplando la taza—. Ya estás vieja para esos miedos. Me terminé toda el agua con su atenta mirada, me sostuve la garganta e ignoré a mi padre. —Deja el bullying, sabes que es muy complicado para mí. —Me defendí e hice pucheros. —Muéstrame el tamaño de la pastilla. Le lancé el frasco, lo atrapó y al ver la pastilla estalló en risa. Me recuesto del counter y cruzo mis brazos. —¡Es horrible sentir cuando baja! —chillé mientras apreté el cuello e intenté hacerle entender lo que pasa por mi mente sin sonreír, pero fue imposible—. Me da nervios que se trabe —levantó una ceja en desacuerdo—. Al menos he mejorado. —Me alegro de que estés responsable con tu salud —dio un sorbo del café y terminó mirándome—. Estoy muy orgulloso. —Su halago después de vacilar mi patético intento de no morir por una mini pastilla es genuino y valioso para mí. —Ya era hora —admití suspirando. —Disfruté anoche contigo —se puso en pie y vino a mi encuentro—, fue increíble y si necesitas espacio, siempre eres bienvenida —depositó un beso en mi frente y colocó en la palma de mi mano una llave. —¡Wao, un carro! —exclamé molestando y él bufó—. ¡Gracias, papá! Sé que son las llaves de su hogar y él alza las cejas. —Es mejor, es la llave de la casa —indicó mi mano—. Puedes venir a cualquier hora y más si necesitas despejar la mente. Solo aparece, es pequeño el estudio, pero prometo quitar cosas y hacerlo más cómodo para mi niña —pasó sus dos manos por mi cabello en un intento de peinarlo y sonreí abiertamente. —¡Gracias! —miré la llave y sentí una liberación tan solo por tener este escape—. Este sitio tiene calor humano, me encanta —acerqué la llave a mi pecho. Mi papá me sonríe, coloca su taza de café en el fregadero y puse mi llave en el counter. Empiezo a enjuagar mi vaso y la taza. —Bueno, ve a dormir un poco más —mi padre me besó la cabeza y sigo pasando el paño a la taza—. Me iré a trabajar, quisiera estar durmiendo, pero el trabajo me llama —dijo fingiendo tristeza, lo conozco, es adicto a trabajar y luego me sonrió al ver mis ojos entrecerrados—. ¡Te amo mi belleza! Terminé de limpiar, me sequé las manos con la toalla que cuelga en la nevera y sostengo mi llave. —Te tomaré la palabra, dormiré una hora más antes de ir a la lavandería. —Lo despedí con la mano en alto y papá me lanzó un beso por el aire. Lo veo marcharse y feliz por estos momentos a su lado. Mi padre es muy guapo con su pelo n***o en una cola de caballo, literalmente soy caga a él. Subo las escaleras, busco mi llavero en el bolso y puse la llave de escape. Saqué mi cofre, la llave está en mi pulsera y agarré mi diario. Empiezo a escribir, recuerdo cada momento con Ken y mis manos corren por la página. El sueño me ganó, estoy encima del diario y escuché el sonido de notificaciones. Me estiré y bostecé. Una vez despierta alargué la mano y sostuve el celular. Son mensajes de Kendrick, me percato de que son las 8:09 am. ¡Wao! Dormí bastante, estaba escribiendo y me fui con Morfeo. Presioné para ver el mensaje y mi sonrisa salió disparada. Mi floja, te recuerdo que tenemos un reto. Ve con ropa cómoda y lleva unos tenis, preferible “Vans” Estoy loco porque sean las dos de la tarde y ver tu rostro. ¡Tqm! Rápido escribo: Estoy más que ansiosa por ese reto. Como siempre, me retas a vivir. Pensaba ir en tacas para “El morro” haha, obvio tenis. ¡Tqm, con petardos incluidos! Lo releo, dudando si contar de mis petardos y oprimí la tecla de envío. Me levanto sintiendo la emoción a flor de piel, los petardos como cuatro de julio y mi sonrisa de oreja a oreja. Derramo mi bolso en la cama, tengo varias piezas de ropa y reflexiono que me pondré. ¡Oh dioses de las vans! Mis “Vans” florales las amo y he escuchado que en skateboard los tenis se joden todas. Mis tenis son mis favoritos, agarré un jeans claro y camisa pink con la espalda descubierta. Guardé todo a las millas, el celular sonó y es mi Ken. —¡Aloha! —saludo muy efusiva. «¡¿En serio, acabo de saludar con aloha?!», pensé en mi mente alocada. Me avergüenzo, me tapé la cara y caminé por el poco espacio con mi sonrojo recorriendo mis mejillas. Escuché a Kendrick reír tan pleno, nada más oírlo de esa forma, será oficialmente mi saludo. —¿Quién me habla? —logró formular y sigue la risa explosiva—. ¿Estoy llamando a Hawái? —¡Aloha, Kendrick! —no me retractaré, si lo hago feliz, me doy por servida—. No puedes negar que te encantó mi saludo, es dedicado a ti —mi corazón martillando por mis locuras y por él—. Solo para el chico “Playboy”. Agarré la toalla para darme un baño, bajé las escaleras con el celular en mano y como el dúplex es todo mío, pasearé con la toalla. El baño está abajo, mi papá tiene uno en su cuarto, pero para no molestar siempre he usado el de visita. —¡Aloha, Tiara! —se unió a mi saludo original y su risa ha cesado—. Debo admitir que me gusta. Quería escuchar tu voz, me estoy acostumbrando y no puedo evitarlo. Mis petardos explotan de cantazo, al entrar al baño me veo en el espejo y me recibe mi sonrisa. —No puedes, Ken, venir de cantazo e instalarte —susurré emocionada al otro nivel—. Sin previo aviso, eres un ladrón. —¡Oh! —se sobresaltó por la línea y esperé por su efusividad—, me acabo de recordar —silenció por un segundo y volvió al ataque—. ¿Qué significa petardos incluidos? —Estamos hablando de que eres un ladrón Kendrick. —Los nervios se intensifican e intenté esquivar el tema, pero sé que es en vano. —Por ti soy todo, hasta adicto soy —su voz baja hace que mis petardos revienten—. Tus labios me incitan, me hacen caer hondo, pero no cambies de tema, Sirena —su tono de voz es juguetón—. Nos quedamos en petardos, sí, petardos incluidos. «¿Quién no se enamora de Ken y explota en petardos?», es imposible me dije a mi misma. —¿Te han dicho que eres un odioso? —Ayer una Sirena me lo insinuó. —Ujum, tiene mucha razón. —¡Petardos, petardos! —canturreó Ken y sonreí por su estupidez tierna. —Las chicas decimos sentir las mariposas en el estómago, ¿lo has escuchado? —apreté la toalla en la mano. «¡Por Dios, qué vergüenza, a lo que has llegado Tiara!», pensé. —¡Ujum! —Pues para mí son petardos explotando, es fuerte y extremadamente ruidoso —cerré los ojos al confesarlo. —¡Bueno, hello! —el idiota empezó a gritar en la línea—. ¡¿Sigues ahí?! —bromeó porque le colgué en la cafetería de la universidad. —Sigue con el relajo —abrí los ojos menos, abochornada—, ya mismo te cuelgo, en serio. Activé el altavoz, dejé el celular en la tablilla junto con la toalla y empecé a quitarme la ropa. —No te enojes, es que creí que me dejarías colgado en la línea —al menos no se explaya en carcajada—. Pero ya veo que vamos confiando y manejando todo. —Paso a paso, Ken. Si me escuchas lejos es que me bañaré y estás en el altavoz. Entré a la ducha, abrí el grifo y ajusté el agua caliente. —Te acompañaré a bañar, mmm… —ronroneó y mis mejillas se acaloran—. Eso es un orgullo. —¡Es una locura, pero el tiempo es oro! —solté a gritos para que pueda oírme por la distancia y el ruido del chorro de agua. —Te escuchas lejos, pero ese ruido del agua es relajante —lo puedo imaginar en la almohada todo cómodo y sonriendo—. ¿Vas a la universidad? Estoy enjuagando con jabón en líquido, mi padre siempre deja todo lo necesario cuando me quedo. —Hoy tengo dos clases y son de noche, seis a ocho —me gusta informarle mis asuntos y que él se interese—. Me toca lavandería, luego un reto y estudios. Se me olvidó hablar duro, me enjuago la cabeza con este en jabón del cuerpo, ya que no veo por ningún lado champú. Nota: Comprar mi champú y dejarlo para cualquier emergencia. Limpié el cabello restregando y dando masajes en el cuero cabelludo. —Tengo una idea —dijo Ken y me estoy quitando el jabón del cabello. Me aseguré de no tener jabón en los ojos, apagué el grifo y alcancé la toalla. —Soy toda oídos, aunque tus ideas asustan. Me sequé, escuché su risa y me imaginé su rostro. —Te recojo, seré tu chofer hoy —comentó entre risas. Me ha dejado patidifusa, me enrollé la toalla y sostengo el celular. Quité el altavoz, mis ojos grandes y la risa destornillante solté. —Qué locuras dices Ken —puse pasta dental en mi cepillo—. Espera que lavaré mis dientes —ladeé la cabeza para poder pillar el celular con mi hombro. —Dale, espero todo el tiempo que sea necesario —susurró y limpié de prisa mis dientes. Cepilla arriba, abajo, profundo y escupir la pasta. Hago varios buches y lista. —Tengo mi carro —con el dorso de la mano limpié el resto del agua en la boca—. Además, no te quitaré tu tiempo —rebatí y salgo del baño. Literalmente, estoy incrédula por sus arrebatos y también loca por verlo. —Pues tendrás un chofer hoy, estoy afuera —no puede ser, deben ser mentiras. Por supuesto, son paqueterías de él—. Cuando termines sal, aquí estaré y tengo desayuno —dijo campante y me detuve en el pasillo pasmada. —No te creo, si amas dormir —me rehúso y negué con la cabeza—. Estás en tu cama y babeando. En eso escuchó una bocina y él gritó a todo pulmón. —¡Tiara! —dejándome sorda y consiguió que corriera hasta la ventana. Apresurada, moví la cortina y pegué un chillido. —Cierra la boca, Sirena —comentó por la línea. Kendrick está estacionado en la acera del otro lado al frente de la casa, me saludó y me tiró una guiñada. Mi cara debe ser un camarón, cierro la cortina al recordar mis fachas y mis petardos explotan. —Estoy aquí nena, por cierto, te ves hermosa, toda tomate —sostengo mi estómago por todo el revuelo dentro—. Esa toalla pink combina con tus mejillas. —Eres un odioso, el peor —refunfuñé y sin poder evitarlo una sonrisa lucía—. Te dejo, me vestiré y si demoro es tu culpa —desconecté la llamada y empiezo a correr hasta las escaleras. Al llegar a la habitación algo agitada, lancé la toalla a la cama y mis manos son un manojo de nervios. Mi ropa interior es un asco, pero qué importa, total no las modelaré. «¿Oh, sí?», despierta, Tiara. Tengo un panti que dice “gatita sexy” en mis pompas. No creo que las vea, definitivamente, no será hoy. Mi brasier es n***o y panti blanco. Nunca he querido combinar mi ropa interior, pero ahora deseo ser más selectiva. Me visto, empiezo a mirarme en el espejo ubicado detrás de la puerta. Me desenredo el cabello, me veo bien y me coloqué las “Vans”. Recojo por encima, de todas maneras tendré que volver por mi carro. Me acuerdo del diario, lo dejé bien guardado en el cofre y la llave en mi pulsera. Agarré mi bolso, bajé las escaleras y antes de irme le envié un texto a papá. Me recogió Kendrick en su jeep, si ves mi carro afuera para que estés informado. En la noche, después de las clases, paso a buscarlo o me quedo a dormir. ¡Te amo! Lancé el celular en el bolso. Salgo afuera, me recibe un maravilloso sol y veo a Kendrick que se baja del jeep. Me sonríe, él me deja sin aliento y suspiro. Tiene una camisa surfer azul cielo, pantalón corto crema y unas “Vans” negras. Se ve tan surfer con su pelo cayendo por su frente, lleva puesta una gorra de lado negra y camina hacia mí. Nos fundimos en un abrazo, al separarnos alza mi mentón y nos besamos. Nunca me cansaré de ser una floja al sentir sus labios y muerde el inferior. Me despierta por completo, tan solo con succionarlo. Él sabe que me vuelve loca, al separarnos me acaricia mi mejilla ruborizada. —¡Hola, Tiara! —susurró con su sonrisa de lado en sus labios. —¡Hola, Ken! —Se ha convertido en nuestro saludo. Se echa hacia atrás, mira mi vestimenta y agarra un mechón húmedo. —¡Espera! —dije sobresaltada y volví a tierra. Recordé mis cuadernos y Ken alza las cejas. —¿Qué sucede, nena? —sostuvo mi mano y la acarició. —Me haces olvidar mis cuadernos —lo empujé y fui hacia mi carro. Busqué mis llaves en el reguero del bolso y al conseguirlas entré al carro. Los libros están en la parte de atrás y paso por entre medio de los asientos. Listo, me vuelvo con ellos, los echo en el bolso y cierro el carro. Ken me quita el bolso, niego y cuando se lo voy a quitar lo aparta de mí. —Esto pesa mucho, ¿qué tienes piedras? —Lo alza en el aire lejos de mi alcance. —No preguntes, tengo todo mi arsenal. Además, yo puedo llevarla —puse los brazos en jarra. —La llevaré yo, vamos antes de que te cargué a ti también —alargó el brazo para atraparme y me escabullí. Salí corriendo y miré a ambos lados antes de cruzar. El jeep está al otro lado, pero de pronto siento que me sostiene y me acorrala en la puerta. Me voltea, estoy muerta de la risa y me saca el pelo del rostro. Se queda mirando mis labios, mis nervios me traicionan y muerdo el lado inferior, ese que tanto le da atención. Mi respiración acelerada por la corredera, me besa y al soltarme me tomó de sorpresa. Me trepa guindando de nuevo, me quedo tranquila y no peleo. Ya me estoy acostumbrando a sus cargadas de saco de papa y camina delante del jeep. Abre la puerta sin ningún esfuerzo, como si fuera una pluma. Me sienta, estoy sonriendo y me pone el cinturón. Luego me besa, por estos besos puedo aguantar a un chofer. —Adicto —da un casto beso—. Definitivamente, soy adicto a tus labios, mmm… —su lengua recorrió sus labios tentadores y mis ojos se quedaron lelos. Deja mi bolso cerca de mis pies, cierra la puerta y camina por el frente del jeep confiado. Me arreglo el cabello, Ken me tira una guiñada subiendo al jeep y siento el aroma a café. No soy amante del n***o cargado, pero una taza no me viene mal. —Huele bien —aspiré cerrando los ojos—, tenías todo preparado. Eres un acosador como los periodistas. Por cierto, ¿qué hiciste para que no estén merodeando? —busqué por el área para ver si por la emoción no los vi. Miré hacia atrás y vi los paquetes de comida de “Mcdonald 's”. —¡Wepa! —alzó la mano a la defensiva—. No me eches la culpa, si me comporto como un acosador es por tu culpa —su dedo me señala. —¡¿Yo?! —Dramáticamente puse la mano en mi pecho. —Afirmativo —asintió el fresco—, me haces adicto a ti, nena —un suave toque dio con su dedo en mi nariz. —No inventes, estaba durmiendo y me despiertas —su sonrisa es mi perdición—. No estando conforme me entretienes mientras hablas campante y vienes de camino. —Bueno, la cosa es que Oscar tuvo un problema y madrugué para ayudarlo —su amigo, el de poca paciencia, todo seriote—. Después el sueño lo perdí, pensaba en mi Sirena y te envié un mensaje —le prestó atención como si fuera el repaso del próximo examen—. La culpable sigues siendo tú —el descarado levantó una ceja y volvió a apuntarme—, respondes mis llamadas y el problema es que no puedo evitar escuchar tu voz —iba a replicar, pero su mano tapó mi boca—. Shh, por eso te llamo porque necesito oír tu voz, pero la idea surge rápido y no puedo dar marcha atrás. Me digo a mi mismo, si la visitas y eres su chofer podrás abrazarla —su mano abandonó mi boca y acarició mi mechón de cabello—, olerla y besarla —realizó sus palabras y soy papilla por ese tierno beso. Es lento, volcando todo el cariño y yo dispuesta a ser su recipiente. Se me hizo corto el beso y me miró con sus ojos caramelos con motas de verde. No importa si es acosador o no, su visita fue maravillosa. Debo admitir que su amigo todo misterioso e intimidante me ayudó a tener la mejor mañana, así que gracias Oscar. —Fue un lindo detalle que jamás olvidaré Ken. Me agarra las manos, las entrelazamos y veo la vista afuera. El cielo se ve hermoso, todo claro, con la presencia del sol brillante y súmale estar agarrada de la mano de Ken, perfección divina. —No te preocupes por los periodistas. Al no ser un chico madrugador, no molestan temprano y podemos desayunar en paz. —Extrañaré a mi viejito Manolo, pero un desayuno contigo vale la pena. —¿Viejito Manolo? —preguntó Ken—. Tengo competencia y muy madura. Me empiezo a reír por la competencia. —Siempre mi viejito te ganará —frunció el ceño—. Es como un padre abuelo, desayuno en su panadería —hablar del viejo me apasiona—. Queda cerca de la lavandería, debes conocerlo, es un amor. —Dalo, por hecho, tengo que conocer a mi competencia. Tengo un sitio especial para que desayunemos. —Ken encendió el auto y salimos. —¿Se puede saber? —dije curiosa y negó. —Ten paciencia, Sirena. Nos quedamos hablando, agarrados de la mano y disfrutando el viaje. Vislumbré que estamos cerca del parque Lineal, donde siempre camino y en el cual Ken dejó un bonito recuerdo. Desde ese día nuestra amistad empezó a renacer. En vez de pasar de largo, entra al parque y se estaciona. Ken me ha dejado en shock. Es el mejor sitio para desayunar y mis petardos despiertos. —¡Dios, Kendrick! —exclamé y me bajé sin esperar por él. Al sentir la brisa abrí mis brazos hacia la vida y cierro los ojos. El viento acarició mi pelo, empiezo a dar vueltas y me siento volar. Al abrir mis ojos contemplé el cielo y los árboles. La mirada de Ken encima me hace buscarlo. Está de pie recostado en el jeep con su risa hermosa y toda para mí. —Eres hermosa, tan natural —los ojos de Ken me traspasan, es como si él tuviera el poder de verme—. Tiara, eres una fuente brillante, me ciegas con tu belleza y no te das cuenta del efecto. Sin pensar en nada, me dejé llevar por la emoción, corrí hacia él y me enganché a su cuerpo. Qué bueno que soy liviana, él reacciona y me agarró. Envuelvo mis piernas en su cintura, no me importa si hay un paparazzi escondido y lo besé. Somos solo dos jóvenes enamorados, nada que ocultar. Él me endulza con cada palabra y es imposible no expresarse. Al separarnos juntamos nuestras narices, respiramos juntos y sonreímos. No soy buena en expresarme en voz alta, pero soy buena en inventar locuras. Me siento como un pequeño mono aferrado a su amo. Sin pensar, solo sentir, saqué esa estupidez en voz alta. —Soy tu pequeño mono ahora —el sonrojo me acompañó a ser valiente—, me siento como uno ahora mismo —parloteé por mis locuras—. Envuelta en ti, extremadamente, raro, ¿no? Ken me acarició las mejillas y sus ojos conectados a los míos. —¡Como el infierno! —bramó orgulloso—. Siempre deseé un mono, valió la pena esperar —besó mi frente y me bajé feliz. Sus manos aprisionan mi cintura y no me deja apartarme. —Vamos a comer, Ken. —Lo empujé sintiendo el hambre. —No quiero soltar a mi monita. —Es un incordio el chico. —¡Odioso! —dije haciendo muecas. Empezamos a reír, me suelta y busca los paquetes. Me marcho hacia el árbol y siento sus pasos detrás. Al llegar, volví y lo ayudé con las cosas. Empiezo a sacar los cafés, nos sentamos y huelo el aroma. —¿Te tomaste la pastilla? —su preocupación me hace flotar en las nubes y no respondí sorprendida—. No puedes comer si te la bebiste ahora, tienes que esperar al menos una hora. Rayos, buscó información sobre mi salud. —¿Te acordaste? —logré vocalizar y me dio el envase con sus ojos pendientes. —Sí, me puse a investigar —agachó la mirada y hundió los hombros—. Sé que no te gusta que estén encima de ti, pero tenía que saber e informarme —levantó la vista y se ve angustiado por mi reacción—. Por ti todo, nena. —Gracias, sí me la bebí, todos los días tengo alarma a las 6:00 am. —¿Te incomodó? —Se ve nervioso. Estoy pensativa, veo que se preocupa y piensa que estoy molesta. Él no entiende que fue algo tan especial para mí, jamás imaginé eso de su parte y mi corazón se derrite. —Me dejaste sin palabras —susurré y sus ojos se agrandaron—. Es un momento para congelar y atesorar por siempre —sonreí y le quité la preocupación. Al darse cuenta de que estamos bien sonrió mi Ken. No hay que decir más, él entiende que fue perfecto. Comemos huevos revueltos, hash brown, bacon y café. Fue bonito este momento al aire libre. Nos fuimos después de llenarnos como lechones y estamos frente de la lavandería agarrados de las manos. —Tengo una cita a las dos, más bien un reto, Kendrick —fingí aflicción—. Perdona, si te abandono en la tarde —batí las pestañas. Me da su dulce sonrisa, me acaricia el cabello y lo huele. —Me pondré celoso, ¿cambiaste de champú para el chico del reto? —No se le pasa nada a Ken. Niego con la cabeza, mi Ken es muy observador. —Se me quedó mi champú en casa, acuérdate, salí de prisa. ¿Te suena casa de papá una cena? —pongo los ojos en blanco, él sonríe y vuelve a oler mi cabello. —Extraño tu aroma a dulce, pero este huele a avena —es un perro en una investigación—. Al menos, mi olor será mío, no para el chico del reto. En la entrada del negocio me percaté de que mi hermano se asomó con su cara endemoniada. Me tensé, mis nervios están presentes y Ken buscó el motivo. Se quedan mirándose serios, iba a soltar su mano y Ken me aprieta más. —Nos vemos a las dos, vete ya —murmuré inquieta. —Tranquila, si estás así de nerviosa no pienso dejarte —con su mano abarcó mi barbilla y me hizo mirar sus ojos—. Respira y exhala —sus palabras son lentas y de alguna forma me ayudan—. Te suelto cuando estés calmada. Como niña chiquita sigo los pasos y respiro profundo. Cierro mis ojos, suelto el aire y respiro. Al abrir los ojos busqué mi fuerza y la encontré en sus ojos. —Así es nena, toma todo de mí —acarició mis mejillas—. Nada apagará tu brillo, nada. Nos besamos, me olvido de mi hermano y recibo mi fuerza. El amor es mi cura, tal vez también sea mi destrucción, pero es mi elección. —Gracias, Kendrick —dije mejor y más segura. —A las dos en punto, ni más ni menos, entraré y te irás conmigo —dijo con su voz segura, asiento y me bajo del jeep.
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