Capítulo 8: Me Vuelves Loco

2072 Words
Kendrick Estoy sentado para cenar en la mesa redonda del padre de Tiara. Su nombre es Tomás y su parecido es grande. Sus facciones son las mismas, pero a diferencia él no es tímido, es alto y tiene aretes en las dos orejas. Lleva su cabello en una trenza, lo tiene por el hombro y se ve protector. Desde que llegamos ha estado observando cada movimiento mío, si me acerco a Tiara disimuladamente la llama y se interpone entre ambos. Quiere intimidarme, ver si me meo en los pantalones y no sabe que esto para mí es un guiso. Toda mi vida me han vigilado, regañado y me resbala todo. Esto no me alejará de mi Sirena, al menos deseo que un padre esté de acuerdo con la relación. No por mí, por Tiara. Ella necesita apoyo y quiero que sea feliz. Estaba en casa esperando su mensaje de la dirección, la llamé y nada. De pronto me llamó desesperado Fabi y sus palabras se trabaron. No explicó, solo que buscara a Tiara y sin protestar me aparecí en su casa. Estaba llorando, pero no quería hablar de Fabi y le di su espacio. Estamos comiendo, la veo distraída, algo le preocupa y necesito hablar con ella. Al parecer fue algo grande el lío con Fabi, llamó en plena cena y viene de camino. Estoy removiendo mi comida, es arroz con salchicha y chuleta frita. Está delicioso, pero comí en casa un burro de arroz y lasaña. Estoy súper lleno, no quiero ser maleducado y me encuentro comiendo sin hambre. Además, me sirvió demasiada comida, si no fuera por la jartera (comió demasiado) estaría más que feliz. Nos interrumpe del silencio el celular de Tiara, le echa un vistazo y lo silencia. Se levanta de la silla, me mira avergonzada y con sus ojos me pide disculpas. Le sonrío, ella tiene que estar con Fabi y lo entiendo. —Ya llegó, perdonen, pero me necesita —dice Tiara decidida a socorrer a su hermano, eso son. —Invítalo a comer, la comida se te enfriará mi amor. —Le propuso Tomás y con su cubierto indicó el plato de Tiara. —Papá, lo menos que quiere Fabi es comer, créeme —empujó su silla y se puso en pie—. Vengo rápido, si quiere pasar lo traigo. Vuelve, me mira, le tiré una guiñada y se sonroja mi chica. Tan pronto como desapareció, Tomás se quitó la máscara, soltó su cubierto y se recostó en la silla. Puso su postura de macho alfa, brazos cruzados en su pecho y su mirada de halcón en mí. No tengo miedo, mi postura es de tranquilidad y di un largo sorbo de mi “Coca Cola”. Me quedé mirando y esperando su ataque. Estoy preparado para todo por mi Sirena. —El destino quiso que Fabi nos interrumpiera para estar de hombre a hombre. Coloqué mis manos en la mesa, así estamos más cerca. —Estoy aquí, nada que ocultar, papá. No puedo evitar bromear, soy así y su mandíbula se tensa. —¿Qué buscas, una relación o diversión? —Busco ambos. —No dudé y mi sinceridad no le sentó bien. Se echa hacia adelante con su rabia en los puños y me mira mal. —Eres un listillo —resopló—. ¿Te atreves a admitirlo? —sus puños pidiendo noquearme—. ¿Crees que es emocionante para mí? —Sí —sus cejas se unen haciéndolo ver temible—, admito que quiero una relación y divertirnos —Tomás se ve incrédulo—. Una pareja se basa en la confianza, respeto y comprensión. En una relación llena de amor no le faltará la complicidad. Quiero todo con ella, ¿si eso es ser listillo? —con orgullo me indiqué mi cuerpo y le sonreí abiertamente—, heme aquí. Tomás se quedó con cara de póker y no flaqueé. Mis palabras no son para alardear, es Kendrick demostrando su corazón por su hija. Le he permitido ver mi interior y el anhelo por ser más que un amigo. Tomás después de una eternidad estiró su mano y la acepté sintiendo que soltó la mano en mi cuello. Nos reímos juntos con ese apretón de mano y empezamos a tener una conversación fluida. Admití lo lleno que estoy, pero le agradecí la comida. Tiara llegó demasiado rápido y nos dio una mirada de asombro. Es normal, nos dejó en un silencio abrumador y al volver estamos envueltos en una charla amablemente. —¿Dónde está Fabian? —le pregunta Tomás y me recuesto en mi silla. —Se marchó, no quería incomodar, tenía que verme urgente —agarró su cubierto Tiara y al posar sus ojos en mí puedo darme cuenta de que ha llorado—. Fabi no está con ánimos. —Es lógico su madre está empeorando —dijo Tomás afligido y Tiara asintió. Los observé mientras charlaban, se siente el ambiente cálido y Tiara se fue relajando. Se veía menos nerviosa y sus sonrisas llenaban este espacio. Después que terminaron de comer (sí, porque desistí en empacharme) ayudé a llevar los platos a la cocina. Su padre nos deja solos y lo agradezco. Tiara empieza a fregar los platos, la abracé por detrás y enterré mi mandíbula en su cuello. Ella miró hacia la sala asustada buscando a su padre y se tensó por mi cercanía. —Tranquila, somos dos enamorados abrazados —susurré en su lóbulo y sus hombros se alzaron. Puedo darme cuenta lo mucho que le afecto, su cuerpo se ha encrespado y su respiración acelerada me hace querer voltearla y poseer su boca. No es la única ardiendo, mis ganas por ella van en aumento y su aroma a dulce envolviéndome. Tragué duro por la necesidad de acariciar su cuerpo y es imposible en este instante. Tiara continúa limpiando el plato, una vez limpio se lo quité de las manos y lo puse a escurrir. Seguimos el mismo proceso, ella limpia y me los pasa para acomodarlos. Sentir su cercanía y su cuerpo rozando el mío no fue fácil. Sin embargo, hacer esto tan simple me ha llenado. Son instantes que coleccionaré y voy por más momentos juntos. Al limpiar el último vaso, lo coloco y ella se voltea en mis brazos. Mis ojos recorren su hermoso rostro, su boca consigue que pierda el sentido y la besé. Subí las manos a su sedosa melena e introduje acariciando su cuero cabelludo y mi lengua invadiendo todos sus recovecos. Tiara me agarró por la cintura y sus manos frías tomaron rumbo por debajo de mi camisa. El contacto helado con mi piel hace que gima en su boca, pero no me despegué e intensificamos el beso. El ruido de algo cayéndose nos hace despegarnos y nos encontramos azorados. —¡Vamos a despedirse! —su papá tiró una lata de galletas en el gabinete a unos pasos de nosotros. Tiara sonrojada lo miró con esos ojazos de por sí enormes abiertos de par en par y sin apartarme de mi chica encaré a Tomás—. Iré al baño, cuando vuelva será noche de películas con mi hija —su rostro no es enojado, al contrario, nos dio una sonrisa pícara—. ¡Aquí eres bienvenido siempre! —palmeó mi hombro y se retiró al umbral. —¡Bye, papá! —logró conseguir su voz Tiara y su papá no respondió. —¡Suegro, gracias por la confianza! —alcé la voz sabiendo que todavía estaría oculto. —No me hagas arrepentirme, listillo —bramó y sonreí. —No seas payaso, ¡vamos afuera! —Tiara empezó a darme golpes en el pecho—. Te tienes que ir y pronto. —Me empuja, pero me quedé de maldad e intentó moverme de nuevo. —Mi floja, no puedes conmigo —chasqueé la lengua y la agarré como saco de papas. Tiara soltó un leve chillido y patalea. —¡Ken, soltarme, papá nos verá! —Entre patadas pide y la ignoré. Está colgando su cabeza en mi espalda, caminé hacia la salida y se rindió. Al salir, cierro la puerta y la bajé al suelo. Ella se saca el pelo de la cara, está toda despeinada y me empuja fuerte. Me tambaleé, ella sonrió y muestra su bíceps delgado. —No soy tan floja, no más un poco —susurró con su sonrisa luciendo. —Lo sé, eres mi guerrera —sostuve su mano—. ¿Qué pasó hoy? —su sonrisa se desdibujó—. Estabas bien en la mañana, pero en la cena estabas despistada. —Problemas, mi vida se basa en ellos —suspiró y entrelazamos nuestras manos. Su mente vuela al problema y me arrepiento de haber borrado su sonrisa. —Soy un buen imán para absorber los problemas —susurré trayendo de vuelta a mi chica. —Para hacer el cuento corto, mi madre dio quejas de mí a mi hermano. Rodrigo creyó todo, sin darme tiempo de explicar y en otras palabras soy la mala. Tú eres el chico que me lastimará —su rostro es dudoso—, me dejarás embarazada y sola —agachó la mirada y levanté su barbilla. Todos esos comentarios no importan, sin embargo, si a ella le afectan y duda, debo aclararlo. —Entiendo, son tantas cosas, nena —mi dedo acaricia su boca y sus ojos se conectan a los míos—. Me esforzaré por callarle la boca a todos, no pienso irme de tu lado. Lamento que tengas que soportar tanta mierda, pero te compensaré muy pronto. Por cada lágrima que derrames multiplicaré tu risa y seremos libres. —Ya veo los resultados, sonrío por ti. —No solo fue decirlo, me regaló su hermosa sonrisa y mi corazón se paralizó por un segundo y dio un salto al llenarse con ella. —Tendremos más instantes —rocé las comisuras de sus labios—, te lo aseguro. Me abrazó fuerte por el cuello poniéndose de puntita y acaricié su suave cabello. La despedida se siente, pero no quiero soltarla. —¡Buenas noches, Ken! —dijo en mi cuello. —Mañana tenemos una segunda cita —se alejó de mi cuerpo y solo dejó frío su distancia—. Te recojo a las dos de la tarde —entrecerró los ojos y sonreí—. Iremos a “El Morro”, será volar chiringa (cometa) y skateboard. Tiara negó y agarré su mano. —Trabajo no puedes estar hablando en serio —se excusó y alcé una ceja—. Te acabo de contar mi situación con mi hermano y los términos no son muy amables —la cabeza no para de mover y juego con su mano—. Imposible, no se puede. —Es un reto —le di con el dedo índice en su nariz—, las cosas imposibles hacerlas realidad a toda costa —su semblante es de piedra y solo consigue que sonría a carcajada—. Vive Tiara, vive. —No me engaña su falso enojo y la besé de piquito. Ella está muda, pero sus ojos están dentro del juego. —Reto aceptado —sonrió traviesa y asintió—. Pero para ser justos, te lo pondré complicado y con sazón —chasqueé la lengua haciéndole ver que voy a todas—. Me recoges en la lavandería, te bajas y entras con tu chulería. —Me vuelves loco —tiré de su mano y ella cayó en mi pecho—, eres la adrenalina que necesitaba en mi vida —su boca sonriente me tentó, me incliné a su nivel y sucumbí besándola lentamente. Mis manos sostienen sus mejillas, Tiara se pone de puntita y sus brazos se acomodan en mi cuello. Me armé de valor para culminar el beso y recosté la frente en la suya—. Espérame, nena, te pasaré a buscar —respiramos, bajando las ganas el uno por el otro—. Nada me impedirá llevarte conmigo, nada. Ella se volteó, uno de los dos debe cortar la unión y no sería yo. Mi mano suelta azotó su trasero y se le escapó un grito por mi atrevimiento. Se giró sobre el hombro sonriendo y acarició su nalga. Me invade la risa, espero que esté dentro de la casa y me voy orgulloso de mi chica.
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