—No pensaba presentarte, si con esas miradas furtivas hablan por sí solas. Son voltaje alto, deben poner cartel de peligro —murmuró Fabi.
Ella lo empuja, sus mejillas rosadas y él le echa el brazo encima. Deseo que se marche y me dé espacio, pero sé que está jodiendo a propósito.
—¡Hola, Ken! Aquí estoy escapada y gracias a mi primo por cubrirme.
No quiero terceros aquí, pero si Fabi lo desea, pues lo ignoraré como mierda. Sin hablar, agradecer o pedir permiso la agarré por la cintura. El brazo Fabian lo aparta sorprendido, le tiro una guiñada y beso a una desorientada pequeña Sirena. Es posesivo, tomo lo que es mío y quiero que quede claro a todos. Nada dulce, la estoy besando como si no hubiera mañana y ella sigue el ritmo. Aún estaba aturdida al principio, pero sé que deseaba ese beso tanto como yo y jadeamos juntos. La aprieto más hacia mi entrepierna, quiero que sienta como me deja y aunque esté loco por hundirme en ella será a pasos de bebé. Aunque muera porque ella sea completa mía y de todas las formas. Escucho a los chicos gritando: ¡Viva el amor!, y ¡Aquí hay niños que sufren! La suelto, pero antes muerdo el labio que me provoca y ella me mira excitada. Suelto de a poco el labio, Tiara baja la mirada y tambalea, pero la ayudo a que se estabilice. Cuando sé que no se caerá, suelto su cintura y antes que se escabulla agarro su mano delicada y entrelazo nuestros dedos. Ella mira nuestra unión, la voltea y antes de que se aparte le mostraré su lugar, dónde siempre será bienvenida.
—Mi chica va conmigo, los demás se dividen como les apetezca.
—¡Me voy adelante, compraré comida y carne para cocinar! —bramó Jorge.
Asiento hacia Jorge y me enseñó el pulgar hacia arriba en aprobación. Llevé a Tiara hacia el jeep, abro la puerta del pasajero y la alcé depositándola en el asiento. Ella grita de momento, se tapa la boca abochornada y me acomodo, la entrepierna. ¡Demonios! Será una prueba muy difícil, estoy muy excitado. Ella abre sus ojos gigantes al ver mi estado.
—Mis cosas se quedaron en el baúl, déjame buscarlas —farfulló—. ¡Dios, disimula! Esto es vergonzoso, Ken —susurra mi Sirena y mira hacia Oscar para ver si escuchó.
Oscar está sonriendo, sin disimular y Tiara se pone más roja. Es posible ser más tomate, solo ella, mi chica.
—Tranquila, esto es normal para ellos. Todo esto es tuyo, nena, tarde o temprano, así que acostúmbrate. Me haces esto, solo contigo mi Sirena —señalé todo mi cuerpo y le tiré una guiñada.
Cierro la puerta, en eso viene Fabi con un bolso gigante de chica y lo guarda atrás en el baúl. Veo que Timoteo y Zuriel están en la camioneta de Jorge. En la mía está sentado p**o, Oscar e imagino que Fabian va con nosotros. Cuando veo que arranca como loco, Jorge, definitivamente, viene el primo. Cierra el baúl, me observa y ve mi entrepierna que gracias a todos los santos está bajando. Todos saben lo calentón que soy, pero nunca me había enamorado antes y por ella seré un monje. Me ducharé con agua helada hasta que ella me pida que la posea.
—Es mi prima, ve con calma y suave. No tengo nada en contra de que estén juntos. Lo sabes hermano, solo que está experimentando por primera vez y quiero paciencia. Tiene miedo, pero aun así se escapó diciendo que estaría con mi madre. Pero la bomba explotará, ella necesita ser fuerte. Recuerda esto, pase lo que pase, siempre seré su hermano y estaré para ella. Cuando sufra, aunque no quieras y la lastimes, siempre estaré de su lado.
—Por ella iré despacio, trataré y entenderé tu punto. Sin embargo, no necesito terceros, Tiara puede defenderse sola y sé que es fuerte.
Pasé de largo para irnos, pero me agarra el brazo fuerte y me volteé.
—Ella es fuerte, bastante sin saberlo. Te cuento, mi prima es la que decide. Si quiere mi presencia, juro que ahí estaré, aunque te incomode.
Nos montamos en el jeep, saco mis gafas de la gaveta y enciendo la música al volumen máximo. Estoy tan molesto ahora mismo, conmigo, con Fabian, y con ella. Me siento desorientado, necesito bajar las revoluciones y será con las olas. Jamás la dañaría a propósito, o sea que ella quería que Fabi la acompañe y siente miedo de mí. Después ahí voy la beso agresivamente, ella le gustó y apuesto que se mojó. Pero fui un completo idiota, no medí las consecuencias y la asusté. Cargo el celular en el jeep y respiro profundo. Están dando la canción de Maná, “Bendita tu luz” y empiezo a cantarla con toda mi alma.
Bendita la luz, bendita la luz de tu mirada bendita la luz, bendita la luz de tu mirada
desde el alma. Benditos ojos que me esquivaban, simulaban desdén que me ignoraba y de repente sostienes la mirada.
Bendito Dios por encontrarnos en el camino y de quitarme esta soledad de mi destino.
Bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada
bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada, oh
Ella me mira, sonríe y coloca su mano en mi rodilla. ¿Quién se enoja con ella? Tiara es mis altas y mis bajas. Agarro su mano, la entrelazamos y llevé su mano a mi boca. Con un tierno beso en sus manos, me disculpo y prometo ser su caballero. Vamos de camino, no hay tráfico y permanecemos callados. Nuestras manos unidas, nunca me soltó y menos yo. Media hora más tarde estamos frente al apartamento, se bajan todos del jeep y me sorprende que Fabian también se bajara. Pensé que estaría de espía, pero parece que el viaje lo calmó. Estamos solos, ella se suelta el cinturón y mira nuestras manos aún unidas.
—¡Hola, Tiara!
—¡Hola, Kendrick!
Nos sonreímos y besé de nuevo nuestra unión.
—Perdón, por todo. Te pido si te ofendo o te hago sentir incómoda de alguna manera, me lo digas al grano. No soportaría que sientas miedo de mí, si te lastimo alguna vez, quiero que sepas que será sin darme cuenta. En mi sano juicio nunca te dañaría, nunca.
Suelto su mano, me siento vacío sin ella y aunque sudemos como locos la sostendría por siempre.
—No tengo que perdonarte nada. Eres especial para mí, estoy asustada un poco y necesito a Fabi por ahora. Admito que contigo me siento segura, pero mi primo es mi sostén. Si te molesta nuestra unión, es mejor que nos distanciemos. No quiero que su amistad se dañe por mi culpa, ambos son importantes en mi vida —sus ojos no me sueltan y se está abriendo conmigo.
—Aceptaré todo lo que me pidas. No me molesta Fabi, pero sí que tengas que tenerlo cerca para estar conmigo. —Tengo que aclararlo.
—No te preocupes, es que estaba un poco molesta contigo… —hundió los hombros y bajó la voz— por retarme sabiendo lo difícil que es mi madre —sus mejillas se tiñen rosadas y agachó la mirada—. Le pedí a Fabi que cuando te acercarás a mí fuera de metido. Le exigí que evitara tu contacto, pero te conoce bien. —Tiara se empieza a reír, ese ruido tan de ella y acaricié un mechón del cabello, tenerlo entre mis dedos y sentir su suavidad me gusta.
Siempre he amado el pelo de mamá, ahora adoro el de Tiara y ella sigue ocultándose de mí. Alcé su mentón y nos encontramos.
—¿Qué dijo Fabi? —pregunté perdido en sus ojos marrones oscuros.
—Tati, no sabes de lo que es capaz Ken aún —se quedó un segundo pensando con sus ojos entrecerrados y prosiguió—. Cuando él quiere algo se lanza sin reflexionar en nada. Acuérdate, te besó en frente de tu madre —soltó el resto de prisa para no perderlo.
Recuerdo que así la llamó Timoteo, también Fabi y mi curiosidad aumentó.
—Definitivo, Fabian me conoce —intento no darle casco al apodo—. Nunca pienso las consecuencias y más cuando deseo con todas mis fuerzas. —Me llevé su pelo a mi nariz y huele exquisitamente dulzón—. Mmm… el cabello tiene olor a algodón de azúcar.
—Tienes buen olfato, ese es mi champú —abrió si es posible más sus ojazos—. Sabes quisiera ser más como tú.
—¿Con buen olfato? —alcé mis cejas bromeando y ella me empujó el hombro suave.
—No, payaso —frunció el ceño—. Me refiero a pensar menos, le doy vueltas a las cosas y al final me bloqueo.
—Debemos darnos un poco de cada uno, así tenemos un pedazo de ambos.
—Trato hecho Ken —me da su meñique y hacemos el pacto.
—Yo esperaba un trato con saliva o sangre mezclada —dije fingiendo tristeza.
—Confórmate con el dedo —afirmó y sonreímos.
Está más cómoda conmigo y se sonroja menos.
—Me mata una duda. —Lo necesito, me come el cerebro.
—Dime, para sacarla de la cabeza —apuntó mi sien.
—¿Dónde conocías a Timoteo? —pregunté incómodo—. Nunca Fabi te presentó, me es raro la confianza.
Me agarra la mano, la entrelazamos a la perfección y nos miramos a los ojos.
—Hace tiempo apareció Fabi con Timoteo a casa, estaba sola y vimos una película los tres. La segunda vez fue el día que te caíste, estaba desayunando en la panadería y llegó Timoteo. Es divertido —su rostro sonríe—. Aunque no he cruzado muchas palabras con él. ¿Duda resuelta o aún estás dudoso?
—¿Tu apodo es Tati? ¿Timoteo lo inventó? —tiré mi ronda de celos.
Se ríe a carcajadas echando la cabeza para atrás. Me siento ridículo con estas dudas y recelos sin sentido.
—Ese es mi apodo de siempre, el culpable fue Fabian —habló entre risa y me voy relajando—. Desde que empezó a hablar me nombró Tati y todos en su casa me llaman con ese apelativo.
Continúa sonriendo, me siento imbécil por pensar en lo que no era. Se asoma Timoteo con Zuriel golpeando la ventana del carro y empiezan a monear. Fabian abre la puerta del lado de Tiara y consigue asustarla. No le da tiempo y la trepa en su hombro. Tiara ha pegado unos gritos y la veo moviendo sus piernas. Cuando se voltea Fabi puedo ver su rostro y ella conecta sus ojos a los míos. Vuelve en sí y golpea la espalda de su primo. Empecé a reír por sus locuras y ella niega con la cabeza. En eso los chicos se cansan y se marchan detrás de Fabian con una Tiara aullando. En ese momento comprendí todo, ellos son uno y jamás Fabi se meterá entre nosotros. Ella está aprendiendo a vivir y él la apoya. Me alegro de que la proteja hasta de mí. Me decido a bajar del carro y agarro el celular. Es hora de empezar la adrenalina y sumergirme en las olas. En eso sale p**o, va hacia el baúl y lo acompañé. Agarré dos tablas de surfear y él la otra junto con el bolso de Tiara.
—Ella es perfecta para la pandilla y para ti. Se acoplará pronto. Los observé, el amor entre ustedes es real. No te preocupes por Fabi, los apoya. Solo tienes que recordar que de todos has sido el más que liga y continúas como si nada. ¿Quién asegura que no harás lo mismo a Tiara? Ellos son como hermanos y se preocupa por ella. Sé comprensible Ken, él sabe que hay historia de amor, pero la duda está sembrada —me palmeó el hombro.
Se marcha dejándome sorprendido, el bebé de la pandilla, el callado vio más allá que yo. Nunca se negó a nada Fabi, siempre me ha ayudado de una forma u otra para acercarme a su prima. Cuando tenga oportunidad me disculparé con él. «Vamos a relajarme», me animé. Caminé con las tablas, cierro el baúl y entré al apartamento. Escucho música de Daddy Yankee puesta, “Shaky Shaky”. Se acerca Oscar y me quita las tablas. Huele demasiado de rico, mis tripas suenan y el hambre viene fuerte. En la cocina vislumbré a Jorge poniendo carne y a Tiara ayudando. Están felices, me gusta verla tan relajada y Fabi está con ellos. El apartamento es pequeño de dos pisos, abajo tiene cocina, baño y sala. Segundo nivel, los cuartos. La terraza da acceso a la playa, los chicos están afuera y sin molestarla me dirigí hacia el exterior. Ella tiene que compartir con los demás, al igual que yo y voy hacia la aventura. Respiro el mar, el cielo maravilloso nos cobija y un sol quemador. Veo a Zuriel en el agua con su buggy entrando más profundo. Sin pensarlo me dirigí hacia la playa. En la arena me quito los tenis, las llaves, el celular y hundí mis pies en la arena. La vista es hermosa y más viendo la ola que se construye. p**o está entrando al agua junto a su buggy y Timoteo se acerca con la tabla en mano.
—¡Vamos Zuriel, móntala es tuya! —alcé la voz a todo pulmón.
—¡Imagina que es una computadora, ve aduéñate de ella! —se unió a mis bramidos Timoteo.
Oscar estaba en la terraza y viene corriendo. Nos quedamos viendo como Zuriel surfea. Se adueña de la ola, la maneja y cae. Todos estamos gritando eufóricos. No aguanto más, lanzo mi camisa al suelo, veo las tablas en la arena y agarré a mi nena. Oscar se quita los tenis y la camisa. Me voy corriendo, me detengo en la orilla y me coloco el amarradero en el pie. En eso veo a p**o en el tubo dentro de la ola y logra salir bien.
—¡Wepa p**o, estuvo brutal esa! —lo animé.
Pito nada para agarrar su buggy, se trepa y nada hacia el pico. No somos profesionales, pero disfrutamos entre nosotros. Amo estos momentos juntos y espero que sean más. Una vez dentro del agua me sumergí mojando mi cabello y al salir a la superficie me eché para atrás los mechones que cayeron en mi rostro. Nadé hacia los chicos, Oscar viene detrás. Estamos los cinco en el pico, es dónde rompen las olas. El día está perfecto para surfear. En eso Timoteo hace el pato, pasa por debajo de una ola y luego monta una. Se balancea, pero pierde el control y cae, pero logra salir a la superficie. Me lancé, es mi turno y me levanto en el alma de la tabla. Monto la ola, la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo y logré salir. En la terraza me percaté que estaban Jorge gritando y Tiara sonriendo. Fabi viene corriendo con su tabla y me caí. Me limpio la cara, agarré el buggy y me siento en el. Vuelvo a buscar a mi chica y está con su melena bailando con el viento. Oscar se lanza en una ola, todos estamos haciendo bulla y Tiara se va con Jorge dentro de la casa. Llega Fabi al agua y se une a la diversión. Luego de Oscar se lanza Fabi y estamos gozando. No sé, ¿cuánto tiempo pasó? En las olas nos perdemos y se nos van las horas. Al mirar a la terraza vemos a Jorge haciendo señas.
—¡Pandilla, vamos a comer! —con sus manos alrededor de su boca nos avisó Jorge.
En estos momentos está Fabi con una chulada de ola, el primero en nadar a la orilla es Timoteo.
—¡Comida al fin! —dijo eufórico Timoteo en la arena y Oscar lo sigue.
Me lanzo por otra ola que rompe, paso por el tubo y la emoción a mil. Me caí antes de salir, la ola me arropó y tragué mucha agua. Tengo el corazón acelerado, los pulmones duelen por respirar y con dificultad logré nadar a la superficie. Empecé a toser desesperado por el aire (me cago en la ola enorme) y agarré mi buggy. Me percaté que solo quedamos Fabi y yo. Me alcanza Fabi preocupado.
—¿Estás bien hermano? Tragaste agua como loco.
—Fue la ola jodedora —dije calmándome.
Nadamos juntos hacia la orilla y veo a los chicos en la terraza. En la arena nos soltamos el amarradero del pie.
—El hambre pica —dijo Fabian normal y asiento.
—Quería disculparme por ser tan imbécil contigo —nosotros discutimos, pero arreglamos las cosas—. Entiendo tu punto, borrón y cuenta nueva. —Le ofrezco mi mano, me deja colgado y me abraza.
—¡Vamos, cabeza de chorlito! —dio cantazos en mi espalda—. Nada pasó aquí, ¡vamos a comer!
Al mirarlo sé que estamos bien. Recojo mis pertenencias de la arena junto con la tabla. Nos acercamos a la terraza, los olores me reciben y estamos en el paraíso. Suelto mis cosas encima de la tabla junto a las demás. Tiara le da un plato con una hamburguesa gigante a Fabi. Me dirigí hacia la mesa dónde está toda la comida, agarré pan y empecé a poner la carne. Se acerca Tiara, me da en el hombro y me quitó la apenas hamburguesa. La miré sorprendido, tendrá mucha hambre.
—Tranquila es toda tuya —alcé las manos en rendición—. Por poco me arrancas la mano, si estás hambrienta, adelante —la insté con la mano y señalé los ingredientes para que nos sirvamos a nuestro gusto—, por ti aguanto hambruna.
—No seas baboso —me regañó tiernamente, esa cara no muestra enojo—. Ya comí dos hamburguesas en lo que estaban en el agua —acomodó la carne que había puesto yo—. Tenía la de Fabian porque conozco sus gustos —sus ojos curiosos ha puesto en mí—. Dime como te gusta y la sirvo.
No deja de sorprenderme mi chica, pero iba a quitarle la hamburguesa y ella la aparta.
—Puedo hacérmela solo, no te preocupes. —No quiero darle cargas, quiero que disfrute su libertad.
—La haré como me plazca… —levantó solo un hombro y se ve altiva— y te la tendrás que comer —dijo con carácter.
Le coloca lechuga, iba a agarrar cebolla picada y detuve su mano.
—De todo, menos cebolla —sonreí por su amabilidad—, el bacon extra. ¡Por favor!
Ella suelta la cebolla, empieza a poner mucho bacon. Será la mejor hamburguesa del mundo.
—Eres como yo —su sonrisa en el rostro me desconcentra—, amo el bacon. ¡Es delicioso! —comentó emocionada.
Me da la hamburguesa en un plato, está bien rellena y nuestras manos se rozan.
—¡Gracias! —tragué duro por las emociones que ella despierta en mí y el rubor en sus mejillas adornando sus facciones—. Se convertirá en mi hamburguesa favorita porque fue hecha por tus manos —al verla tímida sonreí de oreja a oreja orgulloso—. Vamos a sentarnos.
—Ve tú —logró encontrar su voz y se pasó un mechón de cabello detrás de la oreja. Las ganas de acariciarlo y olfatearlo son enormes—. Te alcanzo ahora —agarra un plato y empieza a echar bacon.
—¿Te he dicho lo hermosa, qué eres? —Sé que debo darle tiempo, sin embargo, me es imposible.
Tiara gira a verme con todo sonrojo, pero me sostiene la mirada y sonríe.
—Basta eso es trillado —resopló—, con eso no conseguirás que caiga rendida a tus pies. Está sobrevalorado, necesitas más —movió su dedo índice dándole vueltas y agarró confianza.
—Pues eres hermosa con todo y sonrojo —me puse serio y alcé una ceja—. Además, no necesito conseguir nada porque estamos rendidos por el otro —le tiré una guiñada y me marché dejándola boquiabierta.
Me siento al lado de Jorge, está comiendo unas costillas. Luego que me coma esta hamburguesa le meto diente a las costillas. En eso Fabian se levanta y va hacia la mesa.
—¡Están por encima, voy a repetir! —alzó la voz Fabi.
—Te preparo otra, espera —dijo Tiara y agarra un pan.
—De ninguna manera, come tu bacon —le quitó el pan—. Tati, déjame a mí. —Fabi le puso el plato con bacon en manos.
Tiara no peleó y caminó hacia mí. No había sillas vacías, me iba a levantar, pero Jorge me detiene.
—Siéntate —comentó Jorge e indicó la silla.
—No, termina de comer —dijo Tiara pasmada y Jorge se sienta en el suelo.
—Fuiste mi ayudante, es bueno que lleguen personas dispuestas a la banda. Estos infelices ponen la boca, pero no las manos —aprovechó Jorge para tirar su puyazo.
Él ha tirado su sarcasmo del día, seguimos comiendo e ignorando. Esta hamburguesa está por encima de los gandules. Riquísima, me la estoy saboreando.
—No exageres, no fue mucho —Tiara quiere restar su ayuda—. Solo di sazón a la carne.
—Pues estas costillas están muy ricas —Jorge, sigue insistiendo, en eso es el mejor.
—¡Gracias! —Tiara hunde sus hombros—. Aprendí con mi padre a cocinar un poco.
Fabian se acerca, se sienta en el suelo y agrega.
—No seas tan modesta —fijó sus ojos oscuros maniacos en ella—. Te queda bien la comida, pero no tienes que cocinar a menudo, pero eres buena.
Me levanto a buscar más comida, esta hamburguesa me dejó con hambre. Estoy callado escuchando, cuando estoy comiendo soy así. Agarré el bacon, costillas y el pan solo. Me trae una cerveza Oscar y doy un largo trago. Estaba con la comida atorada y baja bien con la cerveza. Los dejo hablando por allá y me siento con Oscar.
—¿Está todo bien con Fabian? —averigua Oscar y muerde una costilla.
—Todo aclarado, entendí su actitud —susurré a mi amigo.
—Qué bueno porque estaba el ambiente tenso en el jeep —Oscar es rudo, pero se preocupa por nosotros—. Esa chica sabe cómo calmarte, me agrada para cuñada y para la pandilla.
En eso aparece Timoteo con la caja de dominó y se sienta en una de las sillas de la mesa de jugar.
—¡Vamos a jugar! —bramó con la caja en mano Timoteo—. ¡En lo que bajamos la comida, una partida de dominó! —propuso.
Rápido Oscar se acomoda en una de las sillas y dio por terminada la charla. Le sigue p**o y se levanta del suelo Jorge. Están completos para jugar, en eso Zuriel agarra el palo de billar y me mira, pero niego con la cabeza. Aún estoy comiendo, también quiero tiempo con mi Sirena. Fabian se acerca, le quita el palo y él lo empuja. Me levanto con mi plato, voy hacia Tiara y me siento a su lado.
—Las costillas están demasiado ricas —tengo que hacerle ver lo maravillosa que es y no se da cuenta—. ¡Gracias por venir y por la comida!
—No es para tanto —empezó a replicar—. Jorge, cocina estupendo y me dejé llevar.
—Acepta el cumplido —alcé el plato y ella lo miró—. Solo di: ¡Gracias Ken, soy la mejor!
Se limpia los labios con una servilleta, su sonrisa puesta y encantadora.
—Jamás, no soy así —sonrió pasmada y al ver mi ceño fruncido me siguió el juego—. ¡Gracias Ken, por el cumplido!
Terminé de comer con esas palabras y se quedó callada a mi lado. Al darse cuenta me ofreció una servilleta y me limpié la boca. Le quité su plato, me levanté y los eché en una bolsa de plástico que tenemos para los desperdicios. Al volver hacia mi chica, le tiendo la mano y ella observa dudando. No lo pensó tanto, confió en mí y posó su mano delicada en la mía tosca. La ayudé a levantar y la llevé hacia la arena.
—Vamos a sentarnos en la arena, charlar y reposar —le conté mis planes.
—Me encanta la idea —su voz es alegre y me llena el corazón.
Nos sentamos, ella aún tiene la camisa puesta y me pregunto si trajo traje de baño. Ella se coloca su cabello de lado, ya que el viento lo tiene bailando y se queda mirando el mar azul.
—¿El traje de baño se te olvidó?
Se sonroja, juega con el borde de la camisa y me siento un metiche. «Déjala Kendrick, tal vez no desee andar con traje de baño», me sermoneé mentalmente. Sin embargo, recuerdo su traje de baño oro. Le definía sus curvas en ese pequeño cuerpo, pero apropiado para ella. Se quita la camisa, veo el famoso traje de baño que rememoré y vuelvo a ese día. Tiara cruza las piernas como indio, coloca la camisa encima de ellas y me da su tímida mirada.
—¿Ya contento? —dijo riñéndome con ternura.
—Estoy contento desde que te vi afuera de mi casa —silencié y miré el cielo por un momento—. También al sostener tu mano de camino en el jeep —busqué sus ojos, esperan por los míos. Se han puesto brillosos y hechizantes—. Definitivamente, tú me haces feliz y más.
—Me estás malacostumbrando —dijo con sus manos apretando la camisa.
—¿Por qué? —Soy un niño curioso con Tiara.
—Cuando te canses de ser cursi y te olvides de mí —su miedo lo refleja y tragó duro—. No es justo, me harán falta tus palabras —su voz es afligida y eso desespera a mi corazón.
Acaricié su mejilla, ella se recuesta en mi mano y cierra sus ojos. Me acerco más a ella, mi boca en su oído y susurré.
—Nunca me cansaré porque no finjo —su aroma dulzón haciendo estragos a mi poca cordura—. Soy yo, llámame cursi, ok, pero soy Kendrick contigo.
Me alejo, dejo caer mi mano y ella abre sus ojos.
—Me siento la chica más afortunada del mundo —susurró y quiero más.
—¿Por qué? —Necesito que se abra a mí y sea directa, sin miedos.
—Porque el chico “Playboy de la isla” me da la hora tan siquiera —admitió sin soltar mis ojos.
—Eres afortunada, pero no de la forma que crees. —Mis palabras la han confundido y me miró extraño.
Eso causó que sonriera y me pierdo en sus ojos oscuros, curiosos.
—Has conseguido que el chico “Playboy de la isla” se enamorara por primera vez —estoy entrando a la ola llamada Tiara, es una que no tengo el control y puedo ahogarme. Es inevitable no sucumbir a esa grandeza de la naturaleza y deseo montarla con amor hasta que seamos uno—. Tienes mi verdadero yo, mi esencia completa a tus pies.
Ella se arroja encima de mí y caigo en la arena. La espalda me molesta un poco, pero no me importa. Me ha sorprendido mi Sirena, ella sonríe y se atreve a besarme. El beso es sin miedo, sincero y profundo. Acaricié su suave piel mientras movíamos las lenguas, explorando los recovecos y alargando el momento. Mi corazón se ha desbocado como loco. Al despegarse su sonrisa es cándida y contagiosa.
—Ya te tengo debajo de mí, Ken. ¿Quién lo hubiera dicho? —Su desparpajo me fascina.
Me molesta la herida, así que doy la vuelta y ella grita. Ahora estamos invertidos, el tiempo se detiene para nosotros y grabé sus facciones.
—Ahora estamos a mano mi pequeña Sirena —sonreí por su expresión.
—Enséñame a surfear Ken —sus ojos en los míos y esas palabras al salir de sus labios despiertan mi adrenalina.
—Dalo por hecho —le tiré una guiñada y la sonrisa me controla—. Serás mi perdición —admito.
—Piérdete conmigo, aprendamos juntos a amar y confiar —pone su mano en mi pecho y estoy seguro de que escuchó mis latidos.
Boom, boom, a mil por hora se encuentra mi corazón. Soy todo un bobo enamorado. Necesitando su cercanía, corté la poca distancia, nuestras narices rozando y respirando el mismo aire.
—Acepto todo contigo, los mejores y malos momentos —rocé mis labios con los suyos suaves y al abrir su boca la poseí.