Capítulo 4: ¿Siempre estarás Ken? (Parte 2)

2974 Words
Apago el celular, lo guardo en el bolso y me siento con menos carga. No tengo miedo a sus gritos y salgo del baño. Es hermoso este apartamento y empiezo a mirar alrededor. En la coqueta hay una foto y me acerco. Es Kendrick con sus padres, su parecido con su madre es inmenso y puedo percibir el amor en la foto. Hay un balcón, suelto mi bolso en la coqueta y voy hacia la puerta. La curiosidad pudo más, quité el seguro de la puerta escurridiza y salgo. La brisa me acaricia el cuerpo, me abrazo a mi misma y admiro la vista. El mar de testigo, mi pelo ondeando con el viento y cierro mis ojos por el momento perfecto que estoy viviendo. Nunca olvidaré este día, cada experiencia la guardaré con llave en mi alma. Escuché unos pasos, respiré el aroma del mar y soy rodeada por unos brazos por detrás. Ese abrazo, sus manos encima de las mías son un salvavidas en mi vida y por instinto las entrelazamos. No tengo que mirar para saber que es Kendrick y me apoyo en su pecho. Me besa la cabeza trayendo paz y seguridad. —Eres tan hermosa, sola en mi balcón y la brisa a tu favor. —Ken acomodó su barbilla en mi arco y es como si fuera un rompecabezas extraviado, pero al fin encontró su sitio. —Perdón, por ser curiosa, es que la vista es única. —La vergüenza de ser entrometida sube con velocidad y puedo imaginar mis mejillas rozadas. —De ahora en adelante este balcón me traerá el mejor recuerdo. Veré a mi Sirena y su cabello bailando con la brisa —su voz reverbera por todo mi cuerpo. —Nunca había deseado que se congelara el tiempo —sigo con los ojos cerrados—. Quiero que sepas, si tuviera ese poder serían muchos momentos que congelaría contigo. —Para mí es un honor, eres mi nena —su dedo rozó mi mano. —Es tarde, es hora de partir. —Desperté de golpe y me obligué a apartarme. Me duele irme, salir de esta ensoñación y sobre todo soltar sus brazos. La vida no es un cuento de hadas, Tiara. «Eres suya», sus palabras repetidas en mi cabeza me asustan. Sé que tenemos un mundo de distancia y mi madre nos hará la guerra. Estoy enamorada por primera vez y estoy completamente segura que la vida nos golpeará. Por eso no quiero etiquetas de novios, no quiero subir más alto y a la vez quiero todo con él. Esta maldita confusión, pero él me atrae hacia sus brazos y no me deja alejarme. Mi corazón se alegra de que no me suelte, quiere que luche por nosotros. No sé si tengo las agallas. Luchar no se me ha dado muy bien, solo logro respirar con poco aire y me acostumbro. Tengo mucho que aprender, tal vez, nunca me importó nadie como Ken. Mi primera vez fue tan sosa y no me extraño que nunca volviera a acercarse el asno. Solo acepté que no valía para nadie y menos para él. Ken sigue callado, extraño su cercanía y suspiro. No tengo el valor para dar la cara y sigo de espalda, pero lejos de su toque. El mar oscuro viendo lo patética que me veo. —Larguémonos —dijo con su voz monótona. Reuní fuerzas y me giré, él me esperaba en la puerta corrediza. Lo he puesto de mal humor, su cara se ve tensa. Caminé con el corazón apretado, al pasar por su lado me bloquea y me abraza. —Nos iremos sí, pero no distanciados —se aferró a mi cuerpo—. De ninguna manera voy a aceptar que te apartes. Cuando se te olvide que eres mía… —me alza la barbilla y sus ojos hechizando los míos. Mi cuerpo reacciona a su reclamo y continúa Ken— te haré temblar, te sacudiré el suelo y te retaré a negar nuestro amor. Nos besamos, agarré su pelo y su posesión es fuerte. Él es mi fuerza, saca mi lado salvaje y oculto desde siempre. Con su ímpetu está logrando sacarlo a la luz. Cada beso llega hondo y me ata a su ser. Me reta sí, me hace luchar y no rendirme. —¿Terminaste de poseerme con tu lengua? —jadeando pregunté con nuestras frentes unidas. Disimulo que no me afectó en nada y que soy anti-besos de Kendrick. —¡Uyyy!—bromeó dando énfasis en la ‘Y’—. Para poseerte como es debido nos tomará toda la noche y parte del día nena. —Ha vuelto a su seguridad y me tira una guiñada. Entrelazamos las manos y entramos al cuarto. Cierra la puerta corrediza, agarra mi bolso que está al lado de la foto y me detengo en seco. —Espero que no seas como los perros que ladran, pero no muerden —lo molesté. Me sonríe, se me acerca y me muerde el lóbulo. —Morder, chupar y palpar es lo mío —su voz baja me hace cosquillas en el estómago y más abajo. El silencio fue interrumpido por un azote en mi nalga y un chillido de sorpresa por mi parte seguido de mis mejillas rosadas presentes. Nos vamos sonriendo y voy logrando calmar mis emociones con cada paso. Los chicos estaban afuera, habían guardado todo y solo esperaban por mí. Mejor dicho por nosotros, ¡qué vergüenza! Fuimos escuchando música, mis manos entrelazadas con Ken y acercándome más a la cruda realidad. Al llegar a casa de Ken, entramos por atrás y se veían unos fotógrafos. Los chicos empiezan a bajar las cosas, se despiden de mí y Fabi se da cuenta de mis nervios. Se acerca, niego con la cabeza y él entiende. En eso Ken se acerca y nos mira. —¿Quieres entrar? Te quiero presentar a mis padres —dudoso, señaló su casa. Me mata no poder conocer a sus padres y él quiere, no es obligación. Pero tengo que irme, no quiero empeorar la situación. —Es tarde, otro día encantada de saludarlos. Al pronunciar esas palabras me siento mal, su decepción es evidente. Mi primo me salva, estaba en blanco al ver su mirada triste. —Acuérdate hermano, ella está escapada y la Leona al acecho. —Es cierto —comentó pasando su mano por el cabello. —Tati, te espero en el carro —al ver mi confusión explicó—, para irme detrás de ti. Mi primo se despide de Kendrick con un puño de mano y nos quedamos solos. No pude evitarlo y me lancé a abrazarlo. Lo rodeé con mis brazos quedando a mitad de su pecho, sus manos acarician mi espalda y me empapo de él. —No olvides que estoy contigo siempre —su mandíbula en mi cabeza me reconforta. —No podré soltarte —lo apreté más—, cuando más necesite alejarme, me costará —el nudo en mi garganta tragué. —Nunca me sueltes, Tiara, nunca —dijo con seguridad y eso es lo que debo llevarme. Tal vez, ahora no entienda mi miedo y mi lejanía, pero el tiempo dirá. Esperar pacientemente y con los días veremos si merecemos luchar juntos o rendirnos. Nos besamos tiernamente, me muerde el labio inferior y me acompaña hacia mi carcacha. Como todo un caballero me abre la puerta, sonrío como boba y me acaricia mi rubor. Me mira tan dulce, sus ojos me hacen sentir valiosa y me da un beso de piquito. —Me llamas si puedes, no importa la hora. Si es difícil el campo, me conformo con un texto. Estoy acomodada en mi asiento, me coloco el cinturón y suelto mi bolso en el asiento del pasajero. —Trataré, ¡gracias por retarme a vivir! —Lo volví a mirar sonriendo y apreté el volante. No importa el resultado, este día es inolvidable. Merece mi sonrisa y despedirme con todo los petardos que tengo en mi estómago. —Siempre —afirmó Ken regalándome esos labios sonrientes y cierra la puerta. Enciendo el carro y pasa adelante mi primo. Observo a Kendrick, me dijo adiós con la mano y me marcho. Al salir por detrás, pasamos los fotógrafos y más adelante se detiene Fabi. Me detengo al lado de su carro, paso por encima del asiento y bajo el cristal del pasajero. Estos momentos es donde deseo un auto del año, al lograr bajarlo suspiro y Fabi me alza una ceja. —Tati, tu celular está apagado —mueve su celular regañándome—. Si lo hubieras encendido evitarías tanto esfuerzo con la ventanilla. —Madre está llamando y texteando. Lo mejor fue apagarlo. —Lo sabía, me está llamando a mí, pero lo tengo vibrando. Es bueno ese modo, debes usarlo prima —soltó su sarcasmo. —¡Córtala, Fabian! —comenté cansada de sus reproches. —Estás nerviosa, me dí cuenta en el jeep —ignora mi rabia, él sabe que es por mi madre—. Iré contigo a casa de la tía. —¡Nooo! —Me negué con énfasis. —¿Qué sucede? —dijo en alerta y miró a los lados. «¡Dios! ¿En serio, Fabi?», pensé. Mi primo es difícil a veces. —No ha pasado nada todavía —levantó una ceja serio—. Necesito superar esto sola. Además, pagarás los platos tú, ya despertaste mojado hoy. —¿Segura? —insiste. —Esa respuesta nunca la he tenido —confieso sin máscaras. —Me lo suponía —resopló—. Sabes que a mí no me importa aguantar por ti. —Se ve en desacuerdo conmigo, pero acepta mi decisión. —Por eso te amo —susurré y sonreí por tenerle—. Gracias, prometo que te llamaré. Ahora mismo lo encenderé. Busco en mi bolso, enciendo el celular y empiezan a sonar las notificaciones. Muestro mi aparato a Fabi, asiente y me lanza un beso. —Te amo también, estoy cada día orgulloso de Tati. Me hace señas para que vaya adelante, arranco y sé que me seguirá hasta casa. Para estar seguro, pero dejará que enfrente sola a mi madre. Un día tan espectacular no lo manchará con su odio. No lo permitiré. Al llegar a casa, agarro mi bolso y se baja Fabi. —¿Qué haces? —le pregunté a la defensiva. —Hablé con mamá, me dijo que la tía fue a visitarla —se ve bastante angustiado—. Que la perdones por no inventar una excusa. —Dale un beso gigante en su mejilla, la amo —besé la mejilla de Fabi, me quedé pegada y él sonríe. Hace tiempo que no hacíamos eso, cuando éramos pequeños lo besaba en su mejilla y me quedaba pegada. Cuando me despegaba le decía: Te mereces un beso gigante. —Ese beso gigante es para mi mamá —se indicó la mejilla—. Necesito el mío, mi porción Tati, no seas cruel —hace pucheros y sonrío. Le doy otro beso en su mejilla, me quedo pegada y al despegarme nos abrazamos. —Ve a casa, puedo manejar esto. —No estoy tan segura, pero lo haré. Me besa la frente, se voltea y se detiene mirando por encima de su hombro. —Siempre has podido. —Su confianza en mí me da las garras para no flaquear. Se marchó y caminé hacia la entrada. Empiezo a buscar la llave y abro la puerta. Al dar mi primer paso dentro la siento sin apenas mirarla y la enfrenté. Está sentada a oscuras en el sofá con una botella de alcohol en mano y su cara seria. Enciende la lámpara a su lado, veo su ira y espero por su discurso. —Bonitas horas de llegar —mira el reloj de la pared. —11:30 de la noche —susurré lo obvio y mi corazón se aceleró. Esta vez no por amor, sino por temor. —Sabe leer un reloj, ¡me has sorprendido! —Su tono de voz va en aumento. Lanza la botella hacia la pared. Me echo hacia atrás y mis manos empiezan a temblar. Nunca la había visto tan molesta y me aterra. Siempre he tenido a Fabian conmigo, mi escudo y mi sostén. Se levanta con su bata negra, me alcanza y mira mi piel. Estoy muda, no encuentro palabras y se escucha el sonido del reloj. —Bronceada —con su dedo índice recorrió mi rostro—, parece que estuviste en una piscina o playa —su voz disminuyó y me aprieta mis brazos, duele, pero estoy sin voz—. Habla de una vez —exige, pero no puedo y tragué duro—. Espero que no estuvieras con ese playboy, ¡si me llego a enterar! —volvió a gritar. Recuerdo mi día tan maravilloso, lo repito en mi mente y sonrío. Mi madre, al ver mi sonrisa, le entra el demonio y me empuja. Caigo encima de una mesita cerca de la entrada y tumbé un florero. El estruendo haciendo que de un salto y los pedazos de vidrio por todo el suelo. Eso es lo que necesitaba, despertar de golpe y con lágrimas en los ojos la enfrenté. —¡Sí, estaba con el playboy, con Kendrick! —bramé herida por su trato y hastiada de todo—. ¡Sigue lastimándome mientras yo vivo momentos con él! —Cada palabra quitándome una gota de dolor por todos este encierro de su parte. Se acerca como un ciclón hacia mí, sostengo fuerte el bolso y el celular. Mis lágrimas bajando, pero nunca desvío mi mirada y mis manos moviéndose frenéticas. —¡Nunca permitiré, nunca, su relación! —gritó mientras sostuvo mis hombros, fuerte y se silenció de golpe. Sus ojos son dos rendijas de odio—. Además, ese chico no estará contigo en serio. Lo lamentarás, Tiara —su voz ha bajado y me estremecí. —Lamento ser tu hija —dije entre sollozos y mi pecho subió de golpe seguido de una espiración—. Lamento, sentir que voy al infierno cada vez que piso esta casa —me dio una bofetada por mi sinceridad. Mi rostro se giró por el impacto, empecé a reír fuerte y la enfrenté con rabia. Me alza la mano otra vez y solté una sonora carcajada con llanto. —¡Golpéame, dale! —le grité en su cara endemoniada—. Nada hará que deje de amar a Kendrick y a ti odiarte más. Con esas palabras se aparta y veo que se ha sorprendido por mis palabras. Hasta yo misma me he quedado en shocks. Nunca pensé que me empujaría y golpearía. Pero nunca la conocí por completo, la risa no puedo detenerla y las lágrimas bajan por mis mejillas. —¡Estás loca, Tiara, loca! —bramó tapándose los oídos por mi risa. Realmente me siento loca, me marcho a mi cuarto. La risa se fue esfumando dejando desolación. Al estar sola en mi cuarto, me lanzo al suelo y lloro. Mis lágrimas bajan por montones y siento que me ahogan. En eso mi celular suena, es Fabi y lo lancé a la cama. Estoy asustada, perdida y hasta se puede decir de manicomio. Me levanto del suelo, me miro en el espejo y me saluda la yo de siempre. La asustada, la indefensa Tiara y llena de odio. No quiero guardar ese sentimiento, pero se está instalando cada día y me da miedo. Terror a no saber quién soy. Amo con locura a Kendrick, lo expuse a la Leona y esto me costará. Nunca nada ha sido fácil en mi vida. Mi celular vuelve a sonar y me limpio las lágrimas. Voy hacia mi cama, veo la pantalla es Ken y sin pensar contesté. —¿Siempre estarás Ken?—susurro y mi voz apenas se entiende. No me importa que escuche mi llanto, estoy cansada de fingir y llorar sola. —Mi Sirena siempre —su voz es desesperada—. Si tengo que escuchar tu llanto por la línea, aun en contra de mi voluntad, porque quiero atravesar tu casa para sostenerte en brazos hasta que te calmes y decirte que todo pasará. Mi llanto se intensifica, me da tiempo de recuperarme y logro articular. —Esto para mí vale mucho… —sorbí por la nariz— estás trayendo de vuelta a la chi… ca oculta —entre sollozos me expresé—. Tengo miedo de vi… vir con odio… —admití en voz alta. Me quedé sin palabras y solo lloré. Pero como siempre, Kendrick me salva y me resguarda. —Nunca serás así Tiara, eres de corazón genuino y nunca albergará el odio. Puedes sentir que odias, sentirte herida y es normal, eres humana. Sin embargo, sanarás rápido, volarás libre y sin carga. —Quiero creer eso, necesito… aferrarme a tus pa… labras —dije ahogada en llanto y cubrí mi rostro con la mano. —Espera, es Fabian en la otra línea —ha dicho agitado—. No cuelgues. —Dile… que estaré mejor pron… to. Me quedo acostada en la cama, esperando en la línea y mis lágrimas han cesado. —¿Nena, estás ahí? —Su voz es un bálsamo. —Aferrándome a ti. —Nunca me sueltes, ¿juntos recuerdas? —pidió y mi corazón no quería soltarlo. —Juntos… Nos quedamos escuchando nuestras respiraciones, nada que decir y me fui calmando. Me sentí por primera vez en una casa porque aunque parezca ilógico, no tenía antes y era solo una visita en este cajón. Los brazos de Kendrick son un refugio seguro. Mis párpados están pesados, me rindo al sueño y suelto mis cargas. Se acerca el ciclón, pero si estoy con él nada importa.
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