Capítulo 13: Corazón Dolido

4383 Words
Tiara Estamos en el almacén o cuarto de detergentes, todo sudados. Este espacio es reducido. Además del ejercicio que realizamos juntos, nos dejó sofocados y con una sonrisa. Estoy de espalda, Ken me sube la cremallera y me echa el pelo hacia el lado depositando un casto beso en mi cuello. Estamos pegajosos, pero me besa igual y me siento liviana. Siento que el aire huele a sexo, liberé el estrés del día y simplemente me permití volar. Agarré el celular, pongo la cámara frontal y me limpié el rostro. Se separa de mí, saca un pañuelo marrón y me limpia el sudor. Es tierno mi Ken, me lo como y beso su mandíbula. Él sonríe, beso su sonrisa y su nariz. —Nena, si sigues te desnudo y beso tu cuerpecito seductor. Me detengo luciendo una sonrisa de oreja a oreja. Ken sigue limpiando el sudor de mi cuerpo y frota el pañuelo en mi clavícula. Tiene la corbata desordenada y la acomodé. Su camisa está estrujada, paso mi mano, pero es un intento en vano. —Nos vemos estrujados —le ajusté su chaleco sin manga verde marino—. Pasó una tormenta por nosotros —susurré divertida. —Sí, la tormenta Tiara —sus manos apretaron mis caderas—. Mmm… —enterró su barbilla en mi arco del cuello—. Llegó sin boletín de aviso y me azotó fuerte el alma. —No te quedas atrás Kendrick, eres un huracán. Ken me dio un beso en la nariz y antes de salir me veo en la pantalla del celular. Ken me dio espacio y me acomodé el pelo con su atenta mirada. —Nena, estás perfecta —es adorable, no me canso de sus detalles—. Ese maquillaje es aprueba de todo. Guardé el celular en mis senos y él alzó una ceja por mi ocurrencia. Lo ignoré y al mirarlo vislumbré que tenía pintalabios en su boca. Me aproximé y con mis dedos le quité el pintalabios. —Listo, no tienes labios pintados —él mordió mis dedos, juguetón—. Odioso —los alejé y empujé por el pecho—. Es una tortura tener tanto maquillaje —refunfuñé y él sonrió—. Acepté por tu mamá y Marjorie. —Me gustas como sea, nena —se acomoda la camisa por dentro del pantalón y prosiguió—. Oye, una duda. —Saca la duda, acaba Ken —lo apresuré con las manos. —Ese reto lo amé, pero me pregunto… —silenció y se ve dudoso—. Al diablo, ¿te pasabas con otros teniendo sexo rapidito? Le doy en su pecho con mi puño fuerte, él abre sus ojos grandes y ha conseguido sacar mi monstruo de una. En serio, su duda es si fui una mujerzuela. Él supone que voy por ahí proponiendo que me cojan antes de la medianoche y en dónde me agarré la noche. Aún no entiende que sin él era invisible al mundo y de sexo era un cero a la izquierda. ¡Dios! Es que si no lo amaba le rompía su cabeza y no le daba explicación. Me cruzo de brazos, empiezo a dar golpes con mi tacón y él se pasa la mano por su alocado cabello. —No te enojes, es solo una pregunta —se rascó la cabeza—. Lo admito, me dan celos y me siento un imbécil —dijo exasperado—. Pero no contestes —negó vehemente—, es tu pasado y no importa. Me enfocaré en el presente y quiero que sonrías —apretó mis mejillas buscándome la vuelta y disculpándose a su manera. Me abrazó al darse cuenta de que no lo dejaría irse por la tangente, traté de zafarme, pero me aprisionó en sus brazos y me calmé. Al no removerme y mantener la compostura me apartó de su cuerpo. Sus ojos me evaluaron, sostuvo mis mejillas y mantuvimos la conexión. —Escucha, eres un imbécil —sus ojos puestos en los míos y asintió de acuerdo—. Sin embargo, te responderé, jamás había propuesto un reto de esa magnitud y menos cumplirlo. En mi primera vez creo que el chico ni siquiera encontró mi clítoris y fue tan fugaz —Ken abrió sus ojos desorbitantes—. Si no hubiera dolido la penetración y expulsado un poco de sangre, pensaría que sigo virgen —mis mejillas se acaloraron, además del horno en que estamos no ayuda—. Luego de esa vez no he estado con nadie hasta que llegaste tú. Me besa, pero no le correspondo. Me hago la fría y él insiste, pero no muevo mis labios. —Tiara, no seas cruel —dijo enfurruñado en mis labios y odio ser débil—. Tú quieres besarme —cierro los ojos, niego y escuché que maldice por lo bajo—. Sabes, me alegro de que ese idiota no supiera donde estaba tu punto —consiguió que abriera de sopetón los ojos—. No me gusta alegrarme de las desgracias ajenas, pero nena este punto es mío —su mano puso en mi muslo y subió hasta llegar a mi sexo. Su mano, frotando justo ahí, ha despertado mis sentidos—. Quiero ser el causante de darte placer —solté un gemido y el odioso retiró su mano dejándome con ganas—. Soy un egoísta contigo, lo admito, Tiara cierra la boca… —succionó mi labio inferior— y dame ese piquito antes de que nos derritamos en este infierno. Vuelvo, niego y estoy aguantando las ganas de reír. Me besó de nuevo, me quedé como si nada, pero me muerde el labio y antes de que succione cedí. Me aferro a su cuello, soy su monita al ataque. Ken me ha engatusado con su astucia y maña. Además, me gana con sus palabras y sus labios expertos. No puedo negarme a sus besos aunque quiera intentarlo. Nos fundimos en un beso fogoso y él lo detiene porque por mi parte no quería. —Vamos, que aquí es sofocante —su respiración agitada y su mano ajustando su entrepierna son la prueba de que está al igual que yo, calenturiento. Me agarra la mano, entreabre la puerta y observa si hay gente. Salimos con las manos entrelazadas y abandonamos nuestro nidito. Espero que nadie esté esperando por nosotros. En eso se detiene, saca su celular y llama a alguien. Suelto su mano, él me miró asustado y señalé una fuente de agua. Asiente, voy hacia la fuente y sacié mi sed. Estaba seca, escucho a Ken hablando y continúo bebiendo. Ken me alcanzó, me limpié la boca con el dorso de la mano y él aprovechó a tomar agua. —¿Con quién hablabas? —Con Oscar, me dijo que está todo tranquilo. —¿Qué hizo para atraer a los periodistas? Kendrick sonríe, me agarra la mano y caminamos. —Le derramó su trago a Celia en la ropa carísima y ella se encargó de ayudarnos sin saberlo —Ken disfruta al contarme—. Ella creó un espectáculo único en su clase. Me río a carcajadas, me doblé un poco y Ken me tira una guiñada. Seguimos andando, cuando pasamos la piscina me detengo en seco y Ken mira hacia atrás. —Deja ver esta hermosa vista —me suelto de su mano y voy hacia el barandal. Estamos en el último piso, la brisa mueve mi cabello y respiro profundo el aroma a mar. Se ve oscuro, los apartamentos con sus luces y el cielo lleno de estrellas. Vemos la capital de Puerto Rico en toda su belleza, el ruido de la noche nocturna y Ken me abraza por detrás. Se escucha el ruido de los autos, música de fondo y todo hace perfecto el momento. —Eres única, me gusta ver y admirar contigo las cosas —besó mi cuello—. Tú no solo miras, sientes la belleza y la expresión en tu rostro es pura. Necesitando su tacto, agarré sus manos que estaban en mi estómago y congelé este momento. Se escucharon unos pasos, luego un flash y no me molesta. Agradezco tener una foto de esta noche, ellos no dañarán el momento. —Tenemos compañía Ken, entremos con la pandilla —afirmé contenta—. La noche es larga. Caminamos hacia el paparazzi, sonreí genuinamente al lente y toman varias fotos. Me doy cuenta de que es el amigo de la familia de Kendrick. El que salió con mi madre. Se saludan desde lejos y entramos hacia la fiesta. Nada más pisar dentro se acercaron a felicitarlo, él me presentó y les mostré una sonrisa a las personas. Nunca soltó mi mano, está tratando de evadirlos, pero son muy insistentes. Por el rabillo del ojo vislumbré a Marjorie que se aproximaba hacia nosotros. Su semblante es de preocupación y me hace señas para que la alcance. Muevo la mano de Ken, consigo su atención y supliqué con los ojos que me suelte. Pero me agarra más fuerte y necesito ir a ver a Marjorie. —Me disculpan, los dejo con Kendrick —logré sacar valor y todos me observan. Son tres hombres mayores, me excusan y Kendrick me suplica con la mirada que no me vaya. Sonreí a medias, me suelta sin querer y me retiro sin mirar atrás. Alcancé a Marjorie, ella me agarra de la mano y me lleva a un rincón aparte. Mira a los lados, estoy empezando a inquietarme y veo de lejos a Kendrick con los señores. —¡Dios! Te dejó despeinada y sin pintalabios —exclamó Marjorie y mi sonrojo cubrí con las manos—. Deseo estar en ese mambo y no en este que me tiene de nervios. Trata de arreglar mi cabello y no le doy importancia. Qué mal con Marjorie y su falta de filtro. Nunca la puedo engañar y es una cosa mala. —Olvida mi pelo —la sostuve por sus hombros para mantenerla quieta—. Cuenta, ¿qué sucede? Vuelve en sí, sus ojos se abren como platos al mirar detrás de mí y hace que me gire nerviosa por la cara de Marjorie. Vaya sorpresa, se acerca mi madre, viene hacia nosotras y me quedo pasmada. Sabía que esto podría suceder, pero lo veía nulo y los nervios de Marjorie no ayudaban con los míos presentes. —Ya se enfrentó a tu padre, quería advertirte antes, pero ya viene la hiena —susurra en mi oído y se cuadra frente de mí. Mi madre nos mira como basura, está vestida con su ropa habitual de trabajo y su cámara en mano. —Mis ojos sangran al ver esta gata contigo —dijo Barbara insensible y me quedé callada. —Al menos esta gata sabe dar amor y proteger —rebatió Marjorie y se cruzó de brazos. Me siento en blanco y sin palabras. —No creo que sea el momento de hacer espectáculos, pero te advertí que serías una más —me escupe mi insoportable madre y veo su odio en sus ojos. —Vete de aquí —logré formular—, ya soltaste tu odio, mamá. Le doy la espalda, pero se lanza a agarrarme por el codo y Marjorie le da un manotazo. No permite que me toque bloqueando mi cuerpo. —¡Alto ahí hiena, no la toques en mi presencia! —bramó Marjorie y la apuntó con su dedo índice. Mi madre alza las manos en el aire, se empieza a reír y se me eriza la piel. Sus ojos son pura maldad, ella planea algo y me asusta en parte. —No podía perderme este momento, luego me iré a celebrar —mi madre parlotea y no entendemos—. No te pierdas la pantalla Tiara, es el momento —comenta riendo y se marcha. Marjorie me agarra la mano, sabe que estoy angustiada. Mis ojos persiguen a mi madre que se dirigió hacia el centro del salón. —Tiara, vamos, no permitiré que te prestes a su juego —dijo Marjorie asustada y no le hice caso. Me quedo estancada, ella sabe que no me iré y Marjorie sacó su celular. No pienso huir, quiero ver que es capaz de hacer mi madre y me suelto del agarre de Marjorie. Escuché que me llama alterada, pero no le hago caso y voy hacia el centro. En la pantalla empiezan a salir imágenes de Kendrick y Celia. Mi boca se ha abierto, mi corazón late desbocado y no siento mis extremidades. Son fotos de ellos juntos en la intimidad, besándose y mi ritmo del pulso se ha disparado. Pasan muchas imágenes, entonces como si no fuera poco sale un vídeo y veo sus manos en ella. Es una daga visualizar sus manos tocando a Celia, esas que hace poco me tocaban a mí. Celia le dice: ¡Te amo! Él asiente, al menos no le corresponde y mis lágrimas bajan. Los ojos de mi madre sonríen a gusto con mi dolor. Para terminar de romper mi órgano aparece Celia con su vestido manchado y va hacia mi madre. Las observé riéndose de mí. Mi madre me demuestra su odio en compañía de esa malévola. Siento que Marjorie pone su brazo en mi hombro, mis ojos vuelven a la pantalla y me percaté de que Kendrick empieza a arrancar los cables. La pantalla se apaga, viene corriendo hacia mí y niego con la cabeza. Eso lo detiene, sus ojos me miran con dolor y cierro los ojos. No puedo mirarlo, no ahora y solo quiero desaparecer. —¡Tati, tati! —La voz de mi primo es mi salvavidas y me volteé buscando mi sostén. Viene en mi dirección preocupado y me lancé hacia Fabian. —Sácame de aquí, sá… ca… me… —me desbordé en llanto. Me siento humillada por mi madre y por Ken. Soy cargada por mi primo y me aferré a su cuello ocultando mi rostro. Sale conmigo corriendo, siento flash y escucho a mi padre gritar que se marchen. —Nos llevaremos una limusina Ken, dale tiempo y malditamente busca al culpable —habló mi primo calmado, pero lo conozco, está por explotar. Mi corazón se está rompiendo y no puedo parar de llorar. Es el chico “Playboy”, pero verlo en acción y en público no es fácil de asimilar. Me está destruyendo desde dentro afuera. Recuerdo la maldad en los ojos de mi madre y me desplomo. —¡Tiara, nena, eso fue pasado! —su voz es agitada—. Nunca te he engañado —se alteró—. No tenía idea de que ella grabó —maldijo Ken y se oye mucho murmullo alrededor—. ¡Maldita sea, te amo! —gritó a todo pulmón, pero no quiero verlo. Mi corazón se detiene por un segundo, él me ama y agarré fuerte la chaqueta de mi primo. Pero no puedo mirarlo, necesito espacio y borrar esa cinta. Los veo besándose, él tocándola y a la vez me ama. —Kendrick, déjala ir, necesita digerir este suceso y después hablan. Ahora hay muchas miradas indiscretas y no les hace bien a ninguno —escuché la voz de mi padre y me besa la cabeza Fabian sin detener el paso. —Tiara, escucha bien —su voz es desgarrada y me oculto más en el cuello de Fabian—, te amo, no desde ahora o por miedo a perderte —mi primo no se detiene y siento que vamos volando—. Te amo desde que te vi, de eso jamás dudes —la voz de Ken se oye cada vez a distancia y agitado—. Nunca lo dije por miedo a que huyeras e iba despacio. ¡Recuerda Tiara, nunca te soltaré, me aferraré a ti! —Su voz es alta y fuerte. Moriré oyendo su voz desolada, juro que si lo hubiera mirado estoy segura de que vería sus ojos húmedos. Pero no puedo, no en este momento, me siento perdida y dolida. Aunque eso haya pasado soltero, no duele menos. Lo más horrible es ver a sus manos adorar ese maldito cuerpo. No es lo mismo saber que tuvieron algo, que ver un vídeo y en medio de todos. He quedado ante los ojos de los presentes como cornuda, utilizada y pisoteada. Siento que vamos bajando en el ascensor, todos van callados y solo escuché el eco de mi dolor. Siento que caminamos afuera por el viento que recorre mi cuerpo, escucho, flash y bullicio. —¡Muévanse, imbéciles! —gritó Fabian y se montó en la limusina. Cuando se movió el auto alcé la vista y con mis ojos borrosos observé alrededor. Al frente está Dori mirando hacia fuera, mi padre al lado maldiciendo y Marjorie apoyándolo. Mi primo me agarra el rostro, nuestras miradas se encuentran y no necesito hablar. Él sabe cuánto me duele, leí mi dolor reflejado en su mirada y me besa la frente. —Tati, fue feo lo que has pasado, pero nunca había visto a Kendrick devastado —mi primo está dividido y odio ser la causante—. Créeme eso fue en el pasado, lo están usando… —¡No hables de él, maldita sea! —el bramido de papá nos tomó por sorpresa a todos—. ¡Todo esto es por su fama! —El llanto de mi padre me ha dejado anonadada. —Me perdonas amorcito, pero esto no es culpa de ese niño —se atrevió Marjorie a llevarle la contra. Mi padre se molesta lloroso, mira mal a Marjorie y ella lo enfrenta. —Marjorie no es… —alzó la voz papá y ella lo interrumpe. —Te callas —puso la mano en la boca de papá—, la culpable es la hiena Barbara y no dudo que la tal Celia es su ayudante. —¿Qué dices Marjorie? —pregunta Fabian y sus venas brotan. —Ella fue, mi propia madre y su odio hacia mí —dije entre sollozos y solté una espiración—. Me lo escupió en la cara Fabian y me duele tanto. —El llanto me ahogó de nuevo y puse mi mano en mi corazón. Él saca su celular, sé a quién llama y me recuesto en su pecho. —Fue mi tía y Celia —dice Fabian por la línea y cuelga rápido. Todos vamos en silencio, nadie habla y se siente la tensión. Me dejan primero en la casa, me bajo y Marjorie me acompaña. Me quité el vestido, recuerdo que es de la boutique de Coral y busco en el escritorio unas tijeras. Marjorie abre sus ojos grandes, niega y la ignoro. Desnuda, llena de furia, empiezo a cortar el traje y lo dejé hecho trapo. Agarré una toalla, voy corriendo al baño de mi padre y cierro con llave. —Tiara, aquí estaré, no me iré y te acompañaré —dice Marjorie y me observé en el espejo. Me quité todas las prendas, las echo a la basura y no puedo desprenderme de las bragas. Me meto a la ducha con agua fría, me estrujé el rostro y la piel. El agua cae y ni siquiera me afecta sentirla helada, estoy adormecida. Lo único que hago es llorar y llorar. Salgo envuelta en la toalla, arrojé el panti en la cesta de mi cuarto y veo a Marjorie en mi cama. Me señala la taza de café en sus manos y niego, pero ella insiste. —Ven, siéntate —palmeó el colchón—, tómate este café y deja que te apoye. Me siento, sujeto la taza y miré hacia el escritorio. Mi celular está sonando y quisiera poder explotarlo con mis ojos. —No ha parado de llamar, está loco por ti —dijo Marjorie afligida. Me bajan más lágrimas, sostengo fuerte la taza y me incorporé de la cama. Voy hacia el celular, lo apago y vuelvo a la cama como si nada. No tengo hambre, no quiero café, pero para que no se sienta mal doy un sorbo. Marjorie empieza a buscar en las gavetas. Veo que saca un camisón grande, un panti y viene con la ropa. —Dame la taza —ordenó y se la doy mientras la colocaba en el escritorio. Viene hacia mí y me coloca el camisón. Me siento como una niña abandonada y me puse de pie. Dejé caer la toalla al suelo y terminé de vestirme. Ella se queda callada y una vez vestida me siento en la cama de cuclillas. Marjorie sostiene la toalla, sin pedir permiso empieza a secarme el cabello y me dejé. Luego agarra un cepillo, me desenreda poco a poco y mis lágrimas siguen rodando. Nunca mi madre me cuidó, pero una extraña me cuida y apoya. —Entiendo que no quieres hablar, pero saca ese dolor y solo déjate mimar —continúa peinando y se queda callada. Esperaba que hablara, pero no conseguirá nada y cierro los ojos. —Es horrible ver a la persona que amas en un revolcón, peor es al frente de tanta gente. Tan solo recordar la cara de ese fleje, me dan ganas de golpearla —Marjorie la insulta—. Pero tienes gente que te ama y se preocupa por ti. Tu padre ahora está como loco, todo enojado porque no sabe qué hacer con tu sufrimiento —resopla y siguió peinándome—. En estos momentos él cree que si desaparece Kendrick se irá tu dolor y no es así. Me tapé los ojos, escuchar su nombre junto con desaparecer me destrozan por dentro. Siento que me falta el aire sin él, encerrada en la jaula y lloré a moco tendido. Siento su mano en mi hombro, me reconforta y prosigue. —Tienes al papisongo de tu primo, ese niño corrió tras de ti y nunca te soltó. En sus ojos se veía tanto dolor y se contuvo su rabia por ti. Debo mencionar a Kendrick, tus lágrimas son por él y ese vídeo —su mano en mi hombro tensó—. No puedo dejar de mencionar lo devastado que está ese niño y sus ojos húmedos al verte sufriendo —respiró profundo—. Ese chico te ama. Cuando pronunció esas palabras le salieron del alma y sus facciones, debiste de verlas. —Marjorie narra emotiva y por loco que sea, oírla me hace entender que no es un sueño. Todo es real, no es producto de mi imaginación. Recuerdo su voz, sus palabras al derecho y al revés. Lo peor es que lo extraño. Marjorie deja de peinarme, la habitación se ha quedado en silencio y agarra mis manos. La veo hincarse frente de mí, me coloca en las manos un pañuelo y me sacudí la nariz. Ella se levanta, va hacia el escritorio y sostuvo un vaso de agua. —Toma unas pastillas y en la mañana te sentirás mejor. Las agarré sin quejarme y las tragué con dificultad. Me sacudo la nariz de nuevo y me recuesto en la cama. Ella me arropa, me da un beso en la cabeza y apaga la luz al irse. Me he quedado sola, quiero dejar de llorar, pero es imposible y salen a chorros las lágrimas. Al cerrar los ojos, rememoré toda la noche, me siento enjaulada y atrapada. … —¡Nooo! —desperté azorada, me siento en la cama y mi respiración a mil. Al mirar por la ventana aún se ve oscuro. No tengo idea cuánto dormí. Recuerdo, llorar descontrolada y las lágrimas bajaban como río. Mejor dicho como un mar de lágrimas y soledad. Me levanté, me acerqué al escritorio, me acomodé en la silla y miré el celular. Suspiro, lo enciendo y las notificaciones me llegan de cantazo. Las elimino sin mirar, la hora muestra que son las 4:19 de la madrugada y se me ocurre irme. Necesito aire, tiempo y aquí no lo tendré. Apenas sean las 7:00 am aparecerá Ken y mi primo. La prensa me hostigará cada día y mi padre me mirará con lástima. La única que me ha sorprendido es Marjorie, me ha apoyado y no me ha forzado. Me levanté, saqué la maleta del armario y varios mahones junto a camisas al azar. Voy a la gaveta, saco ropa interior, guardo la laptop, mi cofre, la carpeta de diseños y cierro la maleta. Me siento y en la libreta de notas escribo. No se preocupen por mí, necesito espacio y pensar. Tan pronto pueda los llamo, papá, tranquilo, te amo. En estos momentos no soy la adecuada para ninguno y menos para hablar con Kendrick. Cuando pueda me pondré al tanto con cada uno y espero que respeten mi decisión. Tiara Al menos no estoy llorando, creo que lloré tanto y aunque desee estoy seca. Me puse en pie, agarré el cargador, lo guardé en mi bolso y en la gaveta del escritorio sostuve el sobre con mi liquidación. Me recuerdo que tengo un camisón, saco un pantalón y me lo subo de prisa. No tengo tiempo para combinar, así que un abrigo con capucha gris cubrirá el camisón y me veo en el espejo de la puerta. Me paso la mano en el cabello revuelto, lo aplasto y sin importar lo patética que parezca me marcharé con esta pinta. Tengo todo para partir. Me cuelgo el bolso en mi hombro y arrastré la maleta. Recuerdo el celular, lo guardé en mi bolsillo y abro la puerta suave. Me siento como una ladrona saliendo sigilosa y al estar afuera me recibe el frío. Está oscuro, me subo la capucha y mi carro está en la acera del otro lado. Voy a las millas, un perro empieza a ladrar y mi corazón a mil. Aceleré más, saqué las llaves del bolso y se me cayeron. Mis nervios no me ayudan, me acuclillo nerviosa y abrí la puerta. Al entrar, pasé la maleta al asiento de al lado y cierro la puerta. Respiro, veo que nadie ha salido y menos un asesino con cuchillo. Enciendo el auto, me coloqué el cinturón y me puse en marcha. Pronto descubriré mi paradero. Mi corazón está dolido, pero aún late y me grita que me aventure sola.
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