Capítulo 6: Odio, Llorar (Parte 2)

3252 Words
Esto es mi vida, gritos y gritos. Necesito despertar, es cierto, y dejar de llorar. Me limpié las lágrimas con rabia y alcé mi rostro. —No pienso hablar contigo, uno de los motivos es que nunca has estado en mis peores momentos y menos en los buenos. He venido a trabajar tantas veces con los ojos hinchados de llorar en la noche, nunca me preguntaste y menos te preocupaste —cada palabra solté con lágrimas silenciosas—. Tú no has estado en mi soledad, ayer mi madre me sacó de aquí arrastrada del pelo. ¿Qué hiciste? —silencié y conseguí algo de vergüenza en su rostro caripelado—. Nada, no moviste ningún dedo por tu hermana —moví los dedos en su cara—. Solo te preocupa tu negocio. Tus palabras fueron: Salgan por atrás, no quiero espectáculo en el trabajo. No te daré explicación de mi vida, ya que nunca te ha importado y si madre te da quejas ignorar es tu don. —Mis manos tiemblan y caminé hacia mi mesa. Se ha quedado mudo, me entregó dos bolsas de ropa y se marchó. Empiezo a dividir la ropa con una rabia inmensa. Al sacar las manchas siento que estoy sacando de mi vida las personas negativas, las injusticias y los gritos. Toda mi vida he agachado la cabeza y me han pisoteado. Qué ironía, soy descarada y mujerzuela. Mi madre nunca se queda tranquila y siempre tirando arena en mí. Mi hermano me ha desilusionado, debió escuchar ambas versiones y luego sacar conjeturas. Decidió que soy una inmoral, hija ingrata y de fiestas. He terminado la mitad de la segunda bolsa, no he parado y me ha venido bien. He sacado el enojo con la pobre ropa y en eso escucho que silban. Alcé la vista, está en la puerta recostado Fabi y sus manos cruzadas. No sentí cuando llegó, estoy tan envuelta en mis problemas y no escuché nada alrededor. Me limpié el sudor de mi frente, qué calor hace y suelto la camisa. Veo la hora en la pared y me sorprendo, son las 1:10 pm. Si Fabian no llega, continúo trabajando. —Llevo diez minutos, más o menos aquí —movió su mano de lado a lado—. Te llamé una vez y nada. Así que me quedé observándote —su voz es lenta, pero me evalúa—. Estás sacando el sucio que ya salió en la ropa, vuelves cepillas y lo haces con tanto coraje. Te veo tensa, vamos a comer, Tati —con la cabeza indicó la salida. Respiré profundo, mis manos se despertaron adoloridas y estoy consciente de la tensión en mi cuerpo. Camino hacia Fabi, sintiendo su apoyo y abre sus brazos. Me lanzo en sus fuertes brazos tatuados, me relajo y besa mi cabeza. Mira mi rostro, él me conoce tanto y besa mi frente. —Necesito tacos, a mi primo y descanso —pedí conmovida con ojos húmedos. —Vamos a la panadería de Manolo, comemos allá, es más privado —a mi primo no se le escapa nada—. Primero buscamos tus cosas personales, los tacos y nos movemos. Sin ánimos, asentí y me llevó con su brazo en mi hombro. Al llegar a mi locker me soltó. Agarré mis cosas, veo que Rodrigo saluda a Fabi y pasé de largo sin mirar a mi hermano. No estoy para ver a Rodrigo, siento tanta rabia con él. Al salir me recibió el sol, es insoportable el calor y esperé por Fabi. Mi primo sostiene el paquete de tacos y su aroma exquisito me abre el apetito. Fabi alzó una ceja por mi actitud y caminamos callados. Se dio cuenta de la tensión en la lavandería. Eso es de esperarse, me conoce como la palma de su mano. Entramos a la cálida panadería, me recibe la sonrisa de Manolo y viene hacia mí. Nos fundimos en un abrazo y soy adicta a sus apretones. Son mi arma para lograr estar aún de pie. —Mi niña, siempre es bueno verte, ¿qué les traigo? —Su sonrisa puesta y eso me calma el corazón. Saluda a Fabi y le da el mismo trato. Tengo gente linda en mi vida y me aman. —Por favor, dos “Coca Cola” y bien frías. Tenemos la comida y necesitábamos el ambiente ideal —comenta Fabi y enseña el paquete. Hoy necesito esa “Coca Cola”, mucha cafeína y si es fría el paraíso. —Enseguida les traigo su bebida, aquí siempre son bienvenidos. —El viejo acarició mi mejilla y se retiró. Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, Fabi saca seis tacos para ambos y su olor me hace cerrar los ojos. Es una oferta de seis tacos, son ricos y si no me cabe tengo a Fabi de ayuda. En eso llega Manolo, coloca las bebidas y nos da el espacio. —¿Qué sucedió con Rodrigo? Ninguno se miró, el ambiente pesado y tú asesinando a la pobre ropa. —Mi primo al grano y da un mordisco a un taco. Sus ojos oscuros evaluando y me desahogué. Le cuento cada detalle, está callado y comiendo. Qué rico es sacar todo con él, me deja expresarme y suspiré al culminar mi rollo. Estoy por mi segundo taco y di un bocado. Su carne molida está en su punto y me relamí los labios. —Llego a estar ahí y le rompo su cara —Fabi está endiablado—. Se atrevió a decirte mujerzuela —sus ojos maniacos batallando una lucha interna—. ¡Imbécil! —insultó a Rodrigo—. Nunca ha sido un hermano, siempre te ha dado la espalda y la tía es un alacrán. —Me siento herida, prefiero el hermano fantasma a que sea el cerdo de ahora. —Hablaré con él, tu tranquila, ve a casa de tu padre. Me alegro de que Kendrick esté en tu vida, te ves más decidida y todo pasará. —Fabi sostiene mi mano. Su celular sonó, se quedó viendo la pantalla y lo silencia. Está raro mi primo, tal vez necesita mi ayuda con tantos problemas no me cuenta. —¿Qué sucede primo? ¿Tienes problemas con alguien? —Es mi turno de darle la mano. Me mira serio, vuelve, lo llaman y silencia de nuevo. —Todo bien, ¿por qué te escondería algo? Somos hermanos, nos apoyamos. Tengo la cabeza lejos, pero estoy bien. —Haré como que me creo tu bien. Lo dejaré tranquilo, Fabi es sereno, pero si lo acorrala pierde el control. Todo a su tiempo, él me contará cuando ya no pueda más. Los humanos somos así, algunos un libro abierto, otros escondemos todo y algunos sufrimos callados. Pero al final del camino todos necesitamos un abrazo, una palabra de confianza y una mano que nos levanté. —Te amo Tati, nunca me obligas. Sabes cuándo detenerte. —Somos uno —afirmé. —Ve a descansar, no irás más a la lavandería —ordenó mi primo. —Me queda ropa, no puedo dejarla tirada y menos con Rodrigo así enojado. —No irás, trabajaste mucho, mira tus manos machucadas —agarró mis manos y las puso en mi rostro—. Por hoy es suficiente, ve a descansar. Mis manos están horribles, las miro y asiento. Él irá donde Rodrigo y no quiere que escuche. Entiendo, además, quiero ver a la tía Betsy. Terminamos de comer. Me acompañó a mi carcacha, lo abracé fuerte y me besó mi frente. Estoy en marcha hacia su casa, no le dije, se me olvidó y me estacioné en la entrada. Toco el timbre, en eso hablan por el intercomunicador. —¡Buenas tardes! —la voz de la enfermera me saludó. Después de que mi tía enfermó, lo instalaron para que pueda comunicarse y sin esfuerzo. —¡Buenas tardes! Soy Tati, vengo a ver a titi. —Dame un momento, linda. Me quedo esperando por Juanita y veo que el patio está abandonado. Se ha apagado como mi tía, está marchitándose y en eso abre la puerta la enfermera. Me sonríe, entré a la casa y me dirigí hacia la pared de fotos. La enfermera me sigue callada, específicamente miro la foto en la que salgo abrazada a mi tía. Estamos en el parque, abrazadas y sonriendo. Su belleza al máximo, acaricio su rostro en el marco y cierro los ojos. Viviendo el momento, ese día disfrutamos y puedo escuchar su risa. —La señora también viene mucho a esta pared, ve cada una de las fotos y sonríe. Es como si volviera… —Volviera a revivir cada momento y sentir que está ahí —terminé la frase por la enfermera y abrí los ojos. Volteo a verla, ella me acaricia mi mejilla y siento paz. —Eres un alma noble, lo veo en tus ojos. La vida se trata de esos pequeños momentos. Atesorar, vivirlos y sentirlos, porque eso es lo que nos llevamos —comentó Juanita y lo aprecio. —Gracias, lucharé por eso. —Recosté la mejilla en su mano y ella sonrió, consiguiendo sacarme una sonrisa. Me dirigí hacia el cuarto de mi tía y al verla su sonrisa me recibió. La abrazo, ella tose y veo que está tejiendo una frisa. —Hola, Tati, que bueno verte. —Estás tejiendo, se ve bien la frazada. —Para despejar la mente, es una terapia. Lamento no cubrirte aquel día con tu madre —sus ojos se afligieron. —La culpa es mía, te metí en la mentira y no avisé, pero disfruté tanto. Así que valió la pena. —Le hice saber para que se calmara. Me señala el lado vacío de la cama, me quité las sandalias y me acomodé a su lado. Hay una carpeta con papel en blanco y agarré un lápiz de la cama. Empiezo a dibujar a mi tía, ella me sonríe y continúa tejiendo. —Eres como Fabian se sienta a mi lado y me dibuja sin parar. Le pido que me los muestre y dice aún no, son mis tesoros. Él tiene talento y quiero que salga adelante. Fabian es arte y será bueno —su voz revive al hablar de mi primo. —Sus dibujos son únicos, pero no me ha mostrado los dibujos que te ha hecho. Deben ser hermosos, tu sonrisa plasmada de sus manos y su amor por ti. Debe ser un arte, digno de admirar. Me doy cuenta de que a mi tía se le humedecen los ojos, empieza a toser y toma agua. —Estas lágrimas son de alegría y estoy muy orgullosa de ambos. Serán grandes los dos y siempre los cuidaré. Me agarra la mano, detengo el lápiz y entrelacé nuestras manos. Me acerco, mis lágrimas ruedan y beso su mejilla. Un beso infinito para mi tía, ella sonríe y congelé el momento. —Tu beso infinito, te amo —susurré con muchas emociones saliendo a flote. —Tati, ese beso siempre estará conmigo —la tía acarició su mejilla. Continúo dibujando, mi tía tejiendo y mientras hablamos. Le conté algunas cosas, tampoco quería traer problemas y fue agradable verla sonreír. Cuando terminé le mostré el dibujo y me abrazó. Quedó hermosa con su pañuelo, su mirada puesta en la tela y su sonrisa presente. —Es precioso, guárdalo tú. —Claro, será mi tesoro. Me tengo que ir, voy a casa de papá. —Todo se solucionará Tati, solo vive y sonríe. Nos abrazamos, en eso llega la enfermera con comida. —Hora de comer, ¿deseas comida, linda?—dice la enfermera y coloca la bandeja en la falda de mi tía. —¡Gracias! Pero ya me voy, pronto vendré y será maratón de películas. Me pongo las sandalias, me despido y las dejo en el cuarto. Voy con mi dibujo en la mano, al salir me topo de frente con una rubia. Ella se queda pasmada al verme, es un poco más alta que yo, flaca, pero con cintura. La mirada asustadiza de ojos azules encima de mí y sus labios carnosos abiertos. Es bonita, tiene un traje puesto vintage, es como rara y sexy. Pero lo extraño es que está en la puerta de mi tía y está nerviosa. —¿Quién eres? —pregunté y ella dio dos pasos hacia atrás. —Me equivoqué de casa, disculpa —se apresuró en excusarse. —No te creo, llegas hasta la entrada y me miras como si fuera un fantasma. Sabes quién soy, lo intuyó. Siento que ella me conoce, aunque nunca la haya visto. Se estaciona mi tío, se baja del carro y le sonríe a la chica bonita. —¡Qué sorpresa, Dorian y Tati juntas! —dijo muy efusivo mi tío—. ¡Al fin se conocen! —dice Facundo y ella no sabe dónde esconder su cara. Mi tío la saluda, luego me abraza y al vernos calladas se da cuenta de que algo sucede. Veo la duda en su rostro. —¿Quién es Dorian? Nunca la había visto —indagué algo contrariada. Para ser más familiar esto, veo que mi primo se estaciona y su expresión me hace aterrizar. Es amiga de Fabian, tantas llamadas y se desaparecía. No puedo creer que me ocultara algo así, niego hacia él y nos quedamos mirando. Nuestras miradas fijas, veo su vergüenza y caminé hacia él. Fabi se baja del carro, baja su mirada y me siento ridícula. —No te preocupes, continúa como si nada. Nunca he visto a esa chica, es más, Dorian no me suena —dije sarcástica y se me dio bien. Me encaminé hacia mi carro, escuché a mi tío llamándome y lo ignoré. Me subo al auto, cierro con seguro, suelto el dibujo de mi tía y me pongo en marcha. Nunca me siguió Fabi, nunca me detuvo y menos me abrazó. Me siento desconocida, una intrusa en la casa que siempre fue mi hogar y me duele. Si somos hermanos, ¿por qué mentiría sobre su amiga o novia? Escuché mi celular sonar, continúo conduciendo y odio llorar. Maldita sea, soy una Magdalena y las lágrimas vienen. Estuve ocupada siendo débil, nunca me percaté de lo extraño que estaba Fabian y él siempre para mí. Estoy haciendo drama, pero me sentí excluida en ese momento y decidí irme. Al llegar a casa, veo el carro de mi madre y bajo todas mis cosas. No me molesté en limpiar mis lágrimas, entré a la casa y el celular estaba sonando. Mi madre está en el sofá viendo televisión y al entrar nos miramos. Seguí hacia mi cuarto, siento sus pasos y tiré el bolso en la cama. —Tu primo está llamando como loco a la casa, tu celular sonando y tú como si nada —murmuró mi madre. Busco ropa al azar del armario, la meto en una mochila y ropa interior. Mi madre se sienta en la cama, se queda observando y agarré mi cofre también. Al voltearme la veo con el dibujo, veo sus ojos húmedos y acaricia el rostro de mi tía. —Te quedó hermoso, Betsy… —su voz se entrecortó y sus ojos en el dibujo— su sonrisa única —se marchó del cuarto, desolada. El dibujo dejó en la cama y lo coloqué en el espejo. Mi madre podrá ser amargada, pero ama a su hermana. Agarro todo, me voy sin mirar atrás y al salir me encuentro con Ken estacionado detrás de mi carro. Bloqueándome a propósito, se baja del jeep y mi corazón palpita rápido. Voy hacia mi carro, lancé todas las cosas y me volteé hacia Ken. Está ahí tan natural, su cabello castaño alocado, sus jeans gastados y su camisa con cuello en uve. Se acerca, me limpia las lágrimas, baja su cara a la mía y respiramos juntos. Cierro los ojos, me abraza y encajamos a la perfección. —Tiara, te estoy llamando, nena. Me vas a matar, he arrancado como loco de casa —su preocupación me hace sentir querida—. Cuando me llamó Fabian, me preocupé. Me dijo que estás molesta, no contestas sus llamadas y que te buscara. —No me hables de Fabi, no me da la gana de contestar. Además, tantas cosas, odio, llorar y es lo más que hago —dije a la defensiva. —La dirección nunca la enviaste —se pasó la mano por el cabello, desordenando si es posible más—. Te he llamado antes de que Fabi me llamara —comentó Ken, él no se rinde conmigo. —Lo dejé en el bolso y está en el carro. Hoy soy un verdadero desastre, pues vamos a casa de mi padre y me sigues. —No estás bien para conducir —apretó mis mejillas y el llanto ha cesado al menos. Lo empujé, él se empezó a reír y le saqué el dedo malo. —Las malditas lágrimas nunca me han impedido conducir —me relajé yo misma—. No me trates como una Barbie, te juro que te golpearé —cerré el puño y alcé al frente de su cara. Se empieza carcajear Ken, traté de enojarme, pero me es imposible y me crucé de brazos. Es en vano, se me escapa la risa y me besó. Es que Kendrick es mi salvación para no ser una completa loca depresiva. Me muerde mi labio inferior, amo cuando me muerde el labio y lo succiona lentamente. Me suelta, lo empujé y abrí la puerta del carro. —Sirena, golpéame a besos —beso de piquito—. Siempre a besos —se retiró y me tiró una guiñada. Se va hacia su jeep y antes de subir a mi carro le lancé un beso. Al entrar al carro mi celular continúa sonando, me coloqué el cinturón y miré el espejo retrovisor. Veo a mi Ken sonriendo, saqué el celular del bolso y obviamente es Fabian. Iba a dejarlo sin contestar, pero activé el altavoz y escuché. —¡Hey, Tati! —odio escucharlo afectado y soy fácil con mi primo—, estás en tu completo derecho de enojarte. Pero esto es nuevo para mí, se llama Dorian y es especial. Me ha ayudado mucho a sobrellevar mi dolor, sabes que me duele cada día ver a mi mamá apagándose. Mami me escuchó hablando con ella por celular y me suplicó conocerla. No puedo negarle nada, no sé dar amor, pero Dorian me ha aceptado, tal como soy… —Yo también te he aceptado como eres —lo interrumpí y puedo entender que se enamore—, pero lo que duele es sentirse fuera de sitio. Una vez más que no pertenezco y lo peor es que creía que sí. ¡Maldita sea, Fabian! —exclamé algo furiosa y conmovida—. Hablamos después —desconecté la llamada y lágrimas bajan. Por supuesto, lo entiendo y claro que tendrá mi apoyo. No obstante, quiero que acepte que es digno de amar y que puede ser feliz. Merece vivir, le costará, pero valdrá la pena. Las lágrimas no son tan malas al final de todo, me han limpiado el alma poco a poco. Me empiezo a reír, Kendrick espera que salga y me siguió. Tal vez, me depara más dolor y sufrimiento. De eso estoy segura, pero me harán ser más fuerte cada día y el cambio en mí será inminente.
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