Capítulo 7: Traje Blanco

3956 Words
Fabian Estoy encerrado en mi habitación, golpeando mi saco de boxeo. Dando ganchos uno tras de otro. Suelto la frustración, golpe, dolor, golpe, miedo. Al no tener fuerzas me tiré al suelo y muerdo mi puño para ahogar el grito. Nunca le he escondido nada a Tati, somos uno y quería ocultar mis sentimientos. Todo fue de repente, tantos problemas con mi tía y ella apareció de cantazo. No fue mi intención que se enterara de esa forma, tampoco que se sintiera fuera de sitio y oírla mal me lastima. Soy un imbécil, no la retuve, escondí mis ojos y no la protegí. Siempre he cuidado de ella, pero le fallé y Dorian apareció de sopetón. Mi mente vuelve a ese día en que la conocí. *** Hoy es un mal día para mamá, se ha pasado vomitando, todo le cae mal y verla así me mata lentamente. Ella sonríe acuesta de su dolor, pero mis risas son forzadas y me duele no poder remediar su sufrimiento. Tengo que aguantar, ser fuerte y al salir a la sala escuché un llanto. Es desgarrador ver a mi padre en el sofá y sus manos en la cara. Esto es demasiado para mí, mi padre ha aguantado tanto y su amor es inmenso. Camino sigiloso, salgo por la puerta de la cocina sin hacer ruido. Al salir siento las gotas caer, me coloqué mi capucha negra y empiezo a correr. Quiero sentir la lluvia, sentir dolor y frío. Corro rápido, cada vez más y cuando ya no puedo me detengo. Me sostengo de mis rodillas, estoy acelerado y me permito respirar. Una sensación extraña me hace mirar hacia el lado. Me percaté que estoy frente de una iglesia, el letrero dice: “Discípulos de Cristo” y sin pensar crucé. Subo las escaleras, la iglesia está vacía, las puertas de par en par y corro dentro. No soy religioso, nunca he orado y menos asistido. Sin embargo, estoy perdido y sin fuerzas. Me encuentro de pie frente a Jesús crucificado y me dejo caer de rodillas. Tiré la capucha para atrás, me rompí en llanto y salieron gritos desde mis entrañas. —Nunca he pedido nada… —sollocé con temblores en todo mi cuerpo y seguido de una espiración—, pero mi ma… má sufre tanto —me ahogué con el dolor y sorbí por la nariz—. Ayú… dala… quisiera to… mar todo su dolor y dejarla descansar. La estoy per… diendo… Me quedé sin palabras, me tiré al piso por completo y lloré por mi mamá. De pronto siento que me tocan el pelo, me incorporé asustado y vislumbré un rostro de ángel. Ella es rubia, su cabello semeja un halo, sus ojos azul celeste y labios carnosos. Su mano está en el aire por mi arrebato al sentir su toque. Ella es pálida y bajan lágrimas por sus mejillas. Estoy viendo visiones, me estrujo los ojos y al abrirlos aún sigue frente de mí. Su belleza tan irreal, su cabello dorado, ella es la perfección más viva. Mi pecho sube y baja agitado. —No te haré daño, estaba aquí y llegaste. No me viste, pero he escuchado todo y quiero apoyarte —su voz es suave, ella gatea hacia mí y no tengo fuerzas para huir, aunque tampoco quiero irme. Me abraza, somos desconocidos, pero creo que de alguna manera Dios me envió un ángel. Mis brazos la rodean, me desplomé soltando mi miedo y ella me acaricia la espalda. Siento que me da paz su compañía, me hace menos pesado y en calma. Se escuchan unos ruidos, nos despegamos y me limpié la cara de prisa con el dorso de la mano. Me levanté del suelo, la ayudé a ponerse en pie y veo que la he mojado toda. Ella tiene un traje suelto blanco, me siento mal por arruinar su ropa y empaparla. Me pierdo con su belleza, me quedo viendo sus pezones erguidos, idiota, estás en una iglesia y ella se cruzó de brazos. —Discúlpame, soy un anormal —logré formular. El ángel me agarra de la mano, me lleva por un pasillo y damos al patio. Me suelta cuando estamos afuera y sonrió. —Mi tío es el pastor, si me ve contigo y en estas condiciones —se señala todo su cuerpo mojado—, pensará otra cosa —soltó una risita celestial y me ofreció la mano—. Soy Dorian. Literalmente, estoy pasmado y reaccioné por su carraspeo. Uní mis manos y soplé antes de sostener su delicada mano. Las cuales me acariciaban, me abrazaban y me hacían sentir en paz hace unos minutos. —Soy Fabian —tragué duro por este incómodo, pero grato momento—. Gracias por todo. —Me gusta tu pinta, no eres igual que los chicos que acostumbro —su manera de hablar tan casual me llama la atención. —No creo ser el indicado para ser amigos —bufé al darme cuenta de nuestra enorme diferencia—. Soy el pecado andante y tú, chica de iglesia. —Somos polos opuestos, para nada compatibles. —Estoy de visita, es el cumpleaños de mi tío, pero considero que era una señal encontrarnos y sé que tú también lo sentiste —su voz no cambió conmigo y sigue calmada. Se volteó, se iba a marchar y miró hacia arriba al cielo gris. Veo caer la lluvia y siento mucho frío. «¡Idiota!», me sermoneo mentalmente. Ella está con su ropa mojada, ese traje blanco y empapado, debe estar helada. Estamos bajo de un techo, pero hace brisa y no parece que escampará pronto. Sin pensar más me quité el abrigo, ella me consoló y esto es lo mínimo para agradecerle. «Wao, qué frío», temblé. Al estar solo en camisilla y todo mojado me cala los huesos, pero le doy la bienvenida. La agarré de su brazo, ella se detiene y me mira con esos ojos cielos. Sin esperar aprobación, le coloqué el abrigo por la cabeza, ella me ayudó metiendo los brazos por el hueco y sonrió al mirarse con el puesto. —No quiero que te dé pulmonía después que fuiste amable conmigo —susurré temiendo la despedida, pero es necesaria y le di la espalda con su atenta mirada encima. Me voy sin querer irme, cada gota me cala los huesos y escondo mis manos en los bolsillos del pantalón. Cuando iba caminando, escuché que alza su voz dulce y me detengo sin mirarla. —¡Mañana en el parque de la esquina, a las tres! —tomó aire y prosiguió—. ¡Te veo con tu abrigo en mano, Fabian! Me volteé, necesito ver esos ojos celestes, pero es tarde. Ella no está, se ha marchado, pero su cita retumba en mi mente y me voy corriendo hacia mi casa. *** Vuelvo de vuelta, tocan a la puerta y no contesté. —La cena está servida Fabian… —la voz de papá a través de la puerta está llena de angustia— y tu madre está preocupada. Permanecí en silencio, estoy ahogado en llanto y la única que me calma es Dorian. La aparté, la dejé ir y todo con mentiras. Desde esa cita nos hicimos amigos y ella me ha escuchado siempre. Es increíble que con ella sonrío, pero somos tan distintos y a la vez nos entendemos. Sin embargo, no puedo amar y la aparté cada vez. No sé cómo enfrentar el amor. Ese sentimiento es matemática para mí, nunca las entendí y menos ahora. Dorian siempre me ha abierto su corazón y la alejo cada vez que tengo oportunidad. Cuando estoy tan devastado, solo y no puedo más la llamo. Ella siempre accede, me ha dado su amor y fui su primer amor. Siempre me recuerda que soy el #1 en todo, enamorarse y entregarse. Me siento afortunado, pero a la vez me odio. En qué momento me dejé llevar y le permití a Dorian entrar. Nunca negó su atracción hacia mí y siempre ha sido directa. Eso es lo más que me atrae, es natural, sin miedo y siempre expresa lo que pasa por su loca cabeza. Me aceptó con todo mi dolor, con mis enojos y faltas de cariño. Pero la continuó tratando mal, negando que siento algo más que sexo. Al conocer a mi madre fue todo real y se adoran. Sus ojos le brillan cuando me ve, juro que es bonito y luego me enojo. La ira me envuelve porque mientras estoy siendo feliz, pierdo a mi mamá. En cambio, mi madre quiere que ame, que sea feliz y viva. Puedo lograrlo con Dorian, es perfecta, pero me asusta a la vez. Ella viene con toda esa bola de amor, agrégale su alegría desbordando, su humildad y cuando la trato mal me besa. ¡Dios! Ella es atolondrada, pero ella es pura vida. Nada de ella merece a un chico como yo. La mantengo escondida, oculta de todos y si mamá no me hubiera escuchado ese día seguiría en las sombras. Pero insistió en conocerla, ella con sus ojos me gana y nunca puedo negarle nada. Mi mamá se merece todo lo que me pida y si está en mis manos le bajo el cielo. Sería mucho más fácil para mí separarme de Dorian, no lastimarla, pero mi mamá está de por medio. También ella me aguanta todo, si la llamo aparece y me escucha. Es absurdo, no entiendo nada de la vida. Por eso te oculté esto Tati, porque te avergonzarás de tu adorado primo. Es una cobardía de mi parte, ya no puedo seguir con este juego y hoy quedamos como amigos. Sin esperar nada a cambio, ella puede visitar a mi mamá y continuar su vida. No tiene que soportar mis arrebatos, soy inestable y solo he protegido a mi prima. Pero mira, la he lastimado, la hice sentir mal y eso me duele. Soy un desastre, odio esto y en eso suena mi celular. Veo en la pantalla una llamada de Dorian e iba a darle ignorar, pero oprimí la tecla. —Dime —mi voz es escueta. —Fabian, necesito verte —su voz desesperada me golpea. —No necesitas verme, es solo una ilusión —murmuré sintiendo las ganas de salir en su búsqueda. —¡Demonios, sí, te necesito! —bramó fuerte y herida—. ¡No pienses por mí, eres un idiota! —Tranquila Dorian, hablamos de esto ya —mi voz es lenta y eso la sacará por el techo—. Continúa tu vida y sé feliz —apreté el celular por esta absurda idea, nada más de pensarla con otro me duele—. Busca otro macho que te haga sentir amada —la mandíbula tensé. —¿Eso es lo que deseas? Bien —su voz es vengativa y eso no me agrada—. Tenía uno que me hacía volar, pero el imbécil se asustó y me dejó caer del décimo piso —me colgó y sus palabras me hicieron sentir más maldito. Es hora de levantarme del suelo, me lavo la cara en el baño y agarro mi abrigo. Mierda, huele a Dorian a vainilla. Salgo de mi cuarto, mi padre me observa y pasé de largo. Me marcho con mi apestoso culo a ver a Dorian y terminar de rematarla o coser sus alas. Afuera la noche está calurosa, pero soy obsesivo con los abrigos y chaquetas en cuero. Sin embargo, esta en específico, es la favorita de Dorian y me la dio en la tarde. Que me la devuelva me asusta, significa que me sacara de golpe. Como le he pedido tantas veces, llegó el momento y no me aparto. Ella quería ir al cine hoy a ver una cursilería y quedó cancelado porque prácticamente la eché de mi vida. Su casa es en Lomas Verdes, su tío el pastor queda a dos calles más abajo de la mía. Curiosamente, no le agrado a su tío, una vez la busqué en la iglesia y al verme quería exorcizarme. Luego me enteré por Dorian, le mencionó que mis ojos tan negros son malignos y que cuidado conmigo. Mi mamá siempre ha amado mis ojos, me ha enseñado a mirar a todos de frente sin ocultarlos. Mi madre dice que los ojos son la ventana del alma y si miras fijamente encontrarás las respuestas. Por eso Tati y yo siempre nos miramos. Mamá nos enseñó a ambos a ser así, leer a la gente y hoy le fallé. Golpeé el volante fuerte, agarré un tremendo cráter y maldigo las calles jodidas de Puerto Rico. Ella vive con sus padres, una hermana pequeña de cuatro años y todos son rubios. Sus padres son americanos y sus hijas boricuas. Al menos sus padres no me observan como si tuviera siete cabezas y tres ojos. Nunca he hablado con ellos, pero me han visto y me sonríen de lejos. Lo curioso es que el día que la conocí su tío cumplía años y ella el día anterior cumplió. Dorian tiene dieciocho años, está en ley. Sus locuras me atraparon, me llamó su regalo y no pude evitar reírme con sus ocurrencias. Ella saca todo de mí y eso es bueno como malo. Saca mis miedos, enojos y me hace sonreír. Desde que la conocí no he estado con ninguna, solo besos con las chicas. No obstante, ella cree que he ido más allá. En unas fotos salí besándome con Adela. Al entrar ese día por su ventana, ella estaba seria, pero nunca me reclamó. Dorian se quitó la ropa y me besó salvaje. Luego me dijo: Espero que esa chica te bese así. Una vez más me dejó sin habla y después de limpiar mi boca de otras, hicimos el amor. Fue toda salvaje, ella nunca se ha sentido menos y es muy curiosa. Siempre pregunta, observa y se arriesga. Así es en todo, en la cama no se avergüenza, ella aprende y perfecciona. Al terminar se levanta, se viste callada y la culpa me hunde. Sus palabras me culminan: Al menos usa condón. Me empiezo a reír falsamente y me marché dejándola con esa mentira. Con la idea de que he estado con otras, nunca me interrogó y fue toda una dura. Estoy entrando por su calle, no había tráfico y al llegar veo un carro viejito. Está todo chocado en la parte del bonete, no es de su padre porque su carro está en la marquesina. Tienen visita, siempre brinco la verja de atrás y entro por su ventana. Bueno, sí, Dorian es mi traviesa. Ella es adicta a romper las reglas y en la pandilla caerá bien. En este instante quiero entrar por la puerta principal, que me vean todos y bajo de mi carro. Camino con mi seguridad, coloco mis manos alrededor de mi boca y grité su nombre. —¡Dorian, Dorian! —la llamé con todo mis pulmones, no quiero ser sigiloso. No había necesidad de gritar tan fuerte, pero es mi primera visita decente. La puerta de entrada fue abierta por su padre, está serio y se ven sus entradas en el cabello. Me acerco, le tiendo la mano y me saludó arisco. Vislumbré a sus espaldas, asomada a Dorian, con sus ojos abiertos de par en par, y su padre se movió a un lado permitiendo que la vea. Me quedé pasmado al verla, tiene el traje blanco, el que tenía cuando nos conocimos y con el cual la hice mujer. Encima del traje tiene una chaqueta azul y unas botas bajas marrones. Está arreglada para salir, es obvio, me entra una sensación de pérdida. Estoy al borde del precipicio, me siento traicionado y presiento que no me agradará su juego. —Fabian, ¿qué haces aquí? —Su voz suave ha desaparecido y me habló con ironía. —¿Se te ha olvidado? —la enfrenté y mis ojos maniacos deben estar en su mayor potencia junto con mis venas a reventar—. Vamos al cine —dije amortiguado. —¿Los tres irán al cine? —interroga su padre y nos mira a ambos. Me estoy tensando por ese número de personas y busqué su mirada. Ella la sostiene, no se amilana y en ese momento aparece un tipo. Es flaco, tiene anteojos de nerd, su ropa es de niño mimado y su pelo peinado de lado. Hasta su camisa de botones es todo lo contrario a mí. —Dori, debemos salir, luego se nos hace tarde —dice el amigo y en eso se percata de mi presencia. Al mirarme se queda pasmado o asustado. Se unió a la fiesta la mamá, me sonrió y le doy media sonrisa. No puedo creer que la llame Dori, su nombre es Dorian y menos que ella lo permita. «Puede ser de Dori de “Dorito” y Dori la de “Finding Nemo”», mi mente divagó. Odio que él tenga esa confianza con ella y que la tutee. —¿Hija, qué sucede? —cuestiona su padre ansioso y me mira mal Dorian. —Es que cambié de idea a última hora —respondí y Dorian, no Dori, se quedó aturdida—. No importa, iremos los tres al cine y será muy divertido —sonreí con la boca cerrada y puedo imaginar el diablo que ven. El chico se sube sus anteojos y abre su boca lleno de asombro. —¡Es una sorpresa, vaya qué sorpresa! —comenta Dorian siguiendo mi juego y sus ojos cielo están chispeantes. —Necesito ir al baño, es que de camino me tomé una botella de agua —me inventé esa falsa, el papá nos evalúa y se ha dado cuenta de la tensión entre ambos. No le solté la mirada a su padre, en estos instantes no soy el más paciente. —Claro, Fabian —Dorian aprovechó para cortar las miradas de nosotros y puedo percibir que no le agradé a su papito tampoco—. Te mostraré dónde queda. Caminé detrás de Dorian, sus padres se quedaron afuera y se siente nuestra incomodidad. Al menos el baño está bien alejado de la entrada, ella se voltea y coloca su mano en la pared impidiendo el paso. —Se puede saber, ¿qué carajo quieres? —eso, amo de ella, no se retracta y va al grano—. ¿Qué trama tu mente? La atrapé en la pared, mis manos arriba de su cabeza y nuestras miradas llenas de fuego. Huelo su cabello, su aroma de vainilla me seduce mis fosas nasales y me molesta ver ese traje puesto para salir con otro. —Que bien llevas las caídas del décimo piso —murmuré en su rostro y levantó el mentón—. Hace apenas media hora me llamaste, deseabas verme y ahora —no puedo con el subidón de celos—. ¡Maldita sea! —maldije con su mirada fiera. —¿Esperabas verme en la cama llorando deprimida? —su pregunta a la defensiva me atacó—. No soy esa chica, nunca he sido así —me empujó el pecho con su puño—. Soy de las que sonríe a pesar de todo, la vida es corta para desperdiciarla. Estoy aquí, pero mi corazón está en el suelo —su voz se entrecorta y dolió—. Es bueno salir —sus palabras son para ella. Su corazón golpeado por mí, pero a punto de salir con ese idiota. No esperaba que estuviera deprimida, pero al menos que estuviera en la maldita cama incómoda. Es tan chiquita su cama, su colchón duro. En fin, está con el traje, nuestro recuerdo. —Si así estás con el corazón en el suelo, me imagino cómo será roto —agarré el borde de su traje, ella bajó su mirada y me volteé para largarme de su vida. —¿Qué insinúas? —su interrogante sonó herida, al igual que yo al verla con ese vestido—. Eres un idiota, me sacaste de tu vida, no una, varias veces. —Ese traje es la respuesta a todo —admití lo que me tiene endemoniado. —Mírame, habla claro —me reta y mis puños a mis costados cerré duro—. Es un traje blanco, normal. —Para ti nunca fue normal, odias lo común —las ganas de llorar me invaden—. Entendí el mensaje. Me marché, si me quedo más tiempo explotaré. Pasé al frente de todos y se quedaron callados. Cada paso hacia mi auto aumentaban las ganas de poseerla y demostrarle el significado del traje. Tal vez es mejor que la dejé ir, si quiere ser normal se merece al nerd. —¿No vas al cine? —gritó la madre de Dorian. —¡He vuelto a cambiar de idea! —alcé la voz sin voltearme. Salí sintiendo un peso en mi pecho y necesitando hablar. Solo me queda llamar a Tati. Ella es mi salvación en este momento y saqué el celular. Al segundo tono contesta y respiré al escuchar su voz. —¡Hola, Fabi! —su voz es emocionada—. Estoy en este momento cenando con mi padre y Ken. Prometo que después hablamos. —Necesito hablar urgente —confesé y apreté el volante—. Voy de camino a casa de tu padre. —Te espero acá —aceptó Tati. Nuestra unión no se explica, se siente y nada más escuchar mi voz, Tati me socorre. Me siento mejor al saber que no perdí a mi prima. Mi celular empezó a sonar, es una llamada de Dorian y la ignoro. Esto es un amor enfermizo y destructivo. Estoy cerca de la casa del padre de Tati. Corté camino, me estacioné detrás del jeep de Ken, me bajé y marqué a Tati. Ella no contesta, vuelvo a llamar y la visualicé en la entrada. Viene preocupada, al mirarme se lanza a mis brazos y me sostiene. Me quito la máscara, suelto mi dolor y confío. —Se trata de Dorian verdad, es fuerte el sentimiento —susurró mi hermana. Nos soltamos, me limpié los ojos y asentí. —Es todo complicado —nuestros ojos unidos—. La conocí de cantazo, pero he sido muy idiota con ella. Demasiado, pero la estoy perdiendo, al igual que mi mamá —lágrimas se deslizan por mi rostro—. No quiero perderte a ti, Tati, eres mi fuerza —sostuve su mano—. Siempre lo has sido y te pido perdón. —Oye, a mí no me pierdes jamás —sus ojos se humedecen y sonrió para mí—. Hasta en la otra vida seré tu fantasma —afirmó mi Tati y la besé en la frente. Siempre he sido fuerte con ella y al saber que estamos bien puedo continuar. Me alejé, dando pasos hacia atrás y nos miramos fijamente. —Ve adentro, estaré bien. Necesitaba saber que estamos juntos, somos uno —limpié mis lágrimas con la manga del abrigo con olor a vainilla y puse el puño cerrado en mi corazón. —¡Somos uno! —gritó al viento Tati y su sonrisa me calmó. Me marcho, al montarme en el carro espero que Tati entre a la casa y vuelve suena el celular. Sin mirar sé que es Dorian. —Hola, aquí estoy —susurré con la cabeza serena. —Ven a mi ventana, te mostraré el significado de mi traje blanco —colgó la llamada, mi ángel. Mi sonrisa se escapó junto con mi corazón bombeando por ella. Somos así de enfermos el uno por el otro. Sé el significado, pero un recordatorio nunca hace daño.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD