Capítulo 16: Por eso me Amas (Parte 1)

3516 Words
Kendrick Han pasado tres días sin ver a mi chica. Los más difíciles en mi corta vida y llenos de incertidumbre. Me encuentro en el despacho de mi papá y estoy un poco hastiado. En la pared de fondo me recosté con los brazos cruzados. El lamento del padre de Celia me tiene fastidiado. El señor ha traído las pertenencias de su hija como la cámara y laptop para que resolvamos sin proceder con la justicia. Mi amigo Zuriel está buscando y borrando evidencias. Realmente me da igual cancelar la demanda, el daño fue causado y al menos su juego le salió mal. Desde que publicó el vídeo, la prensa ha hablado pestes de ella y las críticas han sido a muerte. Al querer hundir a Tiara se hundió Celia. En todo el caos la victoriosa fue mi nena. A pesar de su dolor, ella simplemente es la víctima. —Mi hija está muy arrepentida y la está pasando muy mal. Les he proporcionado toda la evidencia —el hombre se ve con ojeras y desgarbado—. El vídeo solo lo envió a la periodista y me llevaré a Celia hoy mismo a Texas. Su arrogancia y exigencias han desaparecido. Al frente de mí tengo a un padre dolido. Mi papá tiene las manos juntas debajo de su mandíbula y se mantiene callado. —¿Qué opinas Kendrick? —Mi padre decidió tomar la palabra y todos me observan. Caminé hacia ellos y me detuve cerca del padre de Celia. El hombre me ha dado su completa atención. —Estoy de acuerdo, no demanda —el pobre hombre suspiró—, pero quiero que esto quede enterrado —con mi dedo indiqué hacia abajo—. No quiero jugadas sucias y que su hija se olvide de que existo. —Te doy mi palabra, ella no volverá a molestar —el viejo sacó un sobre de su chaqueta—. Te envió esta carta y más nada sabrás de ella —me tendió la carta y la agarré dudoso. —Los dejaré —dije apretando la carta—, el asunto se ha cerrado. —Les di la espalda y salí del despacho. Me dirigí hacia el estudio y todavía me siento tenso. Me acuesto en el sofá cama, vamos a ver que me escribió. Para: Kendrick Debes estar pensando qué descaro el mío. Pues entre muchas cosas siento mucha vergüenza, lamento que nunca pudiste amarme. Estoy pagando mi daño, te deseo que seas feliz y algún día logres perdonarme. Lo lamento. Celia Arrugué el papel, no la odio, pero el daño está hecho y mi nena aún no vuelve. Me levanté y boté el papel en la cesta. El silencio es interrumpido por mi celular y lo saqué del bolsillo. En la pantalla me muestra la llamada de un amigo policía. —Hola, Norbin —dije monótono. Espero que tenga noticias de Tiara, es un amigo de la familia. Le pedí que hiciera todo lo posible por rastrearla y ruego que tenga noticias. —Tengo el dato, está en Hatillo —susurró y alcé el puño en alto. —¡Bien, dime el sitio! —mi voz ha cambiado radicalmente y mi corazón brinca en mi cavidad. —”Parador El Buen Café”, la encontraron en “Pizza Hut” y Ken… —escuché su duda, oculta algo y necesito saber todo. —Suéltalo, Norbin —murmuré desesperado y me despeiné el cabello. —Estaba acompañada por un joven —aguanté la respiración—, no estaba sola como me comentaste —me levanté de cantazo, siento una rabia desmedida y apreté mi puño. —Gracias… —hablé amortiguado y cerré los ojos intentando calmarme— por la información —respiro y exhalo—. Después te contacto —colgué la llamada. No puedo creer mientras estoy casi demente, sufriendo por ella y camino de lada a lado por el estudio. Tiara está con un joven ahogando sus penas. Hoy sabré quién es y me tendrás que ver quieras o no. Me voy volando hacia mi cuarto, no estoy pensando en nada y me muevo con el ardor de la cólera. Tres malditos días sin poder dejar de pensar en ella y loco por ver sus ojos, pero Tiara normal. Saco una mochila, meto un par de ropa al azar y agarré mis llaves. Estoy decidido y bajé los escalones de dos en dos. En la entrada está mi papá y me observa. Pero no me importa, paso como bala y siento sus pasos detrás. Estoy en el jeep, lancé la mochila al asiento del pasajero y mi papá me tocó la espalda. —Hijo, ¿a dónde vas? —se oye preocupado por mí—. Te ves mal, ¿te acompaño? De ninguna manera, me voy por mi obstinada chica a demostrarle cuánto la necesito. —Gracias, pero necesito ir solo —lo encaré y él me evalúo el rostro—. Aprovecha de ver a mamá, ella finge llevar todo bien, pero la conozco y no es así —mi madre no la está pasando bonito—. Llama a la Leona y ponte de acuerdo referente a Rodrigo —papá se tensó por todo lo que tiene que hacer y es mi deber apoyarlo—. Recuerda, la quiero lejos de mi vida. Podrá ser muy madre de Tiara, pero ha jodido a su hija de todas las formas posibles. —Me ocuparé de ella, todo se solucionará Ken y tú con calma —dio leves cantazos en mi mejilla—. Me llamas, esperaré la llamada —mi padre esperó por mi contestación y solo asentí. Me voy dejando a mi papá angustiado. Mi mamá al enterarse de un posible hijo con la periodista y mala madre la tiene nerviosa. Ella confía en mi padre y su amor es fuerte, superarán cualquier obstáculo. Mi madre aceptó todo, nunca rechazaría a un hijo de mi papá y nada cambiará su amor. Ese tipo de amor es indestructible y sé que lo tengo con Tiara. Mientras manejo pienso en los tres días sin ella y lo mucho que la extrañé. «Tiara, te di tres días, espero que sean suficientes para ti», pensé. Estos días he estado mal y me pasé en la motora buscando adrenalina. Estaba manteniendo mi cabeza ocupada y aun así estabas ahí. La pandilla me ayudó mucho, soportó mis estados de ánimo y mis iras. Subo la música y manejo con el corazón subiendo a una montaña rusa. … Después de dos horas de viaje y mis ansias por ella van en aumento. Estoy frente al parador, no he decidido si llamarla o preguntar por ella en la recepción. Sin embargo, el destino se ha encargado de otra opción que no vislumbré. Tiara viene caminando con un maldito chico a su lado y se me nubla todo. Mis piernas se mueven solas, sin pensar me encamino hacia ellos y mis celos se apoderan. Ella está sonriendo y eso es una daga en mi corazón. Sus sonrisas son mías. Estoy a unos pasos de ella, me detengo y espero que sus ojos conecten con los míos. Rápido se percata de mí y posa sus ojos en los míos. Su sorpresa está presente, veo su sonrojo y cierro los puños a los lados. Estoy molesto y dolido. Pero no puedo evitar las inmensas ganas de estrecharla en mi pecho y nunca soltarla. —Ken, ¿cómo me encontraste? —su boca abierta y siguió interrogando—. ¿Qué haces aquí? Eso me saca la poca paciencia que tengo, no se alegra por verme. Me irrita ver la cara de ese idiota, mirando a ambos y veo su protección por ella. Aléjate, ese es mi deber, siempre lo será aunque meta la pata en el transcurso. —¡Demonios! —agité la mano en el aire y pasé la mano en mi pelo—. Eso no importa, te encontraría hasta debajo de la tierra —hablé alterado—. Nunca te soltaré, nunca —recalco cada palabra. —Tiara, ¿estás bien o necesitas tiempo? —susurró el idiota y bufé—. Dime y te sacaré de aquí —se atrevió el muñequito y sostiene su brazo. Me percaté de la confianza que hay entre ellos, visualicé su ropa de playa y pierdo toda cordura. Lo empujé lejos de mi chica y agarré la mano de Tiara, pero es imposible. Ella me empuja, me mira mal y se acerca al muñequito. —Perdón, por esta horrible escena, Caleb, vete —se ha angustiado por ese idiota—. No te preocupes, te llamaré luego —Tiara le agarra la mano y él me da su enojada mirada. Me pasé la mano por el cabello, no podía creer que tuviera su número y que se preocupara por él. Es irónico mientras estoy muriéndome de celos. Además, preocupado por ella tres malditos días y sin poder pensar con claridad. No obstante, ella está de fiesta y feliz con mi dolor. El muñequito se me acerca, pero Tiara lo agarra y lo encaré. Demonios, tengo tanta ira, que sacarla con él me vendría bien. —No seas un cretino, ella es un sol y la alejas con tu mierda —dice el imbécil y exploté. Lo sostuve de su camisa, nuestras caras frente a frente y escuché a Tiara gritar. —¡Detente Kendrick! —gritó mi chica y eso me descoloca. —No te entrometas —murmuré agotado y con el corazón ardiendo por tantas emociones, queriendo resurgir a la vez—. No tienes el derecho y menos con mi chica —nos medimos—. Lárgate, antes de que te rompa la cara de muñequito —lo suelto y caminé de lado a lado para tranquilizarme. Al girarme de nuevo vislumbré a Tiara rogando con sus ojos que se vaya el idiota. Literalmente, me siento muy, muy enojado y el muñequito se marchó. Tiara me ignora dándome la espalda, sin hablarme y se retira. No lo permitiré, de ninguna manera huirá. Me debe una explicación, la sigo y ella corre hacia su chatarra de carro. La acorralé en la puerta y ella me miró con furia. Sin embargo, tenerla tan cerca me hace recorrer cada parte de su hermoso rostro y me pierdo en sus labios. —Necesitamos hablar —susurré uniendo mi frente a la suya y controlando mis ganas de besarla—, vamos a la habitación —busqué sus ojos evitando la tentación y ella se ha sonrojado. Al menos algo sigue igual entre nosotros y rocé con mi dedo, su mejilla rojiza. —No tengo, hice el check out —se mordió el labio inferior, ese que me pertenece y sus palabras no logran el efecto que ella quiere—. Me marcho, no deseo hablar contigo —me empujó y no cedí—. Fuiste un cerdo con mi amigo. —Un cerdo por ti —levanté una ceja y apunté su hombro—. Escucha, de ninguna manera hablaré en este estacionamiento —abarqué con la mano el lugar—. Este cerdo necesita privacidad. La trepé encima de mi hombro, ella se retuerce, pero la sostengo fuerte. Me dirijo hacia el parador, necesito estar solo con ella y recordarle quién soy. Al entrar veo a la recepcionista asustada al mirar a Tiara gritar como loca y le doy una sonrisa fingida. —Necesito una habitación, nos quedaremos una noche y pagaré lo que sea —saqué mi billetera. —¡No le dé nada, es un cerdo! —fue algo complicado agarrar la tarjeta y terminé usando la boca—. ¡Además, me lleva a la fuerza! —una vez con la tarjeta fuera, la deslicé por el mostrador—. ¡Ken, suéltame, te odio cerdo! La chica al visualizar mi American Express negra, sus ojos se amplían. —Cargue todo a la tarjeta, vengo dentro de una hora y firmo los papeles —le di un azote en el culo a Tiara para que se mantenga quieta y me pateó más duro. —¡Te mataré, Ken! —bramó histérica. —La llave, por favor… —con la otra mano extendí— y, perdone a mi novia —la chica con la tarjeta en mano asintió—. Mi chica en la playa bebió de más, por eso su vocabulario esta sucio y necesito que se duche. —Claro, ten por aquí, habitación 104 —con una sonrisa en su cara me dio la llave—. Luego vienes a firmar —me ha dado miradas coquetas y sonreí aguantando las ganas de maldecir por el golpe que me dio Tiara en la espina dorsal—. Le di la más cercana para que pueda calmarla. Sin hablar sostuve la llave, Tiara continúa en la pataleta y suelta, palabras impropias hacia la recepcionista. —¡Inepta, si me pasa algo es su culpa! —gritó exagerada Tiara. Mi chica es de armas tomar cuando no debería serlo. —¡Oh, por favor! —chasqueé la lengua—. Si escuchas ruido, llama a la policía —dije sarcástico y le tiré una guiñada a la mujer. Ella se toca el pecho sonriendo y con la mirada atenta de la empleada le doy otro azote a Tiara en su maravilloso trasero por pintarme de asesino. No esperaré a que cambie de opinión la chica y me fui hacia los cuartos. Pasé las puertas hasta llegar al nuestro y abrí con mi incordia removiendo su cuerpo como gusano. La lancé a la cama, ella se aparta el cabello del rostro y su respiración está agitada. —Tranquilízate, ¿por qué tanto alboroto? —dije frustrado por su comportamiento—. Solo quiero hablar —la miré a esos ojos que amo y su desconfianza duele—. ¡Maldita sea, no me tortures más! —Me senté derrotado en la cama a su lado y puse mis brazos en mis piernas. Su distancia me ha agotado. Soy un ser humano que siente y padece. No por ser un hombre y supuestamente un “Playboy” no soy inmune al dolor. Por el contrario, duele su lucha por alejarse de mí mientras a un extraño le abre las puertas. Eso traspasó mi corazón y me asusta perderla. Me tapé la cara, Tiara se movió, pero no la volteé a ver. Si desea marcharse lo aceptaré. El silencio nos recibe y no quiero presenciar su partida. Solo quiero perderme en ella, sostenerla y amarla. Sin embargo, me aparta siempre. No entiendo, Tiara no me odia según ella, pero sus actos demuestran lo contrario. —Kendrick, no pretendas echarme la culpa a mí —su voz es cargada de reproche—. No es mi culpa… Me levanté de la cama con mis emociones atoradas. —No se trata de echarle la culpa a alguien, Tiara —la callé con mi voz y con mis dos manos me golpeé el pecho—. Somos pareja y nos duele a ambos —con la mano derecha nos apunté a los dos y ella me observa confundida o qué sé yo. —Pero me sentía sin poder respirar, Ken —me discutió y desesperado pasé la mano por mi cabello—. Tenía que irme y pensar —dijo normal y eso me descontroló. —¡Carajo! —di fuerte con el puño cerrado en mi pierna y alcé la voz—, ¿crees qué para mí fue lindo todo esto? —abrí los brazos a los lados—. ¿Te preguntaste el infierno que sentí? —abrió sus enormes ojos marrones oscuros y resoplé—. No, ¿verdad? —la indiqué con la barbilla—. Nada más con ver tu rostro lleno de dolor y saber que fui el culpable fue un tajo profundo que sentí esa noche. No podía acompañarte y te di tu espacio —negué vehemente al recordar—. Luego querer hablar contigo viendo tus ojos y encontrarme con una fría carta, no fue agradable —mis ojos reúnen humedad—. Fueron tres putos días… —levanté los dedos y mostré en su cara asombrada—, en los cuales me he sentido desesperado y perdido —le di la espalda y respiré profundo—. Jamás pensaste en mi puto dolor, pues te lo hago saber, sí duele —me giré y golpeé mi pecho—. Siento que me arrancaron el corazón de raíz desde que te marchaste —exploté en llanto agonizante y las piernas cedieron cayendo de rodillas al suelo. No puedo más, esto me mata y ella se lanza conmigo. Me abraza, la recibo y encajé mi rostro en su cuello. Lloramos juntos, tenerla en mis brazos es el cielo y acaricio su espalda. Me aparto para limpiar sus lágrimas y recuesto mi frente con la suya. Cierro los ojos, siento que mi corazón late por ella y acaricié sus mejillas mojadas. Sus labios los deseo, me lancé por ellos suavemente y nuestras lenguas bailan un vals. Saboreé su boca, quiero borrar el dolor vivido y con este beso olvidar lo que hemos pasado estos días. Succionaba su labio inferior y lo muerdo mientras ella jadea. Me reciben sus ojos acaramelados, sonreí sin poder evitarlo y agarré un mechón de su cabello. —Lamento huir —dijo entre sollozos—. Me perdí en el dolor y olvidé el tuyo —nos miramos y rocé su nariz—. Fui egoísta, Kendrick, pero necesitaba aire. Debo admitir que te extrañé tanto —soltó varias lágrimas y una espiración—. Sin embargo, aunque no lo creas, fue lo mejor irme —besé su mejilla mojada—. Jamás he dudado de tu amor —escucharla me hace reír con lágrimas en los ojos—. Mis sentimientos por ti siempre han estado claros. Eres mi luz —sus manos delicadas, limpian mis mejillas y besé su mano por dentro—, perdón por alejarme. Sostenerla es una bendición, le dejé besos regados por todo su rostro y hacerla sonreír, me llena el corazón. No me molesta que vea mi debilidad, sin ella soy inestable y la amo con locura. —Necesitabas tiempo, entendí eso, pero mi corazón se puso reacio —confesé y hundí mis hombros—. Tres días, espero que sean suficientes, nena, no me pidas más —rogué besando y mordiendo ese labio que tanto eché de menos—. Tengo que decirte que verte con ese muñequito mientras yo me moría por ti, fue una estaca directa a mi magullado corazón. Me empuja, pero no me moví. Necesito saber quién es ese imbécil y por qué tanta confianza. Ella se iba a levantar, pero la empujé al suelo y mi cuerpo encima del suyo la inmovilizó. Nuestros rostros están pegados, cara a cara y admiro su sonrojo que tanto extrañé. —Eres un odioso, no me gustó como trataste a Caleb —me reclamó. —¿Caleb? —cuestioné entrecerrando los ojos—. Hay mucha confianza, sí, Caleb, suena a familiaridad —parloteé contrariado—. Nena, ¡demonios! —maldije y Tiara acaricia mis cejas—. No me gustó como te miró —tengo que aclarar todo—. Además, tu sonrisa es mía y su arrebato de entrometerse menos me cayó bien. Tiara sonrió, pero me quedé serio. Recordar su cercanía con ese muñequito es molesto. —Se llama Caleb, no es confianza, es su nombre —no quiere dar su brazo a torcer mi chica—. Además, es un amigo —le di una mirada incrédula y ella solo mantiene esa sonrisa hermosa que amo, pero en este tema no va—, me ayudó mucho sin ningún motivo —acarició mi cabello y cerré los ojos a gusto—. Solo es amistad —recalcó. Su inocencia me preocupa, soy hombre y sé que esa mirada es de algo más que amistad. Por algo soy el “Playboy de la isla”, pero ella es mía, muñequito. —¿Te ayudó? —la duda me carcome—. ¿En qué sentido? —soy un idiota en este instante—. Me estoy muriendo de celos. —Siempre he sido abierto con mis sentimientos y no cambiaré ahora. Si no me cae algo lo hago saber y si tengo unos celos enfermizos lo acepto. —Deja los celos —me sostuvo duro de las mejillas—, mis ojos solo te aman a ti y siempre estás en mi mente, siempre —unió su frente a la mía. Mi ego se agranda, la beso fuerte y ella me agarra del cabello. Somos dos hambrientos buscando nuestra comida, jadeamos y nuestras manos recorren el cuerpo del otro. El beso se profundiza y nuestras lenguas batallaban por el control. Nos amamos como mejor sabemos. Encajamos a la perfección y la ropa fui quitando. Entre gemidos mis manos recorren su cuerpo bajando al sur y hacemos el amor lentamente.
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