Capítulo 10: Mi Aventurera (Parte 2)

2351 Words
—No puede ser cierto, necesito llamarlo —se palpó el cuerpo—. Mi celular, no lo tengo —su mano, agarró su pelo angustiada—. Es mentira, debe serlo. —No llamarás a nadie, Tiara —se detuvo a mirarme y palmeé la cama—. Siéntate a mi lado. Estoy sentado en el borde de la cama y ella se sienta. Sus manos jugaron con su pelo. «Maldito hermano, la has desestabilizado», me duele verla de esa forma. Coloqué mi mano en su muslo. —Mi padre lo llamó, él dice que yo invadí su negocio y mucha mierda —sus ojos giró hacia mí—. Papá, hablará contigo, pero por ninguna razón quiero que estés entre la espada y la pared. Nos quedamos en silencio, está sumergida en su mundo y apenas sé si escucha. Pero ella me sorprende siempre, cuando pienso que la pierdo se aferra a mí. Me hace recordar mi promesa, nunca la abandonaré aunque me aparte. Me sostiene la mano, la entrelazamos sin dudas y nuestras miradas chocan. —Jamás permitiré que te dañen. No tengo que elegir… —acercó nuestras manos unidas a su pecho— porque ellos me sacaron de su vida. Sé muy bien quienes son, me han marcado y duele, pero pasará. Escojo vivir y ser libre. —Es tu hermano y tendrás que exponer tu vida —quiero aclarar la misión que se adentrará—. Sabes que si eligieras defenderlo, te entendería y aceptaría tu decisión. —La verdad siempre sale a la luz —mordió su labio inferior, ese que amo tener entre mis labios—. La demanda es imposible, tú me defendías —mi chica está decidida—. Rodrigo me lastimó, no puedo permitir que por ayudarme te rindas. Tienes que luchar Ken, te necesito fuerte —en sus ojos veo fuerza—. Juntos podremos. Se me trepa a horcajadas, se aferra a mi cuello y mi corazón se acelera. Ella me demuestra que es mucho más fuerte, es su familia y me anima a luchar. Por Tiara seré invencible, mi pequeña monita y nos abrazamos necesitando el uno al otro. —Mi pequeña monita, vamos, es hora del reto —no cancelaré nuestra aventura—. A despejar la mente. ¿Aceptas o te echas para atrás? —Acepto siempre —sonrió y la besé deleitándome en cada rincón de su boca. Ella me suelta, roza su nariz con la mía y se levanta. Mis ojos la siguen, se agachó a recoger sus “Vans” florales y se las puso rápido. No me he movido lelo observándola. Tiara agarró el marco de la foto y puso en la mesita de noche. Se plantó en medio del cuarto y me levanté decidido a hacerla sonreír. En mi coqueta tengo mi gorra roja y la sostuve en mano. Fui con pasos grandes hacia mi Sirena y coloqué la gorra en su cabeza de lado. Ella se encoge de hombros, sonriendo busqué su mano y le tiré una guiñada. —Te ves hermosa, mi chica aventurera. —Nunca me cansaré de halagar sus encantos. Nos vamos, tengo las cosas en el baúl y al salir está caluroso. Saqué las dos patinetas y una mochila. Sus ojos brillan de emoción y me recuerda cuando fuimos a surfear. Ella me quita la mochila y nos vamos hacia el patio. Su entusiasmo va en aumento, admira todo y sabe apreciar la verdadera belleza. Vamos caminando, Tiara ve la loma y se va corriendo. La alcancé, entré al bohío y suelto las patinetas. Con ella todo es distinto, nunca sabes qué ocurre por su curiosa mente. —Nuestro segundo beso fue aquí Kendrick —indicó el sitio—. Este lugar es precioso, nunca me cansaré de admirarlo. —¿Cómo olvidar esa noche? —mi corazón siempre vive a su lado—. Es imborrable. La alcancé y le quité la mochila. Empiezo a buscar el casco y los protectores. Ella me miró perpleja y alcé las cejas. —En serio, ¿tengo que usar eso? —señala el casco y asiento. Le quité la gorra poniéndola en mi cabeza. Sin esperar le puse el casco, al ajustarlo ella pone sus manos en su cintura y modela. —¿Cómo me veo? —Preciosa, nena —lentamente recorrí su cuerpo y se me antoja—. El casco te da estilo y porte. Me sacó la lengua, sonreí y agarré las coderas. Las amarré con Tiara callada, su mente volando y su ánimo en aumento. —¿Algo más, Ken? —bufó. Voy hacia la mochila y le mostré los guantes. —Guantes —sostuve sus manos y con una aburrida Tiara los colocamos—, listo, tienes pantalón largo, así que no pondré las rodilleras. —¿Tú te pondrás? —Me dio una mirada de reproche. —No tengo más ninguno —abrió la boca para pelear y alcé la mano deteniéndola—. Además, eres primeriza. Vamos a aprender a mantener el balance en la patineta y no haré maniobras. —¡Empecemos Ken! ¡Ya estoy preparada, qué cool son los retos! —Tiara dio unos brinquitos. Se ve tan tierna con su adrenalina y los protectores puestos. —Debo buscar el terreno más liso, la loma no es el indicado. Le entregué su patineta, era la mía de novato y agarré la mochila. Vamos bajando la loma unidos de la mano. La beso de piquito y ella me da su mirada tierna. —¡Empecemos ya! —aplaudió efusivamente—. Me tienes ansiosa, Ken. —Escucha —señalé mi oído—, primero mantente en la patineta y haz balance. Ella coloca la patineta en el suelo, se trepa y se mantiene, pero pierde el control. Practicamos varias veces, le enseño como colocar los pies y ya luego de varios intentos se mantiene. —¡Wepa! ¡Estoy haciendo balance, qué emoción! —Ahora te impulsas con un pie, arrastras y te trepas —simulé mis palabras—. Te pones de cuclillas y balance. Para detenerte bajas el pie de cantazo o en la parte de atrás de la patineta hecha todo el peso y frenar de a poco. Observa y luego intentas. Le muestro y Tiara está pendiente a todos mis movimientos. Al intentarlo, estoy con ella paso a paso y no despego el ojo de ella. Detenerse se le ha hecho difícil, la sostengo y nos hemos reído tanto. Lo bueno de mi Sirena es que no se da por vencida y continúa. Al fin de tantos intentos está corriendo sola, se tropieza, pero logra no caerse. —¡Oh, por poco me como el suelo! —bramó con la patineta en mano. Seguimos intentando, se cayó tres veces, pero no fue a mayores y se sienta en la patineta. Está toda sudada, sus mejillas rojas de calor y trepé mi pie detrás de ella en la patineta. Nos impulsé a ambos, Tiara está riendo y me subí en la patineta. Vamos a toda mecha, el aire dándonos en el rostro y me balanceo. Me detengo con el pie, pero Tiara pierde el balance y se sostiene de mi pierna. Caemos al suelo, la sostengo y ella cae en mi pecho. Estamos muertos de la risa, agitados y calmando nuestra respiración. —¡Fue maravilloso! —su emoción es contagiosa—. Lo quiero hacer de nuevo, pero esta vez los dos de pie. Mi chica no se amilana, ella es mi aventurera y nos besamos. La volteo de cantazo, ahora Tiara está en el suelo y mis manos en su cintura. El beso cada vez sube de tono, ella me quita la gorra y me agarra el cabello. Beso, su quijada, nuestros gemidos mezclados y sin darme cuenta mi mano está en sus pechos. Mi mente ha perdido el sentido, la necesito y no es posible. Me empuja Tiara, me tiré al lado en el suelo y cierro mis ojos. Agua helada, diminutos niños y patio de tu casa. Ella se acuesta en mi pecho y me sostiene el rostro. —Perdón Ken, es que somos petardos juntos —su voz en un hilo y abrí los ojos. Me recibió con los ojos marrones enormes y consiguió que sonriera. —No pidas perdón, es natural esto —jugué con un mechón de cabello—. Somos una mezcla de emociones y nuestra conexión está en erupción. Ella siente la presión en mi entrepierna, alza sus cejas y se sienta a mi lado. Se quita el casco, se echa la melena para el lado y no ayuda en nada. Es sexy sin querer, me levanto y ella me observa por mucho tiempo en el sur. Me trepo en mi patineta, empiezo a correr y hacer ollies. Tiara aplaude, se levanta y se trepa en su patineta. Tiara siguió practicando, se nos olvidó la calentura y disfrutamos. Pasaron dos horas y estamos cansados. Nos trepamos en la misma patineta y juntos de pie hacemos balance. —¡Wao! —exclamó Tiara. Bajamos juntos de la patineta, la abrazo y saqué fotos de nosotros. Tiré varias cuando practicaba y estas son las últimas. —Tenemos que comer algo, nena. —Afirmativo —su mano se dirigió a su vientre y la llevé de la mano. Ha pasado la prueba mi nena. Son las 4:30 de la tarde, al entrar a la cocina veo a mi mamá y nos sonríe. —Llegaron justo a tiempo —se limpió la mano con papel secante—. He preparado arroz blanco, habichuelas y carne frita —se me hizo agua la boca—. Esperen en el comedor, tu padre está allí. Tiara se sonroja, siento su tensión y suelto las cosas en la mesa que hay en la cocina. —Mamá, huele delicioso —dije aspirando como perro—. Solo nos lavamos las manos y los acompañamos. La llevé hasta el fregadero, nos limpiamos las manos y le doy papel de toalla. En silencio fuimos hacia el comedor. Mi padre está en la cabeza de la mesa, muevo la silla para Tiara y luego que se acomoda me siento. Quedé al lado de mi papá y nos sonrió. —¡Qué bueno que nos acompañes, Tiara! —Mi padre está siendo muy amable. —Gracias por permitirme cenar con ustedes —con su voz bajita agradeció mi Sirena. Mi madre llega con la bandeja y empieza a servir. Ella cocina a veces y cuando no puede ordenamos comida. Pero hoy por el lío llegó temprano a la casa. Es bueno compartir con ellos, lo aprecio. —Linda, espero que te guste mi comida —dijo mamá sentándose—. No cocino siempre, pero tengo mi sazón. Le agradezco con la mirada a mamá y me lanzó una guiñada. Empezamos a comer, la charla fluye y la tensión desaparece. Tiara se suelta, habla más y se ve su sonrisa. Mi papá no puso el tema del hermano y eso permitió que fuera una cena relajada. Tiara ayudó a mamá con los platos y no pudo evitarlo. Mi papá nos espera en el estudio. Me aproximé por detrás recordando cuando estábamos en casa del padre. Tiara se tensa, ve a los lados y mi mamá disimula. —Tranquilo, somos dos enamorados abrazados. —Repite mis palabras en casa de su padre. —Nena, eso es plagio —sonrió ruidosamente y me salpicó agua—. No robes mis líneas. Mi chica está traviesa y meto la mano en el grifo mojándola. La salpiqué varias veces, ella se tapa la cara y veo que mi madre nos observa. —Son adorables, no puedo dejar de mirarlos —comenta mi mamá y Tiara se pasma. Tiara ha terminado de fregar y se seca las manos. Me pasó el vaso y lo puse en su sitio. Mi Sirena sonrió tímidamente y me miró de reojo. Ese color en sus mejillas tan suyo me acariciaba el alma y sostuve su mano. Esta chica es mi locura de por vida y tras medirnos profundamente sonreímos. —Mamá, estoy de acuerdo, somos unos monos adorables —bromeé y Tiara me da con el codo en la costilla. Maldita sea, me sobé el costado y ella abre sus ojos de muñeca asustadiza. —Repito adorables —dijo mamá con los ojos húmedos—. No molesto más, linda quiero verte a menudo en esta casa. —Gracias por todo —dice Tiara y se deja consentir. Mi madre le da un beso y abrazo. Me besa de piquito, se marcha y nos quedamos solos en la cocina. —Nena, si no quieres hablar con mi padre entiendo —si quiere tiempo se lo daré—. No quiero que estés triste, esa sonrisa es preciosa. Me aprieta los cachetes, niega y acerca su rostro al mío. —Saldremos ahora de esto, tú tienes el poder de hacerme reír. —Siempre Sirena, siempre. —Juro que daré todo de mí para hacerla feliz. La beso, con los ojos abiertos, había escuchado que si lo hacías es que no amabas a la persona. Descubrí que es falso, simplemente al besarla con los ojos de par en par me hace ver que es real. Tiara siente mi mirada y abre sus ojos hermosos. Nos besamos mirándonos el alma, no dejó de ser menos romántico y menos importante. Muerdo su labio, succiono y mi chica sonrió. —¡Mmm! Besar con los ojos abiertos no es malo, me hace ver lo real que eres —rocé su nariz y respiré su aire—. Nena, ahora dame otro beso, pero prometo cerrar los ojos y besar más allá de tu alma. —Bésame el alma, ¿qué esperas? —Mi chica es buena retando la adrenalina en mi cuerpo. Nunca pensé ser tan cursi, pero está en mí y no tengo que ensayar. Soy así por mi Sirena. Aparentemente, su belleza me hace expresar lo que me hace sentir. No solo por el exterior, Tiara es igual de hermosa por dentro.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD