Capítulo 11: Mía (Parte 1)

4004 Words
Tiara Entramos al estudio de Kendrick, tan solo entrar me olvidé de todo. Me dirigí hacia la pared de fondo y la foto en grande de nuestro primer beso me dio la bienvenida. Mi corazón se emocionó y acaricié nuestros rostros a través del cristal. Es lindo saber que ocupo un lugar en su espacio. Ken le muestra a todos que soy su amor. Me volteé y encontré la atenta mirada de padre e hijo encima de mí. Mis mejillas se tiñen al darme cuenta de que soy observada en mi locura y en vivo a todo color. Sonreí sin ocultar mi sonrojo y emoción. El papá de Ken está sentado detrás del escritorio con unos papeles en la mano. Kendrick está encima del escritorio y me tiende su mano. Voy hacia ellos, sé la magnitud del asunto. Aunque no lo crean, me siento feliz de defender a Ken. Él me defendió y por primera vez alzaré mi voz. He estado tantos años acostumbrada a callar y soportar. Mi corazón se endurece cada día de tantas cuchillas atacando a mi frágil órgano. Al llegar Ken a mi vida fue un voltaje, me revivió y ahora es imposible mitigarlo. Ya está resguardado, las palabras entran, pero no son letales. Necesito continuar, soltar mi pesado equipaje y poder despegar. Aguanto la mano de Ken y sus ojos preocupados no me sueltan. Me encanta que me cuide. No voy a mentir, es alucinante sentir y ver que se preocupan por ti. —Quiero que hagas todo lo necesario —dije mirando a cada uno—, no importan las consecuencias, por limpiar el nombre de Kendrick. Él es un caballero, solo me defendió y tienen mi testimonio. Ambos me miran, su padre relaja sus hombros y su mirada es de gratitud. Nunca sería una amenaza para ellos y menos para el amor de mi vida. Me acerca de cantazo Ken, me abraza y besa mi cabello. Me aferró a su camisa, su aroma me relaja y permito que me sostenga. —Mi Sirena, nunca te soltaré, nunca —susurra en mi oído. Sus palabras son mi fuerza y nos despegamos. Sin pensar lo beso necesitando sus labios y su papá carraspea. Nos reímos, me acarició mis mejillas y me aparté de mi tentación. Su padre se levanta de la silla, se acerca hacia mí y escondí mis manos en mis bolsillos. —Eres un estuche de sorpresas, Tiara —sonrió su papá—. Nunca creí que fueras a decidir tan rápido. El amor está y la conexión —nos miró a ambos—, pero cuando se trata de la familia tenía mis dudas. Quiero que sepas, dejarte claro, que jamás nada te faltará. Aunque su relación acabe, estoy en deuda contigo por siempre. Me quedo en shock y niego con la cabeza. Estoy confundida, ¿me habré golpeado el cerebro? Puede ser cuando estaba en la patineta y vuelvo a negar vehemente. Esto no puede ser así, estaré soñando despierta. —¡Usted está loco! —bramé con todo y duda. «¿Por qué soy tan bocona?», me regañé mentalmente. Cuando no debo alzar la voz, lo hago y cuando debo hablar, callo. Me tapé la boca y ellos empezaron a reír tan duro. Mi vergüenza es horrible, Kendrick se aguanta el estómago y su padre puso su brazo por encima de su hombro. Mi próximo trabajo será como comediante por causar tanta risa en las personas. No puedo con ellos y su pavera. Sonreí a medias, acaso me perdí el chiste y traté de acoplarme a fuerzas. —Esta chica es magnífica, hijo, la adoro —dijo entre risas el papá de Ken. —Te dije que es especial —dijo Ken y se bajó del escritorio envuelto en risa. Hablan como si no estuviera presente. —Hola, aún sigo aquí —muevo mi mano en saludo y alcé mis cejas. Imité a Ken con sus cejas alzadas siempre. Estos dos siguen sonriendo y me uní a ellos. Kendrick me abraza, trato de zafarme, pero me aprieta más y me rindo. —Tiara, no importa si estoy loco o no —su papá añadió—, te cuidaré a pesar de todo. Estoy al tanto de tu familia —me tensé en los brazos de Ken—. No la escogiste y nadie merece tanto daño. Ya es hora de que recibas amor, quiero que sepas que conocí a tu padre y tu vida irá mejor. Me quedo patidifusa por su apoyo y porque habló con papá sobre mi vida. Esto es una bomba cayendo de sopetón. Me abaniqué la cara con la mano sintiendo tanto y de pronto. —Tiara, tranquila —Ken me sostiene por los hombros y me evalúo el rostro—. ¿Necesitas aire? —se oye preocupado por mi estado—. No te desmayes, nena. Golpeé su pecho con la mano abierta y su padre no para de mostrar sus blancos dientes. —Necesito ir a casa Ken, hablaré con mi padre —es hora de que vuelva a la realidad—. Mire papá de Ken —volteé a verlo—, nunca me dijo su nombre, ¿oh, sí? —alcé los ojos arriba pensativa. Estoy divagando, no recuerdo su nombre. No, nunca me lo dijo, estoy segura. —Soy Kevin Gonzáles, no creo haberme presentado —me tiende su mano. Ken me suelta y nos damos un apretón de mano. Nuestras miradas fijas, sus ojos me recuerdan a alguien y siento que nos conocemos de siempre. Sonreí, por qué negarle una sonrisa a mi suegro. Iba a decirle que no necesitaba nada, pero su sonrisa me calmó y me hizo comportarme. Soy una chica agradecida y ellos me han dado la bienvenida. Mi aporte por ahora es ser humilde. Es lo más que puedo dar en mi posición actual. —Gracias por todo y por recibirme en su casa —sigo con su mano en la mía—. Aprecio su preocupación, pero toda mi vida he vivido sola. No estoy acostumbrada a ser bienvenida —admití y levanté solo un hombro—. Gracias, pero jamás sienta lástima por mí —mis ojos se humedecen—. Merezco igualdad, sé que lograré ser libre. Mi suegro Kevin me atrajo a su pecho y me abrazó. Nos conocemos apenas, pero me siento protegida y coloqué mis manos en su espalda. Sigo temerosa de recibir rechazo, pero soy recibida en su apretón. Me acaricia la espalda y al soltarme sus ojos están húmedos. —Nunca sentí lástima por ti, Tiara —sostuvo mi mano—. Eres increíble, serás capaz de enfrentar la vida y tendrás igualdad —dijo Kevin y con varias palmadas reconfortantes me dejo ir. Me baja una lágrima, la limpié y tomé aire. Siento la mano de Kendrick en mi cintura, me atrae hacia su pecho y entrelazamos nuestras manos. —Hijo, es valiosa —sonrió y nos señaló—. Tienes un tesoro en tus brazos, cuídalo y protégelo. El papá camina hacia la puerta y nos vuelve a dar una mirada cálida. —Por eso seré su sombra y no la soltaré —afirmó Ken y aspiró en mi cuello. Su padre nos sonrió adorablemente y cerró la puerta al salir, dejándonos solos. Seguimos unidos y estoy segura de que si permanecemos sosteniéndonos el uno al otro todo será llevadero. —Fue muy raro este día, ¿no crees? —comenté retrocediendo a los acontecimientos del día. Él me agarra la cintura y empieza a balancearse conmigo. —Fue lo que sigue, extraordinario —sus ojos son alegres y asintió—. Un día… —se queda pensando y al tener las palabras adecuadas chasqueó la lengua— memorable —se relamió sus labios y no me pierdo su movimiento—. Mmm… Como diría mi Sirena, un momento para congelar —su frente en la mía es el sitio indicado y sigo sus pasos. Nos movemos al ritmo de nuestros latidos. —La música no hace falta cuando estamos juntos —susurró Ken y me dio una vuelta. Empezamos moviendo nuestros cuerpos de lado a lado y terminamos bailando sin música. Mi corazón no cabe de dicha viviendo el instante mágico con él y se me escapó una carcajada por estas locuras que me acercan cada día más a la libertad. —Somos dos jóvenes enamorados bailando —dije contenta con mis petardos explotando. Me hace girar otra vez, luego me echa para atrás y como un cuento de hadas me besa apasionadamente. Nunca he creído en los cuentos de hadas, pero crearé mi propio cuento. … Han pasado ocho días exactamente, desde el día raro, extraordinario que cambió mi vida radical. Al llegar esa noche, me esperaba un desesperado padre, me abrazó tan fuerte y pasó lo increíble, lloró. Por primera vez, veo a mi padre llorando frente a mí, específicamente delante de nosotros. Aún recuerdo esa noche y siento mi corazón estremecerse. No he parado de agradecer a Kendrick, han sido tantas veces las gracias que han salido de mis labios y no me cansaré. Adoro su apoyo y su comprensión. Mi papá me informó de una: Hija, no saldrás de esta casa, te quedas a vivir conmigo y la única manera que te irás es casada. Mis ojos se salieron de órbita y solo asentí. Esa noche dormir fue imposible, nos quedamos hablando hasta la madrugada. Me pidió disculpas por no ayudarme antes, por suponer que mi vida era feliz y se sentía culpable. Si vamos al caso, la culpa es mía, siempre lo ha sido. Acepto que me frisé y perdí la dirección de toda mi vida. Nunca busqué ayuda, aprendí a ser invisible y siempre ante el mundo fingía. Sobre todo con mi padre, no sé, ¿por qué no busqué su ayuda? Nunca fue malo y en el poco tiempo que compartimos fue atento. Pero uno no quiere ser una carga, por eso aguantas y crees que todo cambiará. Pasan los días, meses y años, pero nada cambia. Me puse a pensar en todas las cosas que aguanté y sin darme cuenta aprobé las acciones de mi madre. Al otro día fui con mi padre a buscar mis pertenencias y mi mente volvió a ese instante. *** Mi padre está bebiendo su café a las 6:00 de la mañana, al lado suyo veo un vaso de agua y me lo tiende. Ese detalle me hace sonreír y me señala la silla a su lado. —¡Buenos días! —me regaló una sonrisa en su rostro—. Si te quedabas pega debajo de las sábanas te iba a levantar. Me siento a su lado, me tomo la pastilla y mi padre sigue mostrando sus dientes. —Gracias por el agua, casi no oía la alarma —dije moviendo el vaso y viendo el remolino en el agua—. La escuchaba lejana, pero aquí estoy —solté el vaso y apunté mi rostro—, zombie y ojerosa. —Casi no dormimos —acarició mi cabello hecho un nido de pájaros—, estamos recuperando charlas. —Papá, ¿estás seguro? —me detuve por su ceja levantada—. Bueno, quiero decir… —titubeé y mi padre no ayuda con esa mirada de sabiondo—. ¿Quieres que viva contigo? —logré formular la difícil pregunta y papá frunció el ceño—. Es tu espacio, además, tienes novia, tu privacidad interrumpiré y después de grande te quitaré tu paz —hablé apresurada y muevo el frasco de pastillas, nerviosa. Mi padre da un sorbo de su café y espero su respuesta. —Está todo claro, de aquí no te mueves —su voz es decidida y respiré profundo. No les mentiré, tengo miedo a ser rechazada y no quiero molestar, pero a la vez quiero sentirme bienvenida por mi padre—. Te juro que de saber que vivías así… —se quedó callado, veo su tensión y agarré su mano. —No fue tu culpa —no quiero verlo sufriendo por cosas del pasado—. No sigas así porque me marcharé y no me verás en un mes —le hablé fuerte. —Olvidemos —puso su otra mano encima de la mía, la que sostiene la suya—, no culpas, solo vivir el presente, hija. Me acaricia mi mejilla, sé que es difícil para él digerir todo este asunto, pero necesito continuar. —Tengo que buscar trabajo para ayudarte —dije recordando que estoy desempleada. —Tranquila, quiero que esperes dos meses —hice muecas y papá me despeinó el cabello—. Te acomodas en esta casa, te dedicas a los estudios y dejas que se calme la marea. Me encargaré de tus gastos, déjame aportar y calmar mis demonios —su voz es un ruego. No estoy muy de acuerdo, pero si se siente mejor de esa forma, cederé. Nunca he tenido que pedir dinero para mis cosas personales y me sentiré rara de inicio. Sin embargo, necesito tiempo para procesar los cambios y el rumbo que tomará mi vida. —Iré contigo a buscar tus pertenencias —sus palabras fueron un bálsamo, temía a ese enfrentamiento—. Hablé con tu madre, está que echa fuego y no quiere que vivas conmigo. Pero me enfrenté a ella, sabe que no hay vuelta de hoja y vienes conmigo. Me imagino el caos, ellos dos son agua y aceite juntos. Con papá molesto debió ser un choque de trenes a toda velocidad. —¿A qué hora iremos? Es mejor ir acompañada a casa, me imagino a mi madre la leona. —Duerme un rato más, cuando estés lista me avisas. Pedí el día libre, Marjorie viene de camino y está feliz de que vivas conmigo. Su novia es muy habladora, mi padre todo serio y ella toda alegría. Son distintos, pero se ven felices juntos y ella es amorosa. —Sí, tengo sueño —admití y estiré mis brazos—. Necesito dormir más. Le doy un beso en su mejilla, voy hacia mi espacio y me lancé en la almohada. El sueño me recibió al instante y me olvidé de todo. … Creo que solo cerré los ojos y los abrí. Escucho que me llaman a la puerta, aún tengo sueño y siento que una manada me aplastó. El cuarto está oscuro, mis ojos pesados y vuelven a aporrear la madera. —Hija, ¿estás bien? —la voz de papá terminó de despertarme. —¡Entra, papá! —grité somnolienta y bostecé. Qué pereza tengo, me estiro y estrujé mis ojos. Mi padre al entrar enciende la luz y me deja ciega. Me tapé con la sábana, se sienta en la cama y me la quita del rostro. —Papá, me has dejado ciega —refunfuñé y él sonrió—. Avisa la próxima. —Perdón, es que me asusté, tomaste muy en serio mi palabra. —¿Qué hora es? —Son las dos de la tarde, te has saltado el desayuno y almuerzo —dio palmadas en mi pierna—. Ya cociné, necesitas comida. —¡Wao! —exclamé asombrada—. Dormí tanto y me siento cansada. Debo estar con anemia o la tiroides alta, tal vez por tanto problema y me eché el pelo hacia el lado. No pienso decir nada a mi padre, se siente fatal por lo ocurrido y si sumo la enfermedad lo pondré peor. —Marjorie te estaba esperando, pero su cita de las uñas es a las 1:00 pm. —alzó las manos arriba y movió sus dedos, haciendo que sonriera por su explicación—. Así que te vendrá a ver en la noche. —Lo siento, papá —me excusé con la risa presente y él se unió—. No soy una floja, es un sueño atrasado. —No te preocupes —restó importancia con la mano—. A darte un buen baño, a comer y vamos a buscar tus cosas. Se levanta, me sonríe abiertamente y se marcha. Me levanto, voy hacia el escritorio y agarré mi celular. Al ver la pantalla tengo ocho llamadas perdidas. Una de Fabi, cinco de mi madre y dos de Ken. También dos mensajes de texto, uno es de Fabian y lo abro. Prima, ¿dónde te metes? Me das una llamada. Tqm!!! El segundo mensaje es de Kendrick y lo abro. Sirena, necesito tu voz y he encontrado el buzón de voz. Te quiero mucho, llamaaaaa!!! Adicto necesitado de ti. Me empiezo a reír de sus locuras y sin pensarlo estoy marcando su número. Por supuesto, que me lo sé de memoria, sin importar que el celular inteligente te haga no memorizar nada. Nunca se sabe cuando se dañe el aparato y mi mente siempre recordará su número. Ken lo dejó sonar una vez y mis petardos se encendieron. —Todo el día sin tu dulce voz —se quejó Ken y puedo imaginar su rostro. —Ahora mismo no es dulce, me acabo de levantar. Mi voz se encuentra ronca y empiezo a buscar en mi bolso ropa. —Tu voz es dulce siempre y ahora se escucha sexy —es que él enamora con sus cosas—. Mi nena dormiste mucho. —Mi papá me levantó, si no aún estuviera en la cama —sostuve el celular entre la mejilla y el hombro para alzar un pantalón con las dos manos—. Me bañaré, iré a buscar mis cosas en casa de la Leona. Examiné el pantalón n***o, eran los que usaba para trabajar. No irás a la lavandería más, así que hay que darle empleo y agarré un polo gris. —¿Necesitas ayuda, guardaespaldas o solo mi presencia? —Sería estupendo, pero para evitar más estrés, no —es bueno tenerlo conmigo, pero sería más problema—. Mi madre al verte explotaría y mi padre me llevará —le conté ese gran cambio y cuenta como guardaespaldas, papá—. Con eso es suficiente para que mi madre este crunchy. —Te envío muchos besos. ¡Muah, muah, muah y muah! —escucharlo me hace reír embobada. Esos besos llegan a mi alma, cierro los ojos y los recibo. Mi sonrisa presente, quiero abrazar a mi odioso y sentir sus labios. —Mmm… son poderosos tus besos —acerqué el pantalón a mi pecho—, me llegaron al alma. Escuché su adorable risa, abrí mis ojos y busqué mi ropa interior. Me acuerdo del panti “gatita sexy” y empiezo a reír fuerte. —¿Qué pasó? —interroga mi odioso lindo—. ¿A poco mis besos son chistes? No puedo parar de reír, busqué el otro panti que traje de casa y no puedo con mis lágrimas de tanto reír. El panti es blanco y sus letras pink dicen “Dulce” al frente. —Me acordé de mis bragas de “gatita sexy”. Quiero sonar normal, como si no fuera algo importante y me sonrojo. —Tus bragas suenan comibles —su voz es baja y ronca. —Ya sabía yo que sentiste una conexión con mis bragas. —No lo niego, sentí algo, pero no se compara con ese lunar. ¡Mmm! —su voz haciendo estragos en mi cuerpo. ¡Dios! Nunca me había sentido tan cachonda y él me posee hasta de lejos. —Te dejo, me iré a bañar —abaniqué mi rostro ruborizado—, comer algo y enfrentar a la Leona. —Espera —su grito me hace sonreír—, ¿qué dice tu braga de hoy? Me encanta él con su curiosidad y cuando es odioso. —”Dulce” y las letras son pink —colgué sin esperar sus comentarios y agarré todas las cosas para ir a bañarme. Pero suena el sonido de notificación y voy abro el mensaje. Me matas!! Serás mi perdición. Todo el día pensaré en tu “DULCE”. Eres mi chuchería y mi azúcar favorita. Me imaginaré esa braga y tu lunar. Tu vicioso Kendrick.? ¡Oh! Hasta un emoji de beso envió. Me enamora con cada locura, mis dedos se mueven en el teclado y envío. Te quierooooo!! Me aseo, se siente bien el agua y me visto a las millas, el hambre me llama. Al salir del baño, el aroma a cebolla me abre más el apetito. Mi padre está sirviendo la comida, me acerco y veo que es una pechuga encebollada. Me coloca papa majada con queso y me tiende el plato. Me voy hacia la mesa, coloqué el plato y voy a servir jugo de china. Mi padre se sienta con su plato y comemos callados. Tenía tanta hambre que comí dos veces y mi padre estaba orgulloso de que comiera. Su comida siempre es deliciosa, su sabor único y será una tentación vivir con él. Mi madre nunca cocina, todo es comida de afuera y con su mal humor es mejor así. De tanto odio puede darme veneno. … Estamos en la guagua de mi padre, una “Kia” negra, vamos callados y mis nervios creciendo. No puedo dejar de mover las manos, mi celular está en mi bolso y me desconecté del mundo. Al llegar mi padre estaciona detrás del carro de mi madre. «¿Qué pensabas Tiara?», pensé con ironía. Tenías la esperanza de que tu madre dejaría que fuera fácil tu partida. Jamás, ella estará para darte en la madre. Para recordarte que eres una mujerzuela. Me quedé mirando la puerta de la casa, esperando que mi madre salga y corra a recibirme con un cálido abrazo. Pero nunca fue así, siempre me recibió, sí, a gritos y regaños. Me hizo ver que estaba mal en todo, hasta en lo bueno fui un fracaso. Me tocaron la mano y me asusté. Por instinto brinqué, escuché la voz de mi padre y me calmó. —Hija, ¿estás bien? —me dio un apretón en la mano—. Estás pálida y asustada. Su voz angustiada me hizo volver en sí y miré su rostro. «¡Dios, tranquilízate Tiara!», internamente me sermoneé. Asustarás a tu padre y pensará que su hija está loca. —Estoy bien, solo pensativa. Mi padre me suelta, abro la puerta y me agarra por el codo. Me volteo hacia su rostro lleno de culpa y tomé una respiración. —¿Segura? —mi papá está dudoso y cuestionando su decisión—. Puedes esperar aquí y traigo todo. Niego con la cabeza, esto lo haré yo y es necesario para continuar. —Por primera vez estoy segura, muy segura. Las palabras las digo en voz alta, más para mí, que para él. Me suelta, no pienso más y me bajo de la guagua. Mi padre me alcanzó al frente del vehículo y mis manos tiemblan. Él sostiene las dos maletas que trajimos y busqué en mi bolsillo la llave de la casa. Me da una sonrisa forzada, mi padre sabe que esto me aterra y caminamos en silencio. Al poner la llave en la cerradura trato de no temblar y me es imposible. Mi padre vio mis nervios, pero se mantuvo en silencio. Me decidí y giré la llave. Al entrar a la casa miré al área de su sofá y estaba vacío. Unos aplausos nos hacen mirar al pasillo y allí está mi madre toda escalofriante. La Leona camina hacia nosotros con su semblante duro, se ve ojerosa y con ira. —Mi hija Tiara, mejor dicho la hija pecadora y malagradecida —su voz es fuerte y llena de odio. —Barbara, hablamos ayer, así que ahórrate la mierda —murmuró papá. Están los dos preparados para el ataque y pasé de largo a mi madre. —¡Detente ahí, mocosa! —la ignoré y seguí andando hacia mi cuarto—. ¡Esta no es tu casa, vete!
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