Capítulo 11: Mía (Parte 2)

3374 Words
Entrar a mi sitio me ha descolocado y un vacío surgió con fuerza en mi pecho. Pasé los peores momentos aquí, pero también bonitos. Mi primo se encargó de hacerlos y por supuesto, en estas cuatro paredes empezó todo con Ken. Doy una vuelta recorriendo con la vista mi refugio y en donde me sentí segura a pesar de todo. Me sentí cálida en ellas, pero nunca sentí que fuera mi hogar. Voy hacia el armario, empiezo a sacar la ropa y entra mi madre rabiosa. —¡Me ignoras insolente! —se plantó delante de mí—. ¿Qué te crees? —extendió los brazos a los lados—. Aún soy tu madre. Mi padre pone las dos maletas en la cama, las abre y empiezo a guardar con todo y gancho. Las meto algarete, no importa, solo quiero acabar con esto. Mi padre saca las cosas del cajón, mi madre está callada observando y de brazos cruzados. Pero su silencio no duró mucho y sacó su veneno. —¿Crees que vivirás mejor con él? —bufó y respondió a su pregunta con trampa—. Nunca ha estado en tu vida —lo apuntó y papá se detuvo con mis cosas en mano, la Leona consiguió trastocar sus tormentos—. De pronto quieres ser la mujer maravilla y te marchas. Continúo callada, ella no comprende mi dolor. Solo necesito amor, comprensión y la maldita libertad. Quiero caerme, tocar el suelo y levantarme. —Barbara, ¡déjala, no quiere hablar! —Mi padre me defendió. Los dejé a ellos, ya vacié el armario. Empiezo a sacar mis zapatos y la primera maleta está llena. Voy hacia la segunda, necesito sacar mis revistas y fotos de Ken debajo del colchón. —¡Imbécil!, no podrás con ella y cuando te des cuenta no la aceptaré. —Tú la has tratado mal —papá le sacó en cara—. No coincido con la madre perfecta. Necesito sacar las fotos, la mejor manera es echándolos del cuarto. —¡Vayan afuera y denme silencio! —al gritar ambos se quedaron callados. Ruego que salgan en mi mente y sin poder creerlo se marcha mi madre. Mi padre la sigue, cierra la puerta y respiré profundo. Rápido bajé las dos maletas, alcé el colchón y empiezo a reagrupar las revistas. Mis nervios a mil, espero que no me agarren y al sacarlas las meto en la maleta cerrada. Me empiezo a reír y pienso en Kendrick si me viera en estas. Diría algo para hacerme reír, agarro mis cosas de la coqueta y el dibujo de mi tía puesto en el espejo. En la gaveta última saco ropa, de momento se cae una foto al suelo y me agaché a recogerla. Me sorprendí, suelto la ropa en la maleta y observé la foto. Es mi madre con el cabello por los hombros, mucho más joven y me tiene cargada en sus brazos. Tengo como cuatro años y estoy con dos moños como la “Chilindrina”. Lo mejor en la foto es que ella me sonrió al ver a Tiara de niña. Sus ojos muestran amor, esos ojos que nunca volvieron a mirarme así. Se me escapa una lágrima, me levanto con la foto y observo el cuarto. Cierro las maletas, las arrastré hacia fuera del cuarto y los escucho discutiendo en la sala. Mi padre, al verme con las dos maletas, viene hacia mí, agarra una y la otra tiene ruedas. Caminamos juntos hacia la sala, miro a mi madre y busco sus ojos. Quiero ver una pizca de amor en ellos, no odio y por un momento me observa, pero están vacíos. Sus ojos, rápido, me evaden. Camino hacia ella y espero un adiós cordial. —Ya no eres mi hija, lárgate para siempre. Me detengo a mitad de camino, nos divide su orgullo y odio. Mi dolor va en aumento, es mi madre, no puedo odiarla. Kendrick tiene razón, mi corazón no alberga odio y menos para ella. Pero duele, acorté la distancia entre nosotras y tomé valor. Saqué de mi bolsillo la llave y la pongo junto con la foto. —Siempre quise sentirme amada por ti, no enjaulada, pero entiendo que no puedes dar lo que no sientes —tomé aire y aguanté el nudo que me amenaza con desarmarme por completo—. Una vez sentí que me amabas, pero ya olvidé cómo se siente eso. Me voy de tu vida, pero siempre ocuparás una parte de mi corazón —toqué ese órgano herido en mi pecho—. Está con una curita, pero aún vive. —No pude aguantar y mis lágrimas bajan por mi rostro. Ella abre sus ojos grandes y le tiendo la foto junto con la llave de la casa. Los sostiene y me marché sin mirar atrás con mi corazón lastimado. Sin embargo, jamás me arrepentiré de salir de esa jaula, afuera miro al cielo y sonrío. Mis lágrimas siguen derramándose y de pronto me jalan, asustada, miré al causante y me aferré a su cuello. Es mi sostén, mi primo Fabian y me sostiene fuerte. —Te tengo Tati —me aprieta y aguanta mi cabeza—, todo será para mejor. —Fabian, me alegro de que llegaras —dijo mi padre y hundí la cabeza en el pecho de mi primo—. Dame la maleta, hija. La suelto, aún estoy llorando y me despegué. Me limpié el rostro, vi a mi padre de camino a su guagua y sonreí. —¿Cuándo te llamó? —No importa eso, lo importante es que estoy aquí para apoyarte —mi primo unió sus ojos a los míos—. Querías dar el paso sola, pero al final siempre estaré para ti. Aunque tengas el pecho de Ken, el mío siempre estará, Tati. Lo abracé de nuevo, es mi ángel y es reconfortante contar con su pecho. Caminamos hacia la guagua de mi padre, nos espera recostado en el bonete y me siento lista para continuar. *** Me trae de vuelta Marjorie, entra con su alegría y su bocota. Viene arreglada, ella es colorada, pelo rizado y bastante voluptuosa. Es súper sensual, viene vestida con una falda mahón, camisa strapless roja y unas plataformas a juego. Se sienta al lado mío, como si fuéramos íntimas y mira mi ropa. Estoy con pijama en el mueble cómodo de la sala, hoy será un día ajetreado y quería pensar en los sucesos de mi vida. —Tiara, nena, date un baño y nos vamos de shopping —dijo sin tapujos. La miré, seguí mirando y continué observando. Ella me golpea la pierna, apaga el TV que ni veía y se levanta. Sus ojos son desafiantes, mi padre está trabajando y Marjorie es mi acosadora. Esta semana de adaptación, me he enfocado en los estudios y he diseñado mucho. He creado una colección, me surgió la idea y aproveché. No la he mostrado a nadie, me siento bien en esta casa y la relación con Ken va viento en popa. Más enamorada, imposible y punto extra la mamá de Ken, es un amor. El motivo por el que Marjorie quiere ir de shopping, es el lanzamiento del videojuego de Ken. Es hoy y estamos invitados. Sí, como escuchan mi padre y su pareja Marjorie van a acompañarme. Ella más feliz no puede estar, toda la semana está jode que jode. Tengo un traje en mi armario, solo lo usé una vez y ninguna quiere ese atuendo sencillo. Me refiero a ninguna con: Marjorie y la madre de Ken. Insisten que me quieren vestir, maquillar y todo lo que conlleva. —Ya te he dicho Marjorie ve tú, ¿por qué motivo tengo que ser distinta? —le rebatí aburrida. —No cambiarás tu personalidad Tiara, pero es importante para Kendrick —es una astuta desviando el tema a mi amor—. Los medios estarán pendientes de su novia y comprarte un traje no te dañará. Déjate llevar, él se sorprenderá y tú estarás feliz de ver su sonrisa. Tiene un punto ahí Marjorie, la sonrisa de Ken es perfecta. Ella me tiende la mano, dudo en dársela y recuerdo la sonrisa de mi odioso en sus labios. —El traje no lo quiero tan estrambótico —puse en alto mi dedo índice—. Lo quiero sencillo y natural —coloqué mi mano en la suya y me ayudó a levantar luciendo una sonrisa plena. Abruptamente, soy rodeada por sus brazos. Aún no me acostumbro a sus afectos. —Anda a arreglarte, ¡tendremos un lindo día de chicas! —chilló Marjorie y consiguió una sonrisa en mi rostro. Me voy hacia mi cuarto, busco un short, camisa sencilla y acomodé en la cama. Luego de asearme, vestirme y tomar valor estamos de camino. Vamos para el mall “Plaza las Américas”, pero veo que se estaciona frente de una boutique en la Roosevelt y la fulminé con la mirada. —Te equivocaste, esto jamás es “Plaza las Américas” —dije sarcástica y señalé el local. Ella se queda callada y sale de la tienda Aimeth la mamá de Ken. Mi boca está abierta, estoy pasmada y he caído en la trampa. —No pude negarme —agarró su bolso—, te verás como una diosa y aunque no lo creas, deseo lo mejor para ti —habló de prisa Marjorie y se bajó del auto. Marjorie huyó sin esperar por mi reclamo, ni que fuera a insultarla. Aunque quiera no podría, no soy de esa forma y sin tener remedio las alcancé. Viene a abrazarme Aimeth, es imposible negarle afecto. Es un alma noble que hace que sientas su amor y quieras apretarla como si fuera un oso. Ella es preciosa con sus ojos marrones con motas de verde (herencia de Ken) y su sonrisa pintada en su cara. Aimeth está con un jumper blanco y su cabello suelto. La madre de Ken siempre es elegante. —Fue idea mía, así que me matas a mí —abogó por Marjorie. —Me engañaron —las observé a ambas y he fingido enojo—. Debo admitir que no me lo esperaba, pero jamás me enojaría si me dan amor en exceso. —Mi sonrisa les otorgué. —Cariño, te daremos y te asfixiarás de tanto que recibirás —dijo efusivamente Aimeth y sostuvo mi mano. Soy llevada dentro de la boutique. La empleada resultó ser la dueña, es amiga de Aimeth y la tienda es solo para nosotras. Entre ellas me trajeron muchos trajes, no sabía que fuera tan agotador y a la vez entretenido medirse la ropa. Me gustaron varios, pero ellas no se decidían y tras de tantos trajes estaba hastiada. Al probarme un traje en corsé, está ceñido al cuerpo y me llega un poquito abajo de la rodilla. Es bordeado en flores crema, da un leve toque sensual y al verme al espejo me encanta. Es delicado, pero a la vez acentúa mi pequeño cuerpo y veo que ellas se quedan boquiabiertas. —Es el indicado, espero que ustedes estén de acuerdo —comenté decidida. —¡En definitiva! —dice Marjorie y la dueña asiente. —Lo llevaremos, ahora los accesorios —dice Aimeth y aplaude. La dueña se marcha, observé el vestido y me preocupa el presupuesto. Debe costar mucho dinero. Aceptaré solo los zapatos porque en mi armario no tengo para combinar con este traje. Tengo algo del dinero de la liquidación, gracias a mi padre que insistió en buscarlo. Yo de ninguna manera iba a ver a mi hermano y menos para cobrar. Pero mi padre insistió que me jodí trabajando y toda la mierda del sudor. Deja ver cuánto me sale este vestido y los zapatos. De pronto aparece la dueña con un par de zapatos y una caja de joyas. La caja se la tiende a Aimeth y tengo que parar esto. —Este estilo de tacón escarpines es perfecto para el traje y tengo buen ojo —su voz es de orgullo—. ¡Pruébatelos! —dice Coral la dueña y me lo ofreció. Al probarme el zapato me quedan de maravilla. Son cómodos, se ven bien con el traje y su color es crema. —Tienes buen ojo, me quedan bien —la halagué y a Coral casi le faltó dar brincos de felicidad. —Te ves preciosa, ahora falta escoger el collar —agregó Coral y abrí los ojos enormes. No pierde tiempo Coral en vender y no puedo aceptar las joyas. —¡No! —Se me escapa fuerte la negación, todas me miran y me sonrojé—. Estoy agradecida por su ayuda, pero es mucho dinero con el traje y zapatos —los nervios me devoran y traté de explicar sin ser maleducada—. En casa debo tener prendas. Se levanta Aimeth, se acerca y me agarra la mano. —De ninguna manera pagarás, esto es por mi cuenta —su voz es firme y no piensa ceder lo intuyo—. Este día es especial para mi hijo, al ser su novia por lo siguiente eres mi hija. Quiero que disfrutes y despejes la mente. Esta semana la prensa ha atacado tu vida y noticia tras noticia sobre ti —mordí mi labio inferior al recapitular en esas notas sin tacto—. Quiero que esta noche vean lo hermosa y perfecta que eres para mi hijo. Hoy habrá noticias, pero serán buenas —espero que sean para bien—. Quiero que sepas que hoy eres mía todo el día. Iremos a casa de ahí manicura, pedicura, maquillaje y peinado. —Tanta molestia… —susurré en conflicto. Me silencia con su dedo y prosigue. —Hoy te consentiré y tu papá lo aprobó —sonrió Aimeth y asentí no teniendo escapatoria—. Sales de casa al hotel con Kendrick y créeme te espera con ansias —soltó eso último con coquetería. Esta semana, después del problema con mi hermano, la prensa ha hablado de mí. En la universidad cuchichean al verme por el pasillo, se ríen y sus miradas son constantes. Pero he bloqueado todo, no me quejo porque vale la pena su amor. De vivir en la sombra, ahora mi vida es pública. Llega a cansar esa presión, pero cuando estamos juntos sé que vale todo por lo que estamos pasando y volvería a revivir una tras de otra mi historia con Kendrick. La demanda nunca se realizó, ya que se asustaron de las evidencias. Tendrían mi testimonio, el video de mi madre y nuestras vidas expuestas desde mi punto de vista. Se paralizaron y dejaron todo quieto. Simplemente, agradeceré la ayuda de Aimeth, no puedo negarme y aceptaré su cariño. —No puedo hacer un desaire a mi suegra —dije de corazón. —No es negociable —afirmó Aimeth sonriente. —¡Gracias, muchas gracias! —la emoción es grande y estoy loca por ver a Ken—. Agradezco a todas por ayudarme de una manera u otra. Nunca pensé que ir de shopping fuera tan divertido. Nos empezamos a reír y nos fundimos en un abrazo. Después de buscar y buscar prendas todas alucinamos con una gargantilla de perlas y lo mejor viene en set. Me puse la ropa mía, salgo del probador y las veo empacando las cosas. —Este traje es perfecto para tu cuerpo voluptuoso —comenta Aimeth y es cierto, ese vestido le quedó como anillo—. Deja que tu pareja te vea. Marjorie se emociona de más. —¡Gracias por el traje! —unió sus manos como si estuviera rezando—. Jamás podría comprarme uno de ese nivel —su voz es emotiva—. Me gastaría mi salario de una quincena —admitió Marjorie y asentí. Me acerco a ellas, les ayudé a cargar las bolsas y se acerca Coral la dueña. —Marjorie, no te preocupes —le tendió el paquete—. Te mereces el traje por ser mi celestina con Tiara —murmuró Aimeth. —Fue un hueso duro de roer —comenta Marjorie y me tira una guiñada. —Aquí siempre serás bienvenida Tiara, seré tu tía de la moda —comentó Coral y es muy amable. —Tus diseños, Tiara, Coral puede ayudarte —dijo Marjorie y me tensé. La quiero matar, no le he contado a Ken y a nadie. Pero Marjorie me encontró los otros días creando, vio algunos y los amó. —Espera, ¿diseños? —se interesó Coral—. Cuenta, no guardes ese proyecto. Empiezo a mover mis manos, nerviosa, pero gracias a todos los santos de la moda y a mi suegra que me salvó. —­¡Nos vamos! —tiró de mi mano y sonreí con la boca cerrada—. Es tarde para maquillarnos y todo eso —sonrió Aimeth y Coral se quedó sosa—. ¡Nos vemos allá, Coral! —me despido con la mano—. ¡Gracias por todo! —dice mi suegra y las veo despedirse con la mano alzada. Salgo con la ayuda de Aimeth y me recibe el calentón afuera. Estamos en el estacionamiento y Coral se quedó en la tienda. Respiré profundo y me soltó Aimeth. —Tiara, eres buena en la moda —me sermoneó Marjorie al ver mi reacción en la tienda—. No sé, ¿cuál es tu miedo? —Me mira seria. Ella con su semblante serio es una novedad. Sin embargo, no estoy acostumbrada a que les importen mis planes a la gente. Desde que vivo con mi padre, todo lo referente a mí es importante. Temo retroceder al momento en que era transparente y mis logros no eran valiosos. ¡Dios! Me conocen mejor que la madre que me parió. Los otros días Marjorie me trajo tacos de la guagua mexicana que adoro. Me dijo: Sé que los amas y quise darte una sorpresa. Ellos no saben lo mucho que aprecio su cariño, es difícil de explicar, pero es tan fuerte el sentimiento que lloro. Noticia nueva: Tiara llora. Lo increíble es que son lágrimas de felicidad y aprecio a cada uno. No obstante, mi colección es mi tesoro y quiero ser yo la que cuente la historia. Quiero decidir el curso de mi talento y quiero ser la vocera de mi tesoro. —No es miedo por completo, Marjorie —la miré y sostuve su mano—. Quiero estar preparada y cuando sea el momento daré la noticia —le dije cordialmente. Espero que no se sienta mal, pero necesito que se olvide del tema. —Entiendo, he sido muy metiche —hizo un puchero adorable—. Es difícil, es mi mayor defecto Tiara, pero te quiero —sus ojos se aguaron y me contagié—. No como hija porque soy joven, pero como amiga —aclaró y me sacó una sonrisa. Ella entiende siempre, eso me gusta de Marjorie y me saca una sonrisa. La abrazo, ella me aprieta fuerte y besa mi mejilla. —Basta de tanto amor —cortó el rollo sensiblero Aimeth—. ¡A ponernos más guapas! Nos despegamos, Marjorie disimula mirando a lo lejos y la veo pasando su mano por los ojos. —Nos vemos en la noche, gracias por todo Aimeth —dijo Marjorie y se despidió. Pensaba que iría conmigo a arreglarse y deseo que esté. Se merece un trato de reina. Gracias a ella estoy aquí. —No te despidas, llega a casa que también te pondremos más bella —leyó mi mente Aimeth y la invitó. Marjorie tiene su rostro expresivo, ella muestra su emoción y empieza a brincar. Voy a abrazar a Aimeth y susurro en su oído. —No sabes el inmenso agradecimiento que tengo hacia ti —tomé aire y ella acarició mi espalda—. Me has dado cariño y ver a Marjorie tan feliz es un placer. La apreté fuerte, ella me recibió y me susurró de vuelta. —Mereces ser feliz y ver el sol al final del camino. —Nunca olvidaré sus palabras y apoyo incondicional.
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