Capítulo 5: No Pienses Más (Parte 2)

4029 Words
Me acerco hacia Tiara, pero ella se aleja y me quedé sorprendido. Fabian quitó el brazo de su hombro y se dieron una mirada cómplice. No entiendo qué sucede. Fabi me palmeó el hombro, sus ojos maniacos piden que tenga paciencia y se marchó con la pandilla. No soporto más, la agarré por su brazo y la llevé hacia su cuarto. Ella trata de escapar, pero la suelto dentro y me paso la mano por mi pelo. Tiara se voltea, me da la espalda y estoy desesperado. ¿Qué hice mal? Mujeres, son difíciles. Me recuesto de la pared y crucé los brazos. No aguanto permanecer en la ignorancia, voy hacia mi chica y la abrazo por su espalda. Tiara no quiere contacto y se retuerce. No me rindo y la apreté con todas mis fuerzas. Ella se dejó caer al suelo y me tiré a su lado. Empieza a llorar, la acomodé en mi regazo y la acuné en mis brazos. Su sollozo es intenso y beso cada lágrima que recorre por sus mejillas. Mi chica está rota y pegaré cada trozo de su alma. —Quiero que te vayas… —sus temblores en sus hombros son desenfrenados y acaricié su cabello—, pero te que… das —su voz ahogada en llanto. —Cálmate, no me iré —levanté su rostro lloroso y la sostuve por ambas mejillas para detenerla de ocultarse—. Cuando quieras que me vaya, es cuando más me aferraré a ti. —Nuestras miradas unidas, ojos oscuros y motas verdes aceptándose. Tengo un nudo en mi garganta, mis ojos borrosos y se me escapa una lágrima. Nunca he llorado por una chica, pero ella me destroza tan solo con su dolor y la sostengo fuerte. —No quería… —sorbió por la nariz y con el dorso de sus manos paso fuerte por sus ojos— que me vieras… débil. Soy po… ca cosa para ti —su llanto volvió fuerte y la atraje a mi pecho. —Nunca, nunca, serás poca cosa —la apreté fuerte—. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. ¡Dios! —exclamé y ella alzó el rostro—. Eres pura adrenalina y me faltaba probar la tuya. Ella sonríe con sus mejillas rosadas y lamí una lágrima escurridiza. He conseguido su sonrojo y voy hacia la otra lágrima salada y la lamo. —Definitivamente, estás loco, Kendrick —dijo sorprendida y soltó una espiración. —Creo que mi tuerca está contigo —dije pensativo. —¡Hola, Kendrick! Se limpia sus ojos, me tiende su mano y la sostengo. —¡Hola, Tiara! Ella pega su nariz a la mía y nuestras respiraciones se sincronizan. Me levanto del suelo con ella, se asusta y se agarra de mi cuello. Veo su bolso en la cama y lo recogí. La beso dulce, nuestras bocas necesitadas, me hacían falta sus labios y muerdo mi labio favorito. —Nos vamos a pasear, tú y yo —susurré en sus labios. —Contigo siempre respiro. —Se aferró a mi cuello y eso me hizo muy feliz. Abro la puerta, al salir por el pasillo, veo en la mesa del comedor a la Leona y una botella de alcohol en mano. Nos mira mal, quizás porque llevo cargada a su hija y eso le perturba. Me detengo, le sonreí irónico y ella me acuchilla con la mirada fría. —No se preocupe por su hija, saldrá conmigo. La traeré como a la medianoche o más tarde a las 1:00 de la madrugada. Se merece escapar de su madre —di la espalda y me detengo—. Ah, quiero que sepa… —Ken, no vale la pena —interrumpió Tiara nerviosa y le sonrío para calmarla. —¿En qué iba? —me hice el perdido y volví a ver a la Leona—. ¡Ah! —bramé disfrutando molestarla—, si vuelve a tocar un pelo, aunque sea uno de mi chica haré que su fama sea acabada. No comenta nada, pero su mirada me reta. Sé que tranquila no se quedará, conozco su calaña y estaré alerta. Salí hacia el exterior y llevé a Tiara hacia mi jeep, los chicos se acercan y Zuriel abre la puerta. Suelto a mi chica en el asiento, le coloqué el cinturón y la besé de piquito. Está nerviosa, lo sentí cuando me apretó el cuello en el comedor. Tenía miedo de su madre. «¡Qué maldita es la Leona!», maldije en mis pensamientos. Le doy con el dedo índice en su nariz, ella agarra el bolso de mis manos y sonrió a medias. Cierro la puerta, veo que Fabi se queda mirándola fijo y ella a él. Ellos dos se conocen tanto, puedo decir que por sus miradas se apoyan el uno al otro. Estoy seguro porque así es con nuestras miradas, es bonito tener a tu chica y poder leerla. Me aparto del jeep y abrazo a Zuriel. Gracias a su ayuda, la Leona se calmó. —Gracias Zuriel, saca las fotos dobles —le pedí y sigo con mi mano en su hombro—. Te doy el dinero de lo que gastes, las tendré bajo llave. —No tienes que agradecer, somos hermanos —me dio una leve palmada en la mejilla y asentí—. Las llevo mañana y el vídeo lo llevo en CD. —Fue de manicomio, ¿cómo está?—dice Timoteo y se ve preocupado. —La llevaré a distraerse, está afectada, pero es fuerte —resoplé y pasé la mano por mi cabello—. Estará bien. —Gracias hermano, por llegar a su vida —comenta Fabi afligido y soy rodeado por sus brazos. Al separarnos nos miramos y vi su agradecimiento. Cada uno sabe que daría lo que fuera por Tiara y la protegeremos. —Por ella todo. —Le di mi palabra. —Cuídate de mi tía, no se quedará tranquila —advirtió Fabi. —Lo sé, alerta con la Leona. Sé que buscará la manera de joderme. —Ve que Tati espera. —Me empujó el pecho con el puño. Me subo al jeep, observé a Tiara y está jugando con el zíper del bolso. Enciendo el carro, ella me agarra la mano y la aprieto. Relaja sus hombros y me dirigí hacia la avenida. La llevaré a comer en Campomar en Toa Baja, es una terraza rústica y frente al mar. Rompo el silencio, se acabó el luto y es hora de liberar el estrés. —¿Comiste? —Ella llegó cuando estaba por comer —susurró avergonzada. Aprieto el volante, mi mandíbula tensé y me voy calmando poco a poco. «No te alteres, Kendrick», hablé conmigo. Qué maldita, la interrumpió en su hora de comer. —Cenaremos juntos, nuestra primera cita —dije una vez pude bajar el trago amargo. Ella sonrió, me quitó toda la rabia y besé su mano. —Eso suena muy serio, etiquetas y compromiso. —Mi chica ha vuelto a bromear. —Bueno, porque es serio, tenemos etiqueta de amistad por ahora y con el tiempo más. Quiero que no seamos un secreto para nadie, si nos sacan fotos bien y quiero que vean que eres especial —aclaré. —Sabes, no se equivocaron en esa nota de la revista. —¿En qué parte específicamente? —La miré brevemente y seguí pendiente al camino. —En que soy normal, tranquila y aburrida —habló en un hilo de voz—. A diferencia de tus típicas amigas calientes. —En la parte de amigas hay amargura. —Espera no… —refuté mirándola y me puso el dedo índice en mis labios. Volví a mirar adelante, su dedo no quitó y aproveché lo mordí. Tiara lo saca rápido quejándose. —¡Ouch! —me golpeó en el muslo y aunque no lo crean no hemos soltado nuestras manos—. Deja que termine. —Continúa —susurré entre risas por su bemba parada. —En lo más que acertaron fue, que desde que puse mis garras en ti, me he aferrado intensamente. No creo aún, siendo tan normal que el chico “Playboy” me sostenga —apretó mi mano—. A veces tengo sueños en que despierto nerviosa porque eras producto de mi imaginación. Suelta mi mano y se tapa la cara, pasmada. Me detengo en una luz del semáforo y acaricié su mejilla sonrojada (para variar) por un hueco entre medio de sus dedos. —No dejes de confiar en mí y de contarme estos mínimos detalles que valen oro. Soy afortunado de tenerte en mi vida —le recuerdo. —Ya que estamos confiando, te mencionaré algunos secretos y defectos míos. Cambia la luz, arranco y espero que se exprese. —Soy tímida como ya te has dado cuenta —se burló mi chica— Siempre he tenido miedo, nunca grito y dejo que me utilicen. Me paralizo cuando estoy con mi madre, luego a solas pienso en todo lo que pude gritar, pero nunca hablé. Cuando te vi Ken, tus ojos me hechizaron. Me das fuerza para luchar. Por eso no creo que te fijes en alguien tan débil, miedosa y sin valor. No me gusta que se menosprecie, ella es mucho más y debe mostrar su valía. —Todos en la vida tenemos miedo, algunos lo disfrazamos bien y otros no—esquivé un hoyo en la carretera—. Tú eres especial, llegarás lejos y por ti misma. Así que mi aventurera dormida, sigue aferrándote y posando sus ojos en los míos. Recárgalos todo lo que quieras, porque Tiara tiene voz y es hora, nena. Me agarra la mano, la aprieto y casi estamos por llegar al restaurante. —¡Gracias, Kendrick! —¿Tu madre te golpea? —Necesito saber. Aprieto el volante fuerte, espero que la respuesta sea no. Ella suelta mi mano, silenció y mis dudas están activas. —Siempre ha sido una madre posesiva y su temperamento asfixiándome —la miré de reojo y mueve las manos en su regazo—. Nunca me había golpeado hasta el día de la playa, me empujó y eso me despertó de alguna manera. Golpeé el volante, tengo que sacar la ira de alguna forma y ella se contiene. —Perdón —puse la mano en su mejilla y ella se ve cohibida—, continúa —le pedí frustrado y le expliqué—. Es que odio que te toque. —Miré al frente para no tener accidentes y dejé caer la mano. —Tranquilo, Ken, duelen más sus palabras. Me ayudaste sin darte cuenta, la enfrenté y me sonreí como loca —sonrió de momento y la miré de reojo—. Ella se sorprendió, confesé que estaba contigo y me golpeó —su risa cesó y su tono de voz se endureció—. Mi primera bofetada, pero la acepté con orgullo —silencio y le di su espacio—. Siento tanto coraje. —La veo mirando por la ventanilla. Me abrió sus heridas, su dolor expuesto y coloqué mi mano en su pierna. —Necesito que prometas —tomé aire e intenté hablar sin sonar tan brusco—, si te lastima físicamente, me llamarás —murmuré tenso por saberla en peligro con su propia madre—. A la hora que sea, siempre te ayudaré. —¿Pero si estamos enojados y distanciados? —refunfuñó y puedo oír su miedo—. Nunca se sabe que nos depara el destino —su voz va en picada. —Tiara, aunque estemos distanciados, siempre te cuidaré —le doy mi palabra y la cumpliré—. Escucha, siempre, nunca te soltaré. Aunque me sueltes tú a mí, es una promesa. Tiendo mi dedo meñique, ella lo une al mío y sonreímos. —De acuerdo, promesas son promesas. Doblé en la luz, el negocio es de dos pisos y es rústico. El letrero a lo largo dice: Campomar. El restaurante está en el nivel de arriba y abajo, es para picadera. Entré al estacionamiento, aquí me conocen y se pasa bien. Aparco rápido, apago el jeep y me suelto el cinturón. Tiara observa todo alrededor, se quita el cinturón y me observa. —Vamos a pasarla bien. —¡Espera! —bramó y miro su ropa. Ella es toda mi tomate viviente, vuelvo lo confirmo. Ella trae unos mahones claros con rotos, camisa roja, cuello en uve y su hermosa cabellera suelta. —Estás preciosa, Sirena, el rojo te luce. Agarro su cabello, juego con el y la agarré por la nuca. Nuestras bocas chocan, nos reímos y nos damos un torpe beso. Ella tiene todo el porte, solo necesita seguridad y dejar de pensar. —Me siento como toda una Miss Universo —dijo en mis labios y abrió la puerta. Se baja del jeep, me tira una guiñada y cierra la puerta. Me bajé detrás de ella, la agarré de su pequeña mano y miró nuestra unión. No obstante, confía en mí, no me suelta y sonríe dulcemente. —¿Lista, Miss Universo? —Solo vamos —hizo muecas. Al subir las escaleras se siente la brisa y el olor a mar. Está movido el local, me recibe un mesero amigo y nos lleva a mi mesa favorita, afuera con vista al mar. Ella observa todo fascinada, sus ojos vivos e ignorando las miradas que hemos recibido. Siempre vengo con mis amigos, nunca con chicas de la mano. Todo es al contrario, salgo con chicas del lugar. Desde que conocí a mi Sirena todo ha cambiado, ya no deseo a ninguna que no sea mi pequeña. La ayudo con la silla, el mesero nos da el menú y privacidad. —¡Wao! —se quedó boquiabierta recorriendo con la mirada el sitio—. Es hermoso el restaurante, huele a mar y mariscos. —Deja que pruebes el mofongo, es delicioso —dije emocionado. —Me puedes contar por qué tienes elegante ropa —con su barbilla indicó mi cuerpo—. Estaba por mencionarlo, pero no me atrevía —se echó el pelo detrás de la oreja—. Te ves distinto. Me acuerdo de mi cierre de contrato, me palpé mi ropa y alcé una ceja. Tengo una camisa de “Armani” de botones, manga corta, pantalón de vestir n***o y zapatos combinado. Nunca me visto elegante, pero mis padres insistieron y no di pelea. —¿Distinto malo, distinto bien? —Distinto bien, por supuesto. Aunque no es normal en tu vestimenta. —Ahora sí —sonreí orgulloso—. Hoy cerré contrato, mi primer videojuego —con todo el lío no disfruté mi sueño y ahora es que lo asimilo. —¡Muchas felicidades! —Su voz cantarina es la recompensa. Pone su mano sobre la mía y su alegría ilumina todo el restaurante. Nos corta el rollo, el mesero, carraspea y Tiara baja su mirada al menú. —Disculpen, ¿están listos? —El pobre se ve indispuesto. —Deseo mofongo con camarones y una “Medalla” (cerveza) para ahora, ¡por favor! —el empleado asintió y me enfoqué en Tiara—. ¿Estás lista, nena? —Lo mismo, pero una piña colada sin alcohol. ¡Por favor! El mesero anota todo y se marcha. —¿Nunca tomas alcohol? —Deseo saber todo de ella. —No me gusta, no es lo mío —negó—. Creo que soy mejor, así que ebria. —Puedo celebrar, si me emborracho tengo una chofera designada. —Claro, encantada de conducir esa máquina —sus ojos se ven menos hinchados. —¿Máquina? —le pregunté sonriendo—. Eso es un halago para mi bebé. —¡Sí! —alzó las cejas y su sonrisa me encantó. El mesero me trae la cerveza y la piña colada de Tiara. —Mi bebé Máquina, suena agradable —asentí de acuerdo. —Volviendo al tema de antes, nunca imaginé que trabajaras y menos en videojuegos. Te imaginaba… —la interrumpí y se quedó expectante. —Un flojo gastando dinero en fiestas —susurré contrariado. Se encoge de hombros, el que calla otorga. Nunca me importó lo que pensaran de mi persona, pero me sentí gacho. De tantas mentiras en mi contra y que fuera en específico ella, fue una puñalada en el corazón. Parece que se refleja mi sentir porque agarra mi mano. —Kendrick, nunca te he criticado, en cambio, he amado tu manera de vivir —sus ojos se ven angustiados y no me gusta ser el culpable—. Acuérdate, siempre he escuchado lo malo tuyo. Aunque nunca te critiqué —puso la otra mano en su pecho—. Por otro lado, me has sorprendido —alcé una ceja cuestionando—. Eres inteligente, para crear un videojuego necesitas ser creativo y responsable —sonriendo por su halago asentí—. Eres brillante. —Me dolió que pensarás que era un inútil —confesé—. Imagino que lo has escuchado de tu madre. Te demostraré que soy diferente, no soy lo que suponen en la prensa. Arrastra su silla hacia mí, me agarra de las mejillas y sus ojos recargándose con los míos. Veo su nerviosismo, pero saca fuerzas y me besa. Sabiendo que nos miran, ella me posee en público y mi ego se agranda. En eso siento un flash, ahí tienen su nota y ella continúa besándome. El beso me vuelve loco y agarré su pelo. Muerdo su labio, ella gime y pegamos nuestras narices. —Nuestra primera cita, sin fingir nada —rozó su nariz—. Solo tú y yo. Estamos a mano, nunca creí que fueras inútil, solo un perezoso. Me empiezo a reír y Tiara vuelve a su sitio. Nos traen la comida, entre miradas, sonrisas y la música de fondo terminamos de comer. Nos visita a la mesa mi amigo periodista. Es Zelim Cruz, es alto, trigueño, ojos marrones y pelo rizado. Sus noticias de mí siempre con la verdad, es amigo de la familia y mi padre le da primicias. —¡Hola, Ken! Como siempre bien acompañado —se puso risueño con Tiara—. ¡Buen provecho! Tiara se pone toda roja, la veo nerviosa y se le cae el cubierto. Ella lo iba a agarrar, pero Zelim se dobla y se lo da. —¿Estás bien, nena? —Apenas estábamos pasándola bien. —Sí, voy al baño —movió la cabeza aturdida. —Es al pasar la barra, a la izquierda —indiqué y logré que se fijara en mí—. ¿Te acompaño? —Ya lo tengo —dijo sobresaltada y negó de prisa—. Vengo rápido, con permiso —se excusó y se levantó nerviosa. No se me escapa la mirada ruda que le otorga a Zelim y agarra su bolso. El periodista sonrió y se sentó en la silla vacía de Tiara. Me limpio la boca con la servilleta, doy un largo trago a mi cerveza y voy al grano. —¿Conoces a mi chica? —Fui al grano y me crucé de brazos. —Fui amiguito de su madre, unas noches locas y ahora estoy maldito por ello. —¿La Leona? —la boca me llegará al suelo del impacto—. ¿Estás desesperado o no tienes tacto con las damas? —Bueno, fue un pequeño desliz, copas y en la noche todos los gatos son iguales —dijo campante. —Ella es mi amiga, pronto será algo más —cerré el tema de la Leona—. La nota nada de garras, venganza y mucho menos una más. Estoy dejando claro que no quiero estupideces en sus noticias y menos para usarla en su juego. —Nunca les he echado falsos y lo sabes Ken. Ella es una buena chica, no como su madre. Se ven bien como pareja, te veo feliz y sabes que te conozco. Solo acuérdate, tienes pasado y fama —murmuró serio y se levantó de la silla. Me percato que viene por el pasillo Tiara. Se marchó Zelim dejándome pensativo. —Ese hombre es periodista —llegó contando de Zelim y se acomodó en la silla—. Fue amiguito de mi madre —habló amortiguado—. Hablará mal de nosotros, esto acabará mal, Ken. —No lo hará, es amigo de la familia, nunca crea falsos en contra de mí. Pero saldrá una nota, una amiga y posiblemente más —informé. Me llaman por mi nombre, cuando me volteé veo a la pandilla y vienen con amigas. Al encarar a Tiara se ha puesto seria, Fabian no está y se me hace raro. —¿Te molestan? —no quiero hacerla sentir menos—. Nos vamos si no estás cómoda, no sabía que vendrían —le hago saber—. Aunque es nuestro restaurante favorito. —Claro que no —dijo demasiado efusiva—. Solo que ellas no son de la pandilla —su tono se puso agrio. —Son amigas, no puedo negarle a los chicos que conecten. Son tres amigas, por cierto, Celia, es rubia y me la he tirado. Las otras son: Dana, está loca con Oscar y es colorada. Adela es rubia también y siempre termina con Fabian. Son chicas alocadas, sensuales y sueltas. Se acercan, me saludan y felicitan. Cuando me saluda Celia, me abraza y deja su brazo en mi cintura. Me despego, veo que Tiara se queda seria y mira a Celia. —Hola, no te creas que porque tienes varias portadas con Ken, me lo quitas por completo —habló Celia altiva y apuntó a Tiara—. Nosotros tenemos pasado juntos. —Mucho gusto —dijo Tiara con su voz tímida, busqué su mirada y la apartó de mí. No puede pasar esto hoy, dañar su noche también no me lo perdono. —Te presento a mi novia, Tiara —con la mano la presenté y conseguí su completa atención. La pandilla me observa y solo estoy pendiente de mi chica. En la radio comenzaron a sonar los Enanitos Verdes y la canción me encanta, es “Luz de día”. Me acerco a su silla y tiendo mi mano hacia Tiara. «¡Vamos, te reto Sirena, baila conmigo y calla a todos!», rogué en mi cabeza atolondrada. Ella nunca suelta mis ojos, coloca su mano y la ayudé a incorporarse. La llevo al medio de la pista, nadie baila y solo somos nosotros dos. La acerco a mi cuerpo, agarro su cintura y ella rodea mi cuello. Nos balanceamos al ritmo de la música, me bajo a su oído y susurro. —Ya no pienses más en nuestros pasados, estoy contigo y no con ella. Esa chica no significa nada para mí, nunca me tuvo bailando. Jamás conoció a Kendrick, solo hay una persona que puede abrir mi corazón y esa eres tú —susurré con una estrofa de la canción y me abrí por completo a Tiara. —Esto puede ser loco, acelerado e irreal —su mirada me engatusa y tragué duro—, pero no puedo apartarme, eres un imán. Te diré algo, quizás no es tan bonito y romántico… —Todo es lindo de tus labios —la frené. —Cállate, “Playboy” —la mano abierta cubrió mis labios y besé su palma—, me toca a mí. ¿En qué me quedé? —se colocó el dedo índice en sus labios y prosiguió—. ¡Ah! —su chillido es adorable—, bésame. Me pierdo en esas seis letras, la beso con calma y mi lengua invade su dulce boca. No importa nadie, solo ella y yo. ¿Qué es amar? No sé bien su significado, apenas lo estoy descubriendo. Siento una corriente de río que me arrastra y tratas de agarrarte, pero resbalas. Como todo en la vida recibes cantazos, pero si vamos de la mano juntos, seremos la balsa del otro. Depende de nosotros decidir si nos ayudamos o nos hundimos.
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