Muerte inesperada.

1596 Words
Se despertó 3 am. Sobresaltado, empapado en sudor. Aquel sueño se sintió tan real, como si de verdad hubiese acariciado aquel lobo en el lomo, sintió el pelaje suave en su mano, aquel suave olor, igual a la vez que lo vio en plaza Perú, como en aquella ocasión la brisa movía el pelaje del lobo y de paso le llevaba el suave aroma a perro. Se sentó en su cama, apoyó los codos en sus piernas mientras sostenía su cabeza entre las manos y su vista fija al piso. Se dio una ducha, cambió la ropa de su cama, se acostó con la vista perdida en el techo, en alguna dimensión desconocida, en busca de respuesta que no la hallará y él lo sabe, aún así intenta encontrar respuesta a tantas interrogantes que arrastra desde su niñez. Arrastra su cuerpo a la Universidad, a las ocho y treinta comienza a dar sus clases, apenas puede concentrarse en el camino. Se sentía cual Atlas sosteniendo el cielo sobre sus hombros. Hay situaciones que escapan a su control, y está era una de ella, no va a poder ocultar lo que le está sucediendo por mucho tiempo. La vida a rato se le complica de tal manera, que muchas veces no quiere continuar, no quiere levantarse por las mañanas, pero siempre habrá alguien que le importa tanto que cada esfuerzo por ponerse de pie vale todos y cada uno de su empeño por lograrlo. Las noches se le convirtieron en día, sin poder dormir, los ruidos, que antes pasaban desapercibido, ahora se han vuelto estruendoso, denota cansancio y ni todas las pastillas para dormir harán efecto en él, su cuerpo le duele, es como si estuviera sufriendo alguna transformación que no puede controlar. El viernes por la tarde la pasará junto a Vivían y a Emilia, al llegar sonríe mientras la pequeña lo abraza cual si fuera su ser más esperado y amado. Saluda a Vivian—Hola cariño, ¿como han estado?—, la respuesta afirmativa de ella lo deja tranquilo. Disimula muy bien lo que ocurre en su interior. Los ruidos a esa hora le parecen demasiado estresantes. Al despedirse lo embargó una gran tristeza, sintió un derrumbe en su interior. Abrazó con fuerza a Emilia,—Te quiero, como se quiere a una hija—, le dijo tragando su pena, —Y yo…te quiero más —, respondió la niña abrazada al cuello de él. Giró hacia Vivían, la tomó de la cintura y la apretó a su cuerpo,—te amo, y pase lo que pase estaré contigo, — Vivían lo miró confusa, —Y yo me he sentido amada por ti, soy feliz con solo verte sonreír—, lo abrazó tan fuerte, con gusto se hubiera quedado pegada a él para siempre. Abrió la puerta y desde ella alzó la mano como despedida. Al salir a la calle como siempre gira hacia el piso donde suele estar Emilia agitando su manito. Ahogó un suspiro, sonrió, alzó su mano, luego cruzó la calle. Caminó pensando que la esquizofrenia, tal vez era real, sintió por un instante, al abrazar a Vivían, un acelerado latido, que se contrapone al latido de ella, sin duda no era el corazón de ella, se dijo a si mismo que solo era producto de su imaginación, ¿Cómo podría sentir el latido de alguien más?, dentro de Vivían. Al llegar a casa se desparramó en su cama, fijo su mirada en el techo, sintió solo murmullos de un lado y del otro, que sin duda eran sus vecinos conversando, quiso ahogar los ruidos, pero le fue imposible, pareciera que el ruido de las motos fueran más escandalosa a esa hora. Noviembre pasaba aprisa, en unos cuantos días estarían en diciembre es cuando se empezarían a preparar para Navidad, las calles comenzarían a vestirse con adornos navideños, luces de colores colgando por las avenidas. Ariel cada vez estaba más agotado, sin poder dormir algunas noches, se la pasa caminando de lado a lado. El sábado por la noche de camino a casa lo interceptan 4 jóvenes, le piden que entregué todo lo que trae en los bolsillos. Luego lo derriban y comienzan a golpear sin compasión, uno de ellos les recuerda a los demás,— El juez lo quiere en el patio de los callao, entendieron inútiles—, uno de ellos se agachó para ver si seguía respirando, —¿Que Estay haciendo aweonao?,— el otro se paró y le contestó—asegurando que esté en el ma allá, sino el juez no va a mandar a nosotros al ma allá, y yo no me quiero ir na’al mundo de los callao—, rieron al unísono, se alejaron del cuerpo inerte, alardeando de su hazaña. Y como no, si cualquier favor al juez le asegura impunidad a sus delitos. Seguro de que no serían castigados y continuaron su camino. Entró corriendo al hospital, emergencia estaba lleno de pacientes, preguntó a una enfermera por Ariel, sin tener respuesta, luego se dirigió a un enfermero, tampoco logró información alguna, así pasó cómo 1 hora, cuando comenzaba a perder la paciencia, apareció el médico indicándole que había muerto, al parecer por un paro respiratorio producto de la golpiza recibida. Ángel dio vuelta tomándose la cabeza, ¿como le diría a Vivían lo sucedido, como le diría a Emilia?, moviendo la cabeza y con un no en su boca, se negaba aceptar lo sucedido. Después de la negación vino la ira y sabía a quien culpar por la muerte de Ariel. Tenía que preparar todo para su funeral, no sabía cómo informar a su familia, y ya no importaba, su familia nunca se ha preocupado por él. Era fin de semana y era más complicado encontrar funeraria y todo lo necesario para preparar un entierro. Conversó consigo mismo y determinó que debía visitar a su prima para informarle lo sucedido. Miró la hora, 7:30 de la mañana, se dijo a si mismo— a las 10 es buena hora para entregar una mala noticia. Caminó de lado a lado, su nerviosismo hace que se siente se pare, pasa la mano por su rostro, intenta formar las frases que utilizará para informar a Vivían la muerte de Ariel. No alcanzó a llegar, a Vivían se la habían llevado detenida. Corrió al hospital, debía hacer los arreglos para Ariel y debía correr a la comisaría por Vivian. Tuvo que esperar hasta el lunes para hacer algo por ambos. Su tristeza, su impotencia y su rabia, la pasó con una fría cerveza, mientras piensa y analiza lo sucedido, “Andrés hijo de puta, sé que estás metido en esto, no has aceptado que te hayan pateado, justo en tu ego y orgullo”, era su pensamiento en alta voz. Cómo se enfrentaría al juez que ostentaba el título de intocable, según él. Lloró por Ariel, lloró por Emilia y su prima, como continuarían sin Ariel, si el se había convertido en ese pilar emocional que le dio tranquilidad y seguridad. “Madre, ayúdame, sé que no hay un dios, por qué si lo hubiera, protegería a los buenos, ¿no lo crees? y donde estés, ayúdame por favor”, comenzaba a decir sus pensamientos, habían dejado de estar solo en su cabeza. Era domingo y no había nada que pudiera hacer, solo retirar a Ariel y llevarlo al centro de funerales. El lunes a primera hora estuvo en la comisaría y para su sorpresa, Vivían habia sido trasladada, desesperado no podía pensar, luego se calmó a si mismo y comenzaron a fluir las ideas y nombres de personas que podían ayudar, así como Andrés tenía adherentes, también tenía disidentes, solo que él no lo sabía, no aún, pero pronto sabrá quiénes pueden hacerle pasar un gran mal rato. Llamó a su amiga que trabaja en la fiscalía, le contó lo sucedido , —No te preocupes, te ayudaré, dame el nombre completo de tu prima, en cuanto tenga noticias, te llamo— dijo, luego se despidieron. Pasaron algunos minutos y contestó un llamado, Ángel levantó su móvil para responder .—Hola Nat, ¿Qué hay?,— Ella está recluida en la cárcel, ¿Por qué la llevaron a la cárcel, sino ha sido formalizada aún?,—Comentó Natalia, su voz sonó dudosa y extraña. —No lo sé, si sé, ella estuvo casada con Andrés Canessa. —Ese hijo de…, —no alcanzó a decir la última palabra, la trago con su rabia, — en la cárcel tengo algunas conocidas, diré que la cuiden, si Canessa se toma tantas molestias, es por qué la quiere hacer desaparecer. —Te lo agradezco, solo ten cuidado. —No te preocupes, es hora de que la justicia deje de ser injusta. Natalia y el juez tenían algo pendiente, ella una vez fue fiscal, pero cuando indagó demasiado, la bajaron a ser solo ayudante del fiscal. El lugar donde se encuentra el cuerpo de Ariel, comenzó a llenarse de estudiantes. El era muy querido en la Universidad, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesite. Era un buen literato, apasionado por la literatura y el arte, amaba a sus alumnos por igual. Ángel solo pasó por el lugar a ver que todo estuviese marchando bien, se fue directo a la cárcel, ahora le servirá su título, aquel que sacó a regañadientes pensando que nunca ejercería, y como no, si nadie contrataría a un abogado vistiendo pantalones de tela, camisa hawaiana y tenis, y que además su pelo lo lleva en un moño.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD