—El cuerpo de Ariel no está, la urna está rota, con golpes desde adentro y arañazos, como si un animal muy fuerte lo hubiese echo. Y no me preguntes por qué, no se nada más, a excepción del llamado que recibí de él, la primera vez hace 4 meses y hace una semana el último, creí que estaba loco, que me lo imaginé todo. Yo lo enterré, en el certificado está la fecha, hora y motivo de su muerte, lo vi como tiraban la tierra encima, dime qué esto no está pasando.
—Estoy tan desconcertada como tú, ¿ Por qué no dijiste que Ariel te había llamado?,— pregunto molesta Vivían, Ángel nunca ha visto molesta a su prima, está es la primera vez y no sabe cómo actuar.
—Como quería que te lo dijera, si estaba seguro que me lo había inventado o soñado, que sé yo, lo cierto es que pensé que las drogas en mi juventud me habían matado un poco la cordura. Quizás esto sea obra de Andrés.—especuló Ángel sin dar crédito a lo que había visto.
Se dejó caer en el sillón a meditar en lo sucedido, luego recordó.
—Puedo devolver el llamado, aunque aparece como privado.
—Si, si, llámalo enseguida. Necesito una explicación de su parte—pasó del entusiasmo al enojo en un segundo.
—Relaja tus emociones, podrías dañar a Arielito.—pidió mientras saca su teléfono del bolsillo.
Intentó una y otra vez, no hubo respuesta alguna.
—Y si Andrés está detrás de todo esto, es decir, de las llamadas.
—También tendría que estar detrás de la desaparición del cuerpo, y eso a él no le conviene, no es tan estúpido como para boicotearse a si mismo— dijo Ángel pensativo.
—Y entonces, ¿ Que es todo esto?, Cómo es posible que desaparezca un cuerpo y nadie sabe nada— reflexionó Vivían. Ángel comprendió el conflicto en su prima, había previsto esa confusión y esperó, paciente, a que la mujer se desahogara, que llorara, gritara, sacara todo lo que lleva dentro desde la muerte de Ariel.
Ambos estaban inquietos por lo sucedido. Por otro lado, ahora es cuando espera Ángel la llamada que confirme que no se lo ha inventado, que Ariel vive, o al menos, eso es lo que dice quién lo ha llamado en dos ocasiones.
Al conocer la noticia de que Ariel puede estar vivo, Vivían cayó en una ansiedad que si no la controla, dañará al hijo que espera.
—Hablan de Ariel, ¿Verdad?—preguntó Emilia al hacer su aparición en la sala y quedar parada frente a ellos.
—Escucha hija…—solo eso alcanzó a decir, al ser interrumpida por la pequeña.
—Lo he sentido vivo, y no sé cómo explicar eso, pero en mi pecho, lo siento vivo.
Ambos se miraron, no sabían cómo responder a eso. Ángel notó la conexión, la primera vez que los vio juntos sentados al piano, no dijo nada, pues no le dio importancia, jamás imaginó que fuera tan fuerte.
—No hay forma de averiguar, el número es privado de donde ha realizado los llamados.
—Es todo tan extraño.
—¿Por qué extraño mamá?, Ariel no es de este mundo, así lo creo, él me hablaba de un pueblito de nombre Campanario, ¿Sabes dónde es tío Ángel?, Ariel dijo que quedaba cerca de aquí.
—Jamás he escuchado de ese pueblito, ¿Estás segura?
—Si, dijo que estaba cerca de una montaña cerca de Cabrero—mencionó Emilia, luego cambio radicalmente el tema—Mamá, mañana viene papá por mi, ¿Debo ir?,—preguntó con angustia.
—El juez así lo determinó.
—Es que mi abuela no es buena conmigo, me regaña cuando no está papá.
—Lo resolveremos, tu tranquila—dijo Vivían a su hija mientras la abraza y besa su cabeza.
La niña se fue a su habitación y Ángel aprovechó de despedirse.
—Si lo deseas, puedo hablar con Andrés.
—No, lo haré yo, es un asunto de padre y madre que debemos resolver.
Ángel asintió con la cabeza, se despidió con abrazo de Vivían, luego entró a la habitación de Emilia.
—Tu y yo debemos hablar de Ariel, pero no ahora, lo haremos cuando vuelvas de casa de tu padre, te invitaré a un chocolate caliente y lo haremos.
—Aja, está bien.
Abrazó a Emilia y le dijo un, “cuídate, te veo cuando vuelvas”.
Mientras maneja, va pensando en tantas cosas, lo dicho por Emilia, el llamado de Ariel y el pueblito Campanario, aquel pueblito lo dejó intrigado, como tantos años viviendo en aquel lugar y jamás se enteró de la existencia de aquel pueblito, menos considerando que viaja a menudo a Cabrero a visitar a su amigo que allí vive.
El sol de mediodía, suavizado por el otoño, se filtraba a través de la ventana tocando en el rostro a Vivian, despertándola con su luz. El embarazo la hacia dormir más de lo que acostumbraba. Su sueño profundo la hace olvidar las complejidades de la vida por la cual está atravesando. Un sonido interrumpió sus reflexiones. Se levantó, y mientras camina a la puerta va atando la tira de su bata.
Carga, desde que Ángel mencionó las llamadas de Ariel, una chispa de esperanza que no se atreve a nutrir. Necesita una explicación razonable, necesita saber que lo que piensa es real, que no es un sueño. Casi no recordaba nada de los dias que siguieron la muerte de Ariel.
Hasta que Andrés se enteró de su relación con Ariel, juzgaba su vida como un sueño hecho realidad, se sentía inmensamente feliz al lado de él, todo encajaba, veía a Emilia jugar con él, como nunca la había visto jugar con Andrés, no solo ella disfrutaba de la compañía de Ariel. Ahora el bebé que venía en camino, posiblemente, no tendrá la dicha de conocer, siquiera a su padre, menos divertirse como lo hacía Emilia. Si bien, Ariel, era un poco introvertido, pero con Emilia se convertía en alguien diferente, parecía como si sus mentes se unieran en una sola, y ella, aún no comprendía esa afinidad que tenían.
Al abrir la puerta, fue enorme su sorpresa, ahí parada frente a ella, se encontraba Mariana, su hermana menor, tan arrogante como siempre. Era joven y muy bella, sin duda era toda una rompecorazones.
Miró a Vivían de pies a cabeza y luego agregó — Es cierto lo que dice Andrés.
—¿Qué dice Andrés?, si puedo saber.
—Que esperas a un…
—Ni te atrevas a insultarlo— interrumpió Vivían con firmeza, está vez no permitiría que insulten a su hijo.
Mariana entro sin ser invitada, pasó por el lado de Vivían contorneado sus caderas. La ropa que viste debe costar más que el ropero completo de Vivían.
—Supongo que puedo sentarme.
—Ya estás adentro, puedes sentarte, ¿ A qué has venido?, — preguntó, sin disimular su molestia.
—A comprobar que Andrés no mentía.
—Si solo has venido a eso, te puedes retirar, ya lo comprobaste.
—Así es. Supongo que te sigue defendiendo el bueno para nada de Ángel.
—Basta, fuera, largo.
Vivían caminó molesta hacia la puerta, la abrió y la mantuvo sujeta con su mano de la manilla esperando que Mariana haga su salida .
—Ah, antes de largarme, solo necesito decir algo. Andrés siempre fue y será mucho para ti. El merece a alguien más bella, inteligente y que se dedique por completo a él.
Vivían se mantenía en silencio, no se desgastaría contestando a alguien como Mariana, que piensa que lo estético es lo más importante, mientras que su cerebro está lleno de aire.
—Sabias que Andrés pronto anunciará su matrimonio. Recibirás pronto la invitación y te sorprenderá de quien se ha enamorado. Adiós y pronto nos veremos, tal vez pronto seas tía querida.
Luego caminó así como llegó, moviéndose de lado a lado como barco en alta mar.