Un mes después. —Buenos días —saludé, entrando a la cocina. Fui hasta uno de los bancos que se encontraban junto a la isla y me senté. —Buenos días Emi —respondió Caleb, dándome un recorrido con su mirada. Carraspeé para llamar su atención, solo sonrió y siguió batiendo algunos huevos. Traía puesto unos pantalones de chándal, pero su torso estaba al descubierto, dejándome así, una magnifica vista de su gran espalda ancha. —Huele delicioso. Tengo mucha hambre —mi estómago dio un gran rugido de confirmación. Sentí como inmediatamente mi rostro ardía de la vergüenza. Caleb detuvo lo que estaba haciendo, y vino hasta mi con una sonrisa burlona plasmada en su rostro. —Tu estomago me lo confirma —rodeó la isla y se situó detrás de mi—. Estas hermosa el día de doy —susurró