Habían pasado dos meses desde aquella noche donde Gabriel me propuso matrimonio, debía admitir que habían sido los mejores meses de mi vida, este tiempo nos había ayudado a conocernos más y a fortalecer nuestro vínculo. No obstante, teníamos altas y bajas en nuestra relación, pero lo superábamos con amor y compresión. Decidí que lo mejor sería casarnos cuando todos los problemas estuvieran arreglados, no quería ningún contratiempo en mi boda. Con el tema de mi madre, le exigí a mi padre que me revelara la verdad e igual que yo, pensó que estaba muerta. Gabriel había estado buscándola, pero aun sus búsquedas no daban fruto y empezaba a desesperarme. Caleb no se volvió a infiltrar en mis sueños y me causaba un poco de temor. Sabia con certeza que estaba planeando algo y por el tiempo que