Xavier: Me aferro a mi cordura por un hilo. No podía ni mirar a Olivia ahora mismo. Estaba jodidamente cabreado. ¿Cómo se atreve a permitirle tocar lo que es mío? Realmente no era consciente del peligro que corría conmigo en este momento, pero creo que empieza a darse cuenta por las frecuentes miradas hacia mí que creía que no veía. Tenía ganas de retorcerle el maldito cuello. —¿Papi? —oh, ahora quiere sacar esa carta. —Calla. No quiero oír nada de ti ahora mismo —oí que se le escapaba un silencioso gemido, antes de que se callara por completo. Nos quedamos sentados en tensos silencios y, por mucho que intentara calmarme, lo único que podía ver era a ella en los brazos de ese maldito idiota, con los ojos cerrados mientras se recostaba entre sus brazos. Mis manos se cerraron en puño